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Críticas ordenadas por utilidad
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4,8
13.665
6
21 de junio de 2012
21 de junio de 2012
14 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El viernes pasado llegó a las pantallas la esperada continuación de 3 metros sobre el cielo, la exitosa adaptación al cine de la novela del escritor italiano Federico Moccia Tre metri sopra il cielo. Después de que fuera la película más taquillera del 2010 en España cosechando numerosas legiones de fans (y enemigos) en toda la península —gracias, en gran parte, a la participación de Mario Casas y Maria Valverde en la película—, la historia de amor entre Hache y Babi no podía acabar ahí y la productora —Antena 3 Films—, para alegría de los seguidores (y sufrimiento de los detractores), no tardó en encargar la secuela a su director Fernando González Molina.
En esta segunda parte, titulada igual que el segundo libro de Moccia en el que se basa, Tengo ganas de ti, Hache (Mario Casas) ha vuelto a casa tras pasar una temporada en Londres tratando de olvidar el recuerdo imborrable de su amor por Babi (María Valverde). Al regresar, verá que todo ha cambiado, sus amigos, su entorno, su familia e incluso él y, en mitad de ese desconcierto, conocerá a la sexy Gin (Clara Lago), una chica de espíritu descarado, vitalista y desvergonzado que le hará creer que es posible volver a revivir la magia del amor. Pero tarde o temprano tendrá que hacer frente a su pasado…
A lo largo de la película se repite más de una vez una simple —que no vacua— idea, perfecta para definir la relación entre ambas películas. Vendría a decir que, con el tiempo, todo cambia, para lo bueno y para lo malo. Los personajes han crecido junto con la historia y eso se nota, tanto en la manera de enfocar la trama por parte del director como en la evolución de los protagonistas, más maduros y con más traumas y conflictos interiores que en la primera entrega. Mientras que 3 metros sobre el cielo era un producto exclusivamente juvenil y un filme de “blancos y negros” en el sentido de que todo se llevaba a los extremos —o se amaban locamente o se odiaban a muerte, o eran amigos o eran enemigos, o eran inmensamente felices o eran completamente desgraciados…—, éste es un filme de “grises” donde nada es tan idílico ni tan trágico como en su antecesora, donde los sentimientos manifiestan dudas y donde, en definitiva, todo es más cercano a la realidad.
Pese a ello, no hay que lanzar las campanas al vuelo, puesto que a la cinta le cuesta desprenderse de ese romanticismo maniqueísta que arrastra y, el guión, a medida que avanza la película, deja a la luz sus constantes altibajos y su ansia de abarcar varios temas sin profundizar en ellos, hecho que da lugar a escenas “metidas con calzador” —véase la historia de la hermana de Babi— y a una narración un tanto abrupta. En su favor hay que remarcar la acertada reducción del número de clichés y escenas cursis que contenía la primera parte, en pro de una aproximación a los mismos temas (el enamoramiento y el desamor) desde una vertiente un poco más sazonada.
En esta segunda parte, titulada igual que el segundo libro de Moccia en el que se basa, Tengo ganas de ti, Hache (Mario Casas) ha vuelto a casa tras pasar una temporada en Londres tratando de olvidar el recuerdo imborrable de su amor por Babi (María Valverde). Al regresar, verá que todo ha cambiado, sus amigos, su entorno, su familia e incluso él y, en mitad de ese desconcierto, conocerá a la sexy Gin (Clara Lago), una chica de espíritu descarado, vitalista y desvergonzado que le hará creer que es posible volver a revivir la magia del amor. Pero tarde o temprano tendrá que hacer frente a su pasado…
A lo largo de la película se repite más de una vez una simple —que no vacua— idea, perfecta para definir la relación entre ambas películas. Vendría a decir que, con el tiempo, todo cambia, para lo bueno y para lo malo. Los personajes han crecido junto con la historia y eso se nota, tanto en la manera de enfocar la trama por parte del director como en la evolución de los protagonistas, más maduros y con más traumas y conflictos interiores que en la primera entrega. Mientras que 3 metros sobre el cielo era un producto exclusivamente juvenil y un filme de “blancos y negros” en el sentido de que todo se llevaba a los extremos —o se amaban locamente o se odiaban a muerte, o eran amigos o eran enemigos, o eran inmensamente felices o eran completamente desgraciados…—, éste es un filme de “grises” donde nada es tan idílico ni tan trágico como en su antecesora, donde los sentimientos manifiestan dudas y donde, en definitiva, todo es más cercano a la realidad.
Pese a ello, no hay que lanzar las campanas al vuelo, puesto que a la cinta le cuesta desprenderse de ese romanticismo maniqueísta que arrastra y, el guión, a medida que avanza la película, deja a la luz sus constantes altibajos y su ansia de abarcar varios temas sin profundizar en ellos, hecho que da lugar a escenas “metidas con calzador” —véase la historia de la hermana de Babi— y a una narración un tanto abrupta. En su favor hay que remarcar la acertada reducción del número de clichés y escenas cursis que contenía la primera parte, en pro de una aproximación a los mismos temas (el enamoramiento y el desamor) desde una vertiente un poco más sazonada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Dado que la gran mayoría del equipo técnico repite otra vez, el aspecto visual de la cinta sigue los mismos patrones que su antecesora. La película no va a pasar a los anales de la historia por su calidad técnica pero hay que reconocer la sensibilidad que Fernando González desprende con su puesta en escena. Cuida el más mínimo detalle para reflejar esa estética juvenil actual. Mima a sus actores principales para que luzcan como Apolíneo —esa fotografía aderezada para remarcar hasta el último abdominal de Mario Casas— y logra mostrar ciertos parajes de Barcelona con la naturaleza bucólica que se merecen.
He dejado para el final el elemento que hace de Tengo ganas de ti un entretenimiento simpático y que aporta ese toque de frescura y descaro que le faltaba a 3 metros sobre el cielo, Clara Lago. Esta actriz madrileña de 22 años ha sido una elección excelente para interpretar al personaje de Gin. Con esa mezcla equilibrada entre su semblante juvenil y su fuerte personalidad es la perfecta versión femenina de Hache. Una chica que hace lo que le da la gana y no le da explicaciones a nadie como dice el personaje de Mario Casas. Ambos comparten una química que traspasa la pantalla y llega a los espectadores y es ahí, en la relación entre ellos dos, cuando la película funciona mejor, dejando en un segundo plano a la historia del personaje de María Valverde.
Cabe destacar también el plantel de secundarios capitaneados por una pletórica Marina Salas que se confirma —si no lo era ya— como una de las mejores actrices jóvenes del cine español. Repitiendo el mismo papel, esta vez interpreta a una Katina compungida y afligida con la misma contundencia y precisión con la que interpretó a la risueña Katina de 3 metros sobre el cielo.
En definitiva, los que se acerquen a esta segunda parte esperando ver lo mismo que en la primera se verán decepcionados. Para los que se hayan leído los libros ya sabrán que, dicho de una forma fácil y sencilla, Tengo ganas de ti es el hermano mayor de 3 metros sobre el cielo. Los personajes han madurado y han dejado de lado las carreras de motos ilegales, las peleas entre los machitos de grupo y la historia de amor es tratada de una forma más reflexiva y prudente que en la almibarada primera parte.
Lo mejor: Clara Lago y la química con Mario Casas
Lo peor: Esa sensación de estar viendo a ratos un anuncio de colonia y la dicción de Mario Casas
Puntuación: 6/10
He dejado para el final el elemento que hace de Tengo ganas de ti un entretenimiento simpático y que aporta ese toque de frescura y descaro que le faltaba a 3 metros sobre el cielo, Clara Lago. Esta actriz madrileña de 22 años ha sido una elección excelente para interpretar al personaje de Gin. Con esa mezcla equilibrada entre su semblante juvenil y su fuerte personalidad es la perfecta versión femenina de Hache. Una chica que hace lo que le da la gana y no le da explicaciones a nadie como dice el personaje de Mario Casas. Ambos comparten una química que traspasa la pantalla y llega a los espectadores y es ahí, en la relación entre ellos dos, cuando la película funciona mejor, dejando en un segundo plano a la historia del personaje de María Valverde.
Cabe destacar también el plantel de secundarios capitaneados por una pletórica Marina Salas que se confirma —si no lo era ya— como una de las mejores actrices jóvenes del cine español. Repitiendo el mismo papel, esta vez interpreta a una Katina compungida y afligida con la misma contundencia y precisión con la que interpretó a la risueña Katina de 3 metros sobre el cielo.
En definitiva, los que se acerquen a esta segunda parte esperando ver lo mismo que en la primera se verán decepcionados. Para los que se hayan leído los libros ya sabrán que, dicho de una forma fácil y sencilla, Tengo ganas de ti es el hermano mayor de 3 metros sobre el cielo. Los personajes han madurado y han dejado de lado las carreras de motos ilegales, las peleas entre los machitos de grupo y la historia de amor es tratada de una forma más reflexiva y prudente que en la almibarada primera parte.
Lo mejor: Clara Lago y la química con Mario Casas
Lo peor: Esa sensación de estar viendo a ratos un anuncio de colonia y la dicción de Mario Casas
Puntuación: 6/10

7,5
26.694
8
22 de diciembre de 2010
22 de diciembre de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que desde bien al principio te deja bien claro cuál va a ser la tónica de la misma. Un film muy duro y con escenas de un realismo brutal (como la del primer asesinato o la del tiroteo en el coche).
La duración de la película está totalmente justificada, porque lo que yo creo que la hace tan buena es la extraordinaria transformación que sufre el personaje a lo largo de la misma. Una evolución que empieza desde el momento en que se ve obligado a asesinar a Reyeb, que supone para el personaje un punto de inflexión que luego le acompañará a lo largo de su estancia en la cárcel, como si fuera un recuerdo, con el que consigue convivir, del porqué se ha convertido en lo que se ha convertido. Se podría decir que el personaje va superando las diferentes “pruebas” y adaptándose a las distintas situaciones extremas que se le plantean a lo largo de la película como si de un superviviente se tratara.
Le doy un 8!
La duración de la película está totalmente justificada, porque lo que yo creo que la hace tan buena es la extraordinaria transformación que sufre el personaje a lo largo de la misma. Una evolución que empieza desde el momento en que se ve obligado a asesinar a Reyeb, que supone para el personaje un punto de inflexión que luego le acompañará a lo largo de su estancia en la cárcel, como si fuera un recuerdo, con el que consigue convivir, del porqué se ha convertido en lo que se ha convertido. Se podría decir que el personaje va superando las diferentes “pruebas” y adaptándose a las distintas situaciones extremas que se le plantean a lo largo de la película como si de un superviviente se tratara.
Le doy un 8!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Qué paradoja que el personaje entre en la prisión siendo un joven delincuente de “poca monta” incapaz de matar a una persona si no es bajo amenaza de muerte, y sale de ella siendo un auténtico “gángster” con cierta jerarquía en el crimen organizado capaz de volar la cabeza a 3 individuos sin pensárselo dos veces, lo que me lleva a pensar en la dura crítica que ello supone al sistema penitenciario francés (aunque el director haya negado tal denuncia) que, lejos de rehabilitar y reinsertar a las personas en la sociedad, crea delincuentes de los pies a la cabeza.

6,4
14.089
8
22 de diciembre de 2010
22 de diciembre de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un film del cual no me esperaba nada pero que me acabó entusiasmando y emocionando, mucho más que TWO LOVERS (que la vi ayer) de la que me esperaba más de lo que realmente es.
La historia de BROTHERS es una historia muy real y, gracias al trío interpretativo (y también de los secundarios como Jim Sheridan), muy creíble, con un golpe final que no te deja indiferente y un desenlace muy emotivo.
Le doy un 8
La historia de BROTHERS es una historia muy real y, gracias al trío interpretativo (y también de los secundarios como Jim Sheridan), muy creíble, con un golpe final que no te deja indiferente y un desenlace muy emotivo.
Le doy un 8
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Este Tobey Maguire es el mismo que el de la saga Spiderman? Siempre había dudado de la credibilidad de este actor, ya que nunca me lo he creído en ninguno de los personajes que ha “interpretado”, pero en esta película se SALE, es el mejor con diferencia, ese cambio físico y psicológico después de volver de la guerra me impresionó mucho y sobre todo la escena final en la cocina… creía que Tobey Maguire sería incapaz de firmar una escena como esa o como la de la guerra, por eso cuando empecé a ver la película no creí que me iba a gustar tanto…

7,0
26.701
5
1 de febrero de 2011
1 de febrero de 2011
15 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé por qué he leído varias veces que califican a esta película como comedia. Todo es cuestión de percepciones en esta vida, pero ésta es una de las pocas películas (junto a CACHÉ y la primera FUNNY GAMES) que me han quitado el sueño por la noche. Encuentro que es una película que, por la seriedad con la que está filmada (casi “hanekiana”), es realmente incómoda de ver, asfixiante, claustrofóbica, triste y muy difícil de ver, porque, escenas que fuera de ese contexto tan enfermizo que crea Lanthimos me causarían carcajadas (como la coreografía que se marcan las hijas hacia el final de la película), una vez las veo dentro de la película se me hacen muy difíciles de soportar por la gran pena y tristeza que me provocan unos personajes tan alejados de la realidad que hasta creen incluso que su abuelo es Frank Sinatra (sí, fuera de contexto queda gracioso, pero una vez estás viendo la película se hace completamente espeluznante).
Dicho esto allá va mi interpretación de la metáfora que creo que Lanthimos intenta transmitir con el film. Es una crítica a la sociedad actual donde demuestra lo fácil que puede llegar a ser la manipulación de las personas mediante unas armas tan potentes como son la educación y la información y lo poderoso que puede llegar a ser quien las controla (véase el Gobierno representado por los padres).
No la puntúo porque, como me pasó con las películas de Haneke antes mencionadas, no sé si calificarla como una genialidad o como una tontería, pero lo que sí que tengo claro es que no se la recomiendo a nadie porque pasé un rato incómodo.
Dicho esto allá va mi interpretación de la metáfora que creo que Lanthimos intenta transmitir con el film. Es una crítica a la sociedad actual donde demuestra lo fácil que puede llegar a ser la manipulación de las personas mediante unas armas tan potentes como son la educación y la información y lo poderoso que puede llegar a ser quien las controla (véase el Gobierno representado por los padres).
No la puntúo porque, como me pasó con las películas de Haneke antes mencionadas, no sé si calificarla como una genialidad o como una tontería, pero lo que sí que tengo claro es que no se la recomiendo a nadie porque pasé un rato incómodo.

7,0
21.655
9
27 de septiembre de 2012
27 de septiembre de 2012
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo el mundo conoce el cuento de la Blancanieves, el cine mudo acabó hace casi cien años y, por si fuera poco, el año pasado, en pleno siglo XXI, The artist, una película muda y en blanco y negro, fue reconocida por crítica y público a nivel internacional alzándose con el Oscar a la mejor película.
A pesar de ello, Pablo Berger quiso llevar adelante el proyecto que tenía pensado desde hace casi ocho años y, finalmente, ha creado su particular adaptación del popular cuento de los hermanos Grimm. En blanco y negro, muda y en la España taurina de los años veinte, esta versión de Blancanieves es una oda al cine mudo y al Cine en mayúsculas.
Obviamente, las comparaciones con The artist son inevitables, pero hay que dejar claro que el estar rodadas en blanco y negro y sin sonido son las únicas similitudes que poseen, en todo lo demás son películas totalmente distintas. Si The artist tendía más hacia el espectáculo y mantenía un cierto distanciamiento emocional con el espectador, Blancanieves es puro sentimiento y pasión. Además, el homenaje al cine mudo que rendía la francesa era argumentalmente explícito y lo hacía utilizando el lenguaje cinematográfico propio del cine sonoro (la mayor parte del filme estaba rodada como si fuera una película sonora), en cambio, la obra de Berger hace uso del lenguaje característico del cine silente y su homenaje está implícito en la historia.
Desde la sobreimpresión de Murnau hasta los Freaks (1932) de Tod Browning, pasando por los rostros en primerísimo plano de Carl Theodor Dreyer o Serguéi Eisenstein e, incluso, la corta y frenética ráfaga de imágenes del canadiense Guy Maddin, Blancanieves capta el alma del cine al que hace referencia y te traslada de lleno a los años veinte convirtiéndose, así, en un conmovedor y querido tributo a la cinematografía muda.
La impoluta y exquisita puesta en escena no impide advertir el enorme mimo con el que está hecha. La dirección de Berger desprende amor y cariño en cada fotograma. Maneja el humor, el afecto, la ternura, la tragedia y el drama con la misma delicadeza que irradia la interpretación de Macarena García como la inocente Blancanieves.
Torera en lugar de princesa y de nombre Carmen, esta Blancanieves está lejos —lejísimo— de la guerrera que vimos en la insulsa Blancanieves y la leyenda del cazador (2012) y de la risible veinteañera de Mirror mirror (2012). El ángel que tiene Macarena contrasta con la firmeza y energía que la estupenda Maribel Verdú imprime a su personaje de madrastra. La actriz madrileña interpreta por primera vez a una villana y lo hace con la contundencia, frialdad y vigor que el papel requiere. Nadie le hace sombra.
Una de las cosas más originales y acertadas que tiene el filme es la imaginativa adaptación de la famosa fábula a la iconografía taurina y al folclore español de la época. A pesar de realizar ciertos cambios como el nombre —que no el apodo— y el estatus de la protagonista, la búsqueda de la fama en lugar de la belleza de la madrastra o la profesión de los enanos, Berger es fiel al espíritu y la esencia del cuento a la vez que retrata con atino las costumbres de la época.
Señoras y señores, vayan al cine a ver la Blancanieves de Pablo Berger, una maravilla. Un baile para los sentidos. Prepárense para reír, llorar, vibrar, enternecerse, apasionarse y dejarse llevar por la magia de una historia mil veces oída, pero jamás contada de esta manera.
ADRIÁN PEÑA
http://bigkahuna3.blogspot.com.es/
A pesar de ello, Pablo Berger quiso llevar adelante el proyecto que tenía pensado desde hace casi ocho años y, finalmente, ha creado su particular adaptación del popular cuento de los hermanos Grimm. En blanco y negro, muda y en la España taurina de los años veinte, esta versión de Blancanieves es una oda al cine mudo y al Cine en mayúsculas.
Obviamente, las comparaciones con The artist son inevitables, pero hay que dejar claro que el estar rodadas en blanco y negro y sin sonido son las únicas similitudes que poseen, en todo lo demás son películas totalmente distintas. Si The artist tendía más hacia el espectáculo y mantenía un cierto distanciamiento emocional con el espectador, Blancanieves es puro sentimiento y pasión. Además, el homenaje al cine mudo que rendía la francesa era argumentalmente explícito y lo hacía utilizando el lenguaje cinematográfico propio del cine sonoro (la mayor parte del filme estaba rodada como si fuera una película sonora), en cambio, la obra de Berger hace uso del lenguaje característico del cine silente y su homenaje está implícito en la historia.
Desde la sobreimpresión de Murnau hasta los Freaks (1932) de Tod Browning, pasando por los rostros en primerísimo plano de Carl Theodor Dreyer o Serguéi Eisenstein e, incluso, la corta y frenética ráfaga de imágenes del canadiense Guy Maddin, Blancanieves capta el alma del cine al que hace referencia y te traslada de lleno a los años veinte convirtiéndose, así, en un conmovedor y querido tributo a la cinematografía muda.
La impoluta y exquisita puesta en escena no impide advertir el enorme mimo con el que está hecha. La dirección de Berger desprende amor y cariño en cada fotograma. Maneja el humor, el afecto, la ternura, la tragedia y el drama con la misma delicadeza que irradia la interpretación de Macarena García como la inocente Blancanieves.
Torera en lugar de princesa y de nombre Carmen, esta Blancanieves está lejos —lejísimo— de la guerrera que vimos en la insulsa Blancanieves y la leyenda del cazador (2012) y de la risible veinteañera de Mirror mirror (2012). El ángel que tiene Macarena contrasta con la firmeza y energía que la estupenda Maribel Verdú imprime a su personaje de madrastra. La actriz madrileña interpreta por primera vez a una villana y lo hace con la contundencia, frialdad y vigor que el papel requiere. Nadie le hace sombra.
Una de las cosas más originales y acertadas que tiene el filme es la imaginativa adaptación de la famosa fábula a la iconografía taurina y al folclore español de la época. A pesar de realizar ciertos cambios como el nombre —que no el apodo— y el estatus de la protagonista, la búsqueda de la fama en lugar de la belleza de la madrastra o la profesión de los enanos, Berger es fiel al espíritu y la esencia del cuento a la vez que retrata con atino las costumbres de la época.
Señoras y señores, vayan al cine a ver la Blancanieves de Pablo Berger, una maravilla. Un baile para los sentidos. Prepárense para reír, llorar, vibrar, enternecerse, apasionarse y dejarse llevar por la magia de una historia mil veces oída, pero jamás contada de esta manera.
ADRIÁN PEÑA
http://bigkahuna3.blogspot.com.es/
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