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Críticas ordenadas por utilidad
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6,8
12.429
6
22 de diciembre de 2011
22 de diciembre de 2011
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva adaptación de la obra de Charlotte Brönte pasa desapercibida, sin generar hastío o repulsión pero tampoco emoción o sentimiento alguno. Según parece es bastante fiel al original en cuanto a los hechos, aunque no logra desarrollar suficientemente la personalidad y sentimientos de los personajes. Además, tampoco acompaña la artificial estructura narrativa "in media res", demasiado extensa, que hace que uno acabe olvidando que lo que está viendo son los recuerdos de la protagonista.
En definitiva: ni fu, ni fa.
En definitiva: ni fu, ni fa.

8,1
32.922
8
4 de diciembre de 2011
4 de diciembre de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de terror, cuento infantil, historia de la época de la Depresión; son muchas las categorías en las que puede ubicarse a "La noche del cazador", única película dirigida por Charles Laughton, aunque de ella puede decirse, simplemente, que es un clásico del cine.
Ben Harper, un pobre diablo acuciado por los problemas económicos, roba un banco con el resultado de dos muertos y un botín de diez mil dólares. Antes de entregarse a la policía, entrega el dinero a sus dos hijos pequeños, a quienes hace jurar que jamás revelarán el lugar donde lo esconde. Sentenciado a muerte, coincide en la penitenciaría con Harry Powell, un reverendo arrestado por el robo de un coche, que pronto se interesa por el destino que Ben dio al dinero robado y todavía no recuperado. Ante el silencio de Harper, al salir de prisión Harry Powell se dirige al pueblo de éste, donde consigue embaucar a su viuda (haciéndose pasar por antiguo funcionario de prisiones amigo de su marido) para que se case con él y, así, conseguir encontrar el botín.
Lo que nadie sabe, salvo el espectador, es que Harry Powell (interpretado por un excepcional Robert Mitchum) es un fanático religioso que preserva la moral a base de asesinatos: odia a las mujeres, tan dadas al maquillaje y otros adornos diabólicos, y considera que acabar con sus vidas es una forma de servir al Señor. Pese a que Powell es un farsante y se muestra bondadoso y cándido, cuando realmente es malvado, no utiliza la religión como un pretexto con el que disfrazar su auténtica cara. Lo más atroz es que Powell cree en Dios y cree que lo que hace está bien; de hecho, en la película comete un asesinato que él interpreta que le ha sido ordenado por Dios.
"La noche del cazador" no es, sin embargo, una película antireligiosa; al contrario, Harry Powell encuentra su contrapunto en la amable anciana Rachel Cooper (Lilian Gish), que recoge a niños huérfanos y desamparados. La distinta forma de manifestarse en ella la religiosidad la vemos en una escena en la que contempla a dos jóvenes acaramelados, quizá haciendo planes para esa noche, y en la que la anciana dice, entre resignada e irónica, que ella será quien tenga que hacerse cargo de las consecuencias del error que esos jóvenes van a cometer...
Incluso las personas que no hayan visto esta película reconocerán uno de los rasgos más llamativos del personaje de Harry Powell: lleva tatuadas en los nudillos de sus manos las palabras HATE y LOVE, y no se priva de explicar la historia de la lucha entre el amor y el odio a cualquiera que la desconozca. Esta célebre escena ha sido homenajeada en múltiples ocasiones, pero quizá una de las mejores sea la de la película Haz lo que debas, dirigida por Spike Lee.
Ben Harper, un pobre diablo acuciado por los problemas económicos, roba un banco con el resultado de dos muertos y un botín de diez mil dólares. Antes de entregarse a la policía, entrega el dinero a sus dos hijos pequeños, a quienes hace jurar que jamás revelarán el lugar donde lo esconde. Sentenciado a muerte, coincide en la penitenciaría con Harry Powell, un reverendo arrestado por el robo de un coche, que pronto se interesa por el destino que Ben dio al dinero robado y todavía no recuperado. Ante el silencio de Harper, al salir de prisión Harry Powell se dirige al pueblo de éste, donde consigue embaucar a su viuda (haciéndose pasar por antiguo funcionario de prisiones amigo de su marido) para que se case con él y, así, conseguir encontrar el botín.
Lo que nadie sabe, salvo el espectador, es que Harry Powell (interpretado por un excepcional Robert Mitchum) es un fanático religioso que preserva la moral a base de asesinatos: odia a las mujeres, tan dadas al maquillaje y otros adornos diabólicos, y considera que acabar con sus vidas es una forma de servir al Señor. Pese a que Powell es un farsante y se muestra bondadoso y cándido, cuando realmente es malvado, no utiliza la religión como un pretexto con el que disfrazar su auténtica cara. Lo más atroz es que Powell cree en Dios y cree que lo que hace está bien; de hecho, en la película comete un asesinato que él interpreta que le ha sido ordenado por Dios.
"La noche del cazador" no es, sin embargo, una película antireligiosa; al contrario, Harry Powell encuentra su contrapunto en la amable anciana Rachel Cooper (Lilian Gish), que recoge a niños huérfanos y desamparados. La distinta forma de manifestarse en ella la religiosidad la vemos en una escena en la que contempla a dos jóvenes acaramelados, quizá haciendo planes para esa noche, y en la que la anciana dice, entre resignada e irónica, que ella será quien tenga que hacerse cargo de las consecuencias del error que esos jóvenes van a cometer...
Incluso las personas que no hayan visto esta película reconocerán uno de los rasgos más llamativos del personaje de Harry Powell: lleva tatuadas en los nudillos de sus manos las palabras HATE y LOVE, y no se priva de explicar la historia de la lucha entre el amor y el odio a cualquiera que la desconozca. Esta célebre escena ha sido homenajeada en múltiples ocasiones, pero quizá una de las mejores sea la de la película Haz lo que debas, dirigida por Spike Lee.
6 de diciembre de 2011
6 de diciembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Edward R. Murrow mira fijamente a la cámara y dice: “Buenas noches, y buena suerte”. Se acabó. Baja la mirada para ver a Fred Friendly, coproductor del programa y, como su propio apellido indica, amigo personal. En el estudio de grabación hay una calma tensa. Todos tienen la sensación de que algo grande acaba de pasar, y que más grande aún va a ser lo que pase después. Todos están entre expectantes y satisfechos, mirando a los teléfonos que aún no suenan. See it now, el programa de noticias estrella de la CBS acaba de emitir un programa que ataca frontalmente al senador McCarthy y su política de caza de brujas. Pero ningún teléfono suena. ¿Nadie ha visto el programa en todos los Estados Unidos? Entonces, alguien cae en lo obvio: se le ha olvidado volver a conectarlos. El concierto de teléfonos se prolonga toda la noche.
Esta es una de las escenas que más me gustan de "Buenas noches y buena suerte", una buena película dirigida por George Clooney y que retrata a la perfección una de las variantes del tema “bueno contra malo”, la del periodista insobornable que defiende a ultranza la verdad frente al hombre poderoso y sin escrúpulos. Está rodada en un magnífico blanco y negro.
Clooney es inteligente porque el núcleo central de la película (el periodista no sumiso frente al poder político) está enmarcado, al principio y al final de la película, por un discurso del propio Edward R. Murrow en el que advertía contra los peligros de que la información, y el periodismo en general, atendiese demasiado a los requerimientos derivados de la necesidad de obtener dinero a través de patrocinadores. Murrow viene a decirnos que es peligroso que el poder político intente controlar el periodismo, pero que también lo es que lo haga (de una forma aparentemente más indirecta) el poder económico de las empresas. De esta manera, el mensaje de Clooney no se restringe a los excesos cometidos por la Administración Bush tras el once de septiembre, sino que es aplicable a todos y cada uno de los medios de comunicación que han pasado a ver en el periodismo un producto más que vender (o con el que vender).
Esta es una de las escenas que más me gustan de "Buenas noches y buena suerte", una buena película dirigida por George Clooney y que retrata a la perfección una de las variantes del tema “bueno contra malo”, la del periodista insobornable que defiende a ultranza la verdad frente al hombre poderoso y sin escrúpulos. Está rodada en un magnífico blanco y negro.
Clooney es inteligente porque el núcleo central de la película (el periodista no sumiso frente al poder político) está enmarcado, al principio y al final de la película, por un discurso del propio Edward R. Murrow en el que advertía contra los peligros de que la información, y el periodismo en general, atendiese demasiado a los requerimientos derivados de la necesidad de obtener dinero a través de patrocinadores. Murrow viene a decirnos que es peligroso que el poder político intente controlar el periodismo, pero que también lo es que lo haga (de una forma aparentemente más indirecta) el poder económico de las empresas. De esta manera, el mensaje de Clooney no se restringe a los excesos cometidos por la Administración Bush tras el once de septiembre, sino que es aplicable a todos y cada uno de los medios de comunicación que han pasado a ver en el periodismo un producto más que vender (o con el que vender).

7,8
60.245
8
6 de diciembre de 2011
6 de diciembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Muerte entre las flores" es una de las primeras películas de los hermanos Coen. Ambientada en las primeras décadas del siglo XX, la película debe mucho a la novela negra clásica; de hecho, aunque ellos no lo han reconocido, parece ser que la fuente de inspiración es "La llave de cristal", de Dashiell Hammet. En este caso sí hay un protagonista indiscutible, el hiératico e imperturbable Tom Reagan, interpretado por Gabriel Byrne, consejero político del mafioso más poderoso de la ciudad hasta que las faldas de una mujer se pongan por medio... El guión es extremadamente enrevesado y complejo, pero todas las piezas acaban encajando; el final, por lo demás, me recuerda bastante al de "El tercer hombre" (lo cual para mí es un elogio).

7,5
34.824
8
4 de diciembre de 2011
4 de diciembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra de Wilder está protagonizada por tres grandes del cine: la bellísima Audrey Hepburn, William Holden ("más bonito que un San Luis", en opinión del mitómano Terenci Moix) y Humphrey Bogart, del que Billy Wilder no se llevó una gran impresión, si tenemos en cuenta que le dijo a Cameron Crowe en su famoso libro que "yo me llevo muy bien con los actores, excepto cuando trabajo con hijos de puta como Bogart".
La historia transcurre en la mansión de los Larrabee, una rica familia dedicada al comercio de plástico, dirigida con mano firme por Linus, el hermano mayor (Bogart), y sangrada por David (Holden), el vividor hermano menor; vamos, lo normal en todas las familias.... Invisible para ellos, la hija del chófer de Linus, Sabrina Fairchild (Hepburn), contempla cada noche desde lo alto de un árbol las lujosas fiestas de los Larrabee, dignas de Jay Gatsby, y los devaneos amorosos de su querido David; hasta que, tras un frustrado intento de suicidio, Sabrina es enviada por su padre a París para acudir a un curso de alta cocina francesa, con el deseo no oculto de que olvide de una vez por todas a David. A su regreso, sin embargo, Sabrina no sólo no ha olvidado a David, sino que ha vuelto dispuesta a luchar por él: más guapa, más sabia y menos cría. Entre tanto, Linus, ha concertado la boda de David con la heredera de un emporio empresarial, y para evitar que Sabrina lo estropee intentará que se enamore de él y regrese, humillada, a París. Pero como ya sabían los héroes griegos, las cosas no salen siempre como queremos, y los dioses nos tienen preparadas bastantes sorpresas...
"Sabrina" es una excelente comedia romántica, aunque en ella no abunda el humor que caracteriza otras obras de Wilder. Esto se ve compensado, en cualquier caso, con algunas escenas memorables, como el intento de suicidio de Sabrina al encerrarse en el garaje de los Larrabee y encender el motor de los diez coches aparcados, o los problemas que conlleva no recordar que uno se ha guardado dos copas de beber en los pantalones.
La historia transcurre en la mansión de los Larrabee, una rica familia dedicada al comercio de plástico, dirigida con mano firme por Linus, el hermano mayor (Bogart), y sangrada por David (Holden), el vividor hermano menor; vamos, lo normal en todas las familias.... Invisible para ellos, la hija del chófer de Linus, Sabrina Fairchild (Hepburn), contempla cada noche desde lo alto de un árbol las lujosas fiestas de los Larrabee, dignas de Jay Gatsby, y los devaneos amorosos de su querido David; hasta que, tras un frustrado intento de suicidio, Sabrina es enviada por su padre a París para acudir a un curso de alta cocina francesa, con el deseo no oculto de que olvide de una vez por todas a David. A su regreso, sin embargo, Sabrina no sólo no ha olvidado a David, sino que ha vuelto dispuesta a luchar por él: más guapa, más sabia y menos cría. Entre tanto, Linus, ha concertado la boda de David con la heredera de un emporio empresarial, y para evitar que Sabrina lo estropee intentará que se enamore de él y regrese, humillada, a París. Pero como ya sabían los héroes griegos, las cosas no salen siempre como queremos, y los dioses nos tienen preparadas bastantes sorpresas...
"Sabrina" es una excelente comedia romántica, aunque en ella no abunda el humor que caracteriza otras obras de Wilder. Esto se ve compensado, en cualquier caso, con algunas escenas memorables, como el intento de suicidio de Sabrina al encerrarse en el garaje de los Larrabee y encender el motor de los diez coches aparcados, o los problemas que conlleva no recordar que uno se ha guardado dos copas de beber en los pantalones.
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