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Críticas ordenadas por utilidad
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5,8
993
7
23 de mayo de 2018
23 de mayo de 2018
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los efectos de la crisis económica siguen estando muy presentes en las cinematografías europeas, a través de relatos sobre la desigualdad o la falta de oportunidades. En este caso, Corporate (Nicolas Silhol, 2016) pone sus miras en el departamento de recursos humanos de una potente multinacional, en el que recientemente ha sido contratada Emile, por su falta de escrúpulos. Sin duda la falta de escrúpulos es un elemento indispensable para el puesto, ya que el plan de la empresa es hacer la vida imposible a los empleados, con los que no quieren contar, para que así sean ellos mismos los que se marchen, sin tener que llegar a despedirlos. El problema es que no cuentan con que uno de sus empleados se suicide.
Con esta premisa uno cree identificar perfectamente a las víctimas (los trabajadores) y al verdugo (Emile), ya que nos lo presentan como un ser hierático, que ni se inmuta ante las súplicas del suicida. Sin embargo, con el paso de las secuencias nos damos cuenta de que las líneas entre víctima y verdugo se confunden, hasta que caemos en la cuenta de que Emile es una víctima más de un mercado de trabajo perverso. Por mucho que Emile se intente abstraer, ella no es más que un peón de la cadena. Eso sí, un peón fácil del que echar mano, que aunque al final intente expiar sus culpas, mediante un recurso de guion demasiado manido, no parece que le espere un futuro muy halagüeño.
No es habitual que una cinta aborde el tabú del suicidio, aunque recientemente una película española: La punta del iceberg (David Cánovas, 2016) tenía un argumento muy similar, con una magnética interpretación de Maribel Verdú. Pero se echa en falta una contextualización mayor de los personajes y en especial del suicida que abre la caja de pandora. Da la sensación de que los guionistas necesitan dejar fuera de plano todo lo que tenga que ver con el suicidio en sí.
Es también interesante el proceso de anagnórisis por el que transita la protagonista. Descubrir, como le sucedía a Edipo, que eres responsable de un acto detestable resulta un trago muy amargo y un recurso narrativo apasionante. El director parece ser consciente de ello e inunda la cinta de planos cortos y transiciones bruscas que ayudan a crear un ambiente asfixiante e incluso aterrador. La protagonista cada hora que pasa parece más acuciada por una conciencia que mancilla su impoluta camisa blanca, de ejecutiva de alto standing, a base de un incómodo y pegajoso sudor nervioso. Porque por mucha luz que entre por las enormes cristaleras de la empresa, la arquitectura no puede ocultar la oscuridad que allí habita.
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Con esta premisa uno cree identificar perfectamente a las víctimas (los trabajadores) y al verdugo (Emile), ya que nos lo presentan como un ser hierático, que ni se inmuta ante las súplicas del suicida. Sin embargo, con el paso de las secuencias nos damos cuenta de que las líneas entre víctima y verdugo se confunden, hasta que caemos en la cuenta de que Emile es una víctima más de un mercado de trabajo perverso. Por mucho que Emile se intente abstraer, ella no es más que un peón de la cadena. Eso sí, un peón fácil del que echar mano, que aunque al final intente expiar sus culpas, mediante un recurso de guion demasiado manido, no parece que le espere un futuro muy halagüeño.
No es habitual que una cinta aborde el tabú del suicidio, aunque recientemente una película española: La punta del iceberg (David Cánovas, 2016) tenía un argumento muy similar, con una magnética interpretación de Maribel Verdú. Pero se echa en falta una contextualización mayor de los personajes y en especial del suicida que abre la caja de pandora. Da la sensación de que los guionistas necesitan dejar fuera de plano todo lo que tenga que ver con el suicidio en sí.
Es también interesante el proceso de anagnórisis por el que transita la protagonista. Descubrir, como le sucedía a Edipo, que eres responsable de un acto detestable resulta un trago muy amargo y un recurso narrativo apasionante. El director parece ser consciente de ello e inunda la cinta de planos cortos y transiciones bruscas que ayudan a crear un ambiente asfixiante e incluso aterrador. La protagonista cada hora que pasa parece más acuciada por una conciencia que mancilla su impoluta camisa blanca, de ejecutiva de alto standing, a base de un incómodo y pegajoso sudor nervioso. Porque por mucha luz que entre por las enormes cristaleras de la empresa, la arquitectura no puede ocultar la oscuridad que allí habita.
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3,8
1.336
3
21 de mayo de 2018
21 de mayo de 2018
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El intercambio” supone la primera comedia en la carrera del polifacético realizador Ignacio Nacho y una adaptación de un texto del propio Nacho que el director Juan José Alfonso llevó a los escenarios madrileños, hace poco más de dos años. La premisa argumental es muy sencilla: una mujer le regala a su marido un intercambio de parejas por sus quince años de casados y lo que parecía ser una noche normal de experimentación se irá convirtiendo en una sucesión de escenas descabelladas, al descubrir que la pareja con la que habían quedado no es la quedecía ser.
Durante todo el metraje llama la atención la clara influencia teatral. Los personajes están permanentemente en un piso, a excepción de la primera secuencia que sucede en un coche, acentuando así el aislamiento al que se tienen que someter. Desde que el matrimonio formado por Pepón Nieto y Natalia Roig entra por la puerta, todo pasa a ser fruto casi de una película de ciencia ficción. Porque para ver El intercambio uno debe aceptar un pacto implícito, en el que la realidad debe ser suspendida. Uno no debe ver la cinta en términos naturalistas, sino más bien desde una perspectiva surrealista.
La realización de Nacho al comienzo tiene un aspecto puramente funcional, pero con el paso de los minutos empieza a volverse onírica, alejándose así de las comedias tradicionales. La realidad y el sueño se confunden y la música extradiegética, que es recurrente en cada plano, lo envuelve todo como si de una noria se tratara. Una noria en la que los personajes están tremendamente estereotipados y los diálogos intentan huir de toda trascendencia, para sacar las máximas carcajadas en los espectadores. Para ello no hay duda de que es necesario un buen reparto y en este sentido la cinta cuenta con un cuarteto protagonista experimentado. Pepón Nieto resulta creíble como marido patoso, Rossy de Palma controla el registro de mujer volcánica, capaz de todo, Hugo Silva está un poco histriónico en su papel de guapo con principios, aunque quizás el papel lo requería, y el mayor descubrimiento lo protagoniza Natalia Roig que se mete a la perfección en la piel de una mujer sometida a su marido, que no destaca por sus muchas luces.
Pero como todo en la vida la noria acaba parando. El juego del intercambio de parejas debe terminar, para que así el anodino matrimonio empiece a decidir lo que realmente quiere en su relación de pareja.
Más críticas en elblogdelcineespanol.com
Durante todo el metraje llama la atención la clara influencia teatral. Los personajes están permanentemente en un piso, a excepción de la primera secuencia que sucede en un coche, acentuando así el aislamiento al que se tienen que someter. Desde que el matrimonio formado por Pepón Nieto y Natalia Roig entra por la puerta, todo pasa a ser fruto casi de una película de ciencia ficción. Porque para ver El intercambio uno debe aceptar un pacto implícito, en el que la realidad debe ser suspendida. Uno no debe ver la cinta en términos naturalistas, sino más bien desde una perspectiva surrealista.
La realización de Nacho al comienzo tiene un aspecto puramente funcional, pero con el paso de los minutos empieza a volverse onírica, alejándose así de las comedias tradicionales. La realidad y el sueño se confunden y la música extradiegética, que es recurrente en cada plano, lo envuelve todo como si de una noria se tratara. Una noria en la que los personajes están tremendamente estereotipados y los diálogos intentan huir de toda trascendencia, para sacar las máximas carcajadas en los espectadores. Para ello no hay duda de que es necesario un buen reparto y en este sentido la cinta cuenta con un cuarteto protagonista experimentado. Pepón Nieto resulta creíble como marido patoso, Rossy de Palma controla el registro de mujer volcánica, capaz de todo, Hugo Silva está un poco histriónico en su papel de guapo con principios, aunque quizás el papel lo requería, y el mayor descubrimiento lo protagoniza Natalia Roig que se mete a la perfección en la piel de una mujer sometida a su marido, que no destaca por sus muchas luces.
Pero como todo en la vida la noria acaba parando. El juego del intercambio de parejas debe terminar, para que así el anodino matrimonio empiece a decidir lo que realmente quiere en su relación de pareja.
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7
7 de julio de 2018
7 de julio de 2018
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida de Erwan (François Damiens), un hombre viudo de mediana edad, con una hija embarazada y un negocio de desactivación de bombas, da un vuelco al descubrir que su padre no es tal, por lo menos si se tiene en cuenta la consanguinidad. Por cosas del azar, Erwan acude con su hija embarazada al médico, para asegurarse de que el bebé no sufra una enfermedad familiar, y allí descubre que entre el ADN de su padre y el suyo no hay coincidencias. Este es el aparentemente convencional punto de partida de Sácame de dudas (CarineTardieu, 2017), aunque a lo largo de sus dos horas de metraje, lo que por cierto resulta excesivo, la cinta se va a hacer fuerte gracias a un guion trabajado en el que se intenta sorprender al espectador y alejarse de los lugares comunes.
Porque a primera vista el tema del descubrimiento de la verdadera identidad paterna parece muy poco novedoso, pero aquí se intenta reflejar de la forma más natural y con el menor dramatismo posible. Es muy interesante como tras conocer a su padre biológico, Erwan parece dejar atrás su identidad escindida y recupera la iniciativa. Iniciativa para lanzarse en el terreno amoroso, aunque después le pueda crear quebraderos de cabeza, y en su labor como padre. Su hija, Alice, está decidida a ser madre soltera, pero el descubrimiento fortuito de Erwan hará que éste intente por todos los medios que Alice no le niegue a su hijo la posibilidad de tener un padre, por muy inmaduro que éste pueda parecer.
Eso sí, todo esto no quita para que Erwan quiera y se preocupe por Guy, el que ha sido su padre desde que nació y el que le ha cuidado y educado para ser la persona que es. Hay una secuencia muy bonita en alta mar en la que por un lado, se resume el preciosismo paisajístico que reina en la cinta y por el otro, se escenifica la complicidad entre padre e hijo. Un padre y un hijo que en apenas unos segundos recuerdan, con nostalgia, un pasado familiar plácido y feliz. Más allá de pruebas biológicas está la demostración de los afectos y en eso Guy, a su manera varonil, siempre ha respondido.
En Sácame de dudas son precisamente los hombres los que tienen que hacerse cargo de la familia y de la gestión de las emociones, una parcela que suele estar reservada para los personajes femeninos. De este modo Erwan tuvo que sacrificar su carrera profesional para cuidar a su hija, tras la muerte de la madre. Un hecho del que apenas se hace hincapié, pero que puede también explicar el extrañamiento inicial en el que vive el personaje. Aun así puede que la vida sea sabia y haya guiado a Erwan por un camino alejado de la primera línea, sabedora de que era una bomba familiar la que requería de su ayuda.
Laura Acosta.
Más en planomericano.wordpress.com y el blogdelcineespañol.com/factoriadelcine.com
Porque a primera vista el tema del descubrimiento de la verdadera identidad paterna parece muy poco novedoso, pero aquí se intenta reflejar de la forma más natural y con el menor dramatismo posible. Es muy interesante como tras conocer a su padre biológico, Erwan parece dejar atrás su identidad escindida y recupera la iniciativa. Iniciativa para lanzarse en el terreno amoroso, aunque después le pueda crear quebraderos de cabeza, y en su labor como padre. Su hija, Alice, está decidida a ser madre soltera, pero el descubrimiento fortuito de Erwan hará que éste intente por todos los medios que Alice no le niegue a su hijo la posibilidad de tener un padre, por muy inmaduro que éste pueda parecer.
Eso sí, todo esto no quita para que Erwan quiera y se preocupe por Guy, el que ha sido su padre desde que nació y el que le ha cuidado y educado para ser la persona que es. Hay una secuencia muy bonita en alta mar en la que por un lado, se resume el preciosismo paisajístico que reina en la cinta y por el otro, se escenifica la complicidad entre padre e hijo. Un padre y un hijo que en apenas unos segundos recuerdan, con nostalgia, un pasado familiar plácido y feliz. Más allá de pruebas biológicas está la demostración de los afectos y en eso Guy, a su manera varonil, siempre ha respondido.
En Sácame de dudas son precisamente los hombres los que tienen que hacerse cargo de la familia y de la gestión de las emociones, una parcela que suele estar reservada para los personajes femeninos. De este modo Erwan tuvo que sacrificar su carrera profesional para cuidar a su hija, tras la muerte de la madre. Un hecho del que apenas se hace hincapié, pero que puede también explicar el extrañamiento inicial en el que vive el personaje. Aun así puede que la vida sea sabia y haya guiado a Erwan por un camino alejado de la primera línea, sabedora de que era una bomba familiar la que requería de su ayuda.
Laura Acosta.
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9
27 de enero de 2018
27 de enero de 2018
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres anuncios en las afueras (Martin McDonagh, 2017) es un título raro para una película inclasificable y muy placentera. Es cierto que en un primer momento este título tan largo puede asustar a los espectadores menos informados, pero no debe provocar ningún rechazo, ya que la cinta de McDonagh tiene todos los ingredientes para gustar y hacer pasar un rato inolvidable.
Tres anuncios en las afueras nos cuenta la lucha de Mildred (Frances McDormand), contra la policía de su pueblo, para que actúen en el caso de la violación y asesinato de su hija. Mildred está harta de la inacción e incompetencia de las fuerzas de seguridad, con lo que alquilará unos paneles publicitarios en los que dejará en evidencia a los policías, frente a todo el pueblo. Con lo que uno de los temas principales que uno puede sacar de la cinta es el de la justicia popular. Ante la ineptitud de las fuerzas del orden, que prefieren dedicar su tiempo a torturar a negros o hacer comentarios machistas, Mildred decide actuar por su cuenta y poner en práctica el dicho "donde las dan las toman". Para esta mujer divorciada y cincuentona no hay pena posible, ni perdón. El culpable de tal atroz crimen debe pagar eternamente y no debe tener ninguna opción de adquirir el perdón.
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Tres anuncios en las afueras nos cuenta la lucha de Mildred (Frances McDormand), contra la policía de su pueblo, para que actúen en el caso de la violación y asesinato de su hija. Mildred está harta de la inacción e incompetencia de las fuerzas de seguridad, con lo que alquilará unos paneles publicitarios en los que dejará en evidencia a los policías, frente a todo el pueblo. Con lo que uno de los temas principales que uno puede sacar de la cinta es el de la justicia popular. Ante la ineptitud de las fuerzas del orden, que prefieren dedicar su tiempo a torturar a negros o hacer comentarios machistas, Mildred decide actuar por su cuenta y poner en práctica el dicho "donde las dan las toman". Para esta mujer divorciada y cincuentona no hay pena posible, ni perdón. El culpable de tal atroz crimen debe pagar eternamente y no debe tener ninguna opción de adquirir el perdón.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En esta línea está la última parte de la cinta, que de alguna manera anticipa Mildred en una conversación con el cura local. El cura llega a su casa con el fin de buscar el arrepentimiento de Mildred (en referencia al follón que hay montado por las vallas publicitarias), pero ella lejos de arrepentirse le habla de unas leyes implantadas en Los Ángeles por las que cualquier miembro de una banda callejera, puede pagar por los delitos de sus compañeros. Para esta mujer los delitos cometidos contra su hija deben ser pagados por el legítimo culpable o por otro asesino de la misma calaña. Es por ello que al final el redimido policía Jason Dixon (Sam Rockwell), aún sabiendo que el violador que ha encontrado no es el asesino de la hija de Mildred, decide emprender, con la madre, la tarea de matar al tipo en un intento de que el crimen de Ángela no quede impune. Pero en la última secuencia, con Jason y Mildred conduciendo en dirección al lugar del crimen, las dudas les asaltan. Los malvados no deben tener paz, pero ¿merece la pena que ambos acaben en la cárcel por un tipo tan despreciable? ¿Es posible que con el incendio de las vallas publicitarias también se hayan quemado las ansias de venganza de Mildred? O quizás simplemente Mildred necesitaba que alguien le demostrara un poco de interés por resolver el crimen de su hija Ángela y tras comprobar como Jason ha hecho lo indecible por resolver dicho crimen, ella ya puede vivir más tranquila.
Por tanto, junto a Mildred el otro personaje fundamental para la trama es Jason Dixon, un policía que empieza siendo un tipo racista, poco profesional y muy agresivo. Pero que con el transcurso de la cinta se va redimiendo hasta convertirse en el único capaz de acercarse a la resolución del caso. No presenciamos el típico happy end del héroe glorioso redimido de las películas convencionales, pero sí que asistimos a una adaptación libre y mordaz de la tipología clásica del líder mesiánico. Tipología que consta de cuatro partes: periodo de formación, toma de conciencia, lucha con la comunidad y sacrificio final, que están en mayor o menor medida presentes. Primero vamos a asistir a un periodo de formación inconsciente por parte de Jason, después su toma de conciencia (tras leer la carta que le deja el difunto jefe de policía Bill), más adelante Jason tendrá que estar expulsado de la policía para comenzar a luchar al lado de la comunidad y finalmente llegará el periodo de sacrificio, en el que no dudará en poner en riesgo su integridad física con el fin de obtener una prueba del asesino de Ángela. Siendo Jason un ejemplo de personaje con un arco narrativo muy amplio y rico, que personifica a la perfección todos los tópicos de la llamada América profunda. Todo el guion de McDonagh está repleto de referencias y críticas feroces a esa América votante de Trump.
Además de lo ya mencionado, en Tres anuncios en las afueras queda muy bien reflejada la indefensión a la que tienen que enfrentarse las víctimas, que han de sufrir procesos eternos como si de los verdugos se trataran. Aquí vemos como Mildred tiene que enfrentarse a la tremenda tragedia de perder a una hija, por violación y asesinato, sin poder completar su duelo, ya que tiene que ser ella la que se movilice para intentar dar con el asesino. Pero no contentos con esto, sus vecinos también emprenden una campaña de desprestigio contra ella, tras la aparición de las vallas publicitarias, y para más inri, también muchos la acaban culpando del suicidio del jefe de policía Bill, aunque éste le escribe una carta liberándola de cualquier culpa.
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Por tanto, junto a Mildred el otro personaje fundamental para la trama es Jason Dixon, un policía que empieza siendo un tipo racista, poco profesional y muy agresivo. Pero que con el transcurso de la cinta se va redimiendo hasta convertirse en el único capaz de acercarse a la resolución del caso. No presenciamos el típico happy end del héroe glorioso redimido de las películas convencionales, pero sí que asistimos a una adaptación libre y mordaz de la tipología clásica del líder mesiánico. Tipología que consta de cuatro partes: periodo de formación, toma de conciencia, lucha con la comunidad y sacrificio final, que están en mayor o menor medida presentes. Primero vamos a asistir a un periodo de formación inconsciente por parte de Jason, después su toma de conciencia (tras leer la carta que le deja el difunto jefe de policía Bill), más adelante Jason tendrá que estar expulsado de la policía para comenzar a luchar al lado de la comunidad y finalmente llegará el periodo de sacrificio, en el que no dudará en poner en riesgo su integridad física con el fin de obtener una prueba del asesino de Ángela. Siendo Jason un ejemplo de personaje con un arco narrativo muy amplio y rico, que personifica a la perfección todos los tópicos de la llamada América profunda. Todo el guion de McDonagh está repleto de referencias y críticas feroces a esa América votante de Trump.
Además de lo ya mencionado, en Tres anuncios en las afueras queda muy bien reflejada la indefensión a la que tienen que enfrentarse las víctimas, que han de sufrir procesos eternos como si de los verdugos se trataran. Aquí vemos como Mildred tiene que enfrentarse a la tremenda tragedia de perder a una hija, por violación y asesinato, sin poder completar su duelo, ya que tiene que ser ella la que se movilice para intentar dar con el asesino. Pero no contentos con esto, sus vecinos también emprenden una campaña de desprestigio contra ella, tras la aparición de las vallas publicitarias, y para más inri, también muchos la acaban culpando del suicidio del jefe de policía Bill, aunque éste le escribe una carta liberándola de cualquier culpa.
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5,7
3.737
8
4 de marzo de 2018
4 de marzo de 2018
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es de agradecer que alguien aporte algo original al universo cinematográfico. García León lo hace en Selfie a través de las estrategias del falso documental y muchas dosis de mala leche. Su valentía es enorme, ya que no debe ser fácil hacer un retrato tan fiel y descarnado de esta España de choriceo que nos inunda hoy en día. El recorrido de ese Bosco rechazado por aquellos de su misma estirpe y su bajada a los infiernos, que al final resulta que queman menos de lo que parece, es una gran metáfora de la España de pulsera y cuentas en Suiza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los pijos, como Bosco, se pegan a él al inicio, pero en cuanto ven problemas le dejan tirado y tiene que ser su asistenta y algunos miembros de La tabacalera los que le acojan.
Por cierto es impagable la aparición de Esperanza Aguirre y la secuencia de Bosco hablando con un amigo del PP, delante de un cartel electoral gigante de Mariano Rajoy.
Por cierto es impagable la aparición de Esperanza Aguirre y la secuencia de Bosco hablando con un amigo del PP, delante de un cartel electoral gigante de Mariano Rajoy.
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