You must be a loged user to know your affinity with Néstor Juez
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6,5
7.422
8
28 de septiembre de 2016
28 de septiembre de 2016
56 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comencé temprano el día, a las 09:30, viendo en el Victoria Eugenia la ópera prima británica Lady Macbeth, de William Oldroyd.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Basado libremente en el relato corto homónimo de Nikolái Leskov, presenciamos la turbulenta historia de Miss Katherine Lester, una joven dama de la Inglaterra rural del Siglo XIX, se ve obligado por protocolo social a servir fielmente a un suegro que la detesta y un marido que la aborrece y ni tan siquiera la toca. Tras una escapada de estos, Katherine manifiesta su deseo con un joven de la servidumbre. La travesura se convertirá en costumbre, y la pasión desarrollada conllevará la rebeldía mantener su idilio en secreto, lo que desencadenará en una espiral de violencia fuera de control. Similar a la inferior La bruja en su atmósfera y en su recogido tono ascético, la impactante Lady Macbeth es una escalada dramática en la que todos los instrumentos afinan con exquisitez. Una hermosa fotografía y solvente dirección artística sirven de triste escenario que invita a la depresión de unos personajes maniatados por sus clases sociales o su género en un régimen de comportamiento opresivo, todos ellos interpretados con verismo y emoción (a destacar Florence Pugh como rebelde, independiente y malévola protagonista). Crítica con un sistema en el que sólo vale acatar o recibir castigo, el filme muestra actitudes morales cobardes o férreas para resolver problemas dentro o fuera de la moralidad, y aferra al espectador desde el inicio con una desasosegante calma tensa. Todo elemento está en su orden, y el conjunto, tan elegante como conciso y frío, seduce sin cuartel. De momento, la mejor película de la Sección Oficial.

5,5
4.073
6
13 de octubre de 2017
13 de octubre de 2017
47 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
A las 19:00 continuamos en la misma sala para ver una proyección especial por el Premio Donostia a Ricardo Darín. Hablamos del thriller argentino La cordillera, dirigido por Santiago Mitre. Hernán Blanco (Ricardo Darín, siempre a un gran nivel), taimado hombre tranquilo que meses después de haber sido elegido Presidente de la República de Argentina sigue siendo un desconocido ante el ojo público (un ciudadano común, un trabajador como cualquier otro, cómo bien defendía en su campaña electoral), es invitado a participar en una cumbre de líderes iberoamericanos en una cordillera nevada de Chile. Pero durante en esta reunión, en la que sobrevuela el temor de las imposiciones del poderoso líder brasileño, tendrá que afrontar a unas intensas crisis personales que su conflictiva hija atraviesa, la cual empieza a rememorar recuerdos no vividos en una crisis anímica incontrolable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un juego de poderes y negociaciones que toca el fantástico y teje su relato de requiebros narrativas y preguntas sin respuesta. Una suerte de Castillo de naipes iberoamericano de crisis familiar y personaje protagonista probándose a sí mismo ante todos los demás. Una intriga sibilina y silenciosa de negociaciones y misterios, filmada con una elegancia prístina que logra que nos dejemos llevar por la trama sin esfuerzos de concentración desde su premisa, jugosa y llena de elementos de interés. Es sin duda un film disfrutable, y fácil de ver. Pero también una que de tanta ambición temática, deviene en un galimatías interruptus. El filme no cierra, sino que acaba sin final alguna, dejando todas sus incógnitas sin respuesta y todas sus líneas narrativas a medio estructurar,cómo si en vez de ser una película se tratase de un piloto televisivo, o de una película abierta para ser continuada en una secuela. Película fría y carente de elementos sensacionales o novedosos (curioso ver a Alberto Iglesias facturando una banda sonora impersonal y anodina) que pese a captar nuestra atención no atempera el tedio, haciéndonos esperar algo que nunca llega. Película confusa que no se sabe a dónde quiere llegar, y que tras un visionado potable deja al espectador aturdido.

6,8
17.776
6
22 de diciembre de 2024
22 de diciembre de 2024
62 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
La fuerza del mito trasciende las décadas y los formatos, y más de un siglo después la sombra del legendario conde transilvano sediento de sangre nos sigue acechando. El simbolismo sexual y la seducción iconográfica del vampiro y su universo tenebroso han experimentado múltiples re-interpretaciones y aproximaciones desde dispares puntos de vista, pero aún así sigue manteniendo magnetismo y misterio el texto fundacional de Bram Stoker. El cine se nutre y abastece de remakes desde sus primeros pasos, y a pocos días del cierre del año todavía estaba marcado en el calendario de muchos cinéfilos el más anómalo de los estrenos navideños: el 25 de diciembre los espectadores podrán aplacar la digestión de la copiosa comida acudiendo a la sala a ver Nosferatu, dirigida por el ensalzado Robert Eggers y con un reparto conformado por Lily-Rose Depp, Bill Skarsgård, Nicholas Hoult, Aaron Taylor-Johnson y Willem Dafoe.
Obra a la que será inevitable comparar con los tótems cinematográficos homónimos de Friedrich Wilhelm Murnau o Werner Herzog, así como con el Drácula de Coppola, y antes de sacar el bisturí para entrar mas en detalle cabe indicar que la película logra imprimir al mito su sello propio. Ratonera de densa atmósfera y abrasiva carga estética donde la cohesión dramática con el trasfondo no llega a producirse con armonía, pero que ofrece los suficientes elementos sensoriales como para garantizar a todo espectador curioso y abierto al desconcierto inquietante una experiencia de proyección embriagadora.
El aspecto más poderoso del cuento gótico de Eggers es su virtuoso acabado plástico: su fotografía entra rauda por lo ojos, ofreciendo un filme que, sin estar grabado en blanco y negro, lo parece. Y lo consigue gracias a la ingente cantidad de escenas con esa paleta de colores gracias a la nieve, los vestidos blancos o los reflejos de la luz de la luna en tantas escenas nocturnas. Sus imágenes, al menos en una primera instancia, acuñan una capacidad de impacto elevada a la altura de la épica que exige esta fantasía, que cuando no apuesta por la noche se declina por el mar y sus reflexión, el fuego, las pústulas o las ratas. El trabajo de diseño de producción, ejemplar en su ambientación histórica, complementa la identidad visual de un universo que transpira.
Como en otras iteraciones vampíricas previas, la carga de sexualidad a flor de piel que se apodera de Ellen en sus estremecedoras posesiones nocturnas imbuye de magnetismo onírico las secuencias mas perversas de la influencia sobrenatural de Nosferatu. A su vez, compacta en angustia las secuencias de transición narrativa. La lírica, afectada y sobrecogida partitura de Robin Carolan aderezan la subtrama de una Lily-Rose Depp no siempre presente en metraje pero omnipresente en atmósfera, erizada en deseo y angustiada en su solitaria e incomprendida situación, dejada de lado por su entorno cotidiano y recluida y negada cuando su monstruosa naturaleza devoradora la doblega. El mejor personaje de la película eleva el filme cada vez que se interpone.
Pese a la violencia, los estallidos, la perversión o los maleficios, las secuencias más evocadoras del filme son aquellas donde se opta por la dependencia romántica entre Ellen y el Conde Orlok. La conexión entre ambos encandila cuando se apuesta por el terror como tono predominante, pero más aún cuando se opta por una sensibilidad trágica conmovedora, en particular en el notable clímax. Un logro aún más sorprendente dado el estremecedor y novedoso aspecto físico del Orlok interpretado por Skarsgård, con ecos a la mitología del personaje pero más pútrido y turbio que solemne, hábilmente escondido en la campaña de marketing. El conde es rudo, monstruoso, y teje a su alrededor una viciada atmósfera de muerte y maldición. Es sabido el mimo de Eggers retratando la rudeza, dialectos, fisonomías y conductas de las etnias de sus ficciones, y su Nosferatu no desluce en este sentido.
Si bien Lily-Rose Depp dispone de espacio y atención para lucirse, el resto del reparto se supedita al rumbo del relato sin posibilidad de crecer o explotar. Meras carcasas de funcionalidad narrativa, encorsetados a las autoritarias formas de la película. Pese a su extenso metraje la narración es la misma de siempre, respetando escrupulosamente cada etapa y sin desviarse de ninguna de ellas ni ofrecer nada nuevo a la conversación. La cadencia del filme es anquilosada y, sin embargo, todo sucede de manera atropellada, sin reposar a nivel dramático. Y, sobretodo, la química y sinergia entre el grueso de los personajes es inexistente.
Un siglo después de la obra maestra fundacional de Murnau resulta cuando menos inesperado que se opte por un enfoque tan literal y una mirada tan ajena a nuevas interpretaciones para recuperar al rey de los no-muertos, representando la masculinidad desde unos registros tan ajenos a sensibilidades contemporáneas como si en el Siglo XIX nos encontrásemos. Los guiños a Murnau son claros, incluso los ecos a Coppola en las dialécticas del conde o a Herzog en la densidad y el pánico de la peste (con pinzas esta), y ni sus momentos mas eficaces logra una secuencia tan icónica o reveladora como las de aquellas. Obra tan apabullante en su fachada como mas simple en su recorrido, mucho menos sutil y más fiel a la idea de abrumar desde el ruido, puro aullido y estridencia entre la suciedad y la carne despedazada.
Espectral, apelmazada y enfermiza, el Nosferatu de Eggers aqueja claras deficiencias en tempo y en la riqueza semántica de su andamiaje expresivo, mas preserva los rasgos estilísticos de interés de su realizador como para hacer el deleite de estetas y jóvenes espectadores. Sin duda el Nosferatu más endeble de entre los que hemos podido contemplar, pero con la suficiente entidad como para destacar entre la ambivalente cosecha del curso.
Obra a la que será inevitable comparar con los tótems cinematográficos homónimos de Friedrich Wilhelm Murnau o Werner Herzog, así como con el Drácula de Coppola, y antes de sacar el bisturí para entrar mas en detalle cabe indicar que la película logra imprimir al mito su sello propio. Ratonera de densa atmósfera y abrasiva carga estética donde la cohesión dramática con el trasfondo no llega a producirse con armonía, pero que ofrece los suficientes elementos sensoriales como para garantizar a todo espectador curioso y abierto al desconcierto inquietante una experiencia de proyección embriagadora.
El aspecto más poderoso del cuento gótico de Eggers es su virtuoso acabado plástico: su fotografía entra rauda por lo ojos, ofreciendo un filme que, sin estar grabado en blanco y negro, lo parece. Y lo consigue gracias a la ingente cantidad de escenas con esa paleta de colores gracias a la nieve, los vestidos blancos o los reflejos de la luz de la luna en tantas escenas nocturnas. Sus imágenes, al menos en una primera instancia, acuñan una capacidad de impacto elevada a la altura de la épica que exige esta fantasía, que cuando no apuesta por la noche se declina por el mar y sus reflexión, el fuego, las pústulas o las ratas. El trabajo de diseño de producción, ejemplar en su ambientación histórica, complementa la identidad visual de un universo que transpira.
Como en otras iteraciones vampíricas previas, la carga de sexualidad a flor de piel que se apodera de Ellen en sus estremecedoras posesiones nocturnas imbuye de magnetismo onírico las secuencias mas perversas de la influencia sobrenatural de Nosferatu. A su vez, compacta en angustia las secuencias de transición narrativa. La lírica, afectada y sobrecogida partitura de Robin Carolan aderezan la subtrama de una Lily-Rose Depp no siempre presente en metraje pero omnipresente en atmósfera, erizada en deseo y angustiada en su solitaria e incomprendida situación, dejada de lado por su entorno cotidiano y recluida y negada cuando su monstruosa naturaleza devoradora la doblega. El mejor personaje de la película eleva el filme cada vez que se interpone.
Pese a la violencia, los estallidos, la perversión o los maleficios, las secuencias más evocadoras del filme son aquellas donde se opta por la dependencia romántica entre Ellen y el Conde Orlok. La conexión entre ambos encandila cuando se apuesta por el terror como tono predominante, pero más aún cuando se opta por una sensibilidad trágica conmovedora, en particular en el notable clímax. Un logro aún más sorprendente dado el estremecedor y novedoso aspecto físico del Orlok interpretado por Skarsgård, con ecos a la mitología del personaje pero más pútrido y turbio que solemne, hábilmente escondido en la campaña de marketing. El conde es rudo, monstruoso, y teje a su alrededor una viciada atmósfera de muerte y maldición. Es sabido el mimo de Eggers retratando la rudeza, dialectos, fisonomías y conductas de las etnias de sus ficciones, y su Nosferatu no desluce en este sentido.
Si bien Lily-Rose Depp dispone de espacio y atención para lucirse, el resto del reparto se supedita al rumbo del relato sin posibilidad de crecer o explotar. Meras carcasas de funcionalidad narrativa, encorsetados a las autoritarias formas de la película. Pese a su extenso metraje la narración es la misma de siempre, respetando escrupulosamente cada etapa y sin desviarse de ninguna de ellas ni ofrecer nada nuevo a la conversación. La cadencia del filme es anquilosada y, sin embargo, todo sucede de manera atropellada, sin reposar a nivel dramático. Y, sobretodo, la química y sinergia entre el grueso de los personajes es inexistente.
Un siglo después de la obra maestra fundacional de Murnau resulta cuando menos inesperado que se opte por un enfoque tan literal y una mirada tan ajena a nuevas interpretaciones para recuperar al rey de los no-muertos, representando la masculinidad desde unos registros tan ajenos a sensibilidades contemporáneas como si en el Siglo XIX nos encontrásemos. Los guiños a Murnau son claros, incluso los ecos a Coppola en las dialécticas del conde o a Herzog en la densidad y el pánico de la peste (con pinzas esta), y ni sus momentos mas eficaces logra una secuencia tan icónica o reveladora como las de aquellas. Obra tan apabullante en su fachada como mas simple en su recorrido, mucho menos sutil y más fiel a la idea de abrumar desde el ruido, puro aullido y estridencia entre la suciedad y la carne despedazada.
Espectral, apelmazada y enfermiza, el Nosferatu de Eggers aqueja claras deficiencias en tempo y en la riqueza semántica de su andamiaje expresivo, mas preserva los rasgos estilísticos de interés de su realizador como para hacer el deleite de estetas y jóvenes espectadores. Sin duda el Nosferatu más endeble de entre los que hemos podido contemplar, pero con la suficiente entidad como para destacar entre la ambivalente cosecha del curso.

5,0
1.869
4
10 de mayo de 2017
10 de mayo de 2017
46 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lamentablemente he visionado muy poco cine patrio en lo que llevamos de año, por lo que cuando recibí la invitación de Good Films para un pase de prensa en los Cines Renoir de su última película confirmé asistencia con renovada emoción: el thriller español premiado en Málaga y estrenado en Karlovy Vary Demonios tus ojos, dirigida por el gallego Pedro Aguilera. Habiendo leído además la sinopsis, el tema captó al instante mi interés y aumentó sobremanera mis expectativas, junto con la gratificante idea de reencontrarse con Ivana Baquero, excelente en ese clásico moderno que es El laberinto del fauno, después de tantos años. No en vano, un amplio sector crítico se deshace en halagos con el nuevo cine independiente español. El cuál nos ha dado tanto grandes alegrías como Magical Girl como tremendas decepciones como La reconquista. El filme que nos ocupa, lamentablemente, se engloba en este segundo grupo. Ya que si bien nos hallamos con una premisa sugerente y con propuestas atmosféricas de rico potencial, la torpeza con la que están desempañadas todas las parcelas de este producto cinematográfico la hacen una película harto mediocre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Oliver (un terrible Julio Perillán) es un madrileño treintañero realizador de cine residente en Los Ángeles. Una noche, mientras se ducha su novia Karen, descubre en una página pornográfica que la protagonista de alguno de estos vídeos es su joven hermanastra Aurora (Ivana Baquero, el intérprete más salvable de la cinta). Turbado por esto, decide volver a Madrid a tomarse unos días de vacaciones y reencontrarse con Aurora, desarrollando durante varios días una perversa relación de amistad, tensión sexual y voyeurismo. Una intriga psicológica de deseo, erotismo y fantasías corporales de dominación y observación, adentrándonse en los finos límites de la moralidad y el incesto. Una historia malsana y tensa, sudorosa y sucia, de amoríos y pasiones, de libidos insatisfechas y espionaje visual tórrido. Una nueva reflexión sobre la seductora figura de la Lolita, y la tragedia griega que conlleva la ejecución de este amor impuro. Todo ello desarrollado en un ambiente de pasados familiares resentidos y difusos, y de unas jovencitas hermosas entrando en la madurez. En primer lugar sorprende el formato de imagen escogido, el clásico 4/3, que dota al film de una eminente sensación de agobio. Y como ya hemos mencionado previamente, Ivana Baquero ofrece un correcto trabajo, así como el equipo de dirección artística ambientando la iconografía del hogar de Aurora y de su cuarto, dónde Oliver esconde una cámara. El deseo lujurioso y sus incontrolables caminos es un tema apasionante que el cine ha tratado en infinidad de ocasiones, y con mayor o menor éxito siempre da pie a valiosas reflexiones. Pero estos mismos objetivos habrían sido obtenidos, y posiblemente con mayor brillantez, por un estudiante de imagen aplicado trabajando en su proyecto de fin de carrera.
El mayor problema del filme es una clamorosa falta de pulsión, de atmósfera, de garra que aglutine los elementos de la ficción y les dote de un interés que se impregne a la audiencia para que se implique en el seguimiento. No es que sea lenta, o rápida, o incómoda, o chispeante: no es nada, las acciones se suceden sin empaque, en un montaje que recurre en demasía al corte a negro como transición entre escenas. Una ausencia cuyo efecto sensorial se amplía con una realización paupérrima, de encuadres que cubren la acción sin virguerías ni composiciones llamativas, cuya fotografía de Miquel Prohensa y su paleta de colores apenas suponen un oasis en un desierto de vulgaridad, con unas interpretaciones lamentables (Perillán ante todo) presas de unos diálogos imposibles de declamar sin que suenen a papel tipografiado, y un guión que desarrolla su premisa sin premura, interés o turbiedad de grosor, y por los caminos esperados, dotando de pausas y duración extendida a muy poca sustancia. Apenas una conclusión ingeniosa redondea levemente la sensación final, aunque ya es demasiado tarde tras una ridícula (y blanca en sus elecciones de condenamiento moral) tercera parte.
En definitiva, una película de encomiables intenciones que orbita sobre temas de innegable interés, pero Demonios tus ojos no es más que un trabajo universitario bien distribuido.
El mayor problema del filme es una clamorosa falta de pulsión, de atmósfera, de garra que aglutine los elementos de la ficción y les dote de un interés que se impregne a la audiencia para que se implique en el seguimiento. No es que sea lenta, o rápida, o incómoda, o chispeante: no es nada, las acciones se suceden sin empaque, en un montaje que recurre en demasía al corte a negro como transición entre escenas. Una ausencia cuyo efecto sensorial se amplía con una realización paupérrima, de encuadres que cubren la acción sin virguerías ni composiciones llamativas, cuya fotografía de Miquel Prohensa y su paleta de colores apenas suponen un oasis en un desierto de vulgaridad, con unas interpretaciones lamentables (Perillán ante todo) presas de unos diálogos imposibles de declamar sin que suenen a papel tipografiado, y un guión que desarrolla su premisa sin premura, interés o turbiedad de grosor, y por los caminos esperados, dotando de pausas y duración extendida a muy poca sustancia. Apenas una conclusión ingeniosa redondea levemente la sensación final, aunque ya es demasiado tarde tras una ridícula (y blanca en sus elecciones de condenamiento moral) tercera parte.
En definitiva, una película de encomiables intenciones que orbita sobre temas de innegable interés, pero Demonios tus ojos no es más que un trabajo universitario bien distribuido.

4,3
13.707
5
7 de septiembre de 2018
7 de septiembre de 2018
58 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay un nombre propio tanto a nivel comercial como artístico en el panorama internacional del cine de terror del nuevo milenio, ese es el del realizador malayo-australiano James Wan. Recurriendo sin disimulo ni cargo de conciencia al imaginario más clásico del cine de género para rendirle pleitesía y, a su vez, apropiarse de él para filmar un cine revigorizado con un espíritu propio, ha dirigido pocas pero notables películas de sustos y fantasmas. Filmes que, además, supusieron el pilar y pistoletazo de salido sobre el que se construyeron varias franquicias multimillonarias. Ocho entregas tuvo la saga Saw, Insidious lleva ya cuatro. Y con el largometraje que diseccionaremos a continuación ya son cinco episodios del universo cinematográfico interconectado que mejor está sabiendo competir con Marvel: el Warrenverso. Hablamos de las dos notables películas de Expediente Warren y de los spin-offs de sus criaturas más populares. Si primero fue el turno de la muñeca Annabelle, ahora era el momento de descubrir los orígenes del espeluznante espíritu con aspecto de monja en estado de putrefacción.
Cinta lacónica (90 minutos de metraje) ambientada en Rumanía y dirigida por un realizador primerizo. Filme del que nada sabíamos cuando llegó a nuestro territorio, pero cuyo innegable potencial nos hacía esperar descubrirlo con alegría. Y el filme, si bien está lejos de ser lamentable o vergonzoso, es una evidente decepción. Pues aparte de entretenimiento y carnaza para los fans, la propuesta de Corin Hardy no tiene nada nuevo que ofrecer para los demás. Un pasatiempo competente, eficaz, correcto, pero sorprendentemente rutinario y falto de ideas.
Cinta lacónica (90 minutos de metraje) ambientada en Rumanía y dirigida por un realizador primerizo. Filme del que nada sabíamos cuando llegó a nuestro territorio, pero cuyo innegable potencial nos hacía esperar descubrirlo con alegría. Y el filme, si bien está lejos de ser lamentable o vergonzoso, es una evidente decepción. Pues aparte de entretenimiento y carnaza para los fans, la propuesta de Corin Hardy no tiene nada nuevo que ofrecer para los demás. Un pasatiempo competente, eficaz, correcto, pero sorprendentemente rutinario y falto de ideas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tras el suicidio de una novicia en el Monasterio rumano de Cârța en 1952, el cura enviado por el Vaticano Padre Burke (Demián Bichir) y una novicia joven británica a punto de tomar sus votos (Taissa Farmiga, hermana de la Vera que interpretaba a Lorraine Warren) para ir a Rumanía y adentrarse en la abadía para investigar el origen del misterio y las incógnitas que este recóndito lugar escoge. Una vez el joven y apuesto Frenchie les sitúe en el terreno, pronto descubrirán que algo extraño acecha en el monasterio, un espíritu maligno encerrado siglos atrás y que parece haberse liberado en busca de un alma que poseer. Cine clásico de iglesias lóbregas y espíritus demoníacos, posesiones y artilugios divinos para recluir al mal. Película que revierte el imaginario cristiano para estremecer con su faz más perversa y asustar puntualmente con presencias sombrías, ubicuas y violentas que hacen de las suyas en hermosos pero poco acogedores escenarios.
Curiosamente, el aspecto más acertado del filme es una elección de casting, al obtener un interesante juego visual al disponer de los servicios de Taissa Farmiga que presuponemos nada casuales. Pese a no interpretar al mismo personaje que su hermana, el hecho de que el de esta sea más joven que el de aquella, que esta película sea cronológicamente anterior que las de los Warren y que ambos personajes tengan visiones provoca que la reminiscencia visual con Lorraine sea constante, y muy jugosa. Apartado visual que es dónde el filme, competentemente realizado y fotografiado, más brilla, aprovechando unas hermosas localizaciones, buena dirección artístico e inquietante diseño de criaturas para ofrecer estampas inquietantes y poderosas. Interesante protagonista femenina, sobre la que recae el peso del drama, y atractiva antagonista, que fluye espeluznante entre una iconografía sustentada, sugerente y sensorialmente sugestiva. Nada que no conociésemos, sí, pero todo en la justa medida para, cuando menos, agradarnos y no perder nuestro interés durante la proyección.
Si Irene suple la papeleta, no así el resto del reparto, con un Bichir desaprovechado y un Bloquet como insulso e ineficaz alivio cómico. Pero el gran problema de un filme que a la postre termina siendo mediocre es un guion simple y pobre, carente de innovación, sorpresa o siquiera ambición. Y si bien vemos a La Monja, ni asusta más que en los fragmentos del filme de Wan ni se ofrece nada que enriquezca su mitología, sino que se le ofrece un origen típico y presuponible. Los sucesos se desarrollan en la rutina, en los clichés, en los estereotipos del terror católico, en el terreno de lo familiar, dando como resultado un producto que cualquier aficionado de la saga hubiera imaginado hace unos años. No hay argumentos, ni conceptos más allá de la mera excusa de ver a la Monja un rato más. En una saga ya tan veterana y con un imaginario tan denso, su nueva entrega se queda pequeña en el plano narrativo, e insípida en el apartado de estricto terror.
A grandes rasgos, una película que cumple expediente, y que al menos logra sus objetivos, por limitados que sean. Para todo lo demás, un capítulo inofensivo. Gratificante en el momento, pero altamente olvidable.
Curiosamente, el aspecto más acertado del filme es una elección de casting, al obtener un interesante juego visual al disponer de los servicios de Taissa Farmiga que presuponemos nada casuales. Pese a no interpretar al mismo personaje que su hermana, el hecho de que el de esta sea más joven que el de aquella, que esta película sea cronológicamente anterior que las de los Warren y que ambos personajes tengan visiones provoca que la reminiscencia visual con Lorraine sea constante, y muy jugosa. Apartado visual que es dónde el filme, competentemente realizado y fotografiado, más brilla, aprovechando unas hermosas localizaciones, buena dirección artístico e inquietante diseño de criaturas para ofrecer estampas inquietantes y poderosas. Interesante protagonista femenina, sobre la que recae el peso del drama, y atractiva antagonista, que fluye espeluznante entre una iconografía sustentada, sugerente y sensorialmente sugestiva. Nada que no conociésemos, sí, pero todo en la justa medida para, cuando menos, agradarnos y no perder nuestro interés durante la proyección.
Si Irene suple la papeleta, no así el resto del reparto, con un Bichir desaprovechado y un Bloquet como insulso e ineficaz alivio cómico. Pero el gran problema de un filme que a la postre termina siendo mediocre es un guion simple y pobre, carente de innovación, sorpresa o siquiera ambición. Y si bien vemos a La Monja, ni asusta más que en los fragmentos del filme de Wan ni se ofrece nada que enriquezca su mitología, sino que se le ofrece un origen típico y presuponible. Los sucesos se desarrollan en la rutina, en los clichés, en los estereotipos del terror católico, en el terreno de lo familiar, dando como resultado un producto que cualquier aficionado de la saga hubiera imaginado hace unos años. No hay argumentos, ni conceptos más allá de la mera excusa de ver a la Monja un rato más. En una saga ya tan veterana y con un imaginario tan denso, su nueva entrega se queda pequeña en el plano narrativo, e insípida en el apartado de estricto terror.
A grandes rasgos, una película que cumple expediente, y que al menos logra sus objetivos, por limitados que sean. Para todo lo demás, un capítulo inofensivo. Gratificante en el momento, pero altamente olvidable.
Más sobre Néstor Juez
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here