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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
21 de junio de 2020
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luego de casi 2 meses de inactividad desde que comencé a expresarme en este foro, vuelvo a encontrar las ganas de compartir mi punto de vista sobre lo que voy viendo durante mi vida. Les juro que no es intencional pero hoy traigo una película que también trae consigo el regreso de Joseph Gordon-Levitt, uno de los actores, en mi opinión, más infravalorados de la industria, tras unos años alejado de las cámaras tras haber sido padre y por quizás, haber estado mucho más dedicado a su plataforma colaborativa con la que tuvo un crecimiento significativo en el último tiempo.

En fin, tras estos comentarios al margen hay una película y en esta podemos jugar con esta idea de los regresos que vengo comentando más arriba: 7500 (llamada así por ser el código que se utiliza para notificar el secuestro de un avión), es una película sumamente minimalista en su concepción. Todo sucede dentro de la cabina de los pilotos de avión y formalmente se las rebusca este director aleman debutante para utilizar todos los elementos propios de el universo "aeroportuario" por llamarlo de alguna manera, para aportarle dinamismo al relato: cámaras de seguridad, comunicadores telefónicos, retrovisores y demás.

El efecto claustrofóbico que provoca tener la cámara casi postrada en un espacio y no moverse de ahí, siendo este uno muy reducido, sumado a la ansiedad que puede generar el protocolo de un viaje en avión, nos preparan rápidamente para la tensión que va a emerger una vez presentado el conflicto. La película, así como es minimalista en su relato, economiza muy bien sus recursos en los primeros minutos donde nos construye a sus personajes, especialmente al protagonista, del que conocemos sus virtudes y debilidades, que van a ser cartas clave para el desarrollo. Asimismo se aprovecha para presentar otros elementos que van a resultar determinantes, como por ejemplo la cámara que muestra el otro lado de la entrada a la cabina. Un comienzo muy sólido, donde nos ponen a un personaje que está dividido entre su profesión que yace dentro de la cabina y aquello que le importa, fuera de la misma. Elemento importantísimo que va a darle jugo drámatico a los momentos que suceden después. Una jugada inteligente que pone realmente en un dilema al protagonista cuando esa persona que le importa corre peligro.

Ahora bien, la película presenta ideas muy frescas sobre como abordar un film que ya se hizo muchas veces y que casi siempre siguieron un patrón bastante establecido. Acá aciertan con donde se pone la cámara, con la elección del piloto como focalización y su historia personal que nos hace rápidamente empatizar con él. Aciertan también con el secuestrador que no está convencido y que de alguna manera le permite a la película tirar un poco más de la cuerda cuando las cosas parezcan resolverse rápidamente o ir destinadas a un desenlace inevitable. Así como plantea cosas interesantes y consigue giros, aunque predecibles, efectivos para generar emociones en el espectador, los quema demasiado rápido. Como si todas las buenas ideas tuviesen una progresión natural demasiado corta y se agoten a la media hora del film. El tema es que pasando la mitad, la cosa se diluye bastante y parece remontar vuelo en un momento para luego volver a plancharse y a pesar de que termina dándole un giro al tipo de desenlace esperable, se siente el desgaste de haber sentido que lo peor ya había pasado y que en una conversación se intentan recuperar esas emociones, que el espectador, al menos a mi me paso, ya se sienten lejanas y uno no ya no logra conectar con el drama tanto como si se hubiese planteado 20 minutos antes. Más aún cuando ni siquiera ocurre un giro que justifique el por qué la película busca recuperar ese hecho pasado para golpearlos nuevamente.

Lo que espera en tierra también en su punto de anclaje al que la película recurre varias veces: el hijo del piloto y lo que necesita resolver en su regreso; la madre del secuestrador y ese lugar al que quiere regresar como si este desvío en su camino nunca hubiese sucedido. Algo espera ahí abajo y necesita de que los personajes hagan las cosas bien ahí arriba para que esos regresos sean posibles. No solo se pone en juego su destino dentro del avión, sino fuera de este. Algo interesante que propone el film pero que le faltó un poco más de desarrollo: quizás por lo rápido que progresaron algunas cosas, quizás por la limitación del espacio donde se desarrolla la acción y la voragine de los momentos, que no permitieron encontrar esos huecos donde se pudiese dar más información sobre esto sin poner en peligro la verosimilitud de los hechos.

Si bien la película aterriza bien y cierra con moño, da la impresión de que en el vuelo se olvidaron de traernos parte de la comida. Sentí que disfruté el viaje pero algo le faltó. Sigo en spoilers porque no puedo seguir escribiendo sin citar cosas puntuales del film.
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Porque claro, respecto a las ideas que se agotaban naturalmente rápido ¿Se podía estirar más el escenario del primer rehen desconocido hasta llegar al de la persona que le importa? ¿O el del secuestrador que duda cuando consigue entrar a la cabina hasta el momento que se decide actuar?.

7500 así como golpea fuerte cuando lo hace, diluye el impacto rápidamente para luego volver a lo retomar. Sentí que tenía shocks eléctricos esporadicos seguido de una planicie que más llegando al final, se volvía insostenible. Sucede que en este tipo de películas es muy dificil sostener el drama una vez estando el avión en tierra. Aún así este film le da una vuelta para jugar un poco más con eso pero siento que el climax sucedió mucho antes (cuando le matan a la mujer y el piloto sabe que cualquiera sea su desenlace, la angustia y el dolor iban a ser tremendos: o era una víctima más de un atentado o era un sobreviviente que tendrá que lidiar con el trauma de haber perdido a su futura esposa en un intento frustrado por tirar un avión que el manejaba). Como decía más arriba, la película antes de retomar ese hecho en una conversación que tiene el piloto con el último secuestrador, hace mucho foco en la dualidad de este, en la voragine del posible estrellamiento del avión y el intento del piloto por deshacerse de este tipo, una vez entrado en la cabina. La forma en que suceden tantas cosas en esos minutos, no logran por momentos darle lugar al drama personal que atraviesa al piloto tras la pérdida. Como que en un momento se juntaron muchos elementos fuertes y se vieron obligados a poner en pausa algunos y eso se notó. Al menos a mi, además de hacerse largo el momento post-aterrizaje, me encontraba con 2 personajes lejos de la plenitud con la que contaban minutos antes: un piloto que se convierte en un rehén casi impersonal, que solo se salva cuando trae esa conversación con el recuerdo y un secuestrador que pasó del miedo a la duda, a la resignación, para luego en su desesperación, volverse completamente predecible en sus actos porque la película lo encerró tanto que cualquier decisión fuera de lo esperado, hubiese sido incomprensible. Y ahí, donde la película deposita el climax, casi que no hay fuerza en el drama. Ni siquiera cuando llama la madre del secuestrador.

En fin, como dije más arriba: la película cumple, tiene mucho para destacar en cuanto frescura frente al subgénero que utiliza pero que se queda en muy buenas intenciones. En la construcción quedan muchos huecos, ciertas progresiones forzadas y altibajos dramáticos que pujan al espectador a tensionarse y relajarse de golpe, ambas por partes iguales, sin conseguir involucrarlo de manera sostenida en lo que quiere transmitir.
16 de octubre de 2022 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cortometraje sacado de la galera una noche en la transmisión de BBC Two y metido como preámbulo antes de algunas funciones de "The Lighthouse".

Altamente encriptado en lo conceptual que deja vagas puntas para descifrarlo. Visualmente frío y aséptico. Las imágenes permiten deducir los terrores que suscita su posible interpretación.

Un relato que parece estar ambientado en una época tribal pero que resulta muy actual si lo asociamos con determinados temas que indagan en aspectos oscuros que se esconden en la profundidad de la condición humana como los linchamientos, el morbo, la justicia social y el poder de las redes respecto del anonimato de jueces y verdugos frente a esto. Un relato sobre personas que no son nadie, pero que podríamos ser cualquiera de nosotros en cualquier cara de esta perversa moneda. Muchas veces sin siquiera darnos cuenta.
20 de marzo de 2020 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jonah Hill cruza hacia el otro lado de la cámara e intenta (como muchos otros, o todos si lo vemos desde cierta manera) expresarse de una manera que no es suficiente solo con las palabras.

Un "Coming of Age" que viaja hacia los 90', antes del boom digital, llevándose incluso a la cámara que filma, que adopta el 4:3, el estándar de aquella época. Los Angeles, un niño de 13 años, un verano alejado del colegio y la necesidad de pertenecer a otro lugar que no sea la familia, que bastantes conflictos le empieza a generar. Una madre que intenta recuperar esa adolescencia perdida por haber tenido hijos a tan temprana edad, un hermano que sorteó las primeras veces de ella y hoy es tímido y violento con Stevie, nuestro protagonista. Hay mucho reprimido, hay mucha secuela en casa, siendo la calle el lugar ideal para empezar a crecer y que mejor que un particular grupo de skaters.

La película es muy honesta, con diálogos muy frescos pero consigue su verdadera fuerza gracias a los silencios, las miradas y la música. Una estupenda BSO de Trent Reznor y Atticus Ross que abraza con fuerza los momentos que van a marcar ese pasaje de la infancia a la adolescencia del protagonista. Un sonido muy nostálgico pero a la vez esperanzador: Porque ya empezamos a dejar de ser niños, perdiendo de a poco esa inocencia que tanto vamos a echar en falta. Pero ojo, lo que se viene es aún más estimulante, que esto recién empieza. Un cúmulo de primeras veces (el cigarrillo, el despertar sexual, la amistad, la rebeldía) que empiezan a curtir a este joven que mira todo con asombro y al menos a los que atravesamos esta etapa ya, nos encuentra deteniéndonos en cosas que habíamos dejado de prestarle atención hace tiempo.

Uno de los grandes momentos de la película está casi al principio, cuando Stevie sale con la bicicleta y se detiene a ver a 2 niños jugando con pistolas de agua para después desviar la mirada hacia este grupo que anda en skate, habla de mujeres y realiza travesuras. Y sonríe. Y quiere ver como acercarse ahí. Ya no quiere jugar más con pistolas porque ya no es más un niño, o al menos eso quiere dejar de ser.

Y las influencias. Tanto desde dentro como desde fuera de casa. Un hermano al que admira pero que este le devuelve eso con indiferencia y con cierto resentimiento. Una madre que casi nunca está. Y los nuevos amigos. Uno que transita sus crisis desde otro lugar, otro que empezó a saborear todo lo que la adolescencia le brinda, pero sin encontrar aún los límites. Uno que mira todo tras el prisma de su cámara y parece un espectador de todo lo que pasa, más que un participe. De hecho, los momentos en que parece querer intervenir, siempre hay algo que se lo impide. Una negativa, una interrupción, un accidente. Es en el final donde realmente hace su parte...y de que manera ¿Cuánto de Jonah hay puesto ahí? ¿Cuánto en cada uno de ellos?. Por último, el "lider" del grupo: Aparentemente más maduro que el resto, paternalista (su historia lo explica mejor que yo) con las ideas y las ambiciones más definidas y que intenta llevar a Stevie por el camino más saludable posible. Pero Stevie absorbe todo y descubre las contradicciones, las leyes de la calle, los riesgos...y todo parece convivir en un mundo aparte al de su casa, cosa que no es tan así. Muy logrado como distintos tópicos rodean las escenas que está con este grupo y las que está con la familia...y de que distintas maneras se abordan.
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Casi sin querer llegamos al climax, donde la olla a presión chilla a mas no poder. El niño empieza a crecer y esto altera definitivamente todo a su alrededor. La burbuja se rompe y los choques se hacen cada vez más intensos y violentos, para luego llevarnos a un lugar muy interesante: el cascarón se rompe y quien sale no es el mismo que entró. Los vínculos no se rompen sino que se redefinen. Un enfrentamiento con el hermano, con aquel amigo que le abrió la puerta a todo esto, con su propia madre. Un encuentro profundo con ese otro amigo/mentor que lo ayuda a bajar un poco toda la vorágine y pensar. Porque así como aprender a andar es skate no es algo de la noche a la mañana, crecer no es un acto que sucede instantaneamente.

Por suerte existe la memoria, para que no nos olvidemos lo que alguna vez fuimos y para que aprendamos de lo que vivimos. Y ahí es donde la película en todo su aparato, se cita a si misma. Todo lo visto estaba siendo grabado dentro de si y esa película dentro de la película, que incluso llevan el mismo nombre, nos invita a prestarle atención a lo importante. Sin necesidad de un monologo a lo Shakespeare. Porque el cine consigue emocionar desde otro lado y Hill lo entendió de esa forma. En las imágenes y los sonidos y las miradas y el como decimos las cosas. Esa es la manera de este arte.
21 de abril de 2020 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre creí que las calificaciones númericas sobre las películas son un dato relativo, que uno puede considerar como referencia pero nunca nunca como una sentencia definitiva. Evito esta práctica cuando alguien de mi entorno me pregunta por ella. El tema es que una de las condiciones para poder escribir acá en FA es la de acompañar mi opinión con un número que junto al título, va a ser lo primero que vean los lectores. Lo cual no solo es necesario, sino que se vuelve importante y condicionante para quien lea. Bueno, dejenme decirle que no se fíen mucho de mis números: más de una vez los he cambiado. ¿Por qué? porque en el cine es imposible apreciar una película (lo mismo aplica para series, aclaro) solamente por si se cuenta una buena historia o fascina la manera en que se lo hace: también uno trae su pasado, su presente, su futuro, su estado emocional actual y su perspectiva sobre la vida al momento del visionado. Elementos contextuales que no se pueden dejar de lado porque incluso a veces pesan más que la propia factura del film. Por eso que una peli hoy nos puede parecer un 8 y quizás en unos años se vuelva un 6. O un bodrio que nos encontramos en otro tiempo de nuestra vida, se resignifique y se vuelva una joya que no pararíamos de recomendar. Bueno, esta introducción viene con la intención de allanar el camino para decir que Manhattan es una de esas películas que hoy me causaron una impresión pero indudablemente veo cosas que si la vuelvo a ver en unos años, con una mochila cargada de otras cosas, apreciaré desde otro lugar.

Woody Allen nunca fue uno de mis directores más predilectos pero reconozco que su interesante estilo que me ha llevado a disfrutar muchas veces de lo que produce. Por eso siento que Manhattan es Woody Allen en toda su expresión. Ahí está exprimido su amor por la ciudad, sus neurosis, los vínculos, la nostalgia, el existencialismo, el desamor. Una película que es muy divertido contarla sin decir las edades de los personajes y hacer la prueba de que quien escucha, adivine. Posiblemente no se imaginen que las inseguridades, los sentimientos poco claros, el miedo a estabilizarse provengan de personas merodeando los 40 o pasándolos y pertenecientes a una clase media-alta con cierto bagaje cultural. Personajes sumamente ricos y maduros racionalmente pero completamente inmaduros emocionalmente. Como contrapunto,una joven de 17 años, que es por por lejos la más chica de todos los que aparecen, es la que realmente toma las riendas y sabe lo que quiere y actua en pos de ello, a pesar de haber intentos desde el otro lado por querer instalar la duda en sus acciones o en sus emociones. Un retrato de cambio de paradigma en las generaciones que quizás pueda tener que ver con una sociedad que atravesó coyunturas políticas que la sumieron en la incertidumbre total, frente a una juventud que empieza a forjar sus ideales por los cuales van a luchar fervientemente en los 80' que se avecinan.

Y en ellos brota la ciudad: Al principio no lograba captarlo pero cuando empezaba a ver un patrón entre todos los que caminaban esas calles o se sentaban en esos bancos, me di cuenta que todos, salvo la joven (por eso es la única que parece poder abandonarla), representaban el alma de Manhattan. Su cotidianeidad, sus miedos, su belleza, su diversidad cultural, su apetito. Los personajes nunca dejan de estar insatisfechos con su trabajo, su hogar, su sexualidad, sus parejas, sus autos e incluso la escritura de sus libros. Es paradojico ver que Isaac, el personaje de Woody Allen, busca escribir algo referido a la decadencia de ciertos valores, como queriendo cristalizar y evitar a toda costa ese cambio que se está gestando. Hay una idea conservadora por mantener este momento o revitalizar aquel que no está, porque el futuro es tan incierto que da miedo y sus ideas sobre la vida ya no son tan claras como el creía.

El blanco y negro, el espacio como personaje, los extensisimos dialogos, el dilema existencial siempre presente y la primacia de primeros planos hacen a Manhattan la peli más Woody Allen de las que haya hecho. Una peli que siendo muy de su estilo, por momentos parece homenajear a otro maestro, que incluso se nombra más de una vez acá: Ingmar Bergman.

En fin, fue una película que disfruté pero que me dejó con una sensación de distancia y es por lo cual le pongo esta calificación. Eso me lleva a recuperar mis primeras líneas para de alguna manera justificar el motivo: Manhattan es una pelicula que hoy, en mis 27 otoños transcurridos, no me atraviesa lo suficiente y creo que es desde ahí donde gana mucho lo que cuenta. Como me conozco, se que es una película que en algún futuro volveré a ver y quizás me encuentre entendiendo cosas que hoy no comprendía del todo. Se que Manhattan va a seguir ahí, tan igual pero tan diferente. Una película que es de finales de los 70 pero se siente como si hablara de los tiempos actuales. Quizás ese libro que Isaac estaba escribiendo venía más por este lado: por recordar de donde venimos para que no se pierda la pisada si volvemos a pasar por ahí.
7 de abril de 2020 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Baby, un joven con una extraordinaria habilidad para conducir, se la pasa escuchando música en su I-Pod para tapar un zumbido que tiene en los oídos. Este es obligado a trabajar como chofer para distintos grupos de criminales hasta pagar una deuda con quién está a cargo de estos. En el camino, no solo pondrá en juego su vida sino también la de sus seres queridos.

En apariencia “Baby Driver” no llama demasiado la atención por su argumento, el cual probablemente haga que pasemos de verla si no somos asiduos al género o alguno de sus componentes. Si uno se arriesga a mirarla, va a darse cuenta rápidamente que la película juega con algo más que una simple historia. Esta se relega, o mejor dicho, se ajusta al servicio de un montaje estupendo y un sonido que marca el ritmo de una historia de crímenes muy bien sincronizada. Siendo esto parte del sello del director ingles Edgar Wright, estamos frente a lo que se podría considerar su película más madura. Quién haya visto alguno de sus trabajos (Shaun of the Dead, Hot Fuzz, Scott Pilgrim vs. The World, la serie Spaced, etc…) dará cuenta de lo que se fue superando hasta llegar a este último film.

Es muy difícil mantener un relato apoyado en canciones cada 2 minutos (o ni siquiera) sin caer en el aturdimiento o la desconcentración con lo que se está contando, pero acá funciona como una pieza más del relojito que es Baby Driver. Canciones que marcan el ritmo de las acciones (estupenda la sincronización que tienen algunos temas con los disparos, el conteo de billetes o incluso cuando alguien apoya un café sobre la mesa), canciones que determinan el pulso dramático de las situaciones y canciones que nos cuentan acerca del personaje, su ánimo y su historia. Hace mucho que no veo tan bien aprovechado ese recurso como en esta película. Hay una escena que es increíble como reúne todas estas cuestiones: Baby junto a la banda de turno, es obligado a parar por el café donde trabaja Débora, a quién intenta mantener al margen de este trabajo. Frente a la presión ingresa mientras suena “When something is wrong with my baby”, donde en pocos segundos la música complementa su estado de incomodidad y el ritmo cadente con el que ingresan al café, mientras que la letra describe el escenario emocional actual de nuestro protagonista. Todo encaja justo como una nota bien tocada.
Como si fuera poco, la música no se lleva el protagonismo de cada escena sino que a veces es desplazada a segundo plano de una forma muy estratégica e inteligente: en situaciones donde Baby se quita (o le quitan) uno o ambos auriculares, vemos cambiar nuestra percepción de la misma siendo parte de la audición de nuestro protagonista (hasta incluso llegamos a escuchar sus zumbidos). Esto contribuye a potenciar el punto de vista de quién lleva adelante la historia al incluir lo que se denomina “punto de escucha”.

Pero no solo de un gran trabajo de sonido y de una acertadísima banda sonora vive esta película sino también del montaje tan característico del director, donde abundan los raccord de todo tipo (Excelente la elipsis utilizando el logotipo de una pizzería, que salta del que está sobre el auto del delivery, al bordado en la camisa de quién lleva la pizza, y termina en el impreso sobre la caja, segundos antes de ser entregada), que dotan a cada escena de un dinamismo acorde al género y muchas veces conecta 2 objetos que ofrecen más de una lectura (Una ropa que da vueltas en la lavandería donde Baby tiene su primer acercamiento íntimo con Débora, que se convierte en un disco de vinilo de una canción que está escuchando él en su casa, mientras la interpreta producto de la alegría por el momento que tuvo con ella).

Por otra parte, la paleta de colores utilizada combina lo moderno con lo antiguo, cuestión que atraviesa gran parte del film en muchos aspectos. Por momentos parece que estamos a mediados del siglo 20 y por otros a finales del mismo y principios del 21. Una combinación de i-pods, vinilos, casettes, celulares con tapa, autos deportivos, autos clásicos, cafeterías de los 60, otras al mejor estilo Starbucks. Ni hablar de la música, que transita distintas épocas casi sin despeinarse. Un dejo de nostalgia que en palabras del autor, rememoran su costado melomano de la adolescencia, época que contribuyó a la selección de temas, el armado de varias escenas (Muchas escenas fueron pensadas en relación de la canción elegida y no viceversa. Por ejemplo, el director comentó que cuando escuchaba Bellbottoms de Jon Spencer, no podía dejar de imaginarse una persecución de coches con ella de fondo.) y la elección definitiva del casting (En su primera reunión con Ansel Elgort, se la pasaron hablando de música, lo cual fue clave para decantarse por él como su protagonista. A su vez, decidió que formaran parte varias personas vinculadas a la música como Flea de los RHCP).

Lo más “flojo” es el argumento y no porque sea precisamente malo, sino que se ve disminuido frente al gran trabajo de las demás áreas. Es correcto, simple y muy entretenido. Divide bien los momentos de tensión y los de acción, aunque quizás cerca del final tenga ciertos baches: Durante una secuencia donde los personajes de Ansel Egort y John Hamm se persiguen a muerte, que se me hizo un poco larga para el ritmo que venía manejando el film, o bien en su conclusión. Si bien no es un final que me haya desagradado, sus últimos minutos parecen querer evitar de forma casi desesperada un desenlace agridulce, de manera que las escenas parecen corresponder a otro tipo de película. Muy similar a lo que sucede en Scott Pilgrim vs. The World, otra de las pelis de este director.

Baby Driver es una pelicula que deja satisfechos a quiénes buscan algo para entretenerse, como también a los que buscan una bocanada de aire en el género o ver algo que no fuera una secuela o remake de las grandes franquicias.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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COMENTARIOS EN EL MARGEN

-Me gustó mucho el hecho de que el protagonista grabe todas sus conversaciones y luego haga canciones remixadas con ellas. De alguna forma musicaliza el guión involucrandolo en esta gran pieza musical que termina siendo la película y a la vez es un guiño hacia el actor, quién es DJ en la vida real.
-La aparición de un personaje sordo, que viene a contar un poco como es esa otra forma de percibir la música.
-El nombre de la pizzería “Godfellas” a la que va a trabajar Baby una vez que termina saldando su deuda. Es muy divertido ver como salta de lidiar con “buenos muchachos” a tener que hacerlo con otros.
-La secuencia musical donde Baby va a comprar café al principio tiene un juego muy interesante: la letra de la Harlem Suffle de Bob & Earl se puede ir siguiendo en el espacio a través de afiches, grafittis, carteles y anuncios. Si no lo notaron, vuelvan sobre esa escena y diganme cuantos fragmentos encontraron.
-La película es divertida por naturaleza. No intenta buscar la risa en determinados momentos sino que deja que las cosas graciosas sucedan.
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