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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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30 de julio de 2013 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por muy endebles que fueran los cimientos sobre los que se sustentaba la economía alemana durante los años veinte, no supuso un impedimento para que el director Fritz Lang abordara tres de las mayores producciones cinematográficas jamás realizadas hasta entonces. Al thriller megalómano "El Doctor Mabuse" (1922) le siguió la leyenda wagneriana "Los Nibelungos" (1923) y, a continuación, la utopía fantástica "Metrópolis".

Rodada en casi dieciocho meses, "Metrópolis" llevaría a la quiebra a los poderosos estudios Ufa de Alemania, aun antes de que la película, anunciada a bombo y platillo, se estrenara en junio de 1927. Aunque Lang fue a lo largo de toda su carrera un hombre de izquierdas, la que entonces era su mujer, Thea von Harbou, llegaría con el tiempo a alinearse estrechamente con el partido nazi. No obstante, el escenario social que ambos diseñaron para "Metrópolis" era lo bastante simplista como para satisfacerlos a ambos: una sociedad futura donde todo el boato tecnológico con que vive la clase dirigente se mantiene gracias a la existencia de una clase marginada, compuesta por trabajadores esclavizados, cuya revuelta estará a punto de conducir a la destrucción de la ciudad hasta que, finalmente, triunfe el amor. El momento culminante de la reconciliación sirve para garantizar la consecución de una mayor justicia social, a la vez que recalca la validez de la moraleja de la película: "El corazón debe mediar entre la mano y la mente".

La propia magnitud de la empresa hace que tanto la trama como los personajes queden relegados a un segundo plano y, hoy en día, es sobre todo el impresionante dominio de Lang sobre la arquitectura visual, la espléndida estilización de los escenarios y las monumentales escenas de masas, lo que sigue fascinando a los espectadores. La película, con su científico loco, su perverso robot femenino y su vibrante visión de la tecnología futura, habría de ejercer una influencia notable en el cine de ciencia-ficción que se realizaría con posterioridad, mientras que la respetuosa acogida que se le brindó en los Estados Unidos sería lo que, en última instancia, le abriría a Fritz Lang las puertas de Hollywood.

FUENTE: http://voodooshoock.blogspot.com
26 de julio de 2013 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considerado, junto a Charles Chaplin y Buster Keaton, como uno de los cómicos de la época del cine mudo más populares e ingeniosos, la reputación de Harold Lloyd como rey de la comedia temeraria se debe a su afición a realizar gags que ponían los pelos de punta y en los que, a menudo, s incluían escenas con rascacielos, donde la propia vida del actor corría peligro. "El hombre mosca" combina con destreza este tipo de emociones con una construcción del personaje principal que nada tiene que envidiar en materia de penetración psicológica a las creaciones de Chaplin. Quizá su escena más famosa sea la que nos muestra a este empleado gafudo colgando de las manecillas de un reloj por encima de las calles del centro de Los Ángeles. Aunque las tomas más largas se realizaron con un doble y parte de la fimación se completó desde una altura de tres o cuatro pisos -en lugar de los doce pisos de los que se habla en la película- al margen de la polémica sobre cuáles fueron los niveles de riesgo a los que tuvo que hacer frente Harold Lloyd, es indudable que es la estrella de la película quien pone en peligro su vida para conseguir entretener al público.

La idea del film se le ocurrió a Harold Lloyd en 1922, al ver cómo una multitud asistía hipnotizada al espectáculo que ofrecía Bill Strohers, un joven obrero metalúrgico que, tras escalar un edificio, se puso a montar en bicicleta por su cornisa, para finalmente trepar hasta lo más alto del mástil de la bandera y sostenerse allí apoyado en su cabeza. Más adelante Harold Lloyd recordaría que, al ver aquello, pensó: "Dios bendito, si yo pudiera ofrecer eso al público... Si pudiera captar algo así en una pantalla... Creo que ahí hay algo que nunca se ha intentado hacer antes". El resultado maravilló al público, provocó una efímera proliferación de hombres mosca e hizo de la película uno de los grandes éxitos de taquilla de 1923. La versión de la película que hoy en día suele proyectarse en las pantallas televisivas incluye un episodio de otra película de Harold Lloyd, "Hot Water", lo cual añade ocho minutos más de duración al metraje original.
23 de julio de 2013 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el otoño de 1914, sin haber concluido todavía el montaje de "El nacimiento de una nación" (1915), D. W. Griffith comenzó a trabajar en su siguiente película, "The Mother and The Law", una historia sobre la miseria social contemporánea, con la agitación obrera como telón de fondo, que ya tenía prácticamente acabada cuando, en un estreno que hubo de hacer época, su relato fílmico sobre la Guerra de Secesión fue recibida con una admiración generalizada. Animado por la buena acogida que había tenido la dimensión épica de "El nacimiento de una nación", y ansioso de responder a las acusaciones de racismo que se habían hecho contra su obra y de reafirmar su derecho a expresarse libremente, Griffith se propuso ahora ampliar el material que ya había rodado y realizar una película diferente, que se convertiría en el proyecto más ambicioso que se había planteado hasta entonces. "El propósito de esta obra -explicaría- es seguir la pista a un tema universal a través de diversos episodios de la historia de la humanidad", y añadiría "nuestro objetivo no es sólo crear belleza, sino también hacer pensar, pues si hay algo que caracteriza al drama mudo es su condición de generador de ideas".

La película, cuyo énfasis en el papel del montaje como principio estético dominante habría de ejercer una gran influencia en la escuela de cineastas soviéticos de los años veinte, utiliza la secuencia en que aparece la madre de las edades meciendo la cuna de la historia como el punto de unión entre varios momentos históricos, en cada uno de los cuales tuvo lugar un combate contra la opresión. A pesar de contar con algunos decorados notables (los de los episodios de Babilonia se encuentran entre los más grandes jamás realizados), la película no fue un éxito comercial cuando se estrenó y, aún hoy, la opinión de la crítica con respecto a ella sigue estando dividida. Para algunos, su complejidad formal y su riqueza temática hacen de ella una verdadera obra maestra del cine norteamericano, mientras que otros comparten el sentimiento de confusión que experimentó el público en el momento de su estreno y consideran que los constantes cortes que realiza el director dificultan la compresión y no contribuyen a comunicar de manera eficaz el significado de la película. Por desgracia, no ha sobrevivido ninguna de las copias de la versión original de Griffith.

FUENTE: http://voodooshoock.blogspot.com
5 de agosto de 2013 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1928, Charles Chaplin, convencido de que la facultad de hablar que acababa de adquirir el cine no era una moda pasajera, decidió detener temporalmente la realización de su última película y se sumió en un período de reflexión sobre la situación en que tal circunstancia dejaba a un proyecto cinematográfico que él mismo había financiado. Aunque la versión definitiva de "Luces de la ciudad" -estrenada finalmente en 1931- contaba con el añadido de una banda sonora realizada por el propio Chaplin y de algunos efectos sonoros, en lo sustancial seguía siendo una película muda que se estrenaba cuando corría ya el quinto año de la era del sonoro. Se trató sin duda de una apuesta arriesgada, pero el simple hecho de venir rubricada por Chaplin bastó para que despertara un inmenso interés entre el público; como atestigua el hecho de que, entre los asistentes a su estreno, se encontraron personajes como Winston Churchill, George Bernard Shaw o el propio Eisenstein, que no pudo contener las lágrimas durante la proyección. El caluroso recibimiento inicial por parte de un público que ya comenzaba a sentir nostalgia por las glorias del pasado mudo del cine fue un buen augurio y, a finales de aquel mismo año, la película figuraba ya entre las cinco más taquilleras. Ocho décadas después sigue siendo una de las películas de Chaplin más apreciadas por el público de todo el mundo.

A diferencia de lo que ocurre con figuras como D. W. Griffith o F. W. Murnau, Chaplin nunca se caracterizó por sus innovaciones formales, y el hecho de que en esta película se concentre casi exclusivamente en su pericia para la pantomima y en el encanto que desprende su emblemático personaje, demuestra que la esencia de su arte reside en la actuación ante las cámaras y, por lo tanto, trasciende las innovaciones técnicas del momento. Su sencillo argumento ofrece un amplio margen para pasar de la más pura comedia a la tragedia más lacrimógena, sobre todo, contando con un Chaplin que, en esta película, consigue alcanzar la cumbre de la sutilidad expresiva. En su ensayo de 1949, La gran época de la comedia, el crítico y guionista James Agee se sintió impulsado a escribir lo siguiente sobre el emotivo encuentro final entre el vagabundo y la florista: "Contemplar esa escena hace que a uno se le encoja el corazón, pero es que, además, es la más grandiosa actuación que se haya visto nunca en una pantalla y una de las cumbres de la historia del cine".

FUENTE: http://voodooshoock.blogspot.com
22 de julio de 2013
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El nacimiento de una nación" de D. W. Griffith es uno de los más polémicos hitos de la historia del cine. Si, desde un punto de vista artístico, sigue siendo un logro de primer orden en el desarrollo de las técnicas narrativas fílmicas, desde una perspectiva ideológica, se trata de una de las películas más explícitamente racistas que jamás se hayan realizado. En los múltiples cortos realizados desde el año 1908 en adelante, Griffith había inventado la gramática cinematográfica. Desde los primeros planos y los planos generales hasta la idea de establecer cortes entre dos puntos de interés para crear tensión, pasando por la utilización de rótulos o el empleo de la técnica narrativa del flash-back, Griffith fue siempre el primero en hacerlo.

Animado por el éxito internacional de Cabiria, la epopeya italiana de Giovanni Pastrone, intentó crear una obra norteamericana de una magnitud similar, eligiendo como fuente el melodrama del reverendo Thomas F. Dixon, The Clansman. Lo que, en última instancia, pretende Griffith -que al igual que el autor de la obra, era sureño y se había educado en los valores del viejo Sur- es exhortar a unionistas y confederados a que se unan contra su enemigo común, los indisciplinados y lujuriosos negros, entrando a formar parte del Ku Klux Klan ("la salvación de la civilización blanca", según reza uno de los rótulos). Con su utilización de los más burdos estereotipos raciales (los hombres de color son interpretados por blancos pintados de negro) y su miedo histérico a la mezcla de razas, la película posee un argumento, cuya mera sinopsis produce, hoy en día, verdadero espanto. No obstante, sus panorámicas de batallas y su minuciosa trama bastaron para que El nacimiento de una nación atrajera a una insusitada cantidad de público, obteniendo, según se dijo, unas ganancias de 5 millones de dólares sobre un presupuesto de tan sólo 91.000 dólares, y haciendo que el propio presidente Woodrow Wilson comentara que aquello era "como escribir historia con un rayo". En cualquier caso, mientras que sus admiradores siguen considerando a Griffith como un gigante del cine norteamericano, hay quienes se muestran menos dispuestos a conceder una grandeza duradera a un artista cuya obra se ve aquejada por semejantes lacras conceptuales.

FUENTE: http://voodooshoock.blogspot.com
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