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SerieAnimación

8,3
1.391
Animación
8
8 de septiembre de 2024
8 de septiembre de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frieren no se da cuenta de lo efímero que es el tiempo hasta que sus amistades empiezan a envejecer y morir. Este despertar es en realidad un proceso, no algo que experimente de inmediato. La realidad se impone cada vez que visita los lugares que solían ser importantes para sus amistades.
Al encontrar restos o recuerdos de ellos, su ausencia se vuelve palpable. La experiencia resulta dolorosa, ya que la distancia emocional que la longevidad le había proporcionado le impedía comprender la magnitud real de la pérdida; lo cual es todavía si cabe más doloroso porque ya no puede hacer nada para remediarlo. Así empieza a comprender el verdadero desafío al que se enfrenta: la inmensidad del tiempo que aún le queda y la indefinición al no haber enemigos que derrotar.
La serie tiene una narrativa estructurada en dos líneas temporales que se entrelazan de manera muy efectiva. Una línea temporal se centra en los recuerdos de Frieren sobre sus aventuras pasadas con sus compañeros héroes, mientras que la otra ocurre en el presente, donde la acompañamos a medida que emprende un nuevo viaje para entender mejor las emociones humanas y la importancia de los vínculos que creó. La necesidad de explorar presente y pasado, se explica por el hecho de que Frieren no fue capaz de procesar el significado de esos momentos cuando sucedieron, ya que mantenía distante.
Bajo un estilo introspectivo, cada capítulo se centra en una lección de vida profundamente humana, encajada en un marco de fantasía. Aunque los secundarios tienen un tiempo en pantalla limitadísimo, sus acciones y palabras impactan sobremanera a Frieren y al espectador, y constituyen el motor de la narrativa. Los lugares por los que viaja también tienen un peso significativo, siendo su forma de tender puentes que acorten la distancia emocional que siente respecto a los mortales.
La historia, a diferencia de otras series de animación de este tipo, no es una secuencia de eventos heroicos, sino un proceso de instrospección y búsqueda personal. En lugar de mostrarnos las aventuras pasadas del grupo de héroes, la historia confía en la elipsis, dejando de lado la épica y centrándose en la reflexión y emociones posteriores.
Al no mostrarnos todo explícitamente, la serie adquiere una cualidad poética y contemplativa. Nosotros compartimos el punto de vista de Frieren, y como espectadores no entendemos el pasado hasta que ella lo revive en su mente. La técnica de la elipsis refuerza en el espectador la idea de que, para alguien inmortal como Frieren, el paso del tiempo es indiferente; lo que para el común de los mortales constituye una vida, para ella y en este caso para nosotros, es un simple parpadeo.
Al encontrar restos o recuerdos de ellos, su ausencia se vuelve palpable. La experiencia resulta dolorosa, ya que la distancia emocional que la longevidad le había proporcionado le impedía comprender la magnitud real de la pérdida; lo cual es todavía si cabe más doloroso porque ya no puede hacer nada para remediarlo. Así empieza a comprender el verdadero desafío al que se enfrenta: la inmensidad del tiempo que aún le queda y la indefinición al no haber enemigos que derrotar.
La serie tiene una narrativa estructurada en dos líneas temporales que se entrelazan de manera muy efectiva. Una línea temporal se centra en los recuerdos de Frieren sobre sus aventuras pasadas con sus compañeros héroes, mientras que la otra ocurre en el presente, donde la acompañamos a medida que emprende un nuevo viaje para entender mejor las emociones humanas y la importancia de los vínculos que creó. La necesidad de explorar presente y pasado, se explica por el hecho de que Frieren no fue capaz de procesar el significado de esos momentos cuando sucedieron, ya que mantenía distante.
Bajo un estilo introspectivo, cada capítulo se centra en una lección de vida profundamente humana, encajada en un marco de fantasía. Aunque los secundarios tienen un tiempo en pantalla limitadísimo, sus acciones y palabras impactan sobremanera a Frieren y al espectador, y constituyen el motor de la narrativa. Los lugares por los que viaja también tienen un peso significativo, siendo su forma de tender puentes que acorten la distancia emocional que siente respecto a los mortales.
La historia, a diferencia de otras series de animación de este tipo, no es una secuencia de eventos heroicos, sino un proceso de instrospección y búsqueda personal. En lugar de mostrarnos las aventuras pasadas del grupo de héroes, la historia confía en la elipsis, dejando de lado la épica y centrándose en la reflexión y emociones posteriores.
Al no mostrarnos todo explícitamente, la serie adquiere una cualidad poética y contemplativa. Nosotros compartimos el punto de vista de Frieren, y como espectadores no entendemos el pasado hasta que ella lo revive en su mente. La técnica de la elipsis refuerza en el espectador la idea de que, para alguien inmortal como Frieren, el paso del tiempo es indiferente; lo que para el común de los mortales constituye una vida, para ella y en este caso para nosotros, es un simple parpadeo.
4 de septiembre de 2021
4 de septiembre de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un lugar tranquilo 2 consigue lo que en un principio podría parecer difícil; y es que pese a manejar prácticamente los mismos elementos narrativos que la anterior entrega, logra al menos ser tan efectiva como esta. El resultado acentúa los ya indudables aciertos de aquella primera entrega. En particular, hace converger el peculiar trabajo en el apartado sonoro y su inconfundible uso del silencio con un acercamiento mucho más puro a lo que esperamos por cine de monstruos; apostando por la sencillez, sin mucho artificio de por medio y conociendo perfectamente cuales son sus principales bazas.
De ahí la mayor diferencia de la película respecto a la anterior: es más un film de monstruos espectacular o una película de acción; y es que hay otra inclinación, otra intención, que queda clara ya en esa primera secuencia haciendo un trabajo increíble al trasladar al espectador las cosas aterradoras que les suceden a los personajes desde el interior del vehículo y pasando entre los distintos planos sonoros.
La introducción de Cillian Murphy al reparto es una añadido inteligente. El cambio en lugar de John Krasinski, no parece haber tenido mayores consecuencias, y en todo caso estas serían positivas. Murphy encarna un tipo huraño, la historia de alguien que perdió a su familia y con ella la fe en la humanidad y que de repente vuelve a sentir lo que es padre y se reconcilia con la humanidad a través del viaje con una adolescente. Digamos que ese mensaje generacional se convierte en el arma para salvar a la humanidad y en uno de los principales elementos diferenciadores de la propuesta respecto a su predecesora.
Por otro lado, cabe destacar la astucia del guión, y un lúcido mecanismo de montaje paralelo a tres bandas en el que Krasinski traza el pilar sobre el que se sostiene la película. Un artefacto narrativo, poco ostentoso aunque perfectamente diseñado. Krasinski se saca un as de la manga en el ecuador de la película, al partirnos la narración crea un relato en el que confluyen tres perspectivas.
Cabe destacar también la introducción de nuevos escenarios post-apocalípticos bellamente fotografiados. La ubicación principal de la granja en la primera película cambia por la planta de acero abandonada. Un paisaje industrial cubierto de óxido, abandonado e invadido por la naturaleza que queda indeleblemente marcado en nuestra retina junto a con la vía de ferrocarril abandonada, el muelle donde son atacados y la colonia de personas en esa ciudad isleña que aparece en el último tercio.
En una película como Un lugar tranquilo 2 no tiene cabida el spoiler porque, para empezar, hay muy pocas sorpresas. Un ejemplo claro es el final. Es inevitable sentir esa sensación de deja vu con ese cierre y es que uno de los puntos flacos de esta entrega se encuentra en la fórmula, repetida y conocida. Una fórmula muy bien aplicada, en una película de gran oficio y de extraordinaria factura, dirigida con eficacia y con una planificación rigurosa. Lo que convierte la película en un producto altamente disfrutable. Al fin y al cabo se trata de una película montaña rusa. Nadie puede decir que alguna vez haya subido a una montaña rusa que no le haya brindado la experiencia que esperaba o es que si alguien te hubiera dicho mientras estabas en la cola que iría rápido, arriba y abajo y en zigzag, ¿Eso te hubiera estropeado la experiencia?
De ahí la mayor diferencia de la película respecto a la anterior: es más un film de monstruos espectacular o una película de acción; y es que hay otra inclinación, otra intención, que queda clara ya en esa primera secuencia haciendo un trabajo increíble al trasladar al espectador las cosas aterradoras que les suceden a los personajes desde el interior del vehículo y pasando entre los distintos planos sonoros.
La introducción de Cillian Murphy al reparto es una añadido inteligente. El cambio en lugar de John Krasinski, no parece haber tenido mayores consecuencias, y en todo caso estas serían positivas. Murphy encarna un tipo huraño, la historia de alguien que perdió a su familia y con ella la fe en la humanidad y que de repente vuelve a sentir lo que es padre y se reconcilia con la humanidad a través del viaje con una adolescente. Digamos que ese mensaje generacional se convierte en el arma para salvar a la humanidad y en uno de los principales elementos diferenciadores de la propuesta respecto a su predecesora.
Por otro lado, cabe destacar la astucia del guión, y un lúcido mecanismo de montaje paralelo a tres bandas en el que Krasinski traza el pilar sobre el que se sostiene la película. Un artefacto narrativo, poco ostentoso aunque perfectamente diseñado. Krasinski se saca un as de la manga en el ecuador de la película, al partirnos la narración crea un relato en el que confluyen tres perspectivas.
Cabe destacar también la introducción de nuevos escenarios post-apocalípticos bellamente fotografiados. La ubicación principal de la granja en la primera película cambia por la planta de acero abandonada. Un paisaje industrial cubierto de óxido, abandonado e invadido por la naturaleza que queda indeleblemente marcado en nuestra retina junto a con la vía de ferrocarril abandonada, el muelle donde son atacados y la colonia de personas en esa ciudad isleña que aparece en el último tercio.
En una película como Un lugar tranquilo 2 no tiene cabida el spoiler porque, para empezar, hay muy pocas sorpresas. Un ejemplo claro es el final. Es inevitable sentir esa sensación de deja vu con ese cierre y es que uno de los puntos flacos de esta entrega se encuentra en la fórmula, repetida y conocida. Una fórmula muy bien aplicada, en una película de gran oficio y de extraordinaria factura, dirigida con eficacia y con una planificación rigurosa. Lo que convierte la película en un producto altamente disfrutable. Al fin y al cabo se trata de una película montaña rusa. Nadie puede decir que alguna vez haya subido a una montaña rusa que no le haya brindado la experiencia que esperaba o es que si alguien te hubiera dicho mientras estabas en la cola que iría rápido, arriba y abajo y en zigzag, ¿Eso te hubiera estropeado la experiencia?

6,1
2.447
9
2 de febrero de 2025
2 de febrero de 2025
Sé el primero en valorar esta crítica
Lo de seguir la filmografía de Takashi Miike es una locura; poco menos que una misión imposible. Es un tipo que no para. Justo cuando crees que llevas la cuenta, ya ha hecho tres o cuatro películas más. En 2017 se anunció que había alcanzado la número 100, pero para cuando First Love se presentó en la Quincena de Realizadores, ya iba por la 103. En Cannes, Miike bromeaba: “Que mi primera historia de amor haya sido elegida para Cannes me hace muy feliz. ¡Adiós a la violencia!”. Sí, claro. Como si nos lo fuésemos a creer.
El público lo ha visto todo. Ya no se impresiona con nada. Pero… ¿adiós a la violencia? Ni de broma. First Love es Miike en vena: un Tokio nocturno, sucio y despiadado, donde las viejas reglas del crimen organizado han quedado enterradas. Se acabó el romanticismo de los yakuza, la lealtad de otro tiempo; solo quedan los restos de una violencia que se ha vuelto vulgar. Miike escarba entre los desechos de ese imaginario como un entomólogo fascinado, rescatando una galería de personajes disparatados; solo tipos duros con mala suerte que acaban convertidos en payasos involuntarios. Y en medio de ese hervidero, surge la improbable poesía entre dos seres que se encuentran en el caos y que, de alguna manera, encuentran un refugio el uno en el otro.
Los personajes, dicho sea de paso, son maravillosos. Cada aparición, por casual que parezca, termina teniendo un impacto emocional o narrativo. A Miike le gusta que los personajes aparezcan en escena de una manera no demasiado intencionada o impresionante, sino de forma natural, como si siempre hubieran estado ahí. Si el proceso va bien, los personajes empiezan a volverse emocionantes por sí mismos, atrapándonos casi sin que nos demos cuenta.
Y entonces, ¿qué es First Love? Es ultraviolencia desatada, cuerpos que se resisten a caer, y al mismo tiempo, un relato empapado en sangre sobre un plan descabellado que se tuerce de la peor manera. Porque sí, aquí hay sangre, y mucha. Miike la esparce sin miramientos, mezclándola con un humor negrísimo, feroz y magnético, heredero de las viñetas más desvergonzadas del manga y de aquellas secuencias filmadas en plena fiebre del cine de acción hongkonés.
La película número 103 de Miike es un canto alucinado al absurdo del destino en mitad de un choque de bandas. En medio de bestiario de almas perdidas empeñadas en sobrevivir un día más —aunque sea sobre un montón de cadáveres—, Miike escarba en busca de humanidad, como solo él sabe hacerlo.
Lo mejor: en su enésimo quiebre estético, Miike se saca de la manga un atajo tan inesperado como una secuencia animada. Lejos de ser una mera pirueta postmoderna, este interludio es una respuesta del director a la asfixia de una industria que rechaza el riesgo, una declaración de principios con la que el director abre una ventana al delirio, negándose a vaciar sus arsenales creativos.
Lo peor: Bueno, decir "lo peor" en una película de Miike es casi un chiste. Tal vez lo único reprochable sea que esta maravilla, inevitablemente, tenga un final.
El público lo ha visto todo. Ya no se impresiona con nada. Pero… ¿adiós a la violencia? Ni de broma. First Love es Miike en vena: un Tokio nocturno, sucio y despiadado, donde las viejas reglas del crimen organizado han quedado enterradas. Se acabó el romanticismo de los yakuza, la lealtad de otro tiempo; solo quedan los restos de una violencia que se ha vuelto vulgar. Miike escarba entre los desechos de ese imaginario como un entomólogo fascinado, rescatando una galería de personajes disparatados; solo tipos duros con mala suerte que acaban convertidos en payasos involuntarios. Y en medio de ese hervidero, surge la improbable poesía entre dos seres que se encuentran en el caos y que, de alguna manera, encuentran un refugio el uno en el otro.
Los personajes, dicho sea de paso, son maravillosos. Cada aparición, por casual que parezca, termina teniendo un impacto emocional o narrativo. A Miike le gusta que los personajes aparezcan en escena de una manera no demasiado intencionada o impresionante, sino de forma natural, como si siempre hubieran estado ahí. Si el proceso va bien, los personajes empiezan a volverse emocionantes por sí mismos, atrapándonos casi sin que nos demos cuenta.
Y entonces, ¿qué es First Love? Es ultraviolencia desatada, cuerpos que se resisten a caer, y al mismo tiempo, un relato empapado en sangre sobre un plan descabellado que se tuerce de la peor manera. Porque sí, aquí hay sangre, y mucha. Miike la esparce sin miramientos, mezclándola con un humor negrísimo, feroz y magnético, heredero de las viñetas más desvergonzadas del manga y de aquellas secuencias filmadas en plena fiebre del cine de acción hongkonés.
La película número 103 de Miike es un canto alucinado al absurdo del destino en mitad de un choque de bandas. En medio de bestiario de almas perdidas empeñadas en sobrevivir un día más —aunque sea sobre un montón de cadáveres—, Miike escarba en busca de humanidad, como solo él sabe hacerlo.
Lo mejor: en su enésimo quiebre estético, Miike se saca de la manga un atajo tan inesperado como una secuencia animada. Lejos de ser una mera pirueta postmoderna, este interludio es una respuesta del director a la asfixia de una industria que rechaza el riesgo, una declaración de principios con la que el director abre una ventana al delirio, negándose a vaciar sus arsenales creativos.
Lo peor: Bueno, decir "lo peor" en una película de Miike es casi un chiste. Tal vez lo único reprochable sea que esta maravilla, inevitablemente, tenga un final.

5,9
4.438
7
10 de diciembre de 2024
10 de diciembre de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
En Watcher, Chloe Okuno evoca con precisión la tradición del terror de apartamento que inmortalizó Polanski, integrandole influencias contemporáneas como la atmósfera brumosa y foreigner de Lost in Translation y la intensa paranoia de Perfect Blue. La película se erige como un ejercicio de asfixia psicológica en la era de la alienación urbana, donde la cámara —estática y calculadamente inmóvil— actúa como un mecanismo capaz de absorber y regurgitar la ansiedad de Maika Monroe.
Okuno, que ya mostró su afinidad con la experiencia femenina del horror en su cortometraje Slut, vuelve a indagar en las mismas raíces temáticas, confrontando el rostro de la mujer ante el espejo oscuro de la mirada masculina. En está ocasión, la historia gira en torno a Julie —interpretada por Maika Monroe—, quien se muda con su prometido a un país distinto al suyo. Lo que parecía un nuevo y prometedor comienzo adquiere otros tintes cuando la protagonista percibe que un vecino la observa desde el edificio de enfrente.
La historia, concebida originalmente para la arquitectura neoyorquina de grandes ventanales y finalmente trasladada a Bucarest por imperativos económicos, adquiere una cualidad fantasmagórica en este tránsito. El horror se plasma en las geometrías frías, monocromáticas y en la meticulosa artificiosidad de un apartamento (re)construido para reflejar el lujo y la indiferencia hostil típica de una gran ciudad. Bucarest deviene así, como un laberinto de arquitectura brutalista hostil y opresivo, cuyas sombras se alargan conforme avanza el metraje. Los encuadres cerrados, el viñeteado que oscurece la escena y el progresivo empequeñecimiento de Julia ante la lente generan un lenguaje visual que va engullendo la luz y alimenta la sensación de indefensión.
El aislamiento lingüístico, la incomprensión cultural y el descreimiento hacia la mujer constituyen la fuerza motriz del relato. La decisión de no subtitular los diálogos en rumano —una decisión formal que nos coloca en la perspectiva de Julia— supone una inmersión sensorial en el desasosiego que ella misma vive, consciente de que cualquier muestra de fragilidad podría ser utilizada para tacharla de exagerada o paranoica, y esto queda impreso en cada gesto mínimo de Monroe, capaz de hacernos sentir esta creciente frustración.
Watcher recupera la esencia de un terror pausado, cerebral y atmosférico, donde la soledad, la incomprensión y la desconfianza emergen como los enemigos más reales. Aquí, la tensión radica en sabernos rodeados de miradas que no podemos descifrar y de paredes que parecen estrecharse a cada paso. Okuno abraza así el terror psicológico más puro, sin amenazas demasiado obvias, apostando por la atmosfera. La trama se va tensando hasta que la protagonista, sitiada por la duda, decide invertir la lógica de la mirada: si ha sido observada, ¿no es justo que ella también asuma el papel de observadora y reclame su propia narrativa?
Okuno, que ya mostró su afinidad con la experiencia femenina del horror en su cortometraje Slut, vuelve a indagar en las mismas raíces temáticas, confrontando el rostro de la mujer ante el espejo oscuro de la mirada masculina. En está ocasión, la historia gira en torno a Julie —interpretada por Maika Monroe—, quien se muda con su prometido a un país distinto al suyo. Lo que parecía un nuevo y prometedor comienzo adquiere otros tintes cuando la protagonista percibe que un vecino la observa desde el edificio de enfrente.
La historia, concebida originalmente para la arquitectura neoyorquina de grandes ventanales y finalmente trasladada a Bucarest por imperativos económicos, adquiere una cualidad fantasmagórica en este tránsito. El horror se plasma en las geometrías frías, monocromáticas y en la meticulosa artificiosidad de un apartamento (re)construido para reflejar el lujo y la indiferencia hostil típica de una gran ciudad. Bucarest deviene así, como un laberinto de arquitectura brutalista hostil y opresivo, cuyas sombras se alargan conforme avanza el metraje. Los encuadres cerrados, el viñeteado que oscurece la escena y el progresivo empequeñecimiento de Julia ante la lente generan un lenguaje visual que va engullendo la luz y alimenta la sensación de indefensión.
El aislamiento lingüístico, la incomprensión cultural y el descreimiento hacia la mujer constituyen la fuerza motriz del relato. La decisión de no subtitular los diálogos en rumano —una decisión formal que nos coloca en la perspectiva de Julia— supone una inmersión sensorial en el desasosiego que ella misma vive, consciente de que cualquier muestra de fragilidad podría ser utilizada para tacharla de exagerada o paranoica, y esto queda impreso en cada gesto mínimo de Monroe, capaz de hacernos sentir esta creciente frustración.
Watcher recupera la esencia de un terror pausado, cerebral y atmosférico, donde la soledad, la incomprensión y la desconfianza emergen como los enemigos más reales. Aquí, la tensión radica en sabernos rodeados de miradas que no podemos descifrar y de paredes que parecen estrecharse a cada paso. Okuno abraza así el terror psicológico más puro, sin amenazas demasiado obvias, apostando por la atmosfera. La trama se va tensando hasta que la protagonista, sitiada por la duda, decide invertir la lógica de la mirada: si ha sido observada, ¿no es justo que ella también asuma el papel de observadora y reclame su propia narrativa?
7
11 de noviembre de 2024
11 de noviembre de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Nicole Holofcener ofrece una visión distintiva y femenina de la comedia, que transita alternativamente (y a veces simultáneamente) entre lo tierno, lo irónico y lo provocador. Lovely & Amazing se centra en la compleja relación de una familia de mujeres con sus cuerpos y sus propias inseguridades, influenciadas tanto por los estándares sociales, como por la discriminación por edad y los estereotipos raciales.
La película nos presenta a cuatro mujeres con voces únicas y llenas de matices, que a través de sus palabras, revelan sus historias, deseos y conflictos internos. Lo que hace especial a Lovely & Amazing es su capacidad de construir una narrativa sin recurrir a situaciones extraordinarias; en lugar de eso, opta por construirse en torno a las conversaciones, que impulsan la trama de forma orgánica. Los diálogos son nítidos y agudos, exponiendo personajes incómodos y situaciones crudas que reflejan las complejidades de las relaciones familiares y las parejas disfuncionales.
La familia enteramente femenina de Lovely & Amazing se compone de una mujer de unos cincuenta años (interpretada por Brenda Blethyn), una afectuosa madre que se encuentra en medio de una crisis de mediana edad, y sus tres hijas: Michelle y Elizabeth, interpretadas por Catherine Keener y Emily Mortimer, y Annie, de seis años, adoptada recientemente, interpretada por Raven Goodwin, que se muestra precoz y observadora.
Holofcener presenta a sus protagonistas de forma que, en ocasiones, resultan difíciles de querer. Sin embargo, les concede una torpe ingenuidad tratada de forma tan realista que esta percepción se ve atenuada. Sus defectos se entienden en un contexto, relativizados por un espectro complejo de personajes, situaciones y emociones.
Los personajes expresan sus emociones de manera dispersa, a través de pequeñas confesiones. Cada diálogo es una ventana abierta a sus miedos y ambiciones, una forma de descarga emocional o, en algunos casos, una especie de grito de ayuda. Todas estas mujeres intentan desesperadamente encontrarse a sí mismas, atrapadas en un espiral de autoevaluación constante, impulsada tanto por su entorno como por sus propias inseguridades, dejando entrever cómo estas presiones externas moldean sus pensamientos y comportamientos.
Holofcener encuentra en sus personajes fallos y contradicciones, y aunque en ocasiones, actúa de manera desordenada, nunca son juzgados con el refinado toque de Hollywood. Pese a que aborda todos los estereotipos del subgénero chick flick —como la compra compulsiva, el sexo, la cosificación del cuerpo y la figura de la mujer mayor como depredadora sexual de hombres jóvenes—, los trata con siempre desde un territorio más oscuro, con una sátira social más seria y ácida.
Lovely & Amazing difiere de otras comedias y dramas centrados en mujeres, al no limitarse a lo puramente interpersonal. Holofcener expone los medios a través de los cuales la cultura de consumo y los medios moldean el deseo femenino convirtiendolo en una extensión de la mirada masculina, llegando éstas a encontrar placer en ser miradas y fetichizadas o, incluso diseccionadas y criticadas.
La película sugiere que las relaciones son complejas, llenas de amor pero también de juicios y expectativas, lo cual se materializa en comentarios que invalidan al otro y restan importancia a sus emociones. Igualmente complejas son también las interacciones y los diálogos en este caso, que se convierten en herramientas de influencia y control emocional. En lugar de enfrentar sus problemas de forma directa, los personajes emplean comentarios que reflejan sus propias inseguridades, mostrando cómo las expectativas, especialmente las de las madres, pueden influir en el desarrollo personal y afectar la forma en que nos vemos a nosotros mismos.
Al final de la película, la vulnerabilidad de la madre y de las hijas han quedado expuestas, y por momentos su madurez emocional es, irónicamente, la misma que la de ellas. Cada una de ellas revela sus mayores ansiedades y su deseo de ser amada y aceptada. La película no teme mostrar momentos de franqueza extrema, como cuando un personaje se critica a sí mismo de forma devastadora, invitándonos a reflexionar sobre nuestras propias inseguridades y deseos de aprobación.
Holocener evita los juicios morales. Al despertar la empatía del público hacia sus personajes de características y acciones transgresoras, trasciende la ironía para abrazar lo "cotidiano". Lovely & Amazing sorprende con un gran sentido del humor que celebra la alegría de la imperfección y la complejidad en las vidas de sus personajes. La ambivalencia del filme y su negativa a juzgar o a ofrecer resoluciones fáciles realzan aún más su autenticidad.
La película nos presenta a cuatro mujeres con voces únicas y llenas de matices, que a través de sus palabras, revelan sus historias, deseos y conflictos internos. Lo que hace especial a Lovely & Amazing es su capacidad de construir una narrativa sin recurrir a situaciones extraordinarias; en lugar de eso, opta por construirse en torno a las conversaciones, que impulsan la trama de forma orgánica. Los diálogos son nítidos y agudos, exponiendo personajes incómodos y situaciones crudas que reflejan las complejidades de las relaciones familiares y las parejas disfuncionales.
La familia enteramente femenina de Lovely & Amazing se compone de una mujer de unos cincuenta años (interpretada por Brenda Blethyn), una afectuosa madre que se encuentra en medio de una crisis de mediana edad, y sus tres hijas: Michelle y Elizabeth, interpretadas por Catherine Keener y Emily Mortimer, y Annie, de seis años, adoptada recientemente, interpretada por Raven Goodwin, que se muestra precoz y observadora.
Holofcener presenta a sus protagonistas de forma que, en ocasiones, resultan difíciles de querer. Sin embargo, les concede una torpe ingenuidad tratada de forma tan realista que esta percepción se ve atenuada. Sus defectos se entienden en un contexto, relativizados por un espectro complejo de personajes, situaciones y emociones.
Los personajes expresan sus emociones de manera dispersa, a través de pequeñas confesiones. Cada diálogo es una ventana abierta a sus miedos y ambiciones, una forma de descarga emocional o, en algunos casos, una especie de grito de ayuda. Todas estas mujeres intentan desesperadamente encontrarse a sí mismas, atrapadas en un espiral de autoevaluación constante, impulsada tanto por su entorno como por sus propias inseguridades, dejando entrever cómo estas presiones externas moldean sus pensamientos y comportamientos.
Holofcener encuentra en sus personajes fallos y contradicciones, y aunque en ocasiones, actúa de manera desordenada, nunca son juzgados con el refinado toque de Hollywood. Pese a que aborda todos los estereotipos del subgénero chick flick —como la compra compulsiva, el sexo, la cosificación del cuerpo y la figura de la mujer mayor como depredadora sexual de hombres jóvenes—, los trata con siempre desde un territorio más oscuro, con una sátira social más seria y ácida.
Lovely & Amazing difiere de otras comedias y dramas centrados en mujeres, al no limitarse a lo puramente interpersonal. Holofcener expone los medios a través de los cuales la cultura de consumo y los medios moldean el deseo femenino convirtiendolo en una extensión de la mirada masculina, llegando éstas a encontrar placer en ser miradas y fetichizadas o, incluso diseccionadas y criticadas.
La película sugiere que las relaciones son complejas, llenas de amor pero también de juicios y expectativas, lo cual se materializa en comentarios que invalidan al otro y restan importancia a sus emociones. Igualmente complejas son también las interacciones y los diálogos en este caso, que se convierten en herramientas de influencia y control emocional. En lugar de enfrentar sus problemas de forma directa, los personajes emplean comentarios que reflejan sus propias inseguridades, mostrando cómo las expectativas, especialmente las de las madres, pueden influir en el desarrollo personal y afectar la forma en que nos vemos a nosotros mismos.
Al final de la película, la vulnerabilidad de la madre y de las hijas han quedado expuestas, y por momentos su madurez emocional es, irónicamente, la misma que la de ellas. Cada una de ellas revela sus mayores ansiedades y su deseo de ser amada y aceptada. La película no teme mostrar momentos de franqueza extrema, como cuando un personaje se critica a sí mismo de forma devastadora, invitándonos a reflexionar sobre nuestras propias inseguridades y deseos de aprobación.
Holocener evita los juicios morales. Al despertar la empatía del público hacia sus personajes de características y acciones transgresoras, trasciende la ironía para abrazar lo "cotidiano". Lovely & Amazing sorprende con un gran sentido del humor que celebra la alegría de la imperfección y la complejidad en las vidas de sus personajes. La ambivalencia del filme y su negativa a juzgar o a ofrecer resoluciones fáciles realzan aún más su autenticidad.
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