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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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12 de octubre de 2024 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aftersun llega como una propuesta intimista y personal, pero su ejecución termina siendo una decepción que se desmorona bajo el peso de su propia pretensión. Aunque la película ha sido aclamada por su sensibilidad y su apuesta estética, en realidad lo que se ofrece es un conjunto de planos largos y vacíos que poco logran aportar a la narrativa. La relación entre un padre y su hija, tema central de la historia, podría haber sido profundamente emotiva, pero se presenta de forma tan fragmentada y caótica que impide al espectador conectar con los personajes o sus emociones.

A lo largo de la cinta, se despliegan escenas que parecen eternizarse sin propósito, diálogos que no llegan a profundizar en nada relevante, y una cámara que oscila entre movimientos erráticos y decisiones estéticas que resultan más molestas que innovadoras. Los constantes reflejos en espejos y agua, los fundidos en negro de duración inexplicable y las tomas "artísticas" desde ángulos forzados intentan otorgar al filme una apariencia de estilo y creatividad, pero en realidad terminan por hacer evidente la falta de contenido y dirección. La estética “casera” de las grabaciones parece más preocupada por un estilo visual improvisado y poco pulido que por reflejar verdaderos momentos familiares significativos.

El dolor y el conflicto del personaje interpretado por Paul Mescal, aunque evidente, resulta metido con calzador, y el guion no le permite desplegar el talento que tanto ha demostrado en otras producciones. La actuación de Mescal, aclamada y reconocida con una nominación al Óscar, se ve constreñida por un guion que apenas ofrece material para desarrollar su personaje de manera completa.

El montaje, además, contribuye a la desconexión, con transiciones abruptas y cortes que rompen el ritmo justo cuando parece haber un atisbo de conversación o intimidad. La película intenta construir una atmósfera de nostalgia y pérdida, pero la forma en la que el espectador es arrastrado a través de escenas inconexas y vacías hace que cualquier emoción potencial quede totalmente diluida. En lugar de generar la intimidad que pretende, lo que se siente es la artificialidad de una narrativa que parece más preocupada por parecer profunda que por contar una historia real y humana.

La ambigüedad, lejos de agregar misterio o reflexión, termina generando frustración; se insinúan conflictos y traumas sin explorarlos, y el supuesto simbolismo queda reducido a escenas cuyo significado se vuelve innecesariamente críptico. La película parece confiar demasiado en la interpretación libre del espectador, presentando elementos ambiguos sin la carga emocional o narrativa que los respalde.

Al final, Aftersun pretende construir una experiencia sensorial y visual que trascienda la típica narrativa cinematográfica, pero no logra materializar un contenido profundo o significativo. Lo que podría haber sido una historia conmovedora y compleja sobre la relación entre un padre y su hija se convierte en un ejercicio vacío y pretencioso, sin emoción real.
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spoiler:
En cuanto al final, se plantea la teoría del suicidio del personaje de Mescal, insinuada de manera difusa a través de su comportamiento errático, pero el tema se aborda de manera superficial y sin compromiso. La falta de claridad en el tratamiento de su conflicto y el desenlace abierto se sienten como una excusa para eludir la responsabilidad de profundizar en los temas emocionales que realmente podrían haber dado peso a la historia.
13 de octubre de 2024 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llegada es una película que, a diferencia de muchas obras de ciencia ficción que se centran en la acción y las confrontaciones intergalácticas, se atreve a explorar la complejidad de la experiencia humana. Dirigida por Denis Villeneuve, esta obra ofrece una reflexión profunda y original sobre la naturaleza humana y la percepción del lenguaje y el tiempo, elementos que la convierten en una experiencia cinematográfica única.

Quienes busquen explosiones, batallas épicas o invasiones extraterrestres se encontrarán con una propuesta desafiante; La llegada no se deja llevar por el frenético ritmo de la acción. En su lugar, resalta la exploración de la dimensión humana a través del lenguaje y la interpretación siendo éstos elementos centrales en el filme. La lengua de los heptápodos es visualmente cautivadora, y su interpretación poética añade una riqueza simbólica que invita a la introspección, subrayando cómo el lenguaje puede moldear nuestra percepción de la realidad.

Aunque algunos espectadores han argumentado que la película puede resultar engañosa [spoiler], el trabajo de Villeneuve en la puesta en escena es notable. La dirección crea un ambiente místico y una atmósfera que acompaña la narrativa de manera efectiva, mientras que la banda sonora se entrelaza con las emociones en pantalla, amplificando la tensión y la belleza de las interacciones.

En este contexto, Amy Adams brilla en su interpretación de la Dra. Louise Banks, lingüista encargada de descifrar el lenguaje de los heptápodos. Adams logra transmitir una gama emocional que va desde la ansiedad y la incertidumbre hasta la esperanza y la tristeza, permitiendo al espectador conectar profundamente con su viaje personal y profesional.

A pesar de que La llegada no está exenta de "fallos, sobre todo en su segundo acto, como el conflicto algo estereotipado con China o ciertas decisiones narrativas que pueden parecer inverosímiles, su primer acto logra captar la atención al sumergir al público en las interacciones entre humanos y extraterrestres y se mantiene, especialmente en las secuencias de “conversación” y estudio de los seres de otro mundo, donde la curiosidad intelectual se enfrenta a la necesidad emocional.

El desenlace, aunque cargado de un sentimentalismo palpable, no resulta molesto. Al contrario, remonta el film y se siente como una culminación necesaria que encarna las emociones acumuladas a lo largo del mismo, aportando todo el sentido al cierre.

En resumen, La llegada trasciende el ámbito de la ciencia ficción convencional; es una experiencia cinematográfica que invita a la reflexión sobre la comunicación, el tiempo y la condición humana. Aunque puede no ser perfecta, la película se distingue por su originalidad y profundidad emocional, donde la actuación de Amy Adams es fundamental para dar vida a estos complejos temas, reafirmando la idea de que la importancia de la comunicación es el verdadero mensaje del filme.
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En términos de estructura narrativa, el uso de lo que parecen ser flashbacks que, en realidad, son flashforwards para avanzar la trama, junto con la presentación del tiempo como una dimensión no lineal, representa un logro estético y conceptual que refleja la maestría de Villeneuve. Esta complejidad en la narración desafía al espectador a reconsiderar sus propias nociones sobre el tiempo y la experiencia.

Un aspecto emotivo y digno de mención de la narrativa es la llegada de los heptápodos en son de paz, deseosos de compartir su conocimiento y comprensión del tiempo como un trueque. Sin embargo, la reacción inicial de los humanos es de desconfianza y temor, lo que desencadena un conflicto que refleja la trágica tendencia de la humanidad a ver al "otro" como una amenaza. Este malentendido resalta la fragilidad de la comunicación y cómo nuestras percepciones pueden distorsionarse, llevándonos a actuar en contra de nuestros propios intereses y, en última instancia, contra la paz.
13 de octubre de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Se7en", dirigida por el maestro David Fincher en 1995, es indiscutiblemente una de las obras maestras del cine contemporáneo. Fincher, conocido por su estilo visual audaz y su atención al detalle, teje una atmósfera opresiva y perturbadora que atrapa al espectador desde el primer fotograma. La película, protagonizada por Morgan Freeman y Brad Pitt, nos sumerge en la mente retorcida de un asesino en serie que comete sus crímenes basándose en los siete pecados capitales. Este concepto no solo añade una capa de complejidad a la narrativa, sino que también plantea profundas preguntas sobre la moralidad y la naturaleza humana.

Morgan Freeman, en el papel del detective William Somerset, ofrece una interpretación magistral que destila sabiduría y melancolía, lo que contrasta de manera efectiva con la energía impulsiva de Brad Pitt como el joven detective David Mills. La química entre ambos actores es palpable y esencial para el desarrollo de la trama, aportando un equilibrio entre la experiencia y la inexperiencia que refleja las diferentes visiones del mundo que tienen sus personajes. Kevin Spacey, como el perturbador asesino John Doe, entrega una actuación inquietante y convincente que se queda grabada en la mente del espectador.

La dirección de Fincher es el corazón palpitante de "Se7en". Su maestría en el uso del color, la iluminación y el encuadre contribuyen a la sensación de desesperanza y fatalismo que impregna cada escena. Las tomas oscuras y lluviosas de la ciudad no solo refuerzan el tono sombrío, sino que también se convierten en un reflejo del estado mental de los personajes. La narrativa avanza de manera implacable hacia una conclusión impactante, y la secuencia final [spoiler] deja al público en estado de shock, subrayando la inevitabilidad del destino y la fragilidad de la moralidad humana.

La habilidad de Fincher para contar una historia visceral y provocadora, combinada con actuaciones memorables, la consagra como una de las mejores películas de todos los tiempos. Su influencia es palpable en el género del thriller psicológico, convirtiéndose en un referente y objeto de análisis para cineastas y críticos por igual. En resumen, "Se7en" es más que una simple película de misterio; es una experiencia cinematográfica que, sin duda, todos desearían volver a vivir desde el principio.
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La secuencia final, que culmina en el icónico “Qué hay en la caja? deja al público en estado de shock.
13 de octubre de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película, dirigida por J.A. Bayona, trasciende la mera narración de un desastre aéreo para convertirse en un profundo relato filosófico que explora la condición humana y rinde homenaje a la fraternidad de aquellos que se estrellaron en los Andes en 1972. Desde el principio, se establece un matiz especial al comenzar la historia desde la perspectiva de Numa Turcatti, interpretado con maestría por Enzo Vogrincic, aporta una carga emocional única al relato, subrayando la fragilidad de la vida.

En los primeros quince minutos, Bayona no solo introduce a cada uno de los personajes de manera excepcional, sino que también presenta la secuencia del accidente. Esta escena está rodada magistralmente, capturando la violencia y el caos de un evento catastrófico con una intensidad abrumadora. A través de una combinación de planos envolventes, el director logra hacer sentir al público como si estuviera presente en el momento. La conjunción de efectos especiales impactantes y una edición precisa crea una atmósfera de urgencia y desesperación. Esta cuidadosa orquestación visual y auditiva no solo refleja el impacto físico del accidente, sino que también transmite la conmoción emocional de los personajes, convirtiendo la secuencia en un poderoso testimonio de la lucha por la supervivencia (y lo mismo se podría decir del momento del alud).

La dirección de Bayona, junto con la fotografía de Pedro Luque y la música de Michael Giacchino, se entrelazan para crear un entorno sumamente emotivo, donde cada elemento está diseñado para orquestar la el film en perfecta armonía. La producción es imponente y profundamente humana, que podría haber sido igualmente poderosa incluso con un presupuesto más modesto.

La película logra sumergirnos en la historia de cada integrante, explorando su humanidad y vulnerabilidad, sus lazos familiares y las decisiones cruciales que deben tomar. Cada diálogo es desgarrador y está lleno de humanidad, mientras los personajes asumen sus roles en el grupo y encuentran su destino en medio de una desolación casi divina. Más que una simple historia de supervivencia, La sociedad de la nieve es una reflexión sobre la moral, la espiritualidad, la vida, la muerte y sobre todo la amistad. Se presenta como un testimonio de la resiliencia humana, donde la supervivencia depende de las relaciones, la inteligencia y un toque de suerte.

El reparto, conformado por actores uruguayos y argentinos casi desconocidos hasta el momento y con un parecido físico asombroso, logra transmitir el peso emocional de cada momento con notable precisión gracias al respeto por los orígenes de los supervivientes.

En esta nueva versión se aborda el canibalismo de manera sutil y respetuosa, priorizando el contexto humano y emocional que rodeó esa decisión. Más allá del morbo, la narrativa se enfoca en la hermandad, el amor y la amistad. En contraste con ¡Viven! de Frank Marshall, que ofrece un enfoque hollywoodense y sensacionalista, La sociedad de la nieve opta por un tratamiento más sobrio, respetando la verdad de los hechos y la dignidad de sus protagonistas.

La película arrasó con firmeza en los Premios Goya, donde ganó 12 premios, incluyendo Mejor Película y Mejor Dirección. Además, fue nominada a Mejor Película Extranjera en los Premios Óscar, un reconocimiento merecido, especialmente al comparar su calidad con la de La Zona de Interés, la que finalmente se llevó el galardón, dejando a muchos espectadores hispanohablantes con la sensación de haber sido testigos de un verdadero "robo".

Por último, es notable el impacto que ha generado en las redes sociales, especialmente entre el público joven, que ha encontrado en esta historia una conexión emocional profunda con los temas de supervivencia, resiliencia y la fuerza de los lazos humanos. Las plataformas digitales se han llenado de discusiones y análisis, demostrando cómo esta producción ha resonado en una generación que busca historias auténticas y conmovedoras que reflejen la complejidad de la experiencia humana.
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Además, la inclusión de cameos de los supervivientes reales, como Roberto Canessa, Nando Parrado o Carlitos Páez, quien interpreta a su propio padre al leer la lista de supervivientes durante el rescate, añade un toque de verosimilitud y dotan a la película de una carga emocional inmensa.
13 de octubre de 2024 1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Oppenheimer, Christopher Nolan se lanza al género biográfico, dejando de lado su habitual inclinación por la ciencia ficción y la acción en títulos como Interstellar, Origen o El caballero oscuro. Impulsada por el fenómeno Barbenheimer, la película atrajo multitudes a las salas, revitalizando la taquilla post-pandemia. Sin embargo, este relato sobre el físico detrás de la bomba atómica se siente, en última instancia, frío y carente de profundidad, contrastando con su innegable ambición técnica y un reparto estelar que incluye el retorno de Josh Hartnett, un valor añadido que, pese a ser una grata sorpresa, no logra aportar lo suficiente al resultado final.

A nivel narrativo, Oppenheimer se asemeja a un tráiler extendido, presentando una sucesión incesante de imágenes y diálogos densos que, paradójicamente, resultan vacíos. Aunque ver a tantos físicos históricos puede entusiasmar a los espectadores con algún conocimiento de su trabajo, la rapidez con la que son presentados deja cada personaje sin desarrollo. La película se convierte en una suerte de “quién es quién”, en la que el espectador debe identificar a los personajes sin llegar a comprender sus vínculos con el protagonista o su relevancia en la historia.

Uno de los puntos débiles más notables es el tratamiento de los personajes femeninos, una cuestión recurrente en la filmografía de Nolan. Los personajes interpretados por Florence Pugh y Emily Blunt parecen reducidos a figuras decorativas o problemáticas, cuya relevancia en la historia es cuestionable y que refuerzan una visión superficial. Las relaciones de Oppenheimer con estas mujeres quedan apenas esbozadas, sin añadir a la complejidad emocional que la película pretende explorar.

Las interpretaciones, aunque prometedoras, se ven restringidas por un guion que impone un tono excesivamente contenido. Cillian Murphy, en el papel de Oppenheimer, logra capturar la apariencia y los gestos del físico, pero su interpretación resulta en un protagonista que parece impenetrable, casi apático. Nolan intenta reflejar su tormento interno mediante imágenes oníricas, pero estos recursos resultan más decorativos que efectivos en construir empatía. Einstein no escapa de esta falta de profundidad, y su caracterización, lejos de sumar a la narrativa, se siente caricaturesca desentonando en un reparto que debería brillar. La constante alternancia entre color y blanco y negro no añade profundidad ni claridad a la narrativa; de hecho, parece más una estrategia estilística vacía que un aporte significativo a la historia.

La banda sonora es omnipresente y agresiva, empujando al espectador a experimentar emociones específicas sin espacio para la sutileza. Su intensidad constante se convierte en ruido, y solo en los escasos momentos de silencio se logra apreciar un respiro, un descanso que permite un mínimo de conexión emocional. La tan anticipada explosión de la prueba Trinity, que Nolan había insistido en ver en cines específicos para maximizar la experiencia audiovisual, se revela como una explosión muda, que carece del impacto visual esperado, quedando muy por debajo de lo prometido.

La duración, que se extiende por tres horas, podría considerarse justificada en un relato épico, pero en este caso se vuelve extenuante. A medida que avanza la trama, se convierte en un ejercicio de resistencia, con escenas de interrogatorios que se sienten repetitivas y carentes de avance narrativo. Esta acumulación de diálogos y situaciones, lejos de construir una conexión emocional, lleva al espectador a mirar el reloj y a cuestionar la necesidad de tal extensión. Aunque el tercer acto recupera algo de frescura con la intervención de Robert Downey Jr., quien aporta dinamismo, actores de renombre como Matt Damon o el mismísimo Gary Oldman apenas destacan (y esto se podría calificar de acto criminal)

A pesar de sus siete premios Oscar, Oppenheimer se percibe como un ejercicio de virtuosismo técnico que sacrifica emoción y desarrollo de personajes en favor de una estética grandilocuente. Esta faceta biográfica de Nolan, aunque visual y sonoramente ambiciosa, falla en conectar con el espíritu del protagonista, resultando en una de las obras menos conmovedoras y memorables de su filmografía.
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