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5,6
236
6
8 de septiembre de 2017
8 de septiembre de 2017
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un cuasiprecedente -pero tendente al delirio, contrapuesto a la "sobriedad"- de la reciente "La Bruja". En 1750, un grupo de pioneros, huyendo acusados de brujería, llegan a un misterioso valle habitado por un espíritu o bruja de los bosques con malas pulgas, que hechiza a humanos y los funde con árboles y la naturaleza.
Las pelis fantásticas ambientadas en la Norteamérica de los S. XVIII-XIX no son abundantes pero tiene un extraño atractivo para mi gusto. Otra película oculta, menor pero simpática: “Chikara” (1977).
“Eyes of Fire” posee cierta pretensión muy sensorial antropológico-místico-Naturaleza primigenia, casi prima “creature feature” de Peter Weir; y es hija grata de su tiempo, tanto en la (bella) fotografía de un Crounse especializado en esos menesteres –pese a algunos trucajes ópticos psicodélicos, cuando aparecen "criaturas"-como el maquillaje y los fx. Pese a algunos pasajes menos interesantes y una parte final algo caótica, es una obra sugestiva y atmosférica, y con música irlandesa compuesta por Brad Fiedel (“Terminator”, “Noche de miedo”).
Las pelis fantásticas ambientadas en la Norteamérica de los S. XVIII-XIX no son abundantes pero tiene un extraño atractivo para mi gusto. Otra película oculta, menor pero simpática: “Chikara” (1977).
“Eyes of Fire” posee cierta pretensión muy sensorial antropológico-místico-Naturaleza primigenia, casi prima “creature feature” de Peter Weir; y es hija grata de su tiempo, tanto en la (bella) fotografía de un Crounse especializado en esos menesteres –pese a algunos trucajes ópticos psicodélicos, cuando aparecen "criaturas"-como el maquillaje y los fx. Pese a algunos pasajes menos interesantes y una parte final algo caótica, es una obra sugestiva y atmosférica, y con música irlandesa compuesta por Brad Fiedel (“Terminator”, “Noche de miedo”).

5,6
356
9
20 de septiembre de 2017
20 de septiembre de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clásico del poliziesco europeo, cine pese a ello muy desconocido o minusvalorado, y que en este caso se merece justamente el término “clásico”, porque es una auténtica maravilla. La cinta reproduce completamente una historia y arquetipos del noir americano clásico, con un revestimiento, claro, de su época: un (estupendo) Charles Bronson atrapado (así como el resto de reparto masculino, incluyendo a Telly Savalas, haciendo de característico jefe capo) en las redes de una demiurga femme fatale (Jill Ireland). Sollima, artesano mejor director que otros de sus coetáneos, filma y planifica con estilo visual, nervio narrativo y rabia, intensidad emocional en los momentos justos; la película discurre, aparte del riego clásico de pasiones (ojo al arrebato sexual en el muelle) y traiciones que la vertebran y de algún curiosísimo, simpático momento (arácnido en la cárcel, el abuelete cruzando la calle), con varias escenas de alta categoría y voltaje: la típica secuencia de persecución automovilística (por callejuelas, más emocionante y mejor resulta de lo acostumbrado: sorprendente primera escena, presentación, aún sin diálogos); la metódica –vagamente divertida: humor negro- espera de Bronson para atentar contra un coche en un rally; la eerie secuencia en un pantano (ruinosos barcos fantasma, cruzando espesa arboleda) adonde Bronson lleva a Ireland para su exigida ejecución; y, por supuesto, los tensos, muy negros y pluscuamperfectos últimos diez minutos (magistral escena muda del ascensor). La película italiana de género favorita de Nicolas Winding Refn. Magnífica.

7,3
51.968
10
8 de septiembre de 2017
8 de septiembre de 2017
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisión del, probablemente, film fantástico que mayor impacto me produjo de jovenzuelo y aún ahora –no sé si solo por el cacareado efecto “nostalgia” o poco o nada tiene que ver eso- está ahí, en lo más alto de mi particular ranking del género. Y gozoso reencontrarse con él en estas épocas del año, imbuirse en las nieves y fríos vientos cortantes, mientras en el exterior el calor nos acosa. Era poco antes de las vacaciones escolares a principios de los 90, ya con calor, y al día siguiente todos la comentábamos en clase: “¿visteis esa peli? Acojonante (perdón la expresión, tal cual)…”. Siempre me ha parecido –incluso cuando era crío- un film basado en el suspense y la paranoia y, por eso, me sorprenden las extendidas opiniones, entre ciertos sectores, de ser una película “al servicio de repugnantes efectos especiales”, los cuales actúan en realidad de catarsis y cierre de cada bloque del film, siendo el monstruo descubierto, de un modo u otro, y por tanto verosímilmente queriendo escapar descubriéndose en todo su esplendor. Entiendo que para el que le disguste lo sangriento, no le guste el film, pero que sea una película “basada en el gore” es de una casi divertida exageración, pues objetivamente, dichas escenas con bicho (impactantes y alucinantes, sin duda) y el par de autopsias (necesarias para comprender a un mínimo nivel la naturaleza de la amenaza) son un reducido metraje entre largos bloques de misterio y tensión (quizá esa gente se dormía cada media hora y despertaba justo en el momento-monstruo). Pero vamos al asunto.
Un ente alienígena capaz de copiar exactamente a cualquier ser vivo que asimila, siembra el miedo entre los miembros de una estación antártica americana, aisladas las comunicaciones ante la llegada de una gran ventisca invernal. Soberbia adaptación de un relato largo (75 páginas) de John W. Campbell, “¿Quién anda ahí? - Who Goes There? (1938)”, obra ya de por si notable (adaptada vagamente en “El enigma de otro mundo” y un inocuo remake-precuela de 2011), casi un spin-off de “En las montañas de la locura” y sus Shoggoths de Lovecraft; que Carpenter y el guionista Bill Lancaster (hijo de Burt) consiguen sublimar el material de base, extremando la densa atmósfera de paranoia que envuelve a los personajes, la inventiva en las icónicas apariciones de la criatura, creando un nuevo primer bloque (todo lo del perro y la base noruega) y modificando otras cosas, como el final. Dicho sea, las alteraciones todas curiosamente para bien, puliendo aspectos (de las más de 30 personas de la base polar en el libro, se quedan en 12) y diversos largos discursos sobre la naturaleza y comportamiento del bicho, incluida su telepatía: que hubiera sido curioso de ver, aunque seguramente complicaría ya demasiado el juego de intrigas.
A través de la ajustadamente cruda fotografía de Dean Cundey -que irá oscureciéndose- y la grave y pesadillesca BSO de Morricone; asistimos a un impresionante (hipnótico, misterioso) ya mentado primer bloque, que a partir de la escena de la perrera, irá progresivamente torn(enturbi)ando la narración hacia un curioso y fascinante experimento narrativo: una fragmentación de escenas e información (increíbles elipsis) insondable aún viéndola hoy (que puede parecer en tender el film a lo arrítmico, pero que potencia el miedo, la confusión y desconfianza al cubo) y que asemeja un (sofisticadísimo) whodunit a lo Agatha Christie, pero sin una solución, sino varias posibles, mecanismo que a partir de la justamente famosa escena de la prueba de sangre, irá “abriéndose” para llegar al climax final. Última escena, de lúcido nihilismo, que a parte de las muchas teorías que despierta, no consigue disimular la realidad del único destino de los supervivientes. Aparte de Grandes Escenas, existen numerosos pequeños brillantes momentos que ayudan a compactar la atmósfera, inaprehensible inquietud y la moral que impregna la película: el perro observado despegar el helicóptero, deambulando por los pasillos hasta que encuentra a alguien solo (y fundido en negro … uf), el diálogo entre Blair y Clarke sobre los perros (otro uf), el terror de Fuch al apagarse las luces, una sombra cruza delante y él sale al exterior … a su destino (el que fuera), el rostro de Blair observando los datos en el ordenador y cogiendo casi al momento un arma (plan ya trazado), la escena Kurt Russell /grabadora, largo etc…
Destacar un elenco actoral, de personajes definidos desde el principio (estupenda presentación… brutal la de Kurt Russell ) por un simple comentario y/o gesto, rostros adustos que transmiten una eficaz, adecuada y progresiva pesadumbre. La dignidad de Garry, la creída sorna de Palmer, el inquietantemente distante Clarke… ; y se hacen dueños de la función: el alter ego del director, McReady (Kurt Russell), su “contrincante” Childs (Keith David) y el enigmático Blair (Wilford Brimley). No puede uno despedirse sin nombrar a Rob Bottin, cuyo increíble trabajo es ya legendario, siendo las escenas de la perrera (más que ayudado ahí por Stan Winston) y en especial, todo lo de la llamada escena “de la cabeza con patas”, de lo más alucinante en cuento a fx físicos que se ha hecho nunca y que apunta como ninguna otra escena a la angustia y corazón conceptual que maneja la peli: esos entes semi-humanos (cabezas, incluso pequeños brazos se vislumbran), el miedo a perder la humanidad, la personalidad y ser reducido a una caricatura (hablamos de ser “asaltado”, pero ser infectado y modificado lentamente, desde dentro es lo más terrible a imaginar).
Un ente alienígena capaz de copiar exactamente a cualquier ser vivo que asimila, siembra el miedo entre los miembros de una estación antártica americana, aisladas las comunicaciones ante la llegada de una gran ventisca invernal. Soberbia adaptación de un relato largo (75 páginas) de John W. Campbell, “¿Quién anda ahí? - Who Goes There? (1938)”, obra ya de por si notable (adaptada vagamente en “El enigma de otro mundo” y un inocuo remake-precuela de 2011), casi un spin-off de “En las montañas de la locura” y sus Shoggoths de Lovecraft; que Carpenter y el guionista Bill Lancaster (hijo de Burt) consiguen sublimar el material de base, extremando la densa atmósfera de paranoia que envuelve a los personajes, la inventiva en las icónicas apariciones de la criatura, creando un nuevo primer bloque (todo lo del perro y la base noruega) y modificando otras cosas, como el final. Dicho sea, las alteraciones todas curiosamente para bien, puliendo aspectos (de las más de 30 personas de la base polar en el libro, se quedan en 12) y diversos largos discursos sobre la naturaleza y comportamiento del bicho, incluida su telepatía: que hubiera sido curioso de ver, aunque seguramente complicaría ya demasiado el juego de intrigas.
A través de la ajustadamente cruda fotografía de Dean Cundey -que irá oscureciéndose- y la grave y pesadillesca BSO de Morricone; asistimos a un impresionante (hipnótico, misterioso) ya mentado primer bloque, que a partir de la escena de la perrera, irá progresivamente torn(enturbi)ando la narración hacia un curioso y fascinante experimento narrativo: una fragmentación de escenas e información (increíbles elipsis) insondable aún viéndola hoy (que puede parecer en tender el film a lo arrítmico, pero que potencia el miedo, la confusión y desconfianza al cubo) y que asemeja un (sofisticadísimo) whodunit a lo Agatha Christie, pero sin una solución, sino varias posibles, mecanismo que a partir de la justamente famosa escena de la prueba de sangre, irá “abriéndose” para llegar al climax final. Última escena, de lúcido nihilismo, que a parte de las muchas teorías que despierta, no consigue disimular la realidad del único destino de los supervivientes. Aparte de Grandes Escenas, existen numerosos pequeños brillantes momentos que ayudan a compactar la atmósfera, inaprehensible inquietud y la moral que impregna la película: el perro observado despegar el helicóptero, deambulando por los pasillos hasta que encuentra a alguien solo (y fundido en negro … uf), el diálogo entre Blair y Clarke sobre los perros (otro uf), el terror de Fuch al apagarse las luces, una sombra cruza delante y él sale al exterior … a su destino (el que fuera), el rostro de Blair observando los datos en el ordenador y cogiendo casi al momento un arma (plan ya trazado), la escena Kurt Russell /grabadora, largo etc…
Destacar un elenco actoral, de personajes definidos desde el principio (estupenda presentación… brutal la de Kurt Russell ) por un simple comentario y/o gesto, rostros adustos que transmiten una eficaz, adecuada y progresiva pesadumbre. La dignidad de Garry, la creída sorna de Palmer, el inquietantemente distante Clarke… ; y se hacen dueños de la función: el alter ego del director, McReady (Kurt Russell), su “contrincante” Childs (Keith David) y el enigmático Blair (Wilford Brimley). No puede uno despedirse sin nombrar a Rob Bottin, cuyo increíble trabajo es ya legendario, siendo las escenas de la perrera (más que ayudado ahí por Stan Winston) y en especial, todo lo de la llamada escena “de la cabeza con patas”, de lo más alucinante en cuento a fx físicos que se ha hecho nunca y que apunta como ninguna otra escena a la angustia y corazón conceptual que maneja la peli: esos entes semi-humanos (cabezas, incluso pequeños brazos se vislumbran), el miedo a perder la humanidad, la personalidad y ser reducido a una caricatura (hablamos de ser “asaltado”, pero ser infectado y modificado lentamente, desde dentro es lo más terrible a imaginar).

5,6
675
9
18 de septiembre de 2017
18 de septiembre de 2017
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incursión como director en la comedia negra y terrorífica del actor Bob Balaban, y un film genial, de lo mejor (¿lo mejor?) del género en la segunda mitad de los 80, donde su decadencia -con sólo unos pocos títulos destacables- era ya de lo más lamentablemente palpable. Probablemente estamos ante la única (al menos, sin duda la mejor IMO) historia de pretensiones terroríficas protagonizada por un niño ... ¡y que funciona!. Terror con ráfagas pesadillescas, pero también tenemos aquí drama y un ácido retrato -con mucho humor- de la familia americana de los 50, y todo ese mundo tan feliz, tan ... ¡pop! con que ha sido expuesto en el cine y ha quedado en la mitología popular. Un chico desconfía de sus padres y de los platos que suelen preparar. Al final todo se arreglará para el pobre niño ... ¿o no?. Estupendos Randy Quaid y Mary Beth Hurt.
20 de septiembre de 2017
20 de septiembre de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Clasico ejemplo de guilty pleasure, no pretendere ser objetivo, sólo puedo certificar que este film me cala profundo por distintos motivos (a partir de esto, podéis tomar mi reseña con toda la distancia del mundo). Con un esquema similar a la también extraordinaria "Messiah of Evil" (mujer protagonista, voz en off, locura y estructura circular) deudoras ambas de "Carnival of Souls (1962)", con parte de zombis George A. Romero y pizca Polanski; este film me produce una indefinible, magnética fascinación: quizá su mezcla temática (fantasmas, vampiros, zombis), los escenarios, su languidez y atmósferas elusivas, o sus dos hipnóticas actrices. Aparte cierto desaliño en realización y montaje típico dela terror barato de esa época, , dejadme pues que en esta visión subjetiva siga a la pobre Jessica salida de un psiquiátrico (muy creíble entre sonriente y desconcertada Zohra Lampert) que oye voces en cementerios (¡y le gusta hacer copias en carbonilla de las lápidas!) o encuentra a vampíricas pelirrojas Carmillescas (fascinante Marie Claire Costello) en la casa junto al lago, adonde llega con su novio y su hermano: será su dispersión narrativa y setentero ritmo mortuorio, ¿reflejo de una mente perturbada?; la presencia continua, sensitiva, del viento, susurros, del agua, la niebla, de naturaleza y lugares (y fotografías) abandonados; del inusual y arriesgado –pero conseguido- uso mayoritario del ambiente diurno para el suspense o el terror; o el maravilloso final ...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Final con una hermosa e inquietantemente triste sospecha de la decaída de Jessica (carontiana y crepuscular imágen) cuando quizá, esta vez, no se lo había imaginado todo ...
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