Interesante a priori la idea de llevar a la gran pantalla un libro ya clásico con muy pocas palabras y surrealistas ilustraciones, dando como resultado un acercamiento al mundo interior de un niño tal como este lo ve y no desde el punto de vista adulto, como ha sido la tónica hasta ahora y, especialmente, en el cine anglosajón.

Sugerentes imágenes las de ese lugar salvaje que, sin embargo, no hacen (al menos a mí, claro está) que uno emprenda la aventura junto al niño con todas las consecuencias. Y lo cierto es que no estoy seguro de la razón de ello, aunque me inclino a pensar que el acierto de la obra original es el fallo de la película: encajan mejor las imágenes que la narración durante hora y media de la experiencia. Es más, me siguen pareciendo más potentes las imágenes sueltas de la película (o el trailer) que la película en sí, en la que a fuerza de crear diálogos continuos a caballo entre sentimientos adultos y temas infantiles para los extraños monstruos el espectador no acierta a clasificarlos.

De cualquier modo, la sensación final, más experimentada inconscientemente que analizada, es la de que la película se hace larga, a pesar de su escasa hora y media de metraje. Uno tiene que recordar constantemente el asombro inicial de este acercamiento a la infancia para olvidar el hecho de que lleva bastante tiempo asistiendo a lo mismo una y otra vez: discusiones, rencores y frustraciones de varios monstruos y un niño por motivos nimios.

Buen inicio y buen final; me sobra buena parte de lo restante.