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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
3
25 de abril de 2007
94 de 151 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el estreno, esta película me olió a chamusquina, y no sólo porque generalmente aborrezca el género romántico, o porque esté dirigida por un director de segunda fila como Nick Cassavetes (que de lo único que puede presumir es de apellido ilustre), sino por su halo de cinta de culto para quinceañeras. Ante tan risible honor, uno se pregunta si esa fama responde a verdadera calidad cinematográfica o si, por el contrario, vuelve a tratarse del timo de la estampita.
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spoiler:
El inicio resulta tan prometedor como telefilmero: dos ancianos de geriátrico, interpretados por James Garner y Gena Rowlands, comparten la historia que el primero atesora en un antiguo diario, para más señas, escrito por un tal Noah.

La primera escena del susodicho diario no puede ser más inquietante: una feria igualita que la de "Al Este del Edén", en la que Ryan Gosling emula (con todo lo que ello implica) al mismísimo James Dean. Pero cuidado, porque la cosa no acaba ahí. Después de una serie de secuencias, inidentificables con ninguna película por estar trilladas hasta la saciedad, en que queda reflejada la condición social de los protagonistas y la imposibilidad de su historia de amor, continúan los homenajes encubiertos; una especie de cóctel entre "Rebelde sin causa" y "Esplendor en la hierba", cuyo momento álgido es aquél en que Gosling intenta hacer guarrerías españolas con Rachel McAdams (un clon de Natalie Wood) en un caserón inhóspito. Naturalmente, sin resultado.

A estas alturas, lo lógico sería apagar la tele, ponerle un 1 en filmaffinity y a otra cosa, mariposa. Pero el destino todavía se guardaba un As en la manga. Noah y su amada, reencontrados varios años después, deciden dar un plácido paseo en barca. A su alrededor, retozan adorables patitos. Hay muchos patos, la verdad. Docenas, centenares, miles… oye, oye, ¿no se están pasando un poquito con los patos? Yo, en su lugar, estaría acojonado. Pero… me cago en la leche. ¿Pero qué narices es esto? ¿La segunda parte de "Los pájaros" de Hitchcock? ¿Acaso Cassavetes se ha adelantado, de manera involuntaria, al temido remake de Michael Bay? En fin, mi madre y yo estuvimos media hora riéndonos con esa bobada que, por desgracia (o por suerte, según se mire) eclipsa casi por completo al resto del metraje.

Bueno, como soy persona agradecida, me permitiré darle un pequeño consejo al amigo Nick: no es lo mismo hacer uso de recursos melodramáticos de probada eficacia (véase la escritora Danielle Steel), que copiar burdamente esos recursos y hacerlos pasar por originales (véase el simulacro de novelista conocida como Ana Rosa Quintana). Más Steel y menos Quintana, colega.
1 de marzo de 2007
40 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
A D.J. Caruso hay que reconocerle su habilidad como ilustrador, como especialista en collage cinematográfico, aunque una gran cantidad de partes que lo compongan sean material ajeno. En poco más de hora y media, consigue revisar, cortar, pegar y, finalmente, trivializar la filmografía del maestro británico. Tenemos a una madre desconsolada, pero que, en el fondo, resulta una chiflada posesiva y dominante (¿recordáis a la señora Bates?); a un treinteañero de aspecto frágil y desamparado (Norman, ¿eres tú?); a un puñado de polis a cuál más tópico; a una investigadora federal frustrada sexual y sentimentalmente (la sombra de Marnie es alargada); etc... Incluso, en una de las escenas clave del film, vemos a esta investigadora bajar las escaleras al más puro estilo "Vértigo". Por no hablar del tren "hitchcockiano" que el asesino utiliza como medio de fuga. Y así, hasta el infinito.

No obstante, el director al menos tiene la decencia de tapar pequeños cabos sueltos con otras influencias del cine reciente, desde "Seven", "El dragón rojo" hasta... ¡vaya! la ilustre "Vestida para matar" (absolutamente descarada la escena del ascensor). El pobre todavía no se ha enterado de que Brian De Palma se hizo famoso, precisamente, mimetizando a Hitch. De todas maneras, es poco lo que se puede pedir a directores-mercenarios como Caruso. Más graves resultan la penosa interpretación de Olivier Martínez como poli malote, la (acostumbrada) sobreactuación de Hawke o la (también acostumbrada, por desgracia) inexpresividad de "Morritos" Jolie. Kiefer Sutherland y Tcheky Karyo, simplemente, pasaban por allí.

Lo más inspirado, desde mi punto de vista, se encuentra en el prólogo y en el epílogo. Lástima que entre medias el guionista se dejara en casa las neuronas. Un consejo a Gena Rowlands y Phillip Glass: no malgastéis vuestro talento en productos de medio pelo.
12 de noviembre de 2011
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante, irregular, atípica... exponente perfecto del Coppola ochentero; esa oscura etapa en que uno de los padres fundadores del nuevo Hollywood dirigía con mucho oficio y poca ambición, sin arriesgar más de la cuenta. No obstante, sería injusto calificarla, más allá de la coincidencia en el tiempo, de un simple "Regreso al futuro" para chicas. Coppola no busca tanto la comedia de contrastes entre épocas, como sí una mirada nostálgica sobre el propio pasado, a través del personaje de Peggy Sue (perfecta Kathleen Turner), que no es viajera del tiempo ni tampoco lo pretende. Por capricho de Dios, los alienígenas o una ruptura fortuita en el espacio-tiempo, Sue acaba teniendo la segunda oportunidad que el 99% de los mortales alguna vez haya anhelado: volver al último año de instituto con la madurez mental de una persona de mediana edad.

Algunas situaciones, por motivos obvios, resultan muy graciosas, pero las intenciones últimas de Coppola son bastante más elevadas, más agridulces, de lo que cabría suponer con semejante argumento. La moraleja se encuentra, quizá, en que no importa el orden de los factores, el producto no va a variar en demasía. A diferencia de la cinta de Zemeckis, donde el más mínimo cambio podía alterar el futuro con funestas (y descacharrantes) consecuencias, Coppola propone una línea del tiempo en que, a pesar de las pequeñas variaciones, el cauce tiende siempre a correr en la misma dirección, para que se cometan los mismos errores y los mismos aciertos, inseparables unos de otros.

Que cada cuál decida si se trata de una idea desaprovechada; ¿daba para más? Por lo que a mí respecta, no, pero creo que el último tercio queda algo deslucido, como si el guión tuviera dificultades en cerrar la película. En fin, impersonal para venir de quién viene, pero entretenida pese a todo.
20 de abril de 2006
30 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que los llamados "thrillers políticos" me apasionan. Pues bien; creo afirmar que nos encontramos ante la piedra de toque del género. Con una puesta en escena brillante hasta en el último detalle, un uso del cinematógrafo simplemente perfecto (es de las pocas películas en que la cámara no se nota ni un ápice), soberbia fotografía en B/N y un elenco de actores en estado de gracia, Tempestad sobre Washington se erige como una película fundamental para todo cinéfilo que se precie. Henry Fonda, ese descomunal actor que de no haber sido intérprete habría llegado a presidente, da inicio al igualmente descomunal circo de tres pistas que es la política estadounidense.
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Así, la función que nos ocupa se compone de tres actos: primero; la designación por el presidente de los EEUU de un nuevo Secretario de Estado y la conmoción subsiguiente que dicha decisión provoca, comisión de investigación del Senado incluida. Segundo; Fonda y su particular "Torquemada", hombres con sólidos principios frente a frente, se ven abrumados por el peso de intereses y poderes que les superan, intereses que se mueven en la sombra y que nunca muestran su verdadero rostro. Tercero; tiene lugar la decisión final sobre el destino del nuevo Secretario de Estado, con resultados que nadie podría prever... En todos ellos, el enérgico y genial Charles Laughton aporta su granito de arena, ejerciendo de inmejorable maestro de ceremonias. Su senador de Carolina representa al perfecto "perro viejo" conservador del sur, curtido en mil batallas políticas y defensor acérrimo de principios completamente obsoletos.

Por si fuera poco, entre tanta testosterona y grandes ideales derramados sobre la pantalla, también encontramos un buen puñado de escenas en las que queda reflejada la condición humana de los personajes, algo más que politicuchos de cartón-piedra. Es aquí, junto a sus esposas, amantes, hijos o secretos inconfesables del pasado, cuando mejor observamos sus flaquezas y debilidades, y cuando resultan más vulnerables; por consiguiente, más creíbles.

En fin, que no encuentro palabras para recomendaros esta Obra Maestra Absoluta de la historia del cine. Nota: 9.5/10, y se la pongo con la cabeza bien alta.
10 de octubre de 2007
66 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
- España: el palacio de la Moncloa. El hecho de haber sido ocupado por tan insignes mentes durante buena parte de siglo XX (y lo que nos queda de XXI), sin haberse derrumbado todavía de pura vergüenza, lo convierte en una joya arquitectónica única.

- Francia: la torre Eiffel. El monumento cinematográfico por excelencia, capaz de ser observado desde cualquier ángulo de París y/o reflejos en charcos, ventanas particulares, ventanillas de coches y similares.

- Inglaterra: el "(What´s the Story) Morning Glory?" de Oasis. De los pocos discos que oigo de tirón, sin importar el nº de veces que ya lo haya escuchado previamente. En comparación, los monos árticos esos aburren a las ovejas.

- Portugal: Tiago Monteiro, ex-corredor de fórmula 1 y "Rookie" del año 2005. Hacer podio en el GP de EEUU con un lastimero Jordan-Ford tiene muuucho mérito. Pa quitarse el sombrero ante él.

- Italia: el miembro embalsamado de Rocco Siffredi. A Nacho no le incluyo como patrimonio nacional español por prepotente, capullo y feo.

- Alemania: Diane Kruger.

- EEUU: en dura pugna entre el Capitolio y el monte Rushmore, me quedo con Nic Cage (aunque por motivos distintos a los de Diane Kruger). Cójase a este ¿intérprete?, sazónelo con una pizca de sabiduría histórica y un chorro de crecepelo, añádale una chica florero que cobre poco, un secundario cómico (pero no demasiado, no sea que la gente se ría y pierda el hilo argumental), unos cuantos actores de menguante prestigio y una hoja, en singular, manchada de vino que se hace llamar guión. Obtendrá millones de dólares en ganancias, con posibilidad de realizar futuras secuelas para seguir aumentando su fortuna. Ante semejante gallina de los huevos de oro, ¿quién necesita un puñado de piedras?
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