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7,4
46.249
2
4 de abril de 2022
4 de abril de 2022
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gilipollez noventera de estilo y forma New Age concebida para satisfascer las pretensiones lúdico libidinales explotadas tras la caída del Telón de Acero. Gilipollez pseudotrascendental enfrascada en un farragoso dilema dialógico sin solución de continuidad en razón de su oquedad infumable.
Tontería resultante de las solciademocracias ("democracia" como lugar común o cliché, dada su falsa conciencia totalmente acrítica) posmodernas que tenemos que aguantar. Ideología light de fácil absorción por la clientela acrítica con el fin de persisitir en su falsa conciencia negadora de las veraderas estructuras que componen la realidad realmente existente.
Filme chapucero poéticamente cuasi nulo, cuya estética kitsch responde al intento ideológico justificador de la pseudo-filosofía mainstream realmente existente.
Dos posmodernos noventeros charlando de banalidades que oscilan entre los lugares comunes y la retórica farragosa.
Ni el paisaje, ni el ambiente, ni la urbanística ni la arquitectónica, ni la Historia ni la historia, ni la Filosofía ni la Poética tienen cabida en este bodrio noventero, monopolizado por un exceso de diálogo -encima pueril y chabacano incapaz de superar a los propios personajes, a su propia idiosincrasia- y por la ausencia de complejidad arquitectónica profunda.
Linklater, otro sofista más -con perdón de los ora maestros ora charlatanes de la Antigua Grecia- nos invade con sus cutres pretensiones propias de un pijo noventero -que pretende en su bohemia vida redimirse antropológicamente- y opuestamente halladas a las pretensiones de un maestro culto y mesurado, incapaz, entre otras cuestiones, de aguantar esa infumable estética artificial.
Chapuza de la que hay que huir o dar cuentas de su toxicidad espiritual y material.
2 o 1.
Tontería resultante de las solciademocracias ("democracia" como lugar común o cliché, dada su falsa conciencia totalmente acrítica) posmodernas que tenemos que aguantar. Ideología light de fácil absorción por la clientela acrítica con el fin de persisitir en su falsa conciencia negadora de las veraderas estructuras que componen la realidad realmente existente.
Filme chapucero poéticamente cuasi nulo, cuya estética kitsch responde al intento ideológico justificador de la pseudo-filosofía mainstream realmente existente.
Dos posmodernos noventeros charlando de banalidades que oscilan entre los lugares comunes y la retórica farragosa.
Ni el paisaje, ni el ambiente, ni la urbanística ni la arquitectónica, ni la Historia ni la historia, ni la Filosofía ni la Poética tienen cabida en este bodrio noventero, monopolizado por un exceso de diálogo -encima pueril y chabacano incapaz de superar a los propios personajes, a su propia idiosincrasia- y por la ausencia de complejidad arquitectónica profunda.
Linklater, otro sofista más -con perdón de los ora maestros ora charlatanes de la Antigua Grecia- nos invade con sus cutres pretensiones propias de un pijo noventero -que pretende en su bohemia vida redimirse antropológicamente- y opuestamente halladas a las pretensiones de un maestro culto y mesurado, incapaz, entre otras cuestiones, de aguantar esa infumable estética artificial.
Chapuza de la que hay que huir o dar cuentas de su toxicidad espiritual y material.
2 o 1.

7,1
78.250
1
4 de abril de 2022
4 de abril de 2022
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Todo sobre mi madre' reune los peores ardides cinematográficos en su intención de sublimar el espiritualismo posmoderno como teleología última del voluntarismo delirante concebido por el "género humano".
Pseudomelodrama sumergido en las tinieblas más cutres y chabacanas de la posmodernidad. Cutrez estética imperdonable y poética ausente al servicio de la ideología turbocapitalista hodierna.
Espectador culto sumegido en una risa cínica al advertir tal despliegue de galimatías posmodernos forzados hasta el extremo.
Su valoración por crítica "especializada" (en ser sofistas a sueldo, nada más, puesto que el análisis del arte, en tanto trascendental no permite o posibilita una especialización concreta, a diferencia de los ámbitos científico-técnicos, de los cuales las mal llamas Ciencias Sociales también quedan excluidas) y por gran parte del públiuco acrítico sólo (con tilde por mucho que los indoctos se empeñen en quitarla) responde a una sociedad degenerada hasta las heces, una sociedad que legitima como tragedia universal las paranoias metafísicas cutres de aquellos que imaginan el ser y que pretenden que con su metamorfosis de apariencias fenotípicas a lo sumo sus dilemas se conviertan en algo real.
Filme que constituye,en todas sus escalas, puramente apariencia -como Eduardo Manos tijeras- y que, en su sainete de galimatías, pretende resurgir de su hedionda concepción.
Bodrio o El Bodrio por antonomasia, grabada por un fantoche de primer nivel, sofista sin cuestión alguna, llamado Almodóvar, erigido como figura intelectual del turbocapitalismo totalitario en su forma de socialdemocracia mongólica. Cineasta nauseabundo al servicio de las variaciones ideológicas que le dicta finis operis el mainstream de cada momento.
1. (puesto que 0 no se puede poner ya que constituye un filme, una entidad fílmica, por tanto ser fílmico, aun institucionalmente)
Véase la magnífica crítica que hay en: https://www.youtube.com/watch?v=MW5dnlcQ5Nw
Pseudomelodrama sumergido en las tinieblas más cutres y chabacanas de la posmodernidad. Cutrez estética imperdonable y poética ausente al servicio de la ideología turbocapitalista hodierna.
Espectador culto sumegido en una risa cínica al advertir tal despliegue de galimatías posmodernos forzados hasta el extremo.
Su valoración por crítica "especializada" (en ser sofistas a sueldo, nada más, puesto que el análisis del arte, en tanto trascendental no permite o posibilita una especialización concreta, a diferencia de los ámbitos científico-técnicos, de los cuales las mal llamas Ciencias Sociales también quedan excluidas) y por gran parte del públiuco acrítico sólo (con tilde por mucho que los indoctos se empeñen en quitarla) responde a una sociedad degenerada hasta las heces, una sociedad que legitima como tragedia universal las paranoias metafísicas cutres de aquellos que imaginan el ser y que pretenden que con su metamorfosis de apariencias fenotípicas a lo sumo sus dilemas se conviertan en algo real.
Filme que constituye,en todas sus escalas, puramente apariencia -como Eduardo Manos tijeras- y que, en su sainete de galimatías, pretende resurgir de su hedionda concepción.
Bodrio o El Bodrio por antonomasia, grabada por un fantoche de primer nivel, sofista sin cuestión alguna, llamado Almodóvar, erigido como figura intelectual del turbocapitalismo totalitario en su forma de socialdemocracia mongólica. Cineasta nauseabundo al servicio de las variaciones ideológicas que le dicta finis operis el mainstream de cada momento.
1. (puesto que 0 no se puede poner ya que constituye un filme, una entidad fílmica, por tanto ser fílmico, aun institucionalmente)
Véase la magnífica crítica que hay en: https://www.youtube.com/watch?v=MW5dnlcQ5Nw

6,7
21.378
1
6 de marzo de 2025
6 de marzo de 2025
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basura, bazofia de la peor calaña.
Estruendosa, monocorde, reiterativa, banal, lacayuna en su idolatría bantú yanki protestante esgrimida por una boomer negligente y degenerada. Payasada forzada y horrenda, incapaz de componer, salvo los primeros compases, algo mínimamente sutil y elocuente. Sucesión bastarda de fenómenos degradados. Apología del vulgo favelizado, del mundo chabacano, incapaz para comprender que tal resultancia asquerosa, tomada como liberación, supone la fase última de la dialéctica entre acción-reacción-solución, deviniendo en un auténtico zoológico de pseudoanimales lúdico libidinales bárbaros.
El mundo como favela multicultural gigante a golpe de la porquería del heavy metal y demás morralla depravada.
Bazofia espectacular degenerada y artificial, pastiche burro muy típico de los años 90, sentando el suelo de lo que vendrá luego.
El ruido es la razón de ser de esta película. Ruido y más ruido, como materia propia de la degeneración de un mundo incapaz de pensar con algo de hondura. La película es la apología misma del ruido ad infinitum y su sublimación en el clímax.
Porquería impresentable, nula filosóficamente, estéticamente horrenda, poéticamente nula, espiritualmente dañina y envilecedora. Y, para colmo, amanerada y ridícula en su pretendido romanticismo.
Un bastardo ente propio de artífices y épocas bastardas.
Un 1.
Estruendosa, monocorde, reiterativa, banal, lacayuna en su idolatría bantú yanki protestante esgrimida por una boomer negligente y degenerada. Payasada forzada y horrenda, incapaz de componer, salvo los primeros compases, algo mínimamente sutil y elocuente. Sucesión bastarda de fenómenos degradados. Apología del vulgo favelizado, del mundo chabacano, incapaz para comprender que tal resultancia asquerosa, tomada como liberación, supone la fase última de la dialéctica entre acción-reacción-solución, deviniendo en un auténtico zoológico de pseudoanimales lúdico libidinales bárbaros.
El mundo como favela multicultural gigante a golpe de la porquería del heavy metal y demás morralla depravada.
Bazofia espectacular degenerada y artificial, pastiche burro muy típico de los años 90, sentando el suelo de lo que vendrá luego.
El ruido es la razón de ser de esta película. Ruido y más ruido, como materia propia de la degeneración de un mundo incapaz de pensar con algo de hondura. La película es la apología misma del ruido ad infinitum y su sublimación en el clímax.
Porquería impresentable, nula filosóficamente, estéticamente horrenda, poéticamente nula, espiritualmente dañina y envilecedora. Y, para colmo, amanerada y ridícula en su pretendido romanticismo.
Un bastardo ente propio de artífices y épocas bastardas.
Un 1.
2
6 de marzo de 2025
6 de marzo de 2025
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Relamida estéticamente, falsamente culta, amanerada, pretenciosa, banal, pueril, zafia, malamente manierista, ridículamente afectada, filosóficamente nula, románticamente New Age, dramáticamente irrisoria...
Podemos seguir hallando epítetos contra esta infamia puramente posmoderna del vacuo intelectualismo hodierno y patrio...
Medem hace el ridículo más estrepitoso. Y la valoración y fama de este bodrio responde a la descomposición misma de nuestra sociedad actual.
Elevar esta chapuza posmoderna reiterativa, monocorde, pretenciosa y pretendidamente profunda a categoría de maestría correspondería a igualar (en isovalencia) El amante de Lady Chatterley (1928) de Lawrence a Cincuenta sombras de Grey de James, o a igualar la monumental, polifónica y radical El último tango en París (1972) de Bertolucci a La vida de Adéle de Kechiche.
Banalidad extensa, extensísima con lirismo propio de un adolescente onanista boomer-X-noventero; incapaz para distinguir la sutileza con la impostura afectada, la profundidad con la retórica relamida, la elocuencia con la logorrea reiterativa, el dramatismo con la pataleta llorona, la metáfora con la zafiedad asociativa, la concreción con la explicitud habida en el subrayado más ridículo, el efecto profundo y eficaz con el efectismo.
No existe unidad ni conjunto en la obra, tan solo sucesión afectada de secuencias ridículas y pretenciosas, compuestas del peor modo posible. No hay sutileza ni en las escalas ni en su concreción; ni en los silencios ni en el diálogo. Para colmo, las chapuzas extradiegéticas hacen el resto (musiquita-voz en off se llevan la Palma de Oro en marketing).
Una nulidad bastarda de película.
El 7,4 debería ser un 2,4.
Mala o muy mala.
Podemos seguir hallando epítetos contra esta infamia puramente posmoderna del vacuo intelectualismo hodierno y patrio...
Medem hace el ridículo más estrepitoso. Y la valoración y fama de este bodrio responde a la descomposición misma de nuestra sociedad actual.
Elevar esta chapuza posmoderna reiterativa, monocorde, pretenciosa y pretendidamente profunda a categoría de maestría correspondería a igualar (en isovalencia) El amante de Lady Chatterley (1928) de Lawrence a Cincuenta sombras de Grey de James, o a igualar la monumental, polifónica y radical El último tango en París (1972) de Bertolucci a La vida de Adéle de Kechiche.
Banalidad extensa, extensísima con lirismo propio de un adolescente onanista boomer-X-noventero; incapaz para distinguir la sutileza con la impostura afectada, la profundidad con la retórica relamida, la elocuencia con la logorrea reiterativa, el dramatismo con la pataleta llorona, la metáfora con la zafiedad asociativa, la concreción con la explicitud habida en el subrayado más ridículo, el efecto profundo y eficaz con el efectismo.
No existe unidad ni conjunto en la obra, tan solo sucesión afectada de secuencias ridículas y pretenciosas, compuestas del peor modo posible. No hay sutileza ni en las escalas ni en su concreción; ni en los silencios ni en el diálogo. Para colmo, las chapuzas extradiegéticas hacen el resto (musiquita-voz en off se llevan la Palma de Oro en marketing).
Una nulidad bastarda de película.
El 7,4 debería ser un 2,4.
Mala o muy mala.
7
6 de marzo de 2025
6 de marzo de 2025
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Un thriller nauseabundo que sale de la pantalla y te desafía a quedarte en el cine para ver qué profanación del cuerpo humano se presentará a continuación" Gene Siskel: Chicago Tribune
Que yo sepa, los crímenes más truculentos cometidos no aparecen. Sea por elipsis, sea por fuera de campo, sea por fuera de cuadro. La película no se refocila, como otros bodrios morbosos de culto para morbosos (correspondencia perfecta de depravación y depravado), en el proceso del crimen.
Solo figuran, como desolación estática, los cadáveres en la comisaría.
---------------------------------------------
"Un slacher sobre el pánico gay, una desagradable obra de angustia homofóbica para la era del SIDA"
Jay Cocks: The Globe and Mail
Esta "crítica" es el paradigma de la retórica posmoderna. Pura alucinación esquizofrénica que infiere fantasmas y paparruchadas ideológicas infames. En la película no se da tal cristalización, y menos con estos tropos burdos y psicologistas (amén del terrorismo etimológico tan habitual hoy día como ingenería social orwelliana) como los que esgrime Cocks (apellido al canto, tradúzcanlo). Pura heurística chapucera convertida en justificación axiológica de una película. La verdad o potencia de una película se ejerce según su naturaleza poética, su formalización substancial de esencias, no mediante fantasmagorías allende la materia (pura metafísica superflua que parasita la ontología haciéndola propia y revirtiendo sus contenidos, de nuevo, al mundo). Lo de esta gente es ya...
Imagínense que alguien diría: "Apología misma de la época Reagan como restitución de la antigua paranoia anticomunista". ¿A que es una maldita imbecilidad? Pues lo mismo lo de este crítico hipercrítico ultracrítico.
-----------------------------------------------
Más allá de críticas alucinatorias de la quinta dimensión, la película es competente y sólida. En su construcción narrativa, en sus planteamientos formales, en el decurso arquitectónico de las esencias formalizadas en esta odisea de la desesperación compulsiva (en definitiva, en la correspondencia compleja que determina e integra el ente cinematográfico y que, por necesidad y deferencia, debemos disociar ordo cognoscendi, es decir, atendiendo al orden mismo del conocimiento).
Odisea irreductible al psicologismo, en el momento en que se involucra el sádico y psicópata rigurosamente interpretado por Hauer, en el momento en que ambos, protagonista (falso culpable) y psicópata, salen de su mónada, involucrando a la institución policial y terceros (Jason Leigh- vínculo íntimo por casualidad y luego por necesidad). Es, por tanto, una obra que involucra varios momentos dramáticos en correspondencia con la dialéctica de instituciones (aquí sí es pertinente apelar a la policía y no como Deus ex machina).
Inteligencia propia de una buena película evitar el giro ridículo, el efectismo más chapucero y pueril: la infamia y la verdad figuran, preceden al cruento suceso y decurso dialéctico de la narración posterior.
La casualidad, la contingencia se desvelan como causa y necesidad, desembocando en el riguroso epílogo, dotado de una sutil coda que, lejos de ser optimista, supone el cese de la agonía.
Lucidez genuina de una película (es decir, involucrada en el medio expresivo que le es propio) la de no sucumbir ante la retórica visual, esto es, al paracine: a convertirse en un producto audiovisual subyugado o parasitario de otras artes como la literatura.
Lo que parecía ser la huida ante el crimen falsamente imputado se convierte, por la dialéctica de lo real en su decurso (institucional, social, psicológico o puramente antropológico), en la necesidad culminatoria de cesar el mal encarnado (y cristalizado en un hombre). Huyendo de la casualidad, y sometido a una contingencia que se desvela como destino, se encuentra con la necesidad.
La obra es la realización de la concreción específica de la dialéctica entre necesidad y casualidad, dada a diversas escalas (por ejemplo, personales e institucionales), con una central (la relación psicópata y falso culpable).
No es brillante. Existen disonancias y efectismos, errores poéticos que anegan la densidad crítica propia de toda buena obra. Pese a ello, pese a no ser Mizoguchi, Dreyer o Shimizu, el director hace una película muy competente, subyugante que le da mil vueltas a otras patochadas del momento (y muchas más a otras infamias posteriores).
Buena película, sólida, inteligente, irónica y trágica.
7
Que yo sepa, los crímenes más truculentos cometidos no aparecen. Sea por elipsis, sea por fuera de campo, sea por fuera de cuadro. La película no se refocila, como otros bodrios morbosos de culto para morbosos (correspondencia perfecta de depravación y depravado), en el proceso del crimen.
Solo figuran, como desolación estática, los cadáveres en la comisaría.
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"Un slacher sobre el pánico gay, una desagradable obra de angustia homofóbica para la era del SIDA"
Jay Cocks: The Globe and Mail
Esta "crítica" es el paradigma de la retórica posmoderna. Pura alucinación esquizofrénica que infiere fantasmas y paparruchadas ideológicas infames. En la película no se da tal cristalización, y menos con estos tropos burdos y psicologistas (amén del terrorismo etimológico tan habitual hoy día como ingenería social orwelliana) como los que esgrime Cocks (apellido al canto, tradúzcanlo). Pura heurística chapucera convertida en justificación axiológica de una película. La verdad o potencia de una película se ejerce según su naturaleza poética, su formalización substancial de esencias, no mediante fantasmagorías allende la materia (pura metafísica superflua que parasita la ontología haciéndola propia y revirtiendo sus contenidos, de nuevo, al mundo). Lo de esta gente es ya...
Imagínense que alguien diría: "Apología misma de la época Reagan como restitución de la antigua paranoia anticomunista". ¿A que es una maldita imbecilidad? Pues lo mismo lo de este crítico hipercrítico ultracrítico.
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Más allá de críticas alucinatorias de la quinta dimensión, la película es competente y sólida. En su construcción narrativa, en sus planteamientos formales, en el decurso arquitectónico de las esencias formalizadas en esta odisea de la desesperación compulsiva (en definitiva, en la correspondencia compleja que determina e integra el ente cinematográfico y que, por necesidad y deferencia, debemos disociar ordo cognoscendi, es decir, atendiendo al orden mismo del conocimiento).
Odisea irreductible al psicologismo, en el momento en que se involucra el sádico y psicópata rigurosamente interpretado por Hauer, en el momento en que ambos, protagonista (falso culpable) y psicópata, salen de su mónada, involucrando a la institución policial y terceros (Jason Leigh- vínculo íntimo por casualidad y luego por necesidad). Es, por tanto, una obra que involucra varios momentos dramáticos en correspondencia con la dialéctica de instituciones (aquí sí es pertinente apelar a la policía y no como Deus ex machina).
Inteligencia propia de una buena película evitar el giro ridículo, el efectismo más chapucero y pueril: la infamia y la verdad figuran, preceden al cruento suceso y decurso dialéctico de la narración posterior.
La casualidad, la contingencia se desvelan como causa y necesidad, desembocando en el riguroso epílogo, dotado de una sutil coda que, lejos de ser optimista, supone el cese de la agonía.
Lucidez genuina de una película (es decir, involucrada en el medio expresivo que le es propio) la de no sucumbir ante la retórica visual, esto es, al paracine: a convertirse en un producto audiovisual subyugado o parasitario de otras artes como la literatura.
Lo que parecía ser la huida ante el crimen falsamente imputado se convierte, por la dialéctica de lo real en su decurso (institucional, social, psicológico o puramente antropológico), en la necesidad culminatoria de cesar el mal encarnado (y cristalizado en un hombre). Huyendo de la casualidad, y sometido a una contingencia que se desvela como destino, se encuentra con la necesidad.
La obra es la realización de la concreción específica de la dialéctica entre necesidad y casualidad, dada a diversas escalas (por ejemplo, personales e institucionales), con una central (la relación psicópata y falso culpable).
No es brillante. Existen disonancias y efectismos, errores poéticos que anegan la densidad crítica propia de toda buena obra. Pese a ello, pese a no ser Mizoguchi, Dreyer o Shimizu, el director hace una película muy competente, subyugante que le da mil vueltas a otras patochadas del momento (y muchas más a otras infamias posteriores).
Buena película, sólida, inteligente, irónica y trágica.
7
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