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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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28 de enero de 2012 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reflexión vital (¿epidérmica? Quizá. Al fin y al cabo, todo es tan superfluo si lo comparas con... No sé, los niños que se mueren de hambre en África, o la infinidad del universo) sobre el yo, la diferencia entre el yo percibido por los demás y el yo que consideramos verdadero e íntimo. Fellini propone un fresco absurdo de una profundísima lógica interna en la cual cada espectador encuentra un momento, un destello, un diente en una cadena perfectamente engrasada para subirse a la noria, a la farsa de la vida. Hermosas mujeres encarnan las numerosas equivocaciones de un Mastroianni perdido en su interior, en el cual no encuentra nada que le guste, mientras aguanta el tipo ante un mundo que no cesa de pedir explicaciones. ¿Qué añadir que no se haya dicho ya? Unos encuadres oníricos, una fotografía casi escultórica, una melancólica música de Nino Rota que nos arranca una sonrisa amarga. 8 1/2 es la prueba de que la vida imita al cine. Véanla. Aunque no les guste, se llevarán algo de ella dentro suyo. Vale la pena.
3 de diciembre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1995, ir al cine conservaba para mí la magia y la emoción que debía de tener por allá por los tiempos de los Lumière: no era algo que se decidiera de imprevisto cuando a un día festivo le sobraban horas o al salir del curro hecho una mierda, no. El cine estaba en otro pueblo y echaban dos pelis a la semana. Los padres tenían que llevarte y traerte y reclutar compañía era imprescindible, porque "¿sola? ¡Ni hablar!". Disponer de 500 pelas no era tampoco baladí cuando había tantas revistas, discos, Ducados y cervezas que comprar. En la ecuación que despejaría, o no, la asistencia a la sesión del domingo también se entremetían variables como un examen de latín en lunes, un castigo por supuesto nunca merecido o que las dos películas en cartel fueran españolas (el horror, el horror).

En resumen: en su momento, a saber si por los castigos, los exámenes, la falta de pasta o porque ni siquiera la echaron, me la perdí. Más adelante las ganas de ver una peli que Fotogramas destripó hasta la saciedad y pobló no pocas fantasías y forró no pocas carpetas (y la crítica dejó como un trapo) se disiparon ante la infinita oferta de los estrenos de la gran ciudad, el acceso a los clásicos en la biblio de la facultad y el descubrimiento del placer del cine a solas. Ah, qué años.

Tal cadena de acontecimientos dio pie a que no haya visto Entrevista con el vampiro hasta bien entrada la cuarta década de mi vida. Ha sido repasando la espléndida filmografía de Tom Cruise que me he tropezado con ella en las plataformas y le he echado una tarde. Me lo he pasado de coña pero hay mucho que decir: la mayoría, malo. Pero lo bueno es muy bueno. Adelante con el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Empecemos: como película seria, es un fracaso. Sin pretenderlo, tira más hacia lo kitsch y lo tragicómico que a la melancolía y el esplín. Los diálogos son filosofía barata. No entendemos la lucha del neófito Louis, que intenta aceptar su naturaleza criminal pese a que no tiene ninguna gana de vivir con ella: por qué no exponerse al sol y acabar con todo (o quemarse a lo bonzo, otra forma, se ve, de acabar con unos seres que ¿no habíamos quedado que eran inmortales?). Respecto a la producción, la pasta se les fue en cachés y en los royalties de los Guns’n’Roses y no les quedó ni para un pantano decente.

Menos mal que la macedonia de egos de tanta estrella, contando el de la autora, no dio al traste con el reparto. Como dice alguien más arriba, Cruise demostró un gran compromiso con la profesión y generosidad personal al aceptar a un partenaire que le disputaba el estatus de estrella más seductora y taquillera de Hollywood. Marcó paquete, sí, pero de la mejor forma posible: con una interpretación desenfrenada y muy divertida de un vampiro guapo guapísimo y malo malísimo que, en realidad, se siente solo, el pobre. Eran años en que las estrellas aun cuidaban su imagen pero Cruise mata niños y destripa ratas con esa boca de sonrisa dorada y, por una vez, perversa; y el hombre que más demandas ha puesto contra los medios que insinuaban su homosexualidad exhibe una orgásmica ascensión (literal) al echarse a la boca al guapérrimo Brad Pitt. El rollo homoerótico nada sutil de la cinta resulta hoy conmovedor por lo ingenuo, pero hay que recordar que solo un año antes el amago de beso de Hanks y Banderas en Philadelphia puso al mundo patas arriba.

Brad Pitt ha crecido como actor con los años y ha trascendido un físico que, de tan imponente, le limitaba. Su porte y el acierto del vestuario (no toda la producción es mala) hacen de él un bello y estático objeto que transita por los siglos con la indiferencia de una figura de Lladró en una urna. Dicen que el pobre se pasó el rodaje deprimidísimo. Me lo creo: o no quería estar allí, o se estaba muriendo de vergüenza por las tonterías que debía recitar, o aun no sabía hacerlo mejor. Su interpretación es estirada y sus suspiros, impostados. Eso sí, está muy guapo. La deriva definitiva llega en París con el extraño rollo de los vampiros malignos con un jefe al que no hacen ni caso y a los que se carga (o no) en una de esas escenas inefables en que el actor demuestra poderío y determinación mediante una camisa abierta. Poco puede hacer el pobre Banderas con los mimbres que le dan y aplastado bajo un pelucón; aunque también está muy guapo. Aclarémoslo del todo: en esta peli todo el mundo sale MUY guapo, y en ello reside gran parte de su gracia. Nunca antes los vampiros habían sido tan atractivos, con el permiso de Gary Oldman.

La loquísima interpretación de Cruise, que casi hunde la película en la miseria al desaparecer de la pantalla, se complementa con la turbia luz que emana de los ojos de Kirsten Dunst. En ellos reside el mérito de que finalmente no estemos ante una cinta fallida, sino una peli de culto. El único atisbo de dolor en dos horas surge de la historia de ese pequeño gran personaje que chupa sangre con inocente lujuria y nos enfrenta a una sucia y conmovedora historia de amor. Sus looks de cocotte en París, su sonrisa y la pertinencia de sus réplicas, las más interesantes de todo el guion, equilibran una historia que se deslizaba peligrosamente hacia lo camp y el esperpento.

De no haber contado con tales protagonistas esta cinta habría ido directa al videoclub, y ni siquiera a la mejor estantería. Gracias al buen hacer de, al menos, la mitad del reparto y de algunos hermosos decorados nos queda una peli sexy, un poquito perturbadora, con algún que otro latigazo de genialidad como ese “how avantgarde!” de Dunst en el Teatro de los Vampiros, y con una gracia hortera y un espíritu homoeróticofestivo muy disfrutables siempre y cuando no nos la tomemos en serio en ningún momento.
21 de marzo de 2022
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La peli va de una mujer joven pero a las puertas de esa edad en que ya hay que tener una hoja de ruta vital (premisa por otro lado dudosa y que merece otro espacio de debate). Pero la muchacha no está por la labor y en vez de escoger carrera, decidir maternidad sí maternidad no y establecer relaciones sentimentales adultas se dedica con entusiasmo casi profesional a meter la pata, tomar las peores decisiones posibles, estropear todo aquello que toca, merodear por el lado salvaje de la vida, entrometerse sin permiso en las existencias de los demás, encallarse en malos rollos con su padre y usar el sexo como parche para arreglarlo todo.

¡Un momento! Esto yo ya lo he vivido, quiero decir visto punto por punto, en Fleabag, la excelente dramacomedia que la muy talentosa actriz y escritora Phoebe Waller-Brigde nos regaló hace unos cuantos años: un enloquecido, sarcástico y a la vez muy tierno retrato de esa tardía coming of age a la que se enfrentan los jóvenes adultos. Las vidas de esos seres a caballo entre una adolescencia enfermizamente larga y una adultez que se escapa entre los dedos es un excelente material del que Waller-Bridge sacó petróleo narrando e interpretando, con no poca agresividad y locura, a una protagonista desagradable pero simpática, temeraria pero herida, excesiva y abrumada por sus excesos y abocada a uno de los finales más poéticos y agridulces vistos en pantalla en la última década.

El director de La Peor Persona del Mundo toma entre manos prácticamente la misma premisa y hace con ella una aproximación escandinavamente serena, estéticamente plana y narrativamente dudosa. El personaje tiene algo de melifluo e inverosímil y conforme el metraje avanza nos damos cuenta de que nos están contando algo que ya sabemos (la misma historia de Fleabag o de Frances Ha) y la manera como nos lo están contando no entusiasma ni sorprende ni emociona. Se encienden las luces pero el mosqueo sigue ahí y va convirtiéndose en un sentimiento de vacuidad: qué acabo de ver? Pues, probablemente, un intento seguramente sincero de atisbar los azares y las contradicciones de las mujeres jóvenes, pero que habla más de cómo un hombre cree que son las mujeres que de cómo son las mujeres en realidad.

Algunos destellos de auténtica magia –la intimidad con ese desconocido con quien cualquier cosa está permitida excepto el sexo explícito; unas aspiraciones que culminan en ganarse la vida capturando emociones de segunda mano- no compensan tanto metraje desangelado hasta el punto de resultar irritante, de escasa profundidad y mucho más tópico de lo que parece a primera vista.
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