Honestamente, al principio, antes de ver nada, creía que iba a encontrarme con ese tipo de película inteligente donde se abordase, de una forma ladina, las causas subyacentes (y reales) que pueden dar lugar a una guerra civil en aquel país (en ocasiones peco de inocente, lo reconozco). Luego lo descarté por razones obvias y, tras ver los primeros minutos, me di cuenta que estaba ante el típico zurullo reblandecido y sin sustancia que tanto gusta a la plebe estabulada, ya sean espectadores o críticos.

Se nos muestran las andanzas de un grupito de aguerridos periodistas (perdón por el oxímoron) que, a juzgar por los diálogos que mantienen entre ellos, parecen sufrir cierto grado de deficiencia intelectual. Héroes de pacotilla que incluso experimentan algún tipo de dicotomía moral, convertidas siempre en estupideces mal planteadas.

Insufrible el personaje de la niña, insufrible el personaje del periodista veterano, siempre soltando chorradas que nuestro guionista vacunado favorito pretende que sean sesudas y, en definitiva, insufrible toda la puñetera película. Ni que decir tiene que a la media hora me piré, o quizás antes, no estoy muy seguro.

Generalmente evito este tipo de películas por principio. Quiero decir, es la misma porquería que se repite una y otra y otra y otra vez sin descanso, desde Nolan a Snyder, pasando por cualquier otro director de menos renombre.
Pero esta vez, e imagino que a falta de otra cosa mejor que hacer, me dejé engañar por la insistente recomendación de un supuesto entendido en estas lides.

A los cinco minutos, en plena presentación de la cosa, ya me estaba aburriendo y comprobé con espanto que me quedaban unas cuatro horas de aguantar las típicas gilipolleces que el guionista ha escrito para la ocasión, las patéticas actuaciones que se marcan los protagonistas, o el ruido atronador que acompaña sus hazañas.

Aguanté como un campeón 40 minutos sentado, trasteando con el móvil cada vez con mayor frecuencia, hasta que me di cuenta que había dejado de prestar atención por completo al enésimo bodrio firmado por un pésimo director, que vive básicamente de una peli sobre espartanos que hizo hace ya mucho tiempo.

El principal problema que encontramos, no solo en esta película, sino en toda la filmografía del director, es que el señor Cameron no tiene ni puñetera idea de escribir guiones, aunque para ser más precisos habría que decir que no tiene ni puñetera idea de escribir guiones para adultos. Sus historias son con frecuencia cursis, ñoñas, y parecen dirigidas a críos o personas con graves carencias intelectuales, que tienen algún grado de retraso mental...

(Y aquí voy a hacer una pausa, porque cuando estaba escribiendo las últimas palabras del párrafo anterior he tenido una especie de aparición mariana, y de repente he comprendido porque un tipo tan limitado como el amigo James se ha convertido en el director más exitoso de toda la historia (comercialmente hablando, claro está). Es evidente, cómo coño no lo había visto antes, la explicación se encuentra en conectar con el tipo de persona que más abunda en la sociedad)

...y cuyo nivel de actividad neuronal se reduce al mínimo. Y no creo que James lo haga de forma consciente, es algo que le sale espontáneamente, que forma parte de su más profundo yo.
Y seamos sinceros, cuando alguien tiene un éxito tan apabullante, es difícil que se de cuenta de lo patético que puede resultar en ciertos aspectos. Más aún, me atrevería a decir que James cree que su puta mierda de escritos están a la altura del Quijote o de cualquier otra gran obra literaria, e incluso se extrañará de por qué todavía no ha ido a Estocolmo a recoger ese premio que tanto merece.

Y además de un guion noño, cursi e infantil a la peli le falta ritmo. Hay una enorme laguna central donde no ocurre nada reseñable, y donde te puedes echar una siestecita de dos horas sin temor a perderte algo transcendental.
Eso sí, dicen que los efectos especiales son cojonudos.

Es la aproximación humorística al cine de acción lo que convierte a "Nadie" en una joyita. Sin esa constante es muy probable que la película se hubiera convertido en otra obra prescindible a olvidar, tal y como le ocurre a la reciente entrega de Guy Ritchie, de cuyo nombre ya no me acuerdo.

Odenkirk, además de producir la película, borda el papel de tipo implacable con poderes casi sobrenaturales que sufre una transformación impactante, pasando de ser el típico pringao oficinista a convertirse en el justiciero más peligroso de la ciudad.

No es una obra maestra pero te engancha desde el principio y te hace pasar un rato más que entretenido, que viendo lo que se está haciendo hoy en día es algo casi milagroso.

Delmer Daves es uno de los directores más desconocidos de la historia del cine, un gran narrador que cuenta en su haber con algunas películas destacables, entre las que se encuentra este clásico del cine negro.

Lo más logrado es la ambientación en torno a la cual se nos relatan unos hechos un tanto forzados, rocambolescos en ocasiones, que pueden resultar irreales pero que en absoluto desmerecen un notable resultado final.

Lauren Bacall se come la pantalla cada vez que aparece.