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6,3
12.533
9
18 de diciembre de 2017
18 de diciembre de 2017
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada permanece. Poco importa lo memorable de tus acciones, que estas sean recordadas por millones de personas, que aparezcas en los libros de historia. Llegará un momento, en cientos, miles, millones de años, en que nuestro mundo desaparezca, y con él todo recuerdo de nuestra existencia. Esto es lo que nos recuerda uno de los personajes accesorios de esta inclasificable A ghost story. Pero, ¿y si pudiera haber algo que transcendiera los límites del tiempo? Esto justo es lo que nos presenta el realizador David Lowery en este poético filme donde las palabras casi no tienen cabida.
El título no engaña, esta es la historia de un fantasma, uno de esos típicos de sábana blanca y dos agujeros para los ojos. El de un hombre, interpretado por Cassey Affleck, incapaz de pasar al siguiente plano de existencia tras su muerte. Un fantasma que se niega a abandonar a su pareja (Rooney Mara) y que permanece obstinadamente unido a la casa que compartían.
Esta obsesión tan humana de dejar una impronta, de ser recordado, de no perderse en la memoria de los otros es uno de los ejes de esta producción, pero también la pérdida, la soledad y el dolor.
Y todo ello prácticamente sin palabras, con esa presencia hipnótica, poderosa y perturbadora de ese fantasma de sábana blanca. Una figura de la que no es posible apartar la mirada, que se erige en protagonista absoluto de cada una de las escenas, y que asiste, terco y mudo, y representa el sufrimiento de la pérdida de un ser amado, de una relación que no era tan perfecta como podría haber sido. La práctica ausencia de diálogos acentúa además la soledad y la frustración por no poder comunicarse y ayudar a esa otra persona.
Un filme que requiere de un espectador que disfrute más allá de unos efectos especiales inexistentes y que sea capaz de ver más allá de una simple tela blanca.
A ghost story es una propuesta arriesgada y profundamente distinta a cualquier tipo de cine convencional, que cuenta con una puesta en escena llena de poesía y fuerza. Y, aunque no sea una producción para todos los públicos, no puedo dejar de recomendarla para aquellos que busquen algo más en una película.
Lo mejor:que todavía queden productores valientes que se arriesguen a apostar su dinero a la historia de un fantasma de sábana blanca sin prácticamente diálogos.
Lo peor:el filme tarda un poco en encontrar su ritmo.
http://www.bollacos.com/a-ghost-story-la-inmensidad-del-tiempo/
El título no engaña, esta es la historia de un fantasma, uno de esos típicos de sábana blanca y dos agujeros para los ojos. El de un hombre, interpretado por Cassey Affleck, incapaz de pasar al siguiente plano de existencia tras su muerte. Un fantasma que se niega a abandonar a su pareja (Rooney Mara) y que permanece obstinadamente unido a la casa que compartían.
Esta obsesión tan humana de dejar una impronta, de ser recordado, de no perderse en la memoria de los otros es uno de los ejes de esta producción, pero también la pérdida, la soledad y el dolor.
Y todo ello prácticamente sin palabras, con esa presencia hipnótica, poderosa y perturbadora de ese fantasma de sábana blanca. Una figura de la que no es posible apartar la mirada, que se erige en protagonista absoluto de cada una de las escenas, y que asiste, terco y mudo, y representa el sufrimiento de la pérdida de un ser amado, de una relación que no era tan perfecta como podría haber sido. La práctica ausencia de diálogos acentúa además la soledad y la frustración por no poder comunicarse y ayudar a esa otra persona.
Un filme que requiere de un espectador que disfrute más allá de unos efectos especiales inexistentes y que sea capaz de ver más allá de una simple tela blanca.
A ghost story es una propuesta arriesgada y profundamente distinta a cualquier tipo de cine convencional, que cuenta con una puesta en escena llena de poesía y fuerza. Y, aunque no sea una producción para todos los públicos, no puedo dejar de recomendarla para aquellos que busquen algo más en una película.
Lo mejor:que todavía queden productores valientes que se arriesguen a apostar su dinero a la historia de un fantasma de sábana blanca sin prácticamente diálogos.
Lo peor:el filme tarda un poco en encontrar su ritmo.
http://www.bollacos.com/a-ghost-story-la-inmensidad-del-tiempo/

7,3
65.087
8
29 de diciembre de 2013
29 de diciembre de 2013
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre se despierta, desorientado, en un cuarto poblado de sombras; al tratar de incorporarse, se escucha el sonido de cadenas entrechocando, cadenas que rodean sus muñecas, sus tobillos y le mantienen encadenado a la pared. Este hombre es Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor, Hijos de los hombres), un negro libre y respetado por su comunidad, con un talento especial para la música, que toca con su violín, y que ha sido engañado, secuestrado y entregado a los esclavistas del sur de Estados Unidos. Así comienza la peripecia de Northup en 12 años de esclavitud, la nueva producción del británico Steve McQueen (Shame), un director fascinante, con una mirada fría y acerada pero visualmente portentosa.
Northup pasará así a ser propiedad de un terrateniente, en principio benévolo, interpretado por el ubicuo Benedict Cumberbatch (Star Trek: en la oscuridad). Una profunda enemistad con el capataz de la plantación, Paul Dano (Prisioneros), provocará su venta al temido Edwin Epps, encarnado de manera perfecta por Michael Fassbender (Prometheus), un hombre cruel que encarna todas las injusticias, abusos y barbaridades cometidas contra los esclavos en EEUU.
Además de por una historia increíble, pero basada en hechos reales, 12 años de esclavitud destaca por su brillante puesta en escena, con unas imagenes radiantes y tan bellas como poderosas y sugerentes. McQueen hace gala de un magnífico virtuosismo visual, patente en planos casi fotográficos, en la ubicación de su cámara, en el reflejo del horror y en la captura del alma de sus personajes.
Destaca también la importancia de los sonidos, que envuelven cada una de las escenas, en las que McQueen y una estupenda fotografía nos sumergen en los sofocantes veranos del sur de Estados Unidos, unas tierras surcadas por pantanos, y bañadas por una luz exuberante y los cálidos tonos de amaneceres y atardeceres.
En una entrevista concedida a Metropoli, McQueen afirmaba la importancia de la mirada de sus personajes: “Hablé mucho con Chiwetel sobre lo importante que eran los ojos para mí aquí. A través de ellos, quería contar lo que le pasa a Solomon. Unos ojos revelan mucho más que una voz en off”, algo que puso magníficamente de manifiesto en su celebrado anterior trabajo, Shame, donde Fassbender mostraba, simplemente con su mirada y su rostro, toda una inmensidad de emociones y de historias no contadas, pero sobradamente entendidas gracias a la magnitud de su talento.
Pero Chiwetel Ejiofor, aunque realiza un buen papel, no es Fassbender, y no posee el talento extraordinario necesario para encarnar la visión de McQueen sobre este personaje; Ejiofor carece de la fuerza y el carisma de llenar la pantalla con su mera presencia, y de la capacidad de expresar con una simple mirada toda la frustración, impotencia e inmenso sufrimiento de un hombre al que se priva de su libertad, su familia y hasta su identidad.
Su protagonista es, de hecho, la única, pero importante, desventaja de este interesante largometraje, donde destaca el talento de dos geniales complices: el director Steve McQueen y su actor fetiche, Michael Fassbender. Ambos realizan un trabajo apabullante, intenso y al alcance sólo de aquellos artistas bendecidos con un inmenso talento.
Lo mejor: las imágenes, los sonidos, la música; el talento apabullante de un gran director, Steve McQueen, y un gran actor, Michael Fassbender; la interpretación de todos los personajes secundarios, de auténtico lujo (Paul Giamatti, Benedict Cumberbatch, Paul Dano, Lupita Nyong’o, Sarah Paulson, Alfre Woodard).
Lo peor: aunque Chiwetel Ejiofor hace un buen papel, carece de la capacidad de involucrar sentimentalmente al espectador en su terrible historia.
http://www.bollacos.com/12-anos-de-esclavitud-sobrevivir/
Northup pasará así a ser propiedad de un terrateniente, en principio benévolo, interpretado por el ubicuo Benedict Cumberbatch (Star Trek: en la oscuridad). Una profunda enemistad con el capataz de la plantación, Paul Dano (Prisioneros), provocará su venta al temido Edwin Epps, encarnado de manera perfecta por Michael Fassbender (Prometheus), un hombre cruel que encarna todas las injusticias, abusos y barbaridades cometidas contra los esclavos en EEUU.
Además de por una historia increíble, pero basada en hechos reales, 12 años de esclavitud destaca por su brillante puesta en escena, con unas imagenes radiantes y tan bellas como poderosas y sugerentes. McQueen hace gala de un magnífico virtuosismo visual, patente en planos casi fotográficos, en la ubicación de su cámara, en el reflejo del horror y en la captura del alma de sus personajes.
Destaca también la importancia de los sonidos, que envuelven cada una de las escenas, en las que McQueen y una estupenda fotografía nos sumergen en los sofocantes veranos del sur de Estados Unidos, unas tierras surcadas por pantanos, y bañadas por una luz exuberante y los cálidos tonos de amaneceres y atardeceres.
En una entrevista concedida a Metropoli, McQueen afirmaba la importancia de la mirada de sus personajes: “Hablé mucho con Chiwetel sobre lo importante que eran los ojos para mí aquí. A través de ellos, quería contar lo que le pasa a Solomon. Unos ojos revelan mucho más que una voz en off”, algo que puso magníficamente de manifiesto en su celebrado anterior trabajo, Shame, donde Fassbender mostraba, simplemente con su mirada y su rostro, toda una inmensidad de emociones y de historias no contadas, pero sobradamente entendidas gracias a la magnitud de su talento.
Pero Chiwetel Ejiofor, aunque realiza un buen papel, no es Fassbender, y no posee el talento extraordinario necesario para encarnar la visión de McQueen sobre este personaje; Ejiofor carece de la fuerza y el carisma de llenar la pantalla con su mera presencia, y de la capacidad de expresar con una simple mirada toda la frustración, impotencia e inmenso sufrimiento de un hombre al que se priva de su libertad, su familia y hasta su identidad.
Su protagonista es, de hecho, la única, pero importante, desventaja de este interesante largometraje, donde destaca el talento de dos geniales complices: el director Steve McQueen y su actor fetiche, Michael Fassbender. Ambos realizan un trabajo apabullante, intenso y al alcance sólo de aquellos artistas bendecidos con un inmenso talento.
Lo mejor: las imágenes, los sonidos, la música; el talento apabullante de un gran director, Steve McQueen, y un gran actor, Michael Fassbender; la interpretación de todos los personajes secundarios, de auténtico lujo (Paul Giamatti, Benedict Cumberbatch, Paul Dano, Lupita Nyong’o, Sarah Paulson, Alfre Woodard).
Lo peor: aunque Chiwetel Ejiofor hace un buen papel, carece de la capacidad de involucrar sentimentalmente al espectador en su terrible historia.
http://www.bollacos.com/12-anos-de-esclavitud-sobrevivir/

7,6
18.021
8
29 de diciembre de 2016
29 de diciembre de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una producción dividida en tres partes, que solo encontrarán sentido cuando se visualicen en su totalidad. Un ingenioso y perverso juego de muñecas rusas, donde nada es lo que parece y las verdaderas intenciones van saliendo a la superficie poco a poco. Así es La doncella, del coreano Park Chan-Wook, quien invita al espectador al mismo turbio y sexual engaño que se despliega en la pantalla.
La inglaterra victoriana de la novela Fingersmith de Sarah Waters se traslada aquí a la era colonial de 1930 en Corea. En el interior de una peculiar mansión se encierran los 4 personajes principales: un sádico y despreciable adicto (Kouzuki, interpretado por Cho Jin-Woong), un sinvergüenza (Ha Jung-Woo) que se hace pasar por Conde para hacerse con las riquezas de una joven (Hideko, interpretada por Kim Min-Hee), con la ayuda de una ladrona que se hará pasar por su doncella (la debutante Kim Tae-Ri como Sookee).
Como si de un laberinto se tratase, el Conde, Hideko y Sookee van desplegando sus estratagemas en un astuto y taimado tablero con una meta incierta, mientras la pasión y el deseo devoran a sus personajes en una carnalidad explícita.
El hambre se apoderá así de los cuerpos, en una maraña de sensualidad, deseo y dominación. El sexo no es solo pasión sino libertad, dentro de un puzzle de erotismo, choque de voluntades y ambición. Porque así es la esencia del cine de Park Chan-Wook, un mago que solo muestra sus cartas cuando ya has caído sin remedio en su ardid final.
Hay que destacar las generosas interpretaciones de sus protagonistas femeninas, así como una maravillosa fotografía, en una cinta donde la dirección de producción y artística se han mimado especialmente.
Sin duda las propuestas del realizador coreano no son para todos los públicos, pero el mundo del arte, del cinematográfico en especial, sería mucho más gris y sinsentido sin creaciones como Oldboy, Stoker o esta singular La doncella.
Lo mejor: la capacidad de Park Chan-Wook de absorbernos a su propio universo.
Lo peor: la larga duración de la cinta (144 minutos) puede lastrar un poco la parte final.
http://www.bollacos.com/la-doncella-munecas-rusas/
La inglaterra victoriana de la novela Fingersmith de Sarah Waters se traslada aquí a la era colonial de 1930 en Corea. En el interior de una peculiar mansión se encierran los 4 personajes principales: un sádico y despreciable adicto (Kouzuki, interpretado por Cho Jin-Woong), un sinvergüenza (Ha Jung-Woo) que se hace pasar por Conde para hacerse con las riquezas de una joven (Hideko, interpretada por Kim Min-Hee), con la ayuda de una ladrona que se hará pasar por su doncella (la debutante Kim Tae-Ri como Sookee).
Como si de un laberinto se tratase, el Conde, Hideko y Sookee van desplegando sus estratagemas en un astuto y taimado tablero con una meta incierta, mientras la pasión y el deseo devoran a sus personajes en una carnalidad explícita.
El hambre se apoderá así de los cuerpos, en una maraña de sensualidad, deseo y dominación. El sexo no es solo pasión sino libertad, dentro de un puzzle de erotismo, choque de voluntades y ambición. Porque así es la esencia del cine de Park Chan-Wook, un mago que solo muestra sus cartas cuando ya has caído sin remedio en su ardid final.
Hay que destacar las generosas interpretaciones de sus protagonistas femeninas, así como una maravillosa fotografía, en una cinta donde la dirección de producción y artística se han mimado especialmente.
Sin duda las propuestas del realizador coreano no son para todos los públicos, pero el mundo del arte, del cinematográfico en especial, sería mucho más gris y sinsentido sin creaciones como Oldboy, Stoker o esta singular La doncella.
Lo mejor: la capacidad de Park Chan-Wook de absorbernos a su propio universo.
Lo peor: la larga duración de la cinta (144 minutos) puede lastrar un poco la parte final.
http://www.bollacos.com/la-doncella-munecas-rusas/

5,8
2.245
7
29 de diciembre de 2016
29 de diciembre de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para cualquier aficionado al teatro, Miguel del Arco no necesita presentación. Para los no tan aficionados a las tablas, baste decir que el señor del Arco despierta pasiones por igual tanto en crítica como público, por su valentía, casi osadía, originalidad e inmenso talento. De su genial visión han salido algunas de las obras más celebradas en los últimos años, y si, como desde aquí te recomiendo, quieres asistir a alguna de sus funciones, más vale que te des prisa, porque las entradas tienden a agotarse.
Y así, el primer filme de la Pasada Seminci fue este Las furias, el debut como realizador del señor del Arco. Un interesantísimo e intenso drama, sobre las relaciones de una familia con muchísimos problemas que irán desvelándose a lo largo del metraje. Todos los miembros de esta peculiar familia terminarán enfrentándose unos a otros por viejas rencillas, mientras varios secretos van saliendo a la luz.
En un drama de personajes tan marcado es imprescindible contar con intérpretes de primera línea. Y eso es lo que ha hecho del Arco, rodeándose de algunos de sus colaboradores habituales y de grandes figuras del cine. Es maravilloso asistir a esa clase de interpretación que siempre nos ofrece José Sacristán, incluso sin apenas diálogos, al encarnar a un enfermo de Alzheimer que solo recuerda su pasado como actor teatral; o a la de Mercedes Sampietro, como una psicóloga que nunca ha sabido relacionarse con sus hijos y a los que no sabe enfrentarse; y a la de una inmensa Carmen Machi, como una mujer cargada de traumas e ira, que está a punto de perder todo lo que ama; o a la solidez de Gonzalo de Castro (queremos verle más en el cine) y a la naturalidad aplastante de Bárbara Lennie, con un logrado acento argentino.
La trama va evolucionando, creciendo según conocemos todos los problemas familiares de unos seres en su mayor parte infelices. La tensión aumenta según se revelan los secretos de los personajes, acabando en enfrentamientos hasta físicos, hasta encontrar la redención final. También hay que destacar que, pese a la larga duración del filme (un poco más de 2 horas), ésta no se acusa, gracias a la tensión emocional de la historia.
El único pero que puedo ponerle a esta producción es que algunos recursos simbólicos, más propios del teatro, no terminan de funcionar aquí como debieran. Por ello, quizás la parte más onírica de la película sea también la más endeble.
Lo mejor: constatar el talento de Miguel del Arco también en el séptimo arte, y las interpretaciones de la mayoría de los actores.
Lo peor: Macarena Sanz en su papel de María.
http://www.bollacos.com/las-furias-tragedia-griega/
Y así, el primer filme de la Pasada Seminci fue este Las furias, el debut como realizador del señor del Arco. Un interesantísimo e intenso drama, sobre las relaciones de una familia con muchísimos problemas que irán desvelándose a lo largo del metraje. Todos los miembros de esta peculiar familia terminarán enfrentándose unos a otros por viejas rencillas, mientras varios secretos van saliendo a la luz.
En un drama de personajes tan marcado es imprescindible contar con intérpretes de primera línea. Y eso es lo que ha hecho del Arco, rodeándose de algunos de sus colaboradores habituales y de grandes figuras del cine. Es maravilloso asistir a esa clase de interpretación que siempre nos ofrece José Sacristán, incluso sin apenas diálogos, al encarnar a un enfermo de Alzheimer que solo recuerda su pasado como actor teatral; o a la de Mercedes Sampietro, como una psicóloga que nunca ha sabido relacionarse con sus hijos y a los que no sabe enfrentarse; y a la de una inmensa Carmen Machi, como una mujer cargada de traumas e ira, que está a punto de perder todo lo que ama; o a la solidez de Gonzalo de Castro (queremos verle más en el cine) y a la naturalidad aplastante de Bárbara Lennie, con un logrado acento argentino.
La trama va evolucionando, creciendo según conocemos todos los problemas familiares de unos seres en su mayor parte infelices. La tensión aumenta según se revelan los secretos de los personajes, acabando en enfrentamientos hasta físicos, hasta encontrar la redención final. También hay que destacar que, pese a la larga duración del filme (un poco más de 2 horas), ésta no se acusa, gracias a la tensión emocional de la historia.
El único pero que puedo ponerle a esta producción es que algunos recursos simbólicos, más propios del teatro, no terminan de funcionar aquí como debieran. Por ello, quizás la parte más onírica de la película sea también la más endeble.
Lo mejor: constatar el talento de Miguel del Arco también en el séptimo arte, y las interpretaciones de la mayoría de los actores.
Lo peor: Macarena Sanz en su papel de María.
http://www.bollacos.com/las-furias-tragedia-griega/

6,4
16.576
4
19 de febrero de 2017
19 de febrero de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Silencio. El silencio al que se enfrenta necesariamente cualquier creyente ante su dios, ante la falta de respuesta en momentos de necesidad y que hace tambalear sus convicciones.
Martin Scorsese admite que la religión es un tema fundamental en su vida, debido principalmente a su educación. Y en esta Silencio el realizador vuelca todas sus preocupaciones, en un exhaustivo análisis de la fe.
Para ello, ha versionado la novela histórica de Shusaku Endo, sobre la persecución religiosa que sufrieron los cristianos en el Japón del sXVII. Tras la desaparición del padre Ferreira (Liam Neeson) y los alarmantes rumores de su apostasía, dos sacerdotes (Andrew Garfield y Adam Driver) parten hacía el imperio del sol naciente en búsqueda de su antiguo mentor.
En un país donde procesar la religión cristiana significaba enfrentarse a la tortura y una cruel muerte, las convicciones de los jóvenes religiosos se verán puestas a prueba.
Especialmente en el caso del padre Rodrigues, que debe enfrentarse a una crisis de fe, al aparecer las dudas y tantas preguntas sin respuesta: ¿es su fe lo suficientemente fuerte para aceptar la posibilidad de una horrible muerte? ¿De verdad puede considerarse un hombre de dios, si se compara con los aldeanos dispuestos a sacrificar su vida sin renegar de sus creencias? ¿Vela su dios por él en medio de la enloquecida persecución a la que debe enfrentarse?
Este estudio sobre lo que significa e implica la fe está realizado con una excelente producción, como no podía ser de otra manera, donde destaca especialmente la fotografía. Sin embargo, a pesar de que este filme ha recibido grandes críticas, que la han comparado con una obra maestra, lo cierto es que resulta lenta y hasta aburrida; a lo que no ayuda además su larga duración.
Quizás sea que soy lo opuesto a una persona creyente, y que las tribulaciones de los jóvenes sacerdotes no consiguen involucrarme en su agonía espiritual. O simplemente es que como espectador se está a la espera constante de que algo ocurra, de que el ritmo narrativo se vuelva más dinámico, de que Andrew Garfield consiga meternos en su piel o de que el protagonismo recaiga en un actor con mucho más carisma y personalidad como Neeson.
Pero lo cierto es que nada de esto ocurre, y pese a que nadie a estas alturas le va a discutir el estado de gran director a Scorsese, no creo que esta Silencio sea una de sus mejores películas, por no decir directamente que no es una buena película, pese a lo impecable de la producción.
Lo mejor: la fotografía.
Lo peor: que no logra involucrar al espectador en la crisis espiritual de sus protagonistas.
http://www.bollacos.com/silencio-cuestion-de-fe/
Martin Scorsese admite que la religión es un tema fundamental en su vida, debido principalmente a su educación. Y en esta Silencio el realizador vuelca todas sus preocupaciones, en un exhaustivo análisis de la fe.
Para ello, ha versionado la novela histórica de Shusaku Endo, sobre la persecución religiosa que sufrieron los cristianos en el Japón del sXVII. Tras la desaparición del padre Ferreira (Liam Neeson) y los alarmantes rumores de su apostasía, dos sacerdotes (Andrew Garfield y Adam Driver) parten hacía el imperio del sol naciente en búsqueda de su antiguo mentor.
En un país donde procesar la religión cristiana significaba enfrentarse a la tortura y una cruel muerte, las convicciones de los jóvenes religiosos se verán puestas a prueba.
Especialmente en el caso del padre Rodrigues, que debe enfrentarse a una crisis de fe, al aparecer las dudas y tantas preguntas sin respuesta: ¿es su fe lo suficientemente fuerte para aceptar la posibilidad de una horrible muerte? ¿De verdad puede considerarse un hombre de dios, si se compara con los aldeanos dispuestos a sacrificar su vida sin renegar de sus creencias? ¿Vela su dios por él en medio de la enloquecida persecución a la que debe enfrentarse?
Este estudio sobre lo que significa e implica la fe está realizado con una excelente producción, como no podía ser de otra manera, donde destaca especialmente la fotografía. Sin embargo, a pesar de que este filme ha recibido grandes críticas, que la han comparado con una obra maestra, lo cierto es que resulta lenta y hasta aburrida; a lo que no ayuda además su larga duración.
Quizás sea que soy lo opuesto a una persona creyente, y que las tribulaciones de los jóvenes sacerdotes no consiguen involucrarme en su agonía espiritual. O simplemente es que como espectador se está a la espera constante de que algo ocurra, de que el ritmo narrativo se vuelva más dinámico, de que Andrew Garfield consiga meternos en su piel o de que el protagonismo recaiga en un actor con mucho más carisma y personalidad como Neeson.
Pero lo cierto es que nada de esto ocurre, y pese a que nadie a estas alturas le va a discutir el estado de gran director a Scorsese, no creo que esta Silencio sea una de sus mejores películas, por no decir directamente que no es una buena película, pese a lo impecable de la producción.
Lo mejor: la fotografía.
Lo peor: que no logra involucrar al espectador en la crisis espiritual de sus protagonistas.
http://www.bollacos.com/silencio-cuestion-de-fe/
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