Esta última entrega de la trilogía de Batman (podemos llamarla así, pues es una trilogía hermética que cuenta su historia con su inicio, desarrollo y final) se dedica a enlazar la historia con la primera de todas (la genial Batman Begins: indispensable tener fresca antes de ver esta) para dar la continuidad que El Caballero Oscuro no tuvo del todo al ser más independiente y para concluir la historia empezada una vez. Y lo cierto es que cumple las expectativas en buena parte al provocar la emoción y conseguir la espectacularidad necesaria y digna de una tercera entrega y más aún siendo de esta trilogía. No obstante, lo cierto es que mientras resulta triunfal como final de saga, es también una considerable decepción como historia. La trama en general no te mete tanto en la trama ni es tan dinámica como me esperaba. Es tan melancólica y oscura que a veces parece quedarse trabada. Eso hace que tenga tramos realmente emocionantes o trabajados (las subtramas de el pozo, los inicios de Bruce Wayne y de Bane en la película, la toma de Bane) que pierdan fuelle en la pantalla debido a que les falta algo de ritmo por momentos. Además, el guión se la juega en algunos tramos pudiendo defraudar en algunos de sus giros (hay uno que sobra, la verdad). Eso sí, sin llegar a la altura de los estándares de las anteriores, este episodio final del Batman más fiel y real logra ser un conector conclusivo más que cumplidor y logra entregar emociones fuertes y gran interés (pese a todo) por saber el final de su historia. Un final que sí que convence y que es un punto final perfecto y coherente con aquella conversación en el avión de Batman Begins entre Alfred y Bruce. Ah, sí, aquí me faltó mucho más Alfred. Otra falla importante de la película.