Una película que respira, que deja flotar al espectador entre las emociones y la reflexión, que resulta más profunda cuanto más frívola se muestra y que usa la anécdota de unos personajes para ofrecernos un complejo retrato de las relaciones humanas, los sueños más o menos frustrados, la convivencia con lo diferente y la fragilidad y mutabilidad de las emociones. Cine con mayúsculas.

Si bien la factura es impecable y los actores se esfuerzan por dar la talla, ni siquiera el césped de la mansión está a la altura de la serie de 1981. El guionista recorta aquí y allá una historia que necesita más metraje para ser comprendida, con lo que reduce a la nada personajes tan importantes como Anthony Blanche, Cordelia o incluso Julia. También por el camino se pierden el ambiente del college y la fascinación por Brideshead a través de los lienzos de Charles. No se deberían "revisitar" obras maestras si no se va a aportar nada nuevo o si la novedad carece de interés.

Me sorprende ver la cantidad de críticas que acusan a la película de simplista, ñoña y pro-EUA. Para empezar, me parece que el guión está perfectamente enfocado en lo que pretende explicar y logra sus objetivos de modo claro (lo que, teniendo en cuenta que la trama es fácil de entender pero emocionalmente bastante compleja, para mi se convierte en este caso en sinónimo de calidad). En segundo lugar, opino que el conflicto interno de la protagonista (y aprovecho para sumarme a la legión de fans de la inconmensurable Saroise Ronan) es de gran interés y no se trata a la ligera ni buscando la lágrima fácil. Y por último, la crítica a Irlanda debe situarse en el contexto histórico de la acción y dentro de la circunstancia de la protagonista.
Un gran film sobre la identidad que, más allá de la anécdota, es sumamente existencialista. Aunque supongo que todo está en los ojos del espectador...

...es la única palabra que se me ocurre tras ver la película. Salgo del cine con una sonrisa y muy buen sabor de boca. Richard Linklater nos vuelve a sorprender con una comedia negra que tiene muchas lecturas más allá de la anécdota principal y que nos regala unas interpretaciones soberbias de Jack Black y Shirley MacLaine. Sin ser perfecta ni demasiado ambiciosa, creo que se merece el demasiado manido apelativo de "clásico instantáneo".

Es un placer dejarse llevar por los trucos, guiños y engaños a los que nos somete la película, haciéndonos picar más de una vez en el cebo de las falsas intenciones de los personajes e incluso riéndose de nosotros cuando nos dejamos llevar por el morbo más instintivo. Se hace difícil saber si se trata de un film de suspense o de una comedia negrísima, y esa ambigüedad le confiere todavía más interés al producto final. A destacar también la magistral dirección de actores.
Si algo se le puede reprochar al conjunto es quizá una cierta precipitación hacia el final de la trama, aunque es un punto que probablemente provocará más debate que descontento.