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Documental

6,3
1.607
7
14 de octubre de 2017
14 de octubre de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasado viernes 22 de septiembre, coincidiendo con el segundo no-concierto de Lady Gaga en el Palau Sant Jordi, Netflix estrenaba el documental “Gaga: Five Foot Two“, en el cual se narraba el último año de la cantante neoyorquina. Con una promoción apoyada fundamentalmente en la cancelación de toda la gira europea, Lady Gaga nos contará en primera persona desde la grabación de su último álbum hasta segundos antes de su performance en el descanso de la SuperBowl. Pero, ¿hasta qué punto es necesario este documental?
El último año de Lady Gaga ha sido, al parecer, bastante complicado. “Gaga: Five Foot Two” no consiste en otra cosa que en la apertura de Stefani Joanne Angelina Germanotta, nombre real de la artista, delante de una cámara que grabará todos y cada uno de los momentos más importantes ocurridos desde mediados de 2016 hasta febrero de 2017. El documental, que puede verse de manera exclusiva en Netflix, comienza con Gaga en body-chandal gris, con restos de maquillaje de la noche anterior y dando de comer a sus dos perros rodeada de familiares. “Five Foot Two” es orgánico y natural y, por suerte, no resulta forzado.
Con la grabación de su notable “Joanne” como trama principal del primer tercio del documental, podremos ver a Gaga sumergida en el estudio rodeada de productores tales que Mark Ronson, al cual podemos considerar co-protagonista, o Bloodpop, ambos presentes en temas como “Perfect Illusion”. Pero no. “Five Foot Two” no es un making of, ni pretende serlo. Este documental tiene bien definidas sus intenciones, que se basan en mostrar todo el trabajo que desarrolla la artista tanto en el estudio, como en los ensayos o en el set de American Horror Story (en el cual no parece estar muy cómoda). Lo que viene siendo un lavado de imagen tras los primeros años repletos de excentricidades que la llevaron a lo más alto del pop.
Y es que este documental se acerca más a “Alaska y Mario” que a “We Love Tamara” o “Lindsay”. Gaga se muestra completamente desnuda (incluso literalmente en alguna de las escenas) y no tiene miedo a soltar alguna que otra perla por la boca. En “Five Foot Two” existen momentos tan gloriosos como la respuesta a ese mítico “reductive” que Madonna le ofreció como calificativo en una entrevista de televisión, donde Gaga afirma que el único problema que tiene con la reina del pop es que no haya tenido el valor de decírselo a la cara. Después, como siempre, Gaga se viene arriba y dice que ella, como italo-americana que es, lo único que quiere es que MDNA le eche huevos y la empotre contra la pared mientras la besa y le explica los problemas que tiene con ella. Todo muy normal.
Después comienzan los dolores musculares, culpables de la cancelación de la gira europea, explicaciones sobre la fibromialgia, Hillary Clinton, visitas de Florence en el estudio de grabación, Gaga diciendo “necesito un porro”, explicaciones sobre la ruptura con su ex-prometido Taylor Kinney, Gaga asistiendo a un bautizo, cámbiame la tela de la chaqueta que esta no me gusta, los problemas de promoción de “ARTPOP”… dando un resultado que podríamos calificar incluso como “kitsch”. Todo esto, obviamente, acompañado por cientos de canciones procedentes de su último álbum de estudio, “Joanne”, tales que “Perfect Illusion”, “Million Reasons”, “John Wayne” o “Joanne”, dando esta última lugar a uno de los momentos más emocionantes del documental.
Pero lo más sorprendente de este documental no es otro hecho que la universalidad que representa. Sorprende que Lady Gaga se haya alejando de producciones hechas solo para fans, haciendo de este “Five Foot Two” un documental disfrutable y casi necesario para todo aquel amante de la cultura pop o incluso de la música. La naturalidad con la que está dotado esta exclusividad de Netflix y la vivacidad que presentan sus muchísimas escenas provocan un ritmo muy acertado que impide que el espectador despegue la mirada.
“Five Foot Two” es una delicia para los fans, pero también para el espectador que no ha seguido de cerca la carrera artística de la neoyorquina. Aunque algo menos de victimismo hubiese sido idóneo para este trabajo, debemos tomar el personaje de Lady Gaga tal y como es. Si queremos disfrutar de todos sus proyectos, debemos entender su estado emocional y físico. Y eso “Five Foot Two” lo refleja muy bien.
Nota: 7 / 10
El último año de Lady Gaga ha sido, al parecer, bastante complicado. “Gaga: Five Foot Two” no consiste en otra cosa que en la apertura de Stefani Joanne Angelina Germanotta, nombre real de la artista, delante de una cámara que grabará todos y cada uno de los momentos más importantes ocurridos desde mediados de 2016 hasta febrero de 2017. El documental, que puede verse de manera exclusiva en Netflix, comienza con Gaga en body-chandal gris, con restos de maquillaje de la noche anterior y dando de comer a sus dos perros rodeada de familiares. “Five Foot Two” es orgánico y natural y, por suerte, no resulta forzado.
Con la grabación de su notable “Joanne” como trama principal del primer tercio del documental, podremos ver a Gaga sumergida en el estudio rodeada de productores tales que Mark Ronson, al cual podemos considerar co-protagonista, o Bloodpop, ambos presentes en temas como “Perfect Illusion”. Pero no. “Five Foot Two” no es un making of, ni pretende serlo. Este documental tiene bien definidas sus intenciones, que se basan en mostrar todo el trabajo que desarrolla la artista tanto en el estudio, como en los ensayos o en el set de American Horror Story (en el cual no parece estar muy cómoda). Lo que viene siendo un lavado de imagen tras los primeros años repletos de excentricidades que la llevaron a lo más alto del pop.
Y es que este documental se acerca más a “Alaska y Mario” que a “We Love Tamara” o “Lindsay”. Gaga se muestra completamente desnuda (incluso literalmente en alguna de las escenas) y no tiene miedo a soltar alguna que otra perla por la boca. En “Five Foot Two” existen momentos tan gloriosos como la respuesta a ese mítico “reductive” que Madonna le ofreció como calificativo en una entrevista de televisión, donde Gaga afirma que el único problema que tiene con la reina del pop es que no haya tenido el valor de decírselo a la cara. Después, como siempre, Gaga se viene arriba y dice que ella, como italo-americana que es, lo único que quiere es que MDNA le eche huevos y la empotre contra la pared mientras la besa y le explica los problemas que tiene con ella. Todo muy normal.
Después comienzan los dolores musculares, culpables de la cancelación de la gira europea, explicaciones sobre la fibromialgia, Hillary Clinton, visitas de Florence en el estudio de grabación, Gaga diciendo “necesito un porro”, explicaciones sobre la ruptura con su ex-prometido Taylor Kinney, Gaga asistiendo a un bautizo, cámbiame la tela de la chaqueta que esta no me gusta, los problemas de promoción de “ARTPOP”… dando un resultado que podríamos calificar incluso como “kitsch”. Todo esto, obviamente, acompañado por cientos de canciones procedentes de su último álbum de estudio, “Joanne”, tales que “Perfect Illusion”, “Million Reasons”, “John Wayne” o “Joanne”, dando esta última lugar a uno de los momentos más emocionantes del documental.
Pero lo más sorprendente de este documental no es otro hecho que la universalidad que representa. Sorprende que Lady Gaga se haya alejando de producciones hechas solo para fans, haciendo de este “Five Foot Two” un documental disfrutable y casi necesario para todo aquel amante de la cultura pop o incluso de la música. La naturalidad con la que está dotado esta exclusividad de Netflix y la vivacidad que presentan sus muchísimas escenas provocan un ritmo muy acertado que impide que el espectador despegue la mirada.
“Five Foot Two” es una delicia para los fans, pero también para el espectador que no ha seguido de cerca la carrera artística de la neoyorquina. Aunque algo menos de victimismo hubiese sido idóneo para este trabajo, debemos tomar el personaje de Lady Gaga tal y como es. Si queremos disfrutar de todos sus proyectos, debemos entender su estado emocional y físico. Y eso “Five Foot Two” lo refleja muy bien.
Nota: 7 / 10

6,2
3.888
7
30 de diciembre de 2016
30 de diciembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un mes en el que todo parece girar entorno a la séptima entrega de la saga “Star Wars”, debemos recordar que existen más propuestas en cartelera. “Dope” es, sin lugar a dudas, una de las más interesante. Tres frikis envueltos en un problema de drogas, y todo esto bajo los efectos de un filtro de lo más urban. Pero, ¿hasta dónde es capaz de llegar la ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Sundance?
Tan solo han hecho falta ¡seis meses! para que la última propuesta de Rick Famuyiwa (“La Boda de mi Familia”) llegue a las carteleras españolas. Y cuando digo carteleras españolas digo diez cines, y la semana de su estreno. Tras haber cubierto con éxito su coste (18 millones de dólares frente a los 700.000 de presupuesto), de lo único que “Dope” debería preocuparse es de marcar a una nueva generación y conseguir inocentemente proclamarse como la primera película de culto para los nacidos en los 00s. Porque todos sabemos que “Las ventajas de ser un marginado” no es tan buena como muchos afirman.
“Dope” narra la historia de Malcolm, un joven negro residente en uno de los barrios más marginales de Los Ángeles. El protagonista de la cinta es un apasionado de las ciencias, la moda y, sobre todo, la música hip-hop de los años 90s, elemento principal de la película. Junto a sus dos mejores amigos, Jig y Diggy, un “lil nigga” y una chica homosexual de padres extremadamente cristianos, tendrá que resolver un problema de drogas en el que se han visto envueltos “sin comerlo ni beberlo”, tal y como diría Will Smith (chiste fácil).
Sorprende la gran cantidad de temas que el director es capaz de tratar: desde la homosexualidad ya comentada, hasta el tráfico de drogas, la política, la violencia, el bullying o incluso el terrorismo. Rick Famuyiwa, director y guionista de la obra, ha conseguido esquivar uno de los grandes handicaps de las películas independientes: pecar de soberbia. Con la droga y el hip-hop siempre en un primer plano, el director es capaz de hacer una presentación de los personajes mostrándonos, por ejemplo, su opinión sobre Obama, su artista favorito de los años 90s o incluso, de una manera más cómica, su opinión sobre Mackelmore. Como resultado obtenemos unos personajes de una composición extraordinaria, con los cuales resulta tremendamente fácil poder empatizar.
El guión resulta bastante consistente en la primera mitad de la película, ya que tiende a destacar más por las presentaciones de los personajes o los actos que por sus desenlaces. Sin embargo, tampoco podríamos tachar la segunda mitad como mala o lenta. Sigue siendo correcta, aunque incapaz de brillar como los primeros 45 minutos de la cinta. Y es que sorprende la enorme libertad creativa que ha tomado el director, creando y definiendo los espacios a su gusto. “Dope” resulta, tal y como dicen ellos, “tan pura como la vagina de una monja”.
Pero si en algo destaca “Dope” es en su banda sonora. Ya es considerada por muchos la hermana pequeña y dulce de “Straight Outta Compton”. Sus canciones, acordes con los personajes y los escenarios, no pueden estar mejor seleccionadas, además de cumplir ese filtro ya mencionado que aporta la personalidad a la cinta.
La actuaciones cumplen sin llegar a destacar. Resulta mucho más fácil empatizar con el entorno que con el personaje.Y no. No hay cameo de Eduardo García de “Aquí no hay quien viva”, pero sí lo hay de Tyga, A$AP Rocky o Zoë Kravitz.
En definitiva, “Dope” posee una dirección bastante personal, un guión sólido, una fotografía correcta, una banda sonora idónea y unas interpretaciones bastante resultonas.
En 2001 tuvimos “No es otra estúpida película americana”. En 2005, “Chicas Malas”. Diez años más tarde, tenemos “Dope”, una película referente para una nueva generación.
Y sí, es bastante interesante ver cómo películas como “Star Wars” consigue un billón de dólares de recaudación en poco más de una semana, pero también existe un cine que no cuenta con el apoyo de grandes distribuidoras cinematográficas ni de un presupuesto tan elevado (por no hablar del coste de promoción). Que una película tan sorprendentemente agradable como “Dope” vaya a caer en el olvido es una pena.
Nota: 7,3 / 10
Tan solo han hecho falta ¡seis meses! para que la última propuesta de Rick Famuyiwa (“La Boda de mi Familia”) llegue a las carteleras españolas. Y cuando digo carteleras españolas digo diez cines, y la semana de su estreno. Tras haber cubierto con éxito su coste (18 millones de dólares frente a los 700.000 de presupuesto), de lo único que “Dope” debería preocuparse es de marcar a una nueva generación y conseguir inocentemente proclamarse como la primera película de culto para los nacidos en los 00s. Porque todos sabemos que “Las ventajas de ser un marginado” no es tan buena como muchos afirman.
“Dope” narra la historia de Malcolm, un joven negro residente en uno de los barrios más marginales de Los Ángeles. El protagonista de la cinta es un apasionado de las ciencias, la moda y, sobre todo, la música hip-hop de los años 90s, elemento principal de la película. Junto a sus dos mejores amigos, Jig y Diggy, un “lil nigga” y una chica homosexual de padres extremadamente cristianos, tendrá que resolver un problema de drogas en el que se han visto envueltos “sin comerlo ni beberlo”, tal y como diría Will Smith (chiste fácil).
Sorprende la gran cantidad de temas que el director es capaz de tratar: desde la homosexualidad ya comentada, hasta el tráfico de drogas, la política, la violencia, el bullying o incluso el terrorismo. Rick Famuyiwa, director y guionista de la obra, ha conseguido esquivar uno de los grandes handicaps de las películas independientes: pecar de soberbia. Con la droga y el hip-hop siempre en un primer plano, el director es capaz de hacer una presentación de los personajes mostrándonos, por ejemplo, su opinión sobre Obama, su artista favorito de los años 90s o incluso, de una manera más cómica, su opinión sobre Mackelmore. Como resultado obtenemos unos personajes de una composición extraordinaria, con los cuales resulta tremendamente fácil poder empatizar.
El guión resulta bastante consistente en la primera mitad de la película, ya que tiende a destacar más por las presentaciones de los personajes o los actos que por sus desenlaces. Sin embargo, tampoco podríamos tachar la segunda mitad como mala o lenta. Sigue siendo correcta, aunque incapaz de brillar como los primeros 45 minutos de la cinta. Y es que sorprende la enorme libertad creativa que ha tomado el director, creando y definiendo los espacios a su gusto. “Dope” resulta, tal y como dicen ellos, “tan pura como la vagina de una monja”.
Pero si en algo destaca “Dope” es en su banda sonora. Ya es considerada por muchos la hermana pequeña y dulce de “Straight Outta Compton”. Sus canciones, acordes con los personajes y los escenarios, no pueden estar mejor seleccionadas, además de cumplir ese filtro ya mencionado que aporta la personalidad a la cinta.
La actuaciones cumplen sin llegar a destacar. Resulta mucho más fácil empatizar con el entorno que con el personaje.Y no. No hay cameo de Eduardo García de “Aquí no hay quien viva”, pero sí lo hay de Tyga, A$AP Rocky o Zoë Kravitz.
En definitiva, “Dope” posee una dirección bastante personal, un guión sólido, una fotografía correcta, una banda sonora idónea y unas interpretaciones bastante resultonas.
En 2001 tuvimos “No es otra estúpida película americana”. En 2005, “Chicas Malas”. Diez años más tarde, tenemos “Dope”, una película referente para una nueva generación.
Y sí, es bastante interesante ver cómo películas como “Star Wars” consigue un billón de dólares de recaudación en poco más de una semana, pero también existe un cine que no cuenta con el apoyo de grandes distribuidoras cinematográficas ni de un presupuesto tan elevado (por no hablar del coste de promoción). Que una película tan sorprendentemente agradable como “Dope” vaya a caer en el olvido es una pena.
Nota: 7,3 / 10

7,4
69.489
9
5 de febrero de 2017
5 de febrero de 2017
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de ciencia ficción está de enhorabuena por diferentes motivos. El primero de ellos es que Nolan no ha estrenado película, lo cual es de agradecer debido a las numerosas falsas obras maestras presentadas en la última década. Lo segundo es que, gracias a “Gravity”, este género está siendo cada vez más y más reconocido por la crítica. Sin ir más lejos, hasta la mediocre “Marte” consiguió una nominación a mejor película en los premios de La Academia. El último motivo es el estreno de “La Llegada“.
Denis Villeneuve, director de “Prisioneros” o la qué-cojones-acaba-de-pasar “Enemy”, toma las riendas principales en la que puede ser coronada como la mejor cinta de ciencia ficción de la década. “La Llegada” cuenta la historia de Louise, una reputada traductora a la cual le asignan el trabajo más difícil de toda su carrera. Y, de nuevo, cuanto menos se sepa de la historia, mayor es la experiencia. Un viaje apasionante que hará que no seas capaz de apartar la mirada de la pantalla ni un solo segundo.
“La Llegada” cuenta con una dirección asombrosa. Cada plano cumple su función narrativa y está dotado de una elegancia fascinante. Sin embargo, su fotografía, la cual es de lo mejor que veremos este año, en ocasiones resulta un poco sucia. Quizás sea debido a la enorme dosis de películas hiper-realistas que hemos tenido la oportunidad de ver estos últimos años: “Interstellar“, “Mad Max: Furia En La Carretera“, “La Vida de Pi”, “The Neon Demon” o la ya mencionada “Gravity” dejan un listón excesivamente alto y que, por desgracia, la cinta de Villeneuve no consigue rebasar. A pesar de todo, “La Llegada” conoce de sobra dos de los mandamientos más importantes del cine. En primer lugar, sabe que un buen filme se construye a partir de una buena dirección, interpretación, guión, banda sonora, mezcla de sonido, fotografía, vestuario e incluso peluquería. En segundo lugar, haciendo uso del refranero español, “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Cumple con creces.
Su guión posee una estructuración y una escritura envidiable por todas las cintas comentadas anteriormente, muy por encima de la media de las películas pertenecientes a un género tan orientado a la ganancia en taquilla como resulta la ciencia ficción. Una buena presentación de los personajes y de los escenarios, líneas verosímiles y alguna que otra pincelada de humor para descargar la tensión acumulada. Ese “¿por qué tengo que hablar con él?” pronunciado por la protagonista no podría ser más acertado. Pero, sin lugar a dudas, brilla por el fascinante juego que ejerce sobre el espectador. A pesar de que la película parta de una simple pregunta, el espectador irá reconstruyendo mentalmente este apasionante puzzle cayendo rendido a los pies del director y sus guionistas.
Su fotografía, a pesar de quedar algo descafeinada, no peca de pomposa o pretenciosa, lo cual puede llegar a ser considerado un acierto. En ocasiones se juega con la simetría, otras con las luces y muchas otras con los zooms o desenfoques. Sin embargo, no hay una línea que esta siga durante los menos de 120 minutos de duración de este joven blockbuster. Podríamos haber pedido mucho más de ella, pero quizás hubiese desviado nuestra atención del guión, pilar básico de esta cinta.
Amy Adams, eterna nominada al Oscar, demuestra que es una de las actrices más polifacéticas del panorama cinematográfico actual. Cada personaje lo hace suyo, ya sea una inocente profesora altamente católica (“La duda”) o una princesa Disney (“Encantada: La Historia de Giselle”). Además, demuestra lo polivalente que puede llegar a ser en cuanto a edades se refiere. Adams puede encarnar de manera soberbia y verosímil a una mujer cuyo rango de edad esté comprendido desde los 30 hasta los 55. Querida JLaw, tú no puedes hacer esto por mucho que O. Russell te ofrezca esos papeles. Jeremy Jenner cumple con su papel, aunque no brilla del modo que lo hace su compañera de reparto.
En definitiva, “La Llegada” supone un soplo de aire fresco para un género que estaba empeñado en crecer visualmente, pero que siempre dejaba a un lado el guión. Una cinta que se toma el tiempo necesario en contar la historia sin necesidad de excederse. Lo que Nolan quiso hacer y nunca consiguió.
Nota: 9 / 10
Denis Villeneuve, director de “Prisioneros” o la qué-cojones-acaba-de-pasar “Enemy”, toma las riendas principales en la que puede ser coronada como la mejor cinta de ciencia ficción de la década. “La Llegada” cuenta la historia de Louise, una reputada traductora a la cual le asignan el trabajo más difícil de toda su carrera. Y, de nuevo, cuanto menos se sepa de la historia, mayor es la experiencia. Un viaje apasionante que hará que no seas capaz de apartar la mirada de la pantalla ni un solo segundo.
“La Llegada” cuenta con una dirección asombrosa. Cada plano cumple su función narrativa y está dotado de una elegancia fascinante. Sin embargo, su fotografía, la cual es de lo mejor que veremos este año, en ocasiones resulta un poco sucia. Quizás sea debido a la enorme dosis de películas hiper-realistas que hemos tenido la oportunidad de ver estos últimos años: “Interstellar“, “Mad Max: Furia En La Carretera“, “La Vida de Pi”, “The Neon Demon” o la ya mencionada “Gravity” dejan un listón excesivamente alto y que, por desgracia, la cinta de Villeneuve no consigue rebasar. A pesar de todo, “La Llegada” conoce de sobra dos de los mandamientos más importantes del cine. En primer lugar, sabe que un buen filme se construye a partir de una buena dirección, interpretación, guión, banda sonora, mezcla de sonido, fotografía, vestuario e incluso peluquería. En segundo lugar, haciendo uso del refranero español, “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Cumple con creces.
Su guión posee una estructuración y una escritura envidiable por todas las cintas comentadas anteriormente, muy por encima de la media de las películas pertenecientes a un género tan orientado a la ganancia en taquilla como resulta la ciencia ficción. Una buena presentación de los personajes y de los escenarios, líneas verosímiles y alguna que otra pincelada de humor para descargar la tensión acumulada. Ese “¿por qué tengo que hablar con él?” pronunciado por la protagonista no podría ser más acertado. Pero, sin lugar a dudas, brilla por el fascinante juego que ejerce sobre el espectador. A pesar de que la película parta de una simple pregunta, el espectador irá reconstruyendo mentalmente este apasionante puzzle cayendo rendido a los pies del director y sus guionistas.
Su fotografía, a pesar de quedar algo descafeinada, no peca de pomposa o pretenciosa, lo cual puede llegar a ser considerado un acierto. En ocasiones se juega con la simetría, otras con las luces y muchas otras con los zooms o desenfoques. Sin embargo, no hay una línea que esta siga durante los menos de 120 minutos de duración de este joven blockbuster. Podríamos haber pedido mucho más de ella, pero quizás hubiese desviado nuestra atención del guión, pilar básico de esta cinta.
Amy Adams, eterna nominada al Oscar, demuestra que es una de las actrices más polifacéticas del panorama cinematográfico actual. Cada personaje lo hace suyo, ya sea una inocente profesora altamente católica (“La duda”) o una princesa Disney (“Encantada: La Historia de Giselle”). Además, demuestra lo polivalente que puede llegar a ser en cuanto a edades se refiere. Adams puede encarnar de manera soberbia y verosímil a una mujer cuyo rango de edad esté comprendido desde los 30 hasta los 55. Querida JLaw, tú no puedes hacer esto por mucho que O. Russell te ofrezca esos papeles. Jeremy Jenner cumple con su papel, aunque no brilla del modo que lo hace su compañera de reparto.
En definitiva, “La Llegada” supone un soplo de aire fresco para un género que estaba empeñado en crecer visualmente, pero que siempre dejaba a un lado el guión. Una cinta que se toma el tiempo necesario en contar la historia sin necesidad de excederse. Lo que Nolan quiso hacer y nunca consiguió.
Nota: 9 / 10

5,6
10.898
3
30 de diciembre de 2016
30 de diciembre de 2016
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el enorme despropósito que supuso “Solo Dios Perdona” tanto en crítica como en taquilla, Nicolas Winding Refn vuelve a las andadas poniendo toda la carne en el asador con “The Neon Demon”, un relato sobre la belleza y el dolor. Algo así como una Lolita contemporánea que se ha hecho amiga de las chicas de “Spring Breakers”.
“The Neon Demon” narra la historia de Jesse, una chica de dieciséis años de aspecto virginal que se traslada hasta Los Ángeles con el fin de conseguir trabajo como modelo. Una vez adentrada en este mundo, descubrirá una sociedad hambrienta de poder que sufrirá y peleará por la búsqueda de la perfección. Algo así como “Cisne Negro meets El Diablo Viste de Prada”, pero con unas interpretaciones que quedan lejos de incluso lo peor que hayan hecho algunas de estas tres actrices (Natalie Portman, Meryl Streep y Anne Hathaway).
Sin embargo, la última obra de Refn resulta un relato insípido y artificial sobre lo artificial, incapaz de lograr una coherencia argumental a pesar de la corta duración de esta (no sobrepasa los 120 minutos). Todo esto intenta ser cubierto con enormes capas de maquillaje, un vestuario de infarto y una fotografía que, eso sí, deja embobado a cualquier espectador. Cada fotograma está milimétricamente diseñado para evitar que apartemos la vista ni un solo segundo: planos puramente blancos con la protagonista cubierta de pintura dorada, seguidos de planos completamente negros mostrando una parte desconocida de Jesse. Hasta la colocación de cada uno de los espejos tiene su importancia descriptiva, pudiendo ver a todos y cada uno de los personajes en sus trescientos sesenta grados. Sin embargo, pocas veces se hacen uso de estos elementos de manera narrativa. Refn se ha centrado tan sumamente en el apartado más técnico-visual que ha olvidado que está grabando una película y no un catálogo de H&M.
Su guión resulta aún más espeluznante que las interpretaciones de la cinta (y, cuidado, que aparece Keanu Reeves). Insípido, desestructurado y con una falta de verosimilitud vista en muy pocas películas. Cierto es que Refn nos tiene acostumbrado a un cine parcialmente mudo, probablemente el único encanto de este director, pero lo de “The Neon Demon” no tiene nombre. Partiendo de la base de que este guión podría entrar en un post-it, lo que se ha escrito no es que sea de una calidad sublime. “La belleza no lo es todo. La belleza es lo único” o “lo importante está en el interior” son dos de esas frases que nos hacen llevarnos las manos a la cabeza durante la proyección de la cinta. “The Neon Demon” me ha transportado a mi clase de Ética y Ciudadanía de tercero de ESO. Y sí. Probablemente sea ese el nivel de la película, aunque no recuerdo a ningún Nic W. Refn en mi clase. Por suerte, no hay rastro de ese clásico adolescente de “si un hombre se lía con muchas tías es un machote pero si lo hace una tía es una guarra”.
En definitiva, “The Neon Demon” es una preciosa experiencia visual que acaba siendo estropeada por uno de los peores guiones leídos en años. La cinta resulta una fracasada metáfora de su propia trama, haciéndonos creer que estamos viendo un innecesario remake de la película “Lolita”. Lo siento por aquellos que vieron su primera proyección en Cannes.
Nota: 3,5 / 10
“The Neon Demon” narra la historia de Jesse, una chica de dieciséis años de aspecto virginal que se traslada hasta Los Ángeles con el fin de conseguir trabajo como modelo. Una vez adentrada en este mundo, descubrirá una sociedad hambrienta de poder que sufrirá y peleará por la búsqueda de la perfección. Algo así como “Cisne Negro meets El Diablo Viste de Prada”, pero con unas interpretaciones que quedan lejos de incluso lo peor que hayan hecho algunas de estas tres actrices (Natalie Portman, Meryl Streep y Anne Hathaway).
Sin embargo, la última obra de Refn resulta un relato insípido y artificial sobre lo artificial, incapaz de lograr una coherencia argumental a pesar de la corta duración de esta (no sobrepasa los 120 minutos). Todo esto intenta ser cubierto con enormes capas de maquillaje, un vestuario de infarto y una fotografía que, eso sí, deja embobado a cualquier espectador. Cada fotograma está milimétricamente diseñado para evitar que apartemos la vista ni un solo segundo: planos puramente blancos con la protagonista cubierta de pintura dorada, seguidos de planos completamente negros mostrando una parte desconocida de Jesse. Hasta la colocación de cada uno de los espejos tiene su importancia descriptiva, pudiendo ver a todos y cada uno de los personajes en sus trescientos sesenta grados. Sin embargo, pocas veces se hacen uso de estos elementos de manera narrativa. Refn se ha centrado tan sumamente en el apartado más técnico-visual que ha olvidado que está grabando una película y no un catálogo de H&M.
Su guión resulta aún más espeluznante que las interpretaciones de la cinta (y, cuidado, que aparece Keanu Reeves). Insípido, desestructurado y con una falta de verosimilitud vista en muy pocas películas. Cierto es que Refn nos tiene acostumbrado a un cine parcialmente mudo, probablemente el único encanto de este director, pero lo de “The Neon Demon” no tiene nombre. Partiendo de la base de que este guión podría entrar en un post-it, lo que se ha escrito no es que sea de una calidad sublime. “La belleza no lo es todo. La belleza es lo único” o “lo importante está en el interior” son dos de esas frases que nos hacen llevarnos las manos a la cabeza durante la proyección de la cinta. “The Neon Demon” me ha transportado a mi clase de Ética y Ciudadanía de tercero de ESO. Y sí. Probablemente sea ese el nivel de la película, aunque no recuerdo a ningún Nic W. Refn en mi clase. Por suerte, no hay rastro de ese clásico adolescente de “si un hombre se lía con muchas tías es un machote pero si lo hace una tía es una guarra”.
En definitiva, “The Neon Demon” es una preciosa experiencia visual que acaba siendo estropeada por uno de los peores guiones leídos en años. La cinta resulta una fracasada metáfora de su propia trama, haciéndonos creer que estamos viendo un innecesario remake de la película “Lolita”. Lo siento por aquellos que vieron su primera proyección en Cannes.
Nota: 3,5 / 10

6,5
7.413
7
4 de julio de 2017
4 de julio de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el cine esté sufriendo una crisis existencial durante estos últimos meses, donde predominan las cintas de superhéroes (“Guadianes de la Galaxia Vol. 2”) y los primeros blockbusters veraniegos (“Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar”), aún hay cabida para ciertos títulos que, a pesar de las pocas copias distribuidas en las salas españolas, no deben ser olvidados ni pasados por alto. Este, amigos, es el caso de “Lady Macbeth“.
“Lady Macbeth” es un drama de narración lenta que cuenta la historia Katherine, una mujer angustiosamente casada rodeada de una familia peculiar en el siglo XIX. Esta cinta no es un canto feminista, ni pretende serlo. “Lady Macbeth” se centra en contar de manera muy visual cómo la joven Katherine es capaz de seguir hacia delante de la manera más frívola que puedas imaginar. Sin lugar a dudas, uno de los papeles femeninos más potentes de este 2017 (aunque el largometraje se presentase el pasado año), llevado a cabo de manera magistral por Florence Pugh.
El trío formado por William Oldroyd al mando de la dirección, Alice Birch, escritora de la novela en la que se basa “Lady Macbeth” y guionista de la película y Ari Wegner, que proporciona una de las fotografías más precisas de la cartelera actual, consiguen hacer que la película cobre sentido de manera pletórica. Su silencioso guión se apoya en la fotografía con el fin de mejorar la experiencia cinematográfica que proporciona este largometraje inglés, esquivando de manera eficaz la pomposidad que podría traer consigo los distintos temas explícitos que forman el pilar fundamental de “Lady Macbeth”. Además, todos estos elementos están dirigidos de una manera excepcional, incrementando aún más el carácter narrativo en los detalles visuales a los que atiende el espectador. Nunca está de más recordar que el cine es un arte audiovisual donde menos es más.
Su elenco de actores es devorado por Florence Pugh. Nadie es capaz de hacer sombra a una de las actrices a tener en cuenta durante los próximos años. Dotada de una enorme personalidad física, el melodrama consigue mantenernos embobados gracias a sus preciosos movimientos y a la naturalidad con la que realiza todas sus acciones. Imposible borrar de nuestras retinas al personaje de Katherine tumbada en el sofá. Esa es la mayor cualidad de “Lady Macbeth”: demostrar que nos son necesarias cifras desorbitadas de presupuesto para crear buen cine. “It’s Not The Time Of My Life” ya lo demostró el pasado año. Por desgracia, el resto de personajes pasa sin hacer mucho ruido por la cinta, siendo quizás el mayor tropiezo de esta ópera prima.
“Lady Macbeth” nos ofrece una infinidad de reflexiones cargadas de alto contenido sexual. Es capaz de aportar una visión racial de cada acto cometido o tergiversar las macabras acciones de su personaje protagonista, creando un vínculo directo entre su personaje protagonista y el espectador. Sin embargo, no llega a emocionar como sí lo hace otro de los clásicos de narración lenta de los últimos años, “Shame”. En el momento en el que su guión se desvía en un solo milímetro, el espectador pierde por completo la conexión con “Lady Macbeth”. Además, esta excesiva linealidad puede pecar de aburrida y poco sorprendente. Katherine ensombrece tanto al resto de los personajes, que echamos de menos saber algo de ellos. A pesar de todo, ese no es el objetivo de esta cinta, que se basta de un solo personaje para crear clímax sorprendentes mediante el personaje de Katherine.
En definitiva, la historia de esta mala-malísima te dejará sin habla durante muchísimos momentos. “Lady Macbeth” es una acertada excusa para pasar de los prematuros taquillazos veraniegos y demás cintas prefabricadas.
Nota: 7,25 / 10
“Lady Macbeth” es un drama de narración lenta que cuenta la historia Katherine, una mujer angustiosamente casada rodeada de una familia peculiar en el siglo XIX. Esta cinta no es un canto feminista, ni pretende serlo. “Lady Macbeth” se centra en contar de manera muy visual cómo la joven Katherine es capaz de seguir hacia delante de la manera más frívola que puedas imaginar. Sin lugar a dudas, uno de los papeles femeninos más potentes de este 2017 (aunque el largometraje se presentase el pasado año), llevado a cabo de manera magistral por Florence Pugh.
El trío formado por William Oldroyd al mando de la dirección, Alice Birch, escritora de la novela en la que se basa “Lady Macbeth” y guionista de la película y Ari Wegner, que proporciona una de las fotografías más precisas de la cartelera actual, consiguen hacer que la película cobre sentido de manera pletórica. Su silencioso guión se apoya en la fotografía con el fin de mejorar la experiencia cinematográfica que proporciona este largometraje inglés, esquivando de manera eficaz la pomposidad que podría traer consigo los distintos temas explícitos que forman el pilar fundamental de “Lady Macbeth”. Además, todos estos elementos están dirigidos de una manera excepcional, incrementando aún más el carácter narrativo en los detalles visuales a los que atiende el espectador. Nunca está de más recordar que el cine es un arte audiovisual donde menos es más.
Su elenco de actores es devorado por Florence Pugh. Nadie es capaz de hacer sombra a una de las actrices a tener en cuenta durante los próximos años. Dotada de una enorme personalidad física, el melodrama consigue mantenernos embobados gracias a sus preciosos movimientos y a la naturalidad con la que realiza todas sus acciones. Imposible borrar de nuestras retinas al personaje de Katherine tumbada en el sofá. Esa es la mayor cualidad de “Lady Macbeth”: demostrar que nos son necesarias cifras desorbitadas de presupuesto para crear buen cine. “It’s Not The Time Of My Life” ya lo demostró el pasado año. Por desgracia, el resto de personajes pasa sin hacer mucho ruido por la cinta, siendo quizás el mayor tropiezo de esta ópera prima.
“Lady Macbeth” nos ofrece una infinidad de reflexiones cargadas de alto contenido sexual. Es capaz de aportar una visión racial de cada acto cometido o tergiversar las macabras acciones de su personaje protagonista, creando un vínculo directo entre su personaje protagonista y el espectador. Sin embargo, no llega a emocionar como sí lo hace otro de los clásicos de narración lenta de los últimos años, “Shame”. En el momento en el que su guión se desvía en un solo milímetro, el espectador pierde por completo la conexión con “Lady Macbeth”. Además, esta excesiva linealidad puede pecar de aburrida y poco sorprendente. Katherine ensombrece tanto al resto de los personajes, que echamos de menos saber algo de ellos. A pesar de todo, ese no es el objetivo de esta cinta, que se basta de un solo personaje para crear clímax sorprendentes mediante el personaje de Katherine.
En definitiva, la historia de esta mala-malísima te dejará sin habla durante muchísimos momentos. “Lady Macbeth” es una acertada excusa para pasar de los prematuros taquillazos veraniegos y demás cintas prefabricadas.
Nota: 7,25 / 10
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