Haz click aquí para copiar la URL
You must be a loged user to know your affinity with antonalva
Críticas 487
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
7 de diciembre de 2013
220 de 303 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comienzo (de hecho, la primera hora y pico) es un arrollador poema visual, oda a la belleza de una ciudad inigualable y homenaje a todas las apologías de esa ciudad eterna que la han precedido en el cine. Es un retrato magnífico y arrollador, lleno de vértigo y locura, entre el ridículo y lo felliniano. Pero luego la película se dispersa, disgrega, repite y acaba por dejar indiferente pese a tan espectacular comienzo.

También es un canto – como “Ciudadano Kane” – a lo que se perdió y que nos impide, de alguna forma, alcanzar una vida plena y satisfactoria, dejándonos deslizar por la pendiente de un lento deterioro anímico y espiritual que parece no tener fin. Esta espiral de nostalgia y pérdida ilumina, a ráfagas, a destellos, toda la cinta, pero acaba un poco sepultada entre tanto oropel y tanta virguería estéril, siendo más un bosquejo de lo que pude ser y no fue… como la vida misma de su protagonista.

La belleza y originalidad de las imágenes es incuestionable, el tono premioso es voluntario y retrata con valentía el lento ocaso de una vida ociosa echada a perder pese al talento inicialmente mostrado… pero el conjunto deja entrever una película que pudo ser y no es, quizás por un exceso de indulgencia, por una falta de autocrítica, por una falta de límite, muy acorde con los temas que aborda la cinta. Pero el conjunto resulta insatisfactorio pese a sus muchas virtudes y su radiante factura: hay demasiado y la desmesura cansa, aun cuando se reconozca cierta originalidad y varios logros.

Bella, torrencial y melancólica… deja un regusto amargo y cierto poso de insatisfacción.
10 de diciembre de 2016
159 de 182 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que, a priori, parecen diseñadas para gustarme, pero como toda obra de arte quizás necesita su momento y su circunstancia para lograr que nos llegue lo que ambiciona. Y a mí me ha dejado frío, despegado, impertérrito… saboreo su estructura, sus intenciones, su ritmo, su delicadeza, su entramado paciente y gradual, pero nada de lo que muestra me ha interesado ni lo más mínimo. Es encomiable y original dedicarle a la creación poética una atención tan minuciosa y meditada, alejada de cualquier convencionalismo al uso y llena de un sincero y transparente amor hacia la palabra escrita y hacia el proceso creativo perseverante y anónimo de un autor – ficticio – inédito. Sin embargo, puedo admirar cada uno de sus muchos detalles esmerados sin que el conjunto me parezca que alcance nada de lo que se propone.

Me resulta frustrante que me haya dejado impasible. La adorable pareja protagonista se hace querer desde el comienzo y su periplo vital está lleno de deliberadas repeticiones que nos adentran en un microcosmos cálido y envolvente, persuasivo y seductor, que embauca y despierta la complicidad inmediata e incondicional del espectador. Pero al igual que con la poesía en general – que según el día, la situación emocional o de lo receptivos y permeables que nos sintamos – todo dependa de un misterioso e inexplicable fogonazo mágico e insondable que hace prender la llama de la conexión, consiguiendo que nos llegue hasta lo más profundo del corazón y nos subyugue o conmueva. Pero el chispazo telúrico y arbitrario no se ha producido y me he quedado al margen de la propuesta. Muy a mi pesar.

Todo el reparto es cómplice del empeño y encarnan con entusiasmo y convicción unos personajes atípicos y encantadores, sin recurrir a grandilocuencias ni excesos, abrazando la sencillez y naturalidad como un tesoro. No hay ningún detalle baladí: el antipático perro gruñón, las cortinas tornadizas, los bollitos sabatinos, la voluble creatividad fantasiosa e irrefrenable de la compañera, la insulsez insistente del prosaico trabajo del bardo, el hábito de escribir en los lugares más pedestres, la cerveza nocturna, los amores desengañados de los parroquianos… Todo ello configura un amoroso mosaico de vulgaridad que contrasta con los desbordantes poemas que van jalonando el metraje. Y es de justicia destacar, sobre todo, a Adam Driver y Golshifteh Farahani, del todo exquisitos.

Lo dicho, enumerando y analizando cada pieza por separado pareciera presagiar un peliculón resplandeciente. Y quizás lo sea, pero yo he sido incapaz de entrar en este mundo hechizado y embaucador que se despliega, a contracorriente del cine comercial acostumbrado. Equívoca y ambivalente conclusión.
6 de noviembre de 2015
156 de 185 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Shakespeare ha pergeñado alguna de las obras, iconografías y tramas más perdurables del legado cultural de Occidente. Su fuerza avasalladora perdura inmarchitable tras más de cuatro siglos, fuente inagotable de fascinación y seducción para generaciones de histriones y directores. El mundo del cine no ha sido ajeno al vigor y lozanía de unas obras deslumbrantes que han creado algunos personajes inmortales. Pero pocas veces se ha conseguido llevar con acierto las creaciones del bardo inglés al cine, demasiado deudor de unos textos tan bellos y poderosos que modificarlos pareciera traición. Por ello, la más acertada traslación a la pantalla de Macbeth vino de la mano de Akira Kurosawa y su “Trono de sangre” (1957), que es una recreación – libre pero fiel – de la tragedia, situándola en el Japón feudal.

La belleza y contundencia del texto es una joya y baste un ejemplo para ilustrar la profundidad psicológica de sus palabras: “El más cercano a nuestra sangre es el más cercano a verterla.” Por ello mismo resulta tan difícil trasladar al cine la riqueza y filigrana verbal que sustenta su trama. Ahora estamos ante un proyecto ambicioso que bucea en una de sus creaciones más memorables pero que acaba sucumbiendo a las dificultades y trampas de abordar semejante empresa. Permanece la finura y perfección de un escrito sin igual, pero se pierde de vista que lo que funciona en el teatro puede ser anatema para el cine. La servidumbre que conlleva el respeto hacia el material tratado hace que cinematográficamente estemos ante una pieza vistosa, exquisita, muy bien ambientada e interpretada, pero sin alma, sin verdad, sin fuerza, sin convicción.

Se hace difícil explicar los fallos que acumula esta cinta. Solo se hace patente viendo el resultado final y comprobando que sus muchas bondades parciales (fotografía, escenografía, actores, esplendor visual) no redundan en un conjunto satisfactorio. Se olvida que a veces hay que buscar imágenes, metáforas o temas visuales que sustituyan o recreen el texto original – ya que estamos ante un medio que atiende a otras reglas y directrices diferentes del teatro. Y el mero teatro filmado es tedioso, por mucha energía que derrochen sus intérpretes, por mucho dinero que uno se gaste en adornos y oropeles que traten de recrear la época que se refleja.

Película tediosa, cansina (pese a sus muchas batallas y su abundante sangre), repetitiva y fallida. Casi un documento a como no se deben de hacer las cosas aunque se hayan hecho bien y brillen sus buenas intenciones. Imperfecta y decepcionante.
17 de noviembre de 2017
140 de 161 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivimos en un mundo en el que pareciera que todo es posible, que basta con proponerse algo con ahínco para lograr alcanzarlo, en el que basta con aprender cómo se hacen las cosas para lograr el éxito que se ansía. Se confunde logro con fama, empeño con destreza, voluntad con ingenio. Aunque queramos ser buenos atletas y nos empecinemos en emular a alguna estrella, no nos sirve de nada que nos expliquen hasta la extenuación cómo debemos de correr, de saltar o de darle a la pelota para obtener el fruto que tanto anhelamos: si falta el talento o la predisposición, la insistencia no es sino una quimera baldía que nos aboca al desengaño y la frustración. Lo mismo ocurre para los que quieren ser pintores o escritores o músicos, etc. Querer ser lo que no se es nos lleva a la locura y al delirio, perseverando en una ceguera que nos engulle y aprisiona sin remedio.

Este es el punto de partida de la adaptación al cine de una novela de Javier Cercas, uno de esos autores en boga, reputado y de renombre que mezcla fingida biografía con presunta literatura y lo único consigue es pergeñar obras amenas, ligeras, pretenciosas en su ficticia complejidad, fáciles de leer y aún más fáciles de olvidar. Lo etéreo travestido de sinuosa profundidad. Perfectas para un verano ocioso, pero tan ajenas al arte como prefabricadas para ser un best-seller de centro comercial (porque ya no quedan librerías). Y quizás la película le haga justicia, porque desvela la terquedad de un panoli con ínfulas de escritor que pretende lograr lo imposible: ser quien no es a base de cabezonería y contumacia. Porque lo mejor es el retrato de un perdedor que extravía su capacidad de observación a fuerza de olvidarse de lo esencial: ser uno mismo. Se cree un demiurgo todopoderoso sin darse cuenta que es un mero peón fracasado, al albur de los designios y voluntad de los demás. Un ciego con ojos pero sin vista, un cotilla que no cae en la cuenta que es espiado. Y utilizado.

Lo mejor son los actores. Se lleva la palma una exuberante Adelfa Calvo que roba todos los planos y merece un éxito que le es esquivo; casi parece una redundancia alabar a Antonio de la Torre, pero consigue hacer palidecer a todos los demás cuando aparece; unas pocas escenas le bastan a María León para resultar odiosamente irresistible; y el protagonismo absoluto es de Javier Gutiérrez que sostiene y hace creíble lo imposible: que sintamos lástima por un personajillo repelente y sin compasión.

Quizás imperfecta pero un buen retablo de los horrores que nos acechan.
13 de enero de 2018
156 de 199 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jodidamente inclasificable. Empezando por encontrar un título para esta reseña, tratar de resumir o de hallar un único denominador al conjunto de sugerencias, temas y circunstancias que rodean a esta cinta se vuelve una tarea titánica e insalvable por su riqueza de contenidos, por su variedad de derroteros que abarca, por su complejidad de evocaciones que sugiere, por su amplitud de miras y porque no resulta fácil resumir en pocas palabras la inagotable pluralidad de significados que va tocando a lo largo de su metraje. A primera vista parece una historia de venganza: el afán justiciero de una madre coraje que necesita a toda costa que se honre la memoria de su hija vejada, violada y asesinada. Pero tras esa áspera superficie de revancha y desquite late la culpa, bulle el yerro, quema la omisión y arde la responsabilidad por no haber protegido a lo más querido, ya por siempre perdido, deshonrado y humillado.

No hay buenos ni malos y eso lo complica todo. O, más bien, los supuestos buenos pecan de negligencia, abuso o arbitrariedad, los supuestos malos no son tan malvados como parecen y los culpables ni tan siquiera hacen acto de presencia. El vacío es el verdadero protagonista de la función, la ausencia de nuestros seres queridos, la dificultad de despedirse de lo que nos carcome, la imposibilidad de dejar atrás lo que nos corroe, la injusticia de querer ser justos en un mundo arbitrario y cruel, la imposibilidad de rematar una faena aunque en ello nos vaya la vida, la memoria, el recuerdo, el amor… Si hubiera respuestas sencillas ante problemas complejos todos saldríamos ganando, pero entonces no estaríamos en la realidad, sino en un mundo fabuloso de hadas y duendes, de encantamientos y leyendas que por desgracia nos es ajeno, extraño e inalcanzable.

Gracias a un guión original que roza la perfección (pergeñado por el propio director, Martin McDonagh) y a un reparto pletórico que encarna sin resquicios ni contemplaciones unos papeles ingratos, ambiguos, deleznables, atroces y egoístas, que abraza a tumba abierta la molesta confusión de la vida y de la muerte: El rostro granítico y desolado de Frances McDormand nos revuelve las entrañas y nos da pavor, la vulnerabilidad de Woody Harrelson nos desconsuela y abate, la garrulería primitiva y racista de Sam Rockwell nos impacta hasta alcanzar una inesperada compasión e indulgencia… Si pudiéramos ponerle coto a la vida no tendríamos que deambular por siempre perdidos y desfondados por las afueras, pero entonces no estaríamos asistiendo a la radiografía del desconsuelo y la futilidad.

Merece la pena dejarse abofetear durante este viaje pedregoso: la recompensa será una indeleble amargura, entre lo tragicómico y lo funesto. Un enigmático portento.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow
    Bienvenido al nuevo buscador de FA: permite buscar incluso con errores ortográficos
    hacer búsquedas múltiples (Ej: De Niro Pacino) y búsquedas coloquiales (Ej: Spiderman de Tom Holland)
    Se muestran resultados para
    Sin resultados para