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Documental

6,4
1.000
8
11 de agosto de 2024
11 de agosto de 2024
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Documental que retrata a la niña Marisol, utilizada, manoseada y maniatada por el franquismo, y a la mujer Pepa Flores, que en su edad adulta, por sus posturas políticas, por reivindicar la libertad de la mujer y la lucha de clase, acaba siendo un personaje público incómodo y linchado. El documental cuenta dicho proceso; cómo la niña de los ojos de un país acaba siendo el blanco perfecto de los machistas y reaccionarios.
La película de Torres está pincelada con muchas voces y perspectivas; periodistas, artistas y familiares, cuentan y narran las vicisitudes de Flores. Salen a flote, también, las lindezas machistas de escritores e intelectuales. Las zancadillas fueron innumerables; a Pepa Flores la sacaron desnuda, por ejemplo, en la prensa sin su consentimiento. La niña que embelesaba a Franco y a un país cateto y atrasado, cuando dejó de ser el producto perfecto de la inocencia y la belleza idílica, quedó señalada y sufrió el acoso de los que durante tantos años aplaudían a rabiar, con pintadas, insultos y amenazas. Al final cerró la puerta a las apariciones públicas y en1985 pasó a la vida anónima. Desde entonces ha vivido, y sigue viviendo, su vida tranquilamente y seguro que tiene los ojos azules de tanto mirar al mar de su Málaga natal.
El Goya de Honor que recibió en el 2020 fue un colofón necesario. Un premio para que Flores pudiera sanar las cicatrices y para que sintiera, aunque fuera desde su casa y desde el anonimato, el cariño de tanta gente desconocida y del mundo del cine. Y el documental es, en definitiva, una obra para reivindicar y homenajear su figura.
La película de Torres está pincelada con muchas voces y perspectivas; periodistas, artistas y familiares, cuentan y narran las vicisitudes de Flores. Salen a flote, también, las lindezas machistas de escritores e intelectuales. Las zancadillas fueron innumerables; a Pepa Flores la sacaron desnuda, por ejemplo, en la prensa sin su consentimiento. La niña que embelesaba a Franco y a un país cateto y atrasado, cuando dejó de ser el producto perfecto de la inocencia y la belleza idílica, quedó señalada y sufrió el acoso de los que durante tantos años aplaudían a rabiar, con pintadas, insultos y amenazas. Al final cerró la puerta a las apariciones públicas y en1985 pasó a la vida anónima. Desde entonces ha vivido, y sigue viviendo, su vida tranquilamente y seguro que tiene los ojos azules de tanto mirar al mar de su Málaga natal.
El Goya de Honor que recibió en el 2020 fue un colofón necesario. Un premio para que Flores pudiera sanar las cicatrices y para que sintiera, aunque fuera desde su casa y desde el anonimato, el cariño de tanta gente desconocida y del mundo del cine. Y el documental es, en definitiva, una obra para reivindicar y homenajear su figura.

4,9
3.719
3
10 de septiembre de 2022
10 de septiembre de 2022
23 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película tiene pasajes que no se entienden bien, escenas que, al menos para mí, no son creíbles, teniendo en cuenta los devenires que se plantean en la historia. Juega tanto con las bromas fáciles y burdas que todo lo que ocurre en la película acaba por dejarte indiferente como espectador. Aunque parezca increíble, porque en casi todas las películas en las que actúa Luis Tosar hay garantías de calidad (y lo mismo podría decir de Luis Zahera, tan omnipresente últimamente), y a pesar de la simpatía que me transmite Daniel Guzmán, la cinta de celuloide me chirría.
Creo que el principal lastre ha sido su protagonista; tener como cabeza de cartel a Joaquín González ha sido un desacierto tremendo. (Y no lo digo solo por los problemas de dicción).
Una película increíblemente floja, mal orquestada, acelerada, desafinada. La sensación que me deja es que está llena de intrascendencia. Una comedia que conmigo, al menos, no conecta.
Creo que el principal lastre ha sido su protagonista; tener como cabeza de cartel a Joaquín González ha sido un desacierto tremendo. (Y no lo digo solo por los problemas de dicción).
Una película increíblemente floja, mal orquestada, acelerada, desafinada. La sensación que me deja es que está llena de intrascendencia. Una comedia que conmigo, al menos, no conecta.
SerieDocumental

7,0
1.050
5
3 de febrero de 2022
3 de febrero de 2022
16 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
El documental muestra la vida, historia y los devenires de El Cholo; sus metas futbolísticas, sus logros como entrenador y algunas intrahistorias familiares. Es interesante, deportivamente hablando, porque hace un repaso por su faceta deportiva e incide también en su vida familiar, con sus hijos e hijas, y la vida con su mujer actual. Aparecen cracks del mundo del fútbol comentando su trascendencia, como Ronaldo, Beckham, Guardiola, Mourinho.
Pero todo es demasiado "bienqueda". Es un documental hecho para ensalzar la imagen de Simeone, que aparece como la de un ángel. El problema del documental es ese, que todo es tan exageradamente bueno y bonito que convierten a Simeone en un ser bendito, en un ser idealizado, perfecto con sus dos o tres desperfectos. Un lavado de imagen que a mí me parece poco creíble, ficcionado, demasiado guionizado. No hay una respuesta mala. No hay ninguna intervención negativa que ponga en tela de juicio sus actitudes. No hay ningún atisbo del Simeone descontrolado, del clava tacos, del vulgar agarra huevos, del que no saluda a los entrenadores, del que empuja de mala manera al asistente del Atlético de Madrid porque no le reclama una jugada al árbitro con vehemencia. No. Nada sale de la línea de lo correcto. Todo masaje, todo pomada. Tampoco aparece su exmujer, ni El Mono Burgos, ni Julen Guerrero, o algunos enemigos de profesión. No hay nada que ponga al personaje y a la persona en algo de aprieto. Y eso convierte el documental en algo plenamente parcial y subjetivo.
Es verdad que salen momentos duros de su carrera, como la sucia jugada de en la que clava los tacos con una ira descontrolada en San Mamés, y el propio Simeone comenta entre risas incómodas que estuvo mal, que era un mediocampista que pegaba y calentaba el ambiente, pero poco más.
El documental tira en varios momentos de lo emocional, pero siempre está presente la idea de que es un film para agrandar su imagen y para convertirlo, aún más, en el símbolo del Atlético de Madrid.
Demasiado bonito para ser real.
Pero todo es demasiado "bienqueda". Es un documental hecho para ensalzar la imagen de Simeone, que aparece como la de un ángel. El problema del documental es ese, que todo es tan exageradamente bueno y bonito que convierten a Simeone en un ser bendito, en un ser idealizado, perfecto con sus dos o tres desperfectos. Un lavado de imagen que a mí me parece poco creíble, ficcionado, demasiado guionizado. No hay una respuesta mala. No hay ninguna intervención negativa que ponga en tela de juicio sus actitudes. No hay ningún atisbo del Simeone descontrolado, del clava tacos, del vulgar agarra huevos, del que no saluda a los entrenadores, del que empuja de mala manera al asistente del Atlético de Madrid porque no le reclama una jugada al árbitro con vehemencia. No. Nada sale de la línea de lo correcto. Todo masaje, todo pomada. Tampoco aparece su exmujer, ni El Mono Burgos, ni Julen Guerrero, o algunos enemigos de profesión. No hay nada que ponga al personaje y a la persona en algo de aprieto. Y eso convierte el documental en algo plenamente parcial y subjetivo.
Es verdad que salen momentos duros de su carrera, como la sucia jugada de en la que clava los tacos con una ira descontrolada en San Mamés, y el propio Simeone comenta entre risas incómodas que estuvo mal, que era un mediocampista que pegaba y calentaba el ambiente, pero poco más.
El documental tira en varios momentos de lo emocional, pero siempre está presente la idea de que es un film para agrandar su imagen y para convertirlo, aún más, en el símbolo del Atlético de Madrid.
Demasiado bonito para ser real.
8
17 de noviembre de 2024
17 de noviembre de 2024
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una miniserie de cuatro capítulos que nos adentra en la cruda intrahistoria del machismo y en la historia descarnada de una mujer maltratada que denuncia a su marido. Una mujer que enjuicia a su esposo, con el que lleva casado treinta años, por abusos sexuales continuados y por maltrato psicológico. La serie nos presenta el relato de la desigualdad y de la misoginia; el machismo aceptado y normalizado que está instalado en las relaciones y en las familias de una manera silenciosa, sutil, viperina, invisible. Un machismo que va de la mano del poder físico y económico del hombre y que, en las relaciones, anula a la mujer social y emocionalmente hasta arrinconarla en la casa (ama de casa y crianza). De ahí que estemos ante una serie que retrata a muchos "caballeros" que van por la vida con la careta de marido y padre ejemplar.
'Querer' es una serie que mastica hormigón, que enfoca la desigualdad y la incomprensión de las mujeres (y de nuestras madres y abuelas) y que nos perla la frente con una temática que está de rabiosa actualidad. La serie debe hacer reflexionar a los hombres sobre sus comportamientos tóxicos. También debe hacer reflexionar a las personas que se sumergen en el silencio cómplice, a las que ven la violencia machista en una víctima cercana, en una de sus múltiples acepciones, y callan (dándole alas al verdugo).
'Querer' es un acierto, y diría que hasta una necesidad, porque a las mujeres les quedan muchos pasos por dar, porque es imprescindible visibilizar todas las injusticias y destapar a todos los maltratadores.
'Querer' es una serie que mastica hormigón, que enfoca la desigualdad y la incomprensión de las mujeres (y de nuestras madres y abuelas) y que nos perla la frente con una temática que está de rabiosa actualidad. La serie debe hacer reflexionar a los hombres sobre sus comportamientos tóxicos. También debe hacer reflexionar a las personas que se sumergen en el silencio cómplice, a las que ven la violencia machista en una víctima cercana, en una de sus múltiples acepciones, y callan (dándole alas al verdugo).
'Querer' es un acierto, y diría que hasta una necesidad, porque a las mujeres les quedan muchos pasos por dar, porque es imprescindible visibilizar todas las injusticias y destapar a todos los maltratadores.

8,0
75.311
8
27 de diciembre de 2019
27 de diciembre de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película del gigante Warner, Joker, se ha convertido en el fenómeno fílmico del 2019. La obra audiovisual catalogada para mayores de dieciocho años más vista de la historia.
La apuesta de la productora Marvel toma las riendas de El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008). Esta segunda parte de la trilogía del Batman de Christian Bale, con las claquetas directorales de Nolan, volvió a darle dignidad al personaje, que había sufrido deslices importantes, desenfoques ciclópeos, como el Batman paparruchero de Tim Burton, en que el magnífico Jack Nicholson vistió el traje del villano (sucumbiendo a los ceros, a la pasta).
En El caballero oscuro, Batman se enfrenta a su archienemigo más particular, redondo y original. Al, tremendamente hijo de puta, Joker. Fue encarnado por el actor Heath Andrew Ledger, que se salió. La pantalla se le quedó pequeña. Llevó al personaje a un registro inalcanzable, inigualable, con una maestría actoral impresionante. Borró la frontera entre el actor y el personaje.
El australiano dibujó al personaje con los exactos matices, con esa dualidad bamboleante entre psicótico siniestro y bromista áspero de humor negro. Un papelón que le valió, supongo que por unanimidad, el Óscar al Mejor Actor Secundario (2009). Su fama, como la de las grandes leyendas del rock que se fueron prematuramente, se elevó como las olas de un tsunami tras su expiración a los veintiocho años por sobredosis de "medicamentos" (según la versión "oficial"). La tragedia le sumó repercusión e interés a la secuela que se estrenaría semanas después. La malaventura se convirtió en la mejor campaña de márquetin.
Todo los revuelos, sumado a la importancia de la factoría multimillonaria de Batman, provocó que se planteara una precuela del Joker, donde el pintarrajeado estrafalario fuera el único protagonista. La dirección recaló en las manos de Todd Phillips. Por los motivos que fueran, el elegido para interpretarlo fue Joaquin Phoenix. Un actor, que para mí, particularmente, lleva muy bien los thrillers y la ciencia-ficción (realizó un trabajo impresionante en la futurista y sentimental Her), y que, a priori, el papel de loco-cómico estaba lejos de sus registros, de parecerse al Joker de Ledger.
Pero en el Joker, el universo Batman y el imaginario de cómic de Marvel desaparecen casi por completo. No es una película saturada de acción, carreras de coches inverosímiles, estallidos, sobresaltos cósmicos y efectos especiales. En El caballero oscuro, el Joker de Ledger es un genial loco. Un líder astuto, carismático. Sin embargo, en el Joker de Phoenix es un personaje imbuido en sí mismo, deprimido, triste, inseguro, narcotizado, angustiado, desequilibrado.
La película es un itinerario en primera persona por inacabables desdichas. Un eterno primer plano de Arthur Fleck, un don nadie de barrio marginal de Gotham City. Somos espectadores, por tanto, de su vida de cloaca y de los bajos fondos, de sus idas y venidas, del desamparo de una persona con problemas mentales que malvive y sobrevive con su madre incapacitada y enajenada. Y tras las cortinas de la miseria de su día a día, pared con pared, la sociedad que le da la espalda, que lo margina, mientras aparecen en la televisión imágenes en color de otras vidas, de los triunfadores de su ciudad, ricos y todopoderosos que reciben los aplausos y parabienes, que hacen sangrante el contraste entre la realidad de Fleck y la de los que flotan en el show business, el éxito, la política.
Descubrimos y penetramos en el Joker antes de ser Joker. Desenmascaramos al fracasado payaso de poca monta que mendigaba míseras actuaciones. Es evidente, que la película va más allá de la encorsetada etiqueta del antihéroe, porque encontramos profundas reflexiones, lecturas subversivas. La desigualdad, el tabú de los problemas mentales, cómo la sociedad dual de ricos y pobres entablilla a los pobres a la marginación y al abandono..., provoca el colapso de Arthur Fleck, el descenso a la locura y a la liberación. Así nace el Joker, el antihéroe agitante que defiende la revolución del caos.
De ahí, que los espectadores hayan aplaudido las venganzas, los ajustes de cuenta, los tiros, que el payaso se tome la ley por su mano. Una venganza que tiene una lectura social; el levantamiento del más grande de los oprimidos. Porque si la sociedad te deja defenestrado, te arrincona, la única salida que ves abierta es la rebelión. Un rebelión que no busca un objetivo. Una rebelión incendiaria que a ojos del espectador está justificada. La antirrevolución. La insurgencia que pugna por dejar la ciudad en llamas.
Es una película lograda. Yo, particularmente, después de rumiarla, no la considero una obra maestra. La crítica la ha inflado y le ha impregnado una trascendencia de la que carece, porque como le ocurre a tantas películas, a tantas novelas, a tantas canciones, se ha convertido en un motivo viral. En estos casos, habitualmente, se suele perder el norte de la crítica y suele confundirse éxito con calidad. Si bien, es una muy buena película que merece ser vista. No faltan los mares de tintas que apuntan a que J. Phoenix se llevará el máximo galardón dorado, la estatuilla del caballero que aguarda con una espada, de calle, por su interpretación.
Como apunte final, me gustaría destacar un último acierto: la banda sonora. Una track-list que funciona por contraste. Canciones guitarreras y jazzeras, melódicas, alegres y vitalistas, que aparecen en las situaciones más crudas, en escenas, visualmente hablando, de hipotermia e infarto. Curiosamente, encaja a la perfección. Se nota que el tipo que ha estado agazapado con los temas posee un gusto musical curtido.
BS
https://lanuberojalibre.blogspot.com/2019/12/la-revolucion-del-caos.html
La apuesta de la productora Marvel toma las riendas de El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008). Esta segunda parte de la trilogía del Batman de Christian Bale, con las claquetas directorales de Nolan, volvió a darle dignidad al personaje, que había sufrido deslices importantes, desenfoques ciclópeos, como el Batman paparruchero de Tim Burton, en que el magnífico Jack Nicholson vistió el traje del villano (sucumbiendo a los ceros, a la pasta).
En El caballero oscuro, Batman se enfrenta a su archienemigo más particular, redondo y original. Al, tremendamente hijo de puta, Joker. Fue encarnado por el actor Heath Andrew Ledger, que se salió. La pantalla se le quedó pequeña. Llevó al personaje a un registro inalcanzable, inigualable, con una maestría actoral impresionante. Borró la frontera entre el actor y el personaje.
El australiano dibujó al personaje con los exactos matices, con esa dualidad bamboleante entre psicótico siniestro y bromista áspero de humor negro. Un papelón que le valió, supongo que por unanimidad, el Óscar al Mejor Actor Secundario (2009). Su fama, como la de las grandes leyendas del rock que se fueron prematuramente, se elevó como las olas de un tsunami tras su expiración a los veintiocho años por sobredosis de "medicamentos" (según la versión "oficial"). La tragedia le sumó repercusión e interés a la secuela que se estrenaría semanas después. La malaventura se convirtió en la mejor campaña de márquetin.
Todo los revuelos, sumado a la importancia de la factoría multimillonaria de Batman, provocó que se planteara una precuela del Joker, donde el pintarrajeado estrafalario fuera el único protagonista. La dirección recaló en las manos de Todd Phillips. Por los motivos que fueran, el elegido para interpretarlo fue Joaquin Phoenix. Un actor, que para mí, particularmente, lleva muy bien los thrillers y la ciencia-ficción (realizó un trabajo impresionante en la futurista y sentimental Her), y que, a priori, el papel de loco-cómico estaba lejos de sus registros, de parecerse al Joker de Ledger.
Pero en el Joker, el universo Batman y el imaginario de cómic de Marvel desaparecen casi por completo. No es una película saturada de acción, carreras de coches inverosímiles, estallidos, sobresaltos cósmicos y efectos especiales. En El caballero oscuro, el Joker de Ledger es un genial loco. Un líder astuto, carismático. Sin embargo, en el Joker de Phoenix es un personaje imbuido en sí mismo, deprimido, triste, inseguro, narcotizado, angustiado, desequilibrado.
La película es un itinerario en primera persona por inacabables desdichas. Un eterno primer plano de Arthur Fleck, un don nadie de barrio marginal de Gotham City. Somos espectadores, por tanto, de su vida de cloaca y de los bajos fondos, de sus idas y venidas, del desamparo de una persona con problemas mentales que malvive y sobrevive con su madre incapacitada y enajenada. Y tras las cortinas de la miseria de su día a día, pared con pared, la sociedad que le da la espalda, que lo margina, mientras aparecen en la televisión imágenes en color de otras vidas, de los triunfadores de su ciudad, ricos y todopoderosos que reciben los aplausos y parabienes, que hacen sangrante el contraste entre la realidad de Fleck y la de los que flotan en el show business, el éxito, la política.
Descubrimos y penetramos en el Joker antes de ser Joker. Desenmascaramos al fracasado payaso de poca monta que mendigaba míseras actuaciones. Es evidente, que la película va más allá de la encorsetada etiqueta del antihéroe, porque encontramos profundas reflexiones, lecturas subversivas. La desigualdad, el tabú de los problemas mentales, cómo la sociedad dual de ricos y pobres entablilla a los pobres a la marginación y al abandono..., provoca el colapso de Arthur Fleck, el descenso a la locura y a la liberación. Así nace el Joker, el antihéroe agitante que defiende la revolución del caos.
De ahí, que los espectadores hayan aplaudido las venganzas, los ajustes de cuenta, los tiros, que el payaso se tome la ley por su mano. Una venganza que tiene una lectura social; el levantamiento del más grande de los oprimidos. Porque si la sociedad te deja defenestrado, te arrincona, la única salida que ves abierta es la rebelión. Un rebelión que no busca un objetivo. Una rebelión incendiaria que a ojos del espectador está justificada. La antirrevolución. La insurgencia que pugna por dejar la ciudad en llamas.
Es una película lograda. Yo, particularmente, después de rumiarla, no la considero una obra maestra. La crítica la ha inflado y le ha impregnado una trascendencia de la que carece, porque como le ocurre a tantas películas, a tantas novelas, a tantas canciones, se ha convertido en un motivo viral. En estos casos, habitualmente, se suele perder el norte de la crítica y suele confundirse éxito con calidad. Si bien, es una muy buena película que merece ser vista. No faltan los mares de tintas que apuntan a que J. Phoenix se llevará el máximo galardón dorado, la estatuilla del caballero que aguarda con una espada, de calle, por su interpretación.
Como apunte final, me gustaría destacar un último acierto: la banda sonora. Una track-list que funciona por contraste. Canciones guitarreras y jazzeras, melódicas, alegres y vitalistas, que aparecen en las situaciones más crudas, en escenas, visualmente hablando, de hipotermia e infarto. Curiosamente, encaja a la perfección. Se nota que el tipo que ha estado agazapado con los temas posee un gusto musical curtido.
BS
https://lanuberojalibre.blogspot.com/2019/12/la-revolucion-del-caos.html
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película es un itinerario en primera persona por inacabables desdichas. Un eterno primer plano de Arthur Fleck, un don nadie de barrio marginal de Gotham City. Somos espectadores, por tanto, de su vida de cloaca y de los bajos fondos, de sus idas y venidas, del desamparo de una persona con problemas mentales que malvive y sobrevive con su madre incapacitada y enajenada. Y tras las cortinas de la miseria de su día a día, pared con pared, la sociedad que le da la espalda, que lo margina, mientras aparecen en la televisión imágenes en color de otras vidas, de los triunfadores de su ciudad, ricos y todopoderosos que reciben los aplausos y parabienes, que hacen sangrante el contraste entre la realidad de Fleck y la de los que flotan en el show business, el éxito, la política.
Descubrimos y penetramos en el Joker antes de ser Joker. Desenmascaramos al fracasado payaso de poca monta que mendigaba míseras actuaciones. Es evidente, que la película va más allá de la encorsetada etiqueta del antihéroe, porque encontramos profundas reflexiones, lecturas subversivas. La desigualdad, el tabú de los problemas mentales, cómo la sociedad dual de ricos y pobres entablilla a los pobres a la marginación y al abandono..., provoca el colapso de Arthur Fleck, el descenso a la locura y a la liberación. Así nace el Joker, el antihéroe agitante que defiende la revolución del caos.
De ahí, que los espectadores hayan aplaudido las venganzas, los ajustes de cuenta, los tiros, que el payaso se tome la ley por su mano. Una venganza que tiene una lectura social; el levantamiento del más grande de los oprimidos. Porque si la sociedad te deja defenestrado, te arrincona, la única salida que ves abierta es la rebelión. Un rebelión que no busca un objetivo. Una rebelión incendiaria que a ojos del espectador está justificada. La antirrevolución. La insurgencia que pugna por dejar la ciudad en llamas.
Descubrimos y penetramos en el Joker antes de ser Joker. Desenmascaramos al fracasado payaso de poca monta que mendigaba míseras actuaciones. Es evidente, que la película va más allá de la encorsetada etiqueta del antihéroe, porque encontramos profundas reflexiones, lecturas subversivas. La desigualdad, el tabú de los problemas mentales, cómo la sociedad dual de ricos y pobres entablilla a los pobres a la marginación y al abandono..., provoca el colapso de Arthur Fleck, el descenso a la locura y a la liberación. Así nace el Joker, el antihéroe agitante que defiende la revolución del caos.
De ahí, que los espectadores hayan aplaudido las venganzas, los ajustes de cuenta, los tiros, que el payaso se tome la ley por su mano. Una venganza que tiene una lectura social; el levantamiento del más grande de los oprimidos. Porque si la sociedad te deja defenestrado, te arrincona, la única salida que ves abierta es la rebelión. Un rebelión que no busca un objetivo. Una rebelión incendiaria que a ojos del espectador está justificada. La antirrevolución. La insurgencia que pugna por dejar la ciudad en llamas.
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