Secuela muy, muy mala. Aburre en todos los aspectos. Poco más que decir.

Smokin´Aces se me antojó una travesura mala que para mi gusto llega a la idiotez en mayúsculas. A falta de ritmo y diálogos en cada secuencia tampoco se ayuda mucho del virtuosismo técnico, con lo cual, la película hace aguas por todos lados y deja bastante que desear propinando un producto mediocre.
Lo mejor: Un niñato que hace de karateka que me hizo reír.
Lo peor: Emular a Tarantino no es tarea sencilla y fracasa; la violencia es gratuita y de mal gusto; me estoy cansando un poco de los cameos de Ben Affleck que sirven para promocionar estupideces de este calibre.
Puntuación: 2

¿Qué somos? ¿Hasta dónde somos capaces de llegar?
Ni idea. ¿O sí? Allá cada cual y su conciencia.
Woody Allen nos habla de todo eso y más en una historia sumamente entretenida (¡qué fáciles la primera hora de película... pero que espesos esos 20 minutos antes de la explosión final).
Los principales están muy, pero que muy bien.
El enlace del guión, las imágenes y la música no tiene desperdicio.
¿Acaso Allen ya de por sí no es suficiente reclamo?

Burton no debe ser de este mundo. No me cabe duda. Nunca un ser tan sombrío y tétrico ha tenido la facilidad (o virtud) de despertar emociones a raudales. Pero lo consigue, una vez más, a modo de un maravilloso cuento gris. Su don, como digo, sacar, en apenas hora y media, de nuestros corazones la ansiada magia, los sentimientos más puros, el volver a ser niños... Y eso no tiene precio.
El film es una golosina exquisita que se te deshace en la boca mientras tu corazón, sinfónico y lelo, toca los ritmos del Sr. Elfman a modo de un piano que acaba por desgarrarte hasta las lágrimas. (¡Qué Dios los una para siempre!)
A los ojos es maravillosa, pura, bella.
Si debo ponerle un pero (por ponerlo) decir que el film acaba de una manera un poco súbita y forzada cuando todos (y digo todos) en la retina deseábamos un poquito más.

Película discreta en manos equivocadas. En este universo sólo puede actualmente reinar Burton, el resto son meros principiantes que patinan y se caen por su propio peso. Nosotros lo hubiéramos agradecido. Fue una pena.
Damon y Heath Ledger no dicen ni fú ni fá, aunque se agradece que lo hayan intentado pese a que su interacción y química es penosa. El guión, por su parte, da vueltas y más vueltas buscando algo que no encuentra. Y la Mónica de mis sueños vuelve con un papel facilón y previsible, que dura poco más de cinco minutos, pero que queda genial como reclamo en el cartel del film.
Para tardes en las que no te funcione ni la luz ni el móvil.