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10
23 de febrero de 2024
23 de febrero de 2024
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“Lilja 4-ever” no es una película de Hollywood y, en consecuencia, no es una agradable fantasía para evadirse. Por el contrario, es una película dura y fría que examina realidades terribles sin edulcorar nada, sin memeces, sin adornos. Muestra el lado más negro, no solamente de la Rusia post-soviética, sino también de la Europa más acomodada y consumista que, tras una aparente benevolencia, oculta una podredumbre moral inimaginable.
Es muy difícil hacer una película sobre prostitución, pobreza y esclavitud sexual sin caer en los excesos propios de un telefilme, sin recurrir a ñoñerías y a sentimentalismos baratos, pero esta película lo consigue y con creces. No solo eso, sino que además no es morbosa: muestra poco, pero te sacude el alma y la hace añicos.
Film basado en hechos reales, concretamente, en la vida de Danguole Rasalaite, una chica repudiada por su madre, violada y maltratada. En consecuencia, el director se esfuerza por transmitir el máximo realismo posible con su película, hasta el punto de que, por momentos, parece incluso un documental, construyendo así una especie de pesadilla hiperrealista que transcurre en el seno de la sociedad moderna.
Todo el film constituye una crítica demoledora a la Europa occidental y al falso paraíso capitalista que ésta promete y que seduce a tantas personas vulnerables como Lilya, un sistema destructor de sueños, esperanzas y vidas en el que todo se puede comprar y vender, hasta el cuerpo y alma de una persona, como si ésta no fuera más que una muñeca de carne destinada a satisfacer los deseos más oscuros de hombres hambrientos de poder y sexo.
Pero no todo es negro. También es una película hermosa, a su manera, porque en esta historia también hay espacio para el relato de una gran amistad, lo único que aporta algo de luz y esperanza a las vidas de Lilya y Volodya, marcadas por la tragedia.
Una película horripilante y maravillosa. A día de hoy, la película que más me ha impactado, y también, la que más me ha enseñado. Pasan los años y, pese a que jamás he sido capaz de verla una segunda vez, aún no he podido quitármela de la cabeza, ni creo que pueda hacerlo nunca.
Es muy difícil hacer una película sobre prostitución, pobreza y esclavitud sexual sin caer en los excesos propios de un telefilme, sin recurrir a ñoñerías y a sentimentalismos baratos, pero esta película lo consigue y con creces. No solo eso, sino que además no es morbosa: muestra poco, pero te sacude el alma y la hace añicos.
Film basado en hechos reales, concretamente, en la vida de Danguole Rasalaite, una chica repudiada por su madre, violada y maltratada. En consecuencia, el director se esfuerza por transmitir el máximo realismo posible con su película, hasta el punto de que, por momentos, parece incluso un documental, construyendo así una especie de pesadilla hiperrealista que transcurre en el seno de la sociedad moderna.
Todo el film constituye una crítica demoledora a la Europa occidental y al falso paraíso capitalista que ésta promete y que seduce a tantas personas vulnerables como Lilya, un sistema destructor de sueños, esperanzas y vidas en el que todo se puede comprar y vender, hasta el cuerpo y alma de una persona, como si ésta no fuera más que una muñeca de carne destinada a satisfacer los deseos más oscuros de hombres hambrientos de poder y sexo.
Pero no todo es negro. También es una película hermosa, a su manera, porque en esta historia también hay espacio para el relato de una gran amistad, lo único que aporta algo de luz y esperanza a las vidas de Lilya y Volodya, marcadas por la tragedia.
Una película horripilante y maravillosa. A día de hoy, la película que más me ha impactado, y también, la que más me ha enseñado. Pasan los años y, pese a que jamás he sido capaz de verla una segunda vez, aún no he podido quitármela de la cabeza, ni creo que pueda hacerlo nunca.

6,8
11.156
10
26 de julio de 2024
26 de julio de 2024
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría aducir miles de razones por las que adoro esta película y por las cuales me parece una obra maravillosa, especial y única, pero está crítica sería demasiado larga.
Empezaré por comentar que, como esta película se basa (sorprendentemente) en una historia real, parte con cierta ventaja: la historia de amor entre las protagonistas parece creíble y real porque lo fue y, como tal, resulta imposible no encariñarse e identificarse con los personajes. Personajes que, además, son tremendamente grises y ambiguos, como las personas reales en las que se basan.
Por otra parte, las dos interpretaciones principales están, como mínimo, entre las mejores del cine de los 90, un logro impresionante sobre todo si tenemos en cuenta que Winslet y Lynskey ni siquiera eran actrices profesionales por aquel entonces.
Su mezcla de géneros me resulta asimismo verdaderamente fascinante y única: romance, fantasía, comedia, thriller, drama…todo ello contribuye a construir una obra bizarra y onírica en la que se confunden la fantasía y la realidad, al igual que se confundían en la mente de las dos adolescentes trastornadas.
Pero nada de lo anterior constituye la mayor virtud del film, sino que lo más destacable es, de lejos, que pese a contar una historia trágica y terrible, logra distanciarse de todo maniqueísmo. Es decir, se humaniza a las asesinas, pero jamás se las justifica; son personas, no monstruos, pese a lo monstruoso de su crimen. Y es por eso mismo por lo que la cantidad de sentimientos encontrados que uno siente al ver esta película es apabullante: la historia del asesinato horroriza pero, al mismo tiempo, es imposible no conmoverse ante el gran amor que fue su causa, un amor incondicional, puro, demasiado bonito para un mundo como éste.
La película no muestra lo que ocurrió con las dos chicas tras el asesinato, el posterior enjuiciamiento ni tampoco el terrible juicio mediático al que se las sometió. Ni falta que hace: la escena final ya dice todo lo que necesitamos saber y, además, el crimen no es en realidad el foco de la historia, sino que lo es la peculiar relación entre las asesinas.
Cabe detenerse a analizar esa escena final un poco más. ¡Qué escena! Poética, desoladora, brutal, de ésas que se quedan clavadas en la memoria. Al verla, me resulta imposible saber qué es más intenso: el dolor de las asesinas, o el de la víctima de éstas.
Impresionante.
Empezaré por comentar que, como esta película se basa (sorprendentemente) en una historia real, parte con cierta ventaja: la historia de amor entre las protagonistas parece creíble y real porque lo fue y, como tal, resulta imposible no encariñarse e identificarse con los personajes. Personajes que, además, son tremendamente grises y ambiguos, como las personas reales en las que se basan.
Por otra parte, las dos interpretaciones principales están, como mínimo, entre las mejores del cine de los 90, un logro impresionante sobre todo si tenemos en cuenta que Winslet y Lynskey ni siquiera eran actrices profesionales por aquel entonces.
Su mezcla de géneros me resulta asimismo verdaderamente fascinante y única: romance, fantasía, comedia, thriller, drama…todo ello contribuye a construir una obra bizarra y onírica en la que se confunden la fantasía y la realidad, al igual que se confundían en la mente de las dos adolescentes trastornadas.
Pero nada de lo anterior constituye la mayor virtud del film, sino que lo más destacable es, de lejos, que pese a contar una historia trágica y terrible, logra distanciarse de todo maniqueísmo. Es decir, se humaniza a las asesinas, pero jamás se las justifica; son personas, no monstruos, pese a lo monstruoso de su crimen. Y es por eso mismo por lo que la cantidad de sentimientos encontrados que uno siente al ver esta película es apabullante: la historia del asesinato horroriza pero, al mismo tiempo, es imposible no conmoverse ante el gran amor que fue su causa, un amor incondicional, puro, demasiado bonito para un mundo como éste.
La película no muestra lo que ocurrió con las dos chicas tras el asesinato, el posterior enjuiciamiento ni tampoco el terrible juicio mediático al que se las sometió. Ni falta que hace: la escena final ya dice todo lo que necesitamos saber y, además, el crimen no es en realidad el foco de la historia, sino que lo es la peculiar relación entre las asesinas.
Cabe detenerse a analizar esa escena final un poco más. ¡Qué escena! Poética, desoladora, brutal, de ésas que se quedan clavadas en la memoria. Al verla, me resulta imposible saber qué es más intenso: el dolor de las asesinas, o el de la víctima de éstas.
Impresionante.
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