La saga HELLRAISER siempre me provoca sensaciones encontradas: enamorado de las dos primeras películas y atraído por la estética de los cenobitas y su inframundo como las moscas a la miel, el resto de películas me parecen una auténtica basura.

El caso es que aparece este reboot de 2022 y, como fiel nostálgico de aquellas dos primeras Hellraiser de los ochenta (Hellraiser, 1987 y Hellbound, 1988), tengo que sentarme a verlo con la esperanza de encontrar allí a mi adorado Pinhead y sus desentrañables cenobitas haciendo de las suyas igual que en los viejos tiempos... Pero no, lo que encuentro es otra cosa: unos cenobitas totalmente asépticos, excesivamente limpios y bien formados, que provocan unas heridas demasiado limpias y poco sangrantes. ¿Dónde está la carne desgarrada, los borbotones de sangre oscura y la fría pestilencia que envuelve a los cenobitas? Pues eso, que no está lo que debería estar.

Todo en HELLRAISER (2022) está demasiado bien hecho como para acercarse a la sombra de la auténtica esencia Hellraiser. La decepción fue grande pero, tengo que reconocerlo, me alegro de que se haya hecho esta película; al menos para recordarme lo que os he dicho al principio: a excepción de las dos primeras películas (que para mí son de 8-9), el resto de la saga es relleno para el olvido.