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Críticas 406
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
17 de febrero de 2014
65 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es frecuente que a la hora de filmar lo que entendemos por una historia de supervivencia los cineastas recurran a una serie de claves y/o lugares comunes, que podríamos agrupar en dos grandes planos. En el argumental, el reto que comporta sobrevivir a las dificultades, a los elementos, sirve para conocer mejor al personaje o personajes implicados, y con frecuencia desemboca en una revelación o en una transformación íntimas. Además, habitualmente se recurre al flashback u otros recursos (recuerdos, ensoñaciones, voz en off) para aportar así mayor información acerca del protagonista o protagonistas y exponer sus motivaciones, o las circunstancias de su carácter. En el plano formal abundan las soluciones "épicas", esto es, secuencias llenas de intriga y tensión, filmadas con ambición de espectacularidad, que buscan directamente la emoción del espectador, a lo que ayuda una música omnipresente, que tiene un efecto multiplicador.

Teniendo esto en cuenta, resulta aún más interesante comentar esta película, pues precisamente las dos grandes críticas que se le hacen tienen que ver con lo que antes he apuntado; hay quien dice que carece de interés porque no se nos dice nada del personaje que la acapara, de sus relaciones, de su historia, y hay quien lamenta que el filme sea tan solo una narración desapasionada, fría, carente de tensión, despojada intencionadamente de esas soluciones formales "épicas".

Respetando tales opiniones, y aclarando que en nada me disgustan los recursos clásicos apuntados en el primer párrafo, creo sinceramente que esta película alcanza objetivos parecidos, aunque optando por un minimalismo formal y argumental aparentes. Y digo aparentes, porque ya al principio, en una de las escasas líneas de guión (que irónicamente es una despedida), se nos resume el carácter del personaje, y todo el resto del filme no es sino una constatación de esos rasgos personales apenas esbozados. Incluso creo que hay épica de la buena en esa descripción desapasionada de las diversas estrategias de supervivencia, en ese empeño aparentemente frío del protagonista por luchar hasta el final haciendo uso de su inteligencia y los medios de que dispone; el desarrollo de los acontecimientos está magníficamente concebido por el director, y aunque puedo comprender que haya quien lo encuentre tedioso, a mi nunca me aburrió a lo largo de sus poco más de 100 minutos.

Aunque seguramente sea hilar muy fino, apuntaré que creo muy intencionada la asociación que se sugiere entre el comienzo de los problemas de Redford (una colisión provocada por un contenedor comercial a la deriva), y el que su intento posterior por ser rescatado le lleve a la ruta comercial de los grandes cargueros, desembocando todo ello en una situación provista de ácida ironía.

Formalmente, la cámara se pega a un excelente Redford que interpreta consecuentemente su personaje, centrándose en que sus acciones hablen por él mucho más que sus gestos; hay muy pocas panorámicas o planos generales, y en cualquier caso estos son muy breves, centrando la acción en los limitados espacios del barco o la balsa, lográndose así un punto de angustia. La música es también escasa, limitada a momentos muy puntuales, pero debe alabarse el sonido, verdaderamente espectacular, pues hay momentos en los que, como diría Bresson, (al que no por casualidad traigo a colación en esta película), "los ruidos se convierten en música".

En definitiva, creo que esta película (segunda de Chandor, que ya me sorprendió gratamente en la muy distinta "Margin Call") es una apuesta muy interesante por plasmar de forma alternativa lo épico, y una nueva demostración de que en ocasiones, en el Cine, menos es más.
25 de septiembre de 2010
64 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el cine, al igual que en la literatura, la figura del intruso que irrumpe en una comunidad, familia u hogar, ha tenido muchas versiones y perspectivas, si bien de entre todas ellas pueden destacarse dos, de carácter moral; así, en ocasiones el intruso es vehículo del bien, y su llegada anuncia tiempos mejores, esperanza o salvación (muy habitual en los westerns, como "Raíces profundas"). Sin embargo, en otras tantas, el intruso trae el mal consigo, o bien es el mal encarnado (¿qué otra cosa es Robert Mitchum en "La noche del cazador", por ejemplo?).

En el filme que nos ocupa el intruso es un oficial alemán que se aloja como huésped indeseado en una casa habitada por un tío y su sobrina, situada en una zona rural francesa durante la ocupación nazi en la segunda guerra mundial. La película explora los sentimientos de los dos pobladores de la casa hacia el oficial, en el que concentran el odio y el desprecio que en ellos, y por extensión en gran parte de la sociedad francesa, genera la ocupación. Lo llamativo es que ese desprecio se materializa en incomunicación; el intruso es concebido como una bestia, como un ser inhumano, natural prolongación de la barbarie nazi, y por tanto no merece que se le dirija la palabra. Pero aún más importante que esto es la reacción del oficial, un hombre sensible, culto y educado, que en los "solitarios" discursos que pronuncia en presencia de sus mudos "anfitriones", expresa su esperanza en un futuro de paz y de entendimiento entre franceses y alemanes, al tiempo que deja ver la atracción amorosa que en él provoca la sobrina.

La película carece prácticamente de diálogos, estructurándose en torno a la voz en off del tío, que recuerda la estancia del oficial, y en los ya mencionados discursos que este último realiza en el acogedor salón de la casa, en los que la única respuesta que recibe es la del tiempo que pasa, materializado en el constante y omnipresente tic tac de un reloj. El escenario sólo cambia con el eventual viaje del oficial a París, viaje que constituye una fatal toma de conciencia para este personaje, que constata entonces su soledad, tanto física como espiritual.

Pese a tratarse de una opera prima, el talento de Melville, tantas veces glosado en otras obras suyas, está ya presente; es impresionante su facilidad para transmitir emociones y estados de ánimo con primeros planos y planos de detalle (las manos), y lo natural que en su forma de filmar resulta esto, cuando en otros realizadores parece forzado. Si a ello unimos buenas interpretaciones, una magnífica fotografía y el interés de lo narrado, sólo queda disfrutar de esta estupenda película.
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En el último encuentro en la sala que mantienen los tres personajes del filme se evidencia, por medio de dos únicas frases, que tanto el tío como la sobrina han desarrollado un aprecio sincero por el intruso, por aquél a quien en un principio consideraban una bestia; cuando el oficial, tras llamar a la puerta, permanece fuera, sin entrar, a diferencia de lo que hacía anteriormente, está esperando ser tenido, al fin, por humano, por alguien digno de ser invitado. Cuando el tío pronuncia su "Entre, señor", esta esperanza se hace realidad, y el oficial es aceptado como un igual; es por eso, porque ahora merece ser invitado, por lo que puede también ser despedido, y de ahí ese "adiós" de la sobrina, todo ojos y sentimiento, amor en suma. La cita de Anatole France que el tío le señala antes de la partida, unida a ese plano secuencia final hermosísimo, cierran este gran debut de uno de los mejores directores franceses de todos los tiempos.
9 de octubre de 2011
59 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta hace unos pocos años la obra de Mario Monicelli me era completamente desconocida, y hoy puedo decir que descubrirla (aunque sólo parcialmente, de momento) ha sido una de las mejores experiencias cinematográficas que he podido disfrutar. Principalmente conocido por sus numerosas comedias, muchas de ellas brillantes, con la soberbia "I Soliti Ignoti" a la cabeza, este realizador se embarcó también en proyectos de distinta índole, como la tragicomedia bélica "La Gran Guerra", y este drama social y proletario que aquí se comenta, que no desmerece en calidad a los títulos anteriormente referidos.

Esta magnífica inmersión en el mundo obrero italiano del cambio de siglo es uno de los mejores retratos jamás realizados sobre el mismo, superior a muchas otras películas que hoy son más conocidas, pero que carecen de la naturalidad y veracidad que desprende "I compagni". Ya desde la primera secuencia, en la que se muestra el comienzo de la jornada laboral desde dentro de un hogar característico, seguidas de otras que ilustran las rutinas propias del trabajo en una gran fábrica textil turinesa, nos percatamos de la riqueza descriptiva que caracteriza al filme. Del mismo modo, la magnífica ambientación y la variedad de personajes (tanto por su carácter como por su procedencia o formas de actuar), contribuyen a lograr que la película resulte creíble y natural, aspecto éste último, el de la naturalidad, que se ve reforzado por las adecuadas pinceladas de humor que sabiamente introduce Monicelli. Del guión, que estuvo nominado para el Oscar, se puede confirmar su excelencia en la combinación de diálogos ágiles no exentos de humor, con cierto afán didáctico, por otra parte necesario, y que siempre está bien resuelto, sin resultar pesado ni excesivamente discursivo. Además, la soberbia labor de todo el reparto, desde un extraordinario Mastroianni (que ya es decir) hasta el último de los secundarios, redondea la película, que coherentemente privilegia el retrato de un colectivo frente al protagonismo de unos pocos personajes.

Aunque el filme no rehúye recurrir al dramatismo ni tomar partido, ello no le resta ni un ápice de veracidad; las demandas de los obreros, entre los que no faltan las mujeres ni los inmigrantes (aunque aquí sean sicilianos), nacen de la propia actividad industrial y de la explotación objetiva de su fuerza de trabajo, y la reacción de los patronos (intentando dividirlos y reprimirlos) está correctamente plasmada, sin llevarla al exceso. La figura del "Profesor" sirve para mostrar el papel de los ideólogos y agitadores, aquí revestida de un romanticismo que se afirma imprescindible en la lucha por los derechos de los trabajadores.
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A todo ello, la película suma abundantes pinceladas que ilustran eficazmente los modos de vida y las necesidades cotidianas de sus protagonistas: las colas ante el cuartel para recibir comida, las escuelas improvisadas para obreros, las triquiñuelas para obtener carbón gratis, etc. Muestra también la dificultad de la lucha, lo complejo que es mantener la unidad sin desfallecer ni dejarse engañar por los patronos, aún sabiendo que no se pueden alcanzar todos los objetivos. Tal vez sea esta la conclusión del filme: hay luchas que deben librarse, por uno mismo, y principalmente, por todos los que vendrán detrás. Cuando al final de la cinta, tras la violenta represión, los obreros vuelven al trabajo, queda la impresión, o mejor, la certeza, de que otros seguirán su empeño y mantendrán vivas sus esperanzas.
1 de mayo de 2011
57 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante retrato de un mundo hoy extinguido (al menos en nuestras sociedades occidentales), este insólito filme de Ermanno Olmi penetra, como pocas obras artísticas lo han logrado, en el alma del campesino y la vida del campo.

Sé que puedo parecer exagerado si afirmo que esta película debiera ser vista por los jóvenes de hoy día, más aún si tenemos en cuenta su metraje y esa sensación, legítimamente expresada por otros usuarios, de que no hay un verdadero argumento, de que no pasa nada en el filme. En mi opinión, la cinta tiene un alto valor educativo, pues ilustra con asombroso realismo cómo fue la vida de nuestros antepasados recientes, la mayoría de los cuales procedía del campo, abordando también -con notable delicadeza y respeto- sus sentimientos y forma de ser característicos. Yo no estoy de acuerdo con la afirmación de que en el filme no ocurre nada; al contrario, ante nuestros ojos vemos sucederse las estaciones, las diversas labores del campo, el clasismo, el nacimiento de los hijos, la fe, el cortejo y el matrimonio, la magia, el sacrificio, un milagro, la sabiduría popular, la fiesta y la injusticia. Creo sinceramente que pocas películas pueden presumir de contener tantos aspectos de interés y trascendencia, y que lo que ha chocado a algunos espectadores es que no existen protagonistas únicos o muy definidos.

Empeño personalísimo de su director, el filme respira autenticidad y amor a partes iguales; autenticidad por el verismo con el que se recrean las casas, el vestuario, las labores del campo, por emplear actores no profesionales, escenarios naturales, y también por la acertada fotografía, atenta en la distinción de las estaciones. Amor por el respeto y afecto sinceros con los que el director se acerca a una realidad dura, llena de esfuerzo y privaciones, pero cuyos protagonistas son retratados desde la dignidad y la admiración. Así, en las pequeñas historias que se suceden en la película hay momentos verdaderamente emocionantes, como el nacimiento del niño (las miradas del padre, su timidez, son excepcionales), las enseñanzas del viejo Anselmo, su hábil plantación de semillas de Tomate, o la historia del árbol de los zuecos, hermosa y terrible a un tiempo.

Si a todo ello añadimos una excelente selección musical, un guión consecuente y creíble, y algunos momentos de pausada belleza visual (algunos planos generales de los campos y el cielo, el viaje en barcaza por el río), sólo queda admitir que hemos presenciado una gran obra, como lo son todas aquéllas que sirven como testimonio de un mundo pasado y de la sociedad que lo pobló y lo hizo tal cual fue.
6 de marzo de 2010
49 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera película como director de Henri Georges Clouzot, un director al que debemos varios de los mejores títulos de suspense del cine francés, "Quai des Orfevres" es un ejemplo temprano de sus virtudes realizadoras y de su capacidad a la hora de abordar historias policiacas.

Un matrimonio que trabaja en los teatros de variedades y una vecina fotógrafa se ven implicados en un asesinato, el cual será investigado minuciosamente por un policía, que volcará sus sospechas sobre cada uno de ellos, hasta dar con la solución final.

El filme se beneficia sobremanera de una óptima y acertada ambientación, que oscila entre el mundillo de los teatros de variedades y el de la comisaría, circunstancia que puebla la pantalla de un buen número de secundarios bien concebidos e interpretados, factor muy destacable del cine francés de todos los tiempos. Las secuencias que transcurren entre bambalinas y en las diversas dependencias de la comisaría cobran así una riqueza especial, al tiempo que proporcionan giros humorísticos y críticos (especialmente en relación con la actividad policial, hacia la que se muestra gran desconfianza). Clouzot, que antes de dirigir escribía guiones, es coautor de éste, que adapta una novela de S.A. Steeman, logrando un muy buen resultado, especialmente en los diálogos más irónicos y cáusticos, normalmente aquellos en los que interviene el policía, soberbiamente encarnado por Louis Jouvet, un magnífico actor. Buena es también la labor de los otros tres protagonistas, destacando la coqueta y ambiciosa cantante que interpreta Suzy Delair.

Mención aparte merece la música, que cobra especial importancia al desarrollarse el filme en los teatros de variedades, destacando varias canciones, especialmente "Dance avec moi", cuya melodía preside parte de la película. La realización de Clouzot es elegante y clásica, al igual que la fotografía, destacando especialmente las secuencias finales, con montaje paralelo, que transcurren durante la nochebuena. Le conviene al espectador permanecer atento, pues tras las doce campanadas hay regalo, y como los buenos, es una sorpresa.
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