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5,3
25.701
4
25 de marzo de 2011
25 de marzo de 2011
16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corren tiempos paradójicos en la industria del ocio. El mundo de los videojuegos parece estar apostando de forma más que exitosa por el cuidado del guión más que por los acostumbrados combates desenfrenados. Productos como “Heavy rain” o “Alan Wake” ilustran que el mayor espectáculo es, antetodo, el narrativo. Y, sin embargo, la industria del cine, por momentos, no hace sino acercarse a la acción gratuita, fiel a los parámetros que han poblado generalmente nuestras consolas.
Sucker Punch es un buen ejemplo de ello. La historia se desarrolla por niveles. En cada uno existe un objetivo: obtener un determinado objeto que permitan a las chicas protagonistas escapar del manicomio en el que se encuentran encerradas. También existe una figura que sirve de guía, interpretado por el bueno de Scott Glenn, al que recurrir para conocer precisamente estos objetivos y cómo ejecutarlos. A todo hay que sumar la presencia de “malos finales” a los que es necesario superar para pasar al siguiente nivel. Si esto no fuese suficiente, la presencia de hordas de enemigos, que el quinteto protagonista aniquila a base de balazo y katana, da aun más la sensación de tener un mando con el que manipular las acciones del juego (sin mencionar la referencia a “Killzone” en un determinado momento de la película).
Con todo, la película guarda momentos magníficos como la propia escena inicial, en la que no hace falta una sola palabra para contar el drama familiar que ha de afrontar Baby Doll. El problema reside en lo que Snyder ya cayó con Watchmen. Tras los épicos créditos, el film se viene abajo. Ya no sólo porque parezca un videojuego, sino porque traiciona el que debiera ser su meta primordial: entretener. La falta de empatía con los personajes y lo repetitivo que termina resultando el desarrollo de cada “nivel” empuja a que el espectador ya no consiga interesarse lo más mínimo por el misterio final.
Pensábamos que el poderío visual estaba sobrevalorado, pero no es así. El público es consciente de lo poco que guardan productos como este, sabe que lo que quiere son historias bien contadas. Así, no cabe extrañar que el espectador de cine, para disfrutar de un buen guión con personajes cuidados, esté recurriendo a las series de TV y, tiempo al tiempo, al videojuego.
Sucker Punch es un buen ejemplo de ello. La historia se desarrolla por niveles. En cada uno existe un objetivo: obtener un determinado objeto que permitan a las chicas protagonistas escapar del manicomio en el que se encuentran encerradas. También existe una figura que sirve de guía, interpretado por el bueno de Scott Glenn, al que recurrir para conocer precisamente estos objetivos y cómo ejecutarlos. A todo hay que sumar la presencia de “malos finales” a los que es necesario superar para pasar al siguiente nivel. Si esto no fuese suficiente, la presencia de hordas de enemigos, que el quinteto protagonista aniquila a base de balazo y katana, da aun más la sensación de tener un mando con el que manipular las acciones del juego (sin mencionar la referencia a “Killzone” en un determinado momento de la película).
Con todo, la película guarda momentos magníficos como la propia escena inicial, en la que no hace falta una sola palabra para contar el drama familiar que ha de afrontar Baby Doll. El problema reside en lo que Snyder ya cayó con Watchmen. Tras los épicos créditos, el film se viene abajo. Ya no sólo porque parezca un videojuego, sino porque traiciona el que debiera ser su meta primordial: entretener. La falta de empatía con los personajes y lo repetitivo que termina resultando el desarrollo de cada “nivel” empuja a que el espectador ya no consiga interesarse lo más mínimo por el misterio final.
Pensábamos que el poderío visual estaba sobrevalorado, pero no es así. El público es consciente de lo poco que guardan productos como este, sabe que lo que quiere son historias bien contadas. Así, no cabe extrañar que el espectador de cine, para disfrutar de un buen guión con personajes cuidados, esté recurriendo a las series de TV y, tiempo al tiempo, al videojuego.
6 de septiembre de 2016
6 de septiembre de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine costumbrista se focaliza en el relato de los hábitos, costumbres y discursos de una sociedad. En "Manos sucias", del debutante Josef Kubota Wladyka, nos adentramos en la miseria, la falta de oportunidades y la represión vivida por la población afrocolombiana de la bahía de Buenaventura. Sus protagonistas, Jacobo y Delio, comienzan un viaje transportando cocaína como vía para cumplir sueños diversos pero, en suma, idénticos: huir de las condiciones que produce la segregación entre negros y blancos en el país. Uno, a través de la búsqueda de oportunidades en Bogotá ("Allí no hay negros hermano") y el otro a través de la música rap ("El mejor dúo de Buenaventura"). El camino es lo relevante, donde conocemos las vidas rotas demasiado pronto de los personajes a través de interpretaciones tan contenidas como impactantes. Con una sencilla conversación sobre la superioridad futbolística de Zico o Pelé frente a una hoguera, el espectador comprende rápidamente cómo funciona el sistema de etno-estratificación colombiano. Un conflicto silenciado que "Manos sucias" consigue visualizar de forma envidiable.
7
19 de abril de 2015
19 de abril de 2015
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo realizar una adaptación fiel a larga lista de buenos cómics que tiene el Diablo rojo (Born Again, Love & War, White and Yellow) y mantener un sello propio? ¿Cómo conseguir que un producto divertido no deje de tener retazos de serie policíaca de despachos no muy lejos de "The Wire"? ¿Cómo jugar con tópicos de la serie negra e introducir elementos que rayan lo sobrenatural sin dejar de mantener un tono verosímil?
No es necesario acudir a un manual, simplemente reproducir el primer capítulo de la nueva serie de Marvel y rezar para no verse avocado a una maratón de 13 episodios adictivos (gracias Netflix por tu política de droga dura al consumidor televisivo).
No es necesario acudir a un manual, simplemente reproducir el primer capítulo de la nueva serie de Marvel y rezar para no verse avocado a una maratón de 13 episodios adictivos (gracias Netflix por tu política de droga dura al consumidor televisivo).
6
28 de noviembre de 2017
28 de noviembre de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Por primera vez en mucho tiempo, no tengo ninguna guerra que afrontar. Y, si soy sincero... Tengo miedo". Retazos finales de un retrato áspero de las secuelas de la guerra. La última serie de la combinación Marvel y Netflix presenta un western urbano en el que los personajes deambulan hacia un destino inequívoco. Estructuras más importantes que la voluntad individual trazan una línea invisible.
Y ahí funciona como engranaje el clásico mecanismo del hombre sin nada que perder porque lo ha perdido todo, cuyo único miedo es no continuar batalla tras batalla. Con la figura de Frank Castle en juego, personajes secundarios con entidad propia como Micro, la agente Madani o Billy Russo comienzan a salir de su zona de confort para alinearse fuera de esa senda predeterminada. La guerra continúa.
Y ahí funciona como engranaje el clásico mecanismo del hombre sin nada que perder porque lo ha perdido todo, cuyo único miedo es no continuar batalla tras batalla. Con la figura de Frank Castle en juego, personajes secundarios con entidad propia como Micro, la agente Madani o Billy Russo comienzan a salir de su zona de confort para alinearse fuera de esa senda predeterminada. La guerra continúa.
TV

4,4
411
1
23 de noviembre de 2013
23 de noviembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Utilizo esta crítica para dar las gracias de forma harto sincera a Nelson McCormick y todo el equipo de reparto encabezado por Rob Lowe por la profunda siesta que me han brindado esta tarde. Los planos perezosos, las interpretaciones acartonadas y la fotografía involuntariamente desenfocada ha hecho un efecto demoledor que ni tres dormilinas hubiesen conseguido.
Respecto al propio contenido del film, por lo que he podido captar a cada instante que abría el párpado derecho, ha sido el de la certificación de los convencionalismos. Una ficción para corroborar el discurso oficial sobre un acontecimiento con demasiados claroscuros como para ser explicada haciendo uso de una suerte de evidencias que, de facto,no son tal.
En todo caso, no quisiera que esto empañase la enorme labor que "Matar a Kennedy" ha ejercido patrocinando una de las mejores siestas que recuerdo.
Respecto al propio contenido del film, por lo que he podido captar a cada instante que abría el párpado derecho, ha sido el de la certificación de los convencionalismos. Una ficción para corroborar el discurso oficial sobre un acontecimiento con demasiados claroscuros como para ser explicada haciendo uso de una suerte de evidencias que, de facto,no son tal.
En todo caso, no quisiera que esto empañase la enorme labor que "Matar a Kennedy" ha ejercido patrocinando una de las mejores siestas que recuerdo.
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