Muy buena peli.
Muy buena la historia la que se cuenta.
Muy bien contada por la directora -e intérprete- de una orquesta que suena armónica, afinada, al buen ritmo de los consustanciados ejecutantes, de una conmovedora partitura de 87 minutos.
87 minutos de un sentido concierto, que desnuda padeceres, disfrutes, peleas, encuentros, diferencias, amores, de una familia.
La inmediata -madre e hijo-; y la mediata -abuela, madre, tía, hermana.
Dolores Fonzi, Santiago Rovito. Carla Peterson, Rita Cortese, cada uno de ellos interpretes perfectos de cada tramo de la afinada pieza.
Y el tono acertado del conjunto lo marca la directora-intérprete Dolores Fonzi.
Dirige y actúa en idéntico ritmo: fluye la actuación-música-imagen integrada, de forma natural, sincera, graciosa y muy emotiva.
Discurre en un “andante moderato” que mantiene el interés siempre; con instantes de “allegro vivace”, rockeros y movidos.
Otros “moderato espressivos” necesarios en la trama, como ese de madre e hijo sincerándose bajo un toldo, protegidos de la lluvia y la interperie.
O el sonar repetido (se traba la cinta en el reproductor del auto) “andante moderato”, que instala una road movie sorpresiva, acompañada en todo el tramo por una original grabación: Velvet Underground & Nico, desde 1967 no sonaban así integrados a la secuencia, al paisaje, al momento.
“Allegro vivace intense” para un final a toda orquesta: Maria, el hit de Debbie Harry suena fuerte dentro del auto, acompañando el plano difuso de despedida, que se aleja.
Se aleja pero persiste esa imagen de vínculos sincerados, de relaciones por fin conciliadas, de emociones ya expresadas, por las tres centrales protagonistas: hija-madre-hermana.
Artistas genuinas, de una auténtica expresión de arte.

Una comedia inteligente. Reflexión movilizante sobre la madurez en la vida de pareja, el síndrome del nido vacío, la distinción entre el cariño de la convivencia y el amor después de los cincuenta.
Impecable la actuación del consagrado Ricardo Darín y de Mercedes Morán.
Película argentina que suma prestigio, para un momento de gran altura del cine nacional (Mi Obra Maestra; La Quietud).

Entre esas 4 paredes ocurre todo, entre esas 4 paredes se dice todo. La segura condena pende como la espada de Damocles, sobre la cabeza de los 4 socios. Impecable el mediador, logra que aflore lo peor y mejor de cada uno.