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6
12 de marzo de 2016
12 de marzo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de un documental se tratara, esta obra dramática filmada apenas dos años después de la caída del Muro de Berlín coloca al espectador en los zapatos de un humilde proyeccionista de cine en el Moscú de 1939, Iván Sanchin (interpretado por Tom Hulce al que todos recuerdan por su interpretación de Mozart en el Amadeus de Milos Forman) que es el alter ego del personaje histórico Alex Ganchin, al que Hulce trató personalmente para componer su papel.
Comunista convencido y enamorado de la Revolución Soviética, Sanchin se nos presenta como un animoso y optimista trabajador que reparte su tiempo entre proyecciones de celuloide en el cuartel general de la KGB (institución que por cierto en esa época tenía otro nombre) y las atenciones a su recién desposada mujer la bella Anastasia, con quien vive en un decadente bloque de pisos de la calle Matadero. "¿A quién quieres más, Iván? ¿Al camarada Stalin o a mí?" le preguntará, y contestará sin vacilar "Qué pregunta. Al camarada Stalin por supuesto".
Hasta este humilde domicilio alcanzan las persecuciones políticas cuando el matrimonio vecino de los Gubelman es arrestado acusado de actividades contrarrevolucionarias por su relación con países extranjeros, dejando atrás a su pequeña hija Katya que será acogida por el instinto maternal de una Anastasia que desea fervientemente ser madre. El episodio de la detención permite descubrir hasta qué punto Sanchin confía en el criterio de las autoridades y su elevado grado de compromiso con la causa soviética, al punto de rechazar la posibilidad de adoptar a la niña por tratarse de la hija de unos "enemigos del pueblo".
El nudo de la trama salta a primer plano cuando el proyeccionista de la KGB es fichado por las autoridades del Kremlin para trabajar al servicio de la máxima autoridad del Estado, el todopoderoso Josef Stalin. Con una mezcla de terror reverencial y de admiración incontenible, Sanchin entra de esta manera en el "círculo interno" que da título a la cinta de los dirigentes de la URSS, y atiende desde su posición subalterna a las disputas entre los líderes, los exhaustivos controles de seguridad y la mundanidad casi campechana de unos personajes (Stalin, Beria, Voroshilov) que la propaganda ensalza como dioses en la tierra.
De esta manera y según avanza el metraje, veremos la fe en principio inquebrantable de Sanchin en el sistema socialista puesta severamente a prueba, al igual que toda la URSS dos años después de entrar al servicio del Amo, en 1941, cuando estalla la guerra contra Alemania. En el último tramo de la película la acción se traslada a más de una década más tarde, a 1953 con el fallecimiento del camarada Stalin que también pone punto final a la película.
Llama la atención el cuidado del filme en recrear con mimo la época tanto en vestuario y escenarios como en el elenco de actores. Para mi gusto la peripecia personal del protagonista adquiere excesiva importancia a costa del retrato del círculo interno del Kremlin, lo que resta algo de interés e impregna cierta teatralidad, pero aún así pocas veces se habrá visto representada en el cine esta parte de la Historia mejor que en esta cinta.
Comunista convencido y enamorado de la Revolución Soviética, Sanchin se nos presenta como un animoso y optimista trabajador que reparte su tiempo entre proyecciones de celuloide en el cuartel general de la KGB (institución que por cierto en esa época tenía otro nombre) y las atenciones a su recién desposada mujer la bella Anastasia, con quien vive en un decadente bloque de pisos de la calle Matadero. "¿A quién quieres más, Iván? ¿Al camarada Stalin o a mí?" le preguntará, y contestará sin vacilar "Qué pregunta. Al camarada Stalin por supuesto".
Hasta este humilde domicilio alcanzan las persecuciones políticas cuando el matrimonio vecino de los Gubelman es arrestado acusado de actividades contrarrevolucionarias por su relación con países extranjeros, dejando atrás a su pequeña hija Katya que será acogida por el instinto maternal de una Anastasia que desea fervientemente ser madre. El episodio de la detención permite descubrir hasta qué punto Sanchin confía en el criterio de las autoridades y su elevado grado de compromiso con la causa soviética, al punto de rechazar la posibilidad de adoptar a la niña por tratarse de la hija de unos "enemigos del pueblo".
El nudo de la trama salta a primer plano cuando el proyeccionista de la KGB es fichado por las autoridades del Kremlin para trabajar al servicio de la máxima autoridad del Estado, el todopoderoso Josef Stalin. Con una mezcla de terror reverencial y de admiración incontenible, Sanchin entra de esta manera en el "círculo interno" que da título a la cinta de los dirigentes de la URSS, y atiende desde su posición subalterna a las disputas entre los líderes, los exhaustivos controles de seguridad y la mundanidad casi campechana de unos personajes (Stalin, Beria, Voroshilov) que la propaganda ensalza como dioses en la tierra.
De esta manera y según avanza el metraje, veremos la fe en principio inquebrantable de Sanchin en el sistema socialista puesta severamente a prueba, al igual que toda la URSS dos años después de entrar al servicio del Amo, en 1941, cuando estalla la guerra contra Alemania. En el último tramo de la película la acción se traslada a más de una década más tarde, a 1953 con el fallecimiento del camarada Stalin que también pone punto final a la película.
Llama la atención el cuidado del filme en recrear con mimo la época tanto en vestuario y escenarios como en el elenco de actores. Para mi gusto la peripecia personal del protagonista adquiere excesiva importancia a costa del retrato del círculo interno del Kremlin, lo que resta algo de interés e impregna cierta teatralidad, pero aún así pocas veces se habrá visto representada en el cine esta parte de la Historia mejor que en esta cinta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Especialmente representativa del derrumbe moral de las creencias del protagonista es la escena casi onírica en que su mujer se suicida y Sanchin cree mantener una conversación con Stalin frente a su casa, donde le echará en cara que le quiera ocultar su trágico enviudamiento como si nada hubiera ocurrido.
A modo de broche y moraleja de la historia, finalmente Sanchin habrá aprendido a amar a la niña que su desgraciada mujer quiso adoptar, y a replantearse la respuesta a la pregunta que le hizo: "¿A quién quieres más?".
A modo de broche y moraleja de la historia, finalmente Sanchin habrá aprendido a amar a la niña que su desgraciada mujer quiso adoptar, y a replantearse la respuesta a la pregunta que le hizo: "¿A quién quieres más?".
6
14 de agosto de 2016
14 de agosto de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobria cinta policíaca con sabor clásico que presenta por primera vez en la gran pantalla al lúcido detective gallego Leo Caldas (interpretado por Carmelo Gómez) y su recio ayudante Rafael Estévez (Antonio Garrido), protagonistas de las exitosas novelas negras de Domingo Villar (Vigo, 1971) "Ojos de agua" (2006) y "La playa de los ahogados" (2009).
Siguiendo los pasos de la pareja de sabuesos que investigan la muerte de un pescador ahogado y maniatado el espectador se ve inmerso desde principio a fin en el ambiente de la costa de Galicia, más concretamente de la Ría de Vigo, escenario que impregna la cinta al punto de poder considerarse un actor más del elenco. La investigación pronto llevará a Caldas a indagar en un pasado turbio que cual fantasma amenaza al presente. A modo de homenaje a la novela original, la película se divide en capítulos cuyo título aparece en esporádicos fundidos en negro entre escenas.
Con marcada serenidad, sin grandes pretensiones y ritmo pausado "La playa de los ahogados" relata con profesionalidad cinematográfica, realismo narrativo y multitud de buenos actores el trabajo policial atando cabos, siguiendo pistas y recabando testimonios, con interrogantes y giros narrativos a modo de anzuelos para captar la atención del espectador.
Como si la frialdad del clima penetrara en el rodaje de la cinta, si de algo peca el resultado es de ausencia de tensión, pasión o acción pero a cambio ofrece claridad, lógica y mucho oficio, cualidades que en los tiempos que corren dados a efectismos, astracanadas y adornos gratuitos también me parecen apreciables.
Viéndola me hizo pensar que sería un capítulo de una serie policíaca estupenda, más que una película para recordar. Para amantes del género me parece una buena opción. Por cierto que se rodó al mismo tiempo por partida doble, en castellano y en gallego.
Siguiendo los pasos de la pareja de sabuesos que investigan la muerte de un pescador ahogado y maniatado el espectador se ve inmerso desde principio a fin en el ambiente de la costa de Galicia, más concretamente de la Ría de Vigo, escenario que impregna la cinta al punto de poder considerarse un actor más del elenco. La investigación pronto llevará a Caldas a indagar en un pasado turbio que cual fantasma amenaza al presente. A modo de homenaje a la novela original, la película se divide en capítulos cuyo título aparece en esporádicos fundidos en negro entre escenas.
Con marcada serenidad, sin grandes pretensiones y ritmo pausado "La playa de los ahogados" relata con profesionalidad cinematográfica, realismo narrativo y multitud de buenos actores el trabajo policial atando cabos, siguiendo pistas y recabando testimonios, con interrogantes y giros narrativos a modo de anzuelos para captar la atención del espectador.
Como si la frialdad del clima penetrara en el rodaje de la cinta, si de algo peca el resultado es de ausencia de tensión, pasión o acción pero a cambio ofrece claridad, lógica y mucho oficio, cualidades que en los tiempos que corren dados a efectismos, astracanadas y adornos gratuitos también me parecen apreciables.
Viéndola me hizo pensar que sería un capítulo de una serie policíaca estupenda, más que una película para recordar. Para amantes del género me parece una buena opción. Por cierto que se rodó al mismo tiempo por partida doble, en castellano y en gallego.
8
5 de noviembre de 2014
5 de noviembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra Puhdistus (purga o limpieza, en finlandés) nace de mano de la escritora Sofi Oksanen (de padre finés y madre estonia) para representarse en el Teatro Nacional de Finlandia en 2007, al año siguiente se publica como novela y pronto se convierte en un best-seller no sin levantar controversia en Estonia al despertar viejos fantasmas, y en 2012 se lleva a la gran pantalla, rodada de tal manera que su origen teatral prácticamente pasa inadvertido.
Con realismo desnudo, la película expone el drama basado en hechos reales sufrido por dos generaciones de mujeres estonias. Arranca la trama en 1992 con una joven, quien siguiendo el señuelo de una promesa de empleo cae prisionera de una mafia rusa de trata de blancas y es encontrada desfallecida en medio de ninguna parte por una anciana ermitaña y con malas pulgas que no vacila en proclamarse 'una buena comunista'. A través de los ojos de ambas protagonistas y mediante un inteligente uso del flashback, el espectador asiste en paralelo a la terrible brutalidad contra las mujeres ejercida por el ejército estalinista antaño y por los mafiosos del human trafficking en tiempos contemporáneos. Sin llegar a recrearse en la violencia de las escenas más duras, sí la muestra escuetamente y sin edulcorar lo que hace a la cinta poco aconsejable para los espectadores más delicados.
Ocupa la parte mollar del filme la historia de la anciana, que reproduce con precisión y buena ambientación histórica los abusos de la URSS en los países ocupados, desde los interrogatorios del comisariado hasta las matanzas y deportaciones masivas a Siberia, pasando por el adoctrinamiento en la fe comunista con Lenin y Stalin convertidos en deidades y la sumisión al Partido como requisito para la supervivencia. Por situar en contexto, en la Segunda Guerra Mundial Estonia había sido primero invadida por los alemanes, hasta que en 1944 la ofensiva del ejército soviético recapturó el territorio, situación que se prolongaría hasta la independencia de los países bálticos en 1991. El relato de Puhdistus corresponde a los primeros años de ocupación rusa, cuando se produce la sovietización del país, la colectivización forzosa del campo iniciada en 1947 y las deportaciones en masa de 1949, momento en que la resistencia llamada 'los amigos del bosque' fue más beligerante, y no faltan guiños a la creencia de que Occidente les liberaría.
Víctimas ambas mujeres del salvajismo y la crueldad a manos de los hombres con medio siglo de distancia, la anciana y la muchacha descubrirán que su relación va más allá de lo que en un principio podían sospechar. En conjunto queda un drama muy sólido y sin adornos, que engancha al espectador y lo sobrecoge sin caer en la sensiblería, con momentos de gran crudeza sin caer en el sadismo y que acierta al combinar Historia con mayúscula y temática de actualidad con la mujer como gran protagonista. A subrayar el elenco de actrices, desde la belleza desvalida de la joven Amanda Pilke (Zara) y la más nórdica de Laura Birn (Liide de joven), que hacen un gran trabajo de interpretación al lado de Krista Kosonen (Ingel) y Liisi Tandefelt (Liide de mayor).
Con realismo desnudo, la película expone el drama basado en hechos reales sufrido por dos generaciones de mujeres estonias. Arranca la trama en 1992 con una joven, quien siguiendo el señuelo de una promesa de empleo cae prisionera de una mafia rusa de trata de blancas y es encontrada desfallecida en medio de ninguna parte por una anciana ermitaña y con malas pulgas que no vacila en proclamarse 'una buena comunista'. A través de los ojos de ambas protagonistas y mediante un inteligente uso del flashback, el espectador asiste en paralelo a la terrible brutalidad contra las mujeres ejercida por el ejército estalinista antaño y por los mafiosos del human trafficking en tiempos contemporáneos. Sin llegar a recrearse en la violencia de las escenas más duras, sí la muestra escuetamente y sin edulcorar lo que hace a la cinta poco aconsejable para los espectadores más delicados.
Ocupa la parte mollar del filme la historia de la anciana, que reproduce con precisión y buena ambientación histórica los abusos de la URSS en los países ocupados, desde los interrogatorios del comisariado hasta las matanzas y deportaciones masivas a Siberia, pasando por el adoctrinamiento en la fe comunista con Lenin y Stalin convertidos en deidades y la sumisión al Partido como requisito para la supervivencia. Por situar en contexto, en la Segunda Guerra Mundial Estonia había sido primero invadida por los alemanes, hasta que en 1944 la ofensiva del ejército soviético recapturó el territorio, situación que se prolongaría hasta la independencia de los países bálticos en 1991. El relato de Puhdistus corresponde a los primeros años de ocupación rusa, cuando se produce la sovietización del país, la colectivización forzosa del campo iniciada en 1947 y las deportaciones en masa de 1949, momento en que la resistencia llamada 'los amigos del bosque' fue más beligerante, y no faltan guiños a la creencia de que Occidente les liberaría.
Víctimas ambas mujeres del salvajismo y la crueldad a manos de los hombres con medio siglo de distancia, la anciana y la muchacha descubrirán que su relación va más allá de lo que en un principio podían sospechar. En conjunto queda un drama muy sólido y sin adornos, que engancha al espectador y lo sobrecoge sin caer en la sensiblería, con momentos de gran crudeza sin caer en el sadismo y que acierta al combinar Historia con mayúscula y temática de actualidad con la mujer como gran protagonista. A subrayar el elenco de actrices, desde la belleza desvalida de la joven Amanda Pilke (Zara) y la más nórdica de Laura Birn (Liide de joven), que hacen un gran trabajo de interpretación al lado de Krista Kosonen (Ingel) y Liisi Tandefelt (Liide de mayor).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La anciana es Liide, en su juventud una campesina muy unida a su hermana Ingel y enamorada desde el principio de su cuñado Hans, miembro de la resistencia contra la ocupación de las tropas soviéticas, responsables de hacer desaparecer a los padres de ambas acusados de ser 'enemigos del pueblo'. Es por ello que toda la familia restante, incluida la hija de Ingel, Linda, se encuentra estrechamente vigilada por las autoridades rusas.
El grupo de guerrilleros del que forma parte Hans es capturado y ejecutado y él pasa a esconderse en la casa de las mujeres. Tras ser interrogada sobre su paradero, Liide es violada por un grupo de soldados y abandonada en el río al borde de la muerte. Esta experiencia la lleva a unirse al Partido Comunista y tratar de ganarse la confianza rusa, para conseguirlo se casa con uno de ellos, reniega de su hermana e incluso participa en la tortura de su sobrina, la pequeña Linda. Este cambio que puede parecer sorprendente resulta creíble ante la inhumanidad de la alternativa.
También con su colaboración, Ingel y Linda son deportadas a Siberia y Liide pasa a compaginar su vida prorrusa con las atenciones al amor de su vida el fugitivo Hans, quien se consume separado de su familia y malviviendo en las sombras. Para salir de esta situación, la protagonista le consigue documentación y un empleo en Tallin, pero antes el guerrillero es alcanzado por las balas rusas. Malherido logra volver a la cabaña donde Liide decide acabar con su sufrimiento con veneno. Posiblemente en esta parte la película es cuando más deja notar su origen teatral.
Por su parte, la historia de Zara (se descubrirá hija de Linda, ergo nieta de Ingel y Hans) expone la realidad vergonzosa de la trata de blancas en Europa del Este, chicas que persiguiendo la promesa de un empleo se convierten en propiedad de mafiosos. En el caso de Zara es el cruel Pasha quien la explota como prostituta bajo toda clase de coacciones, en un retrato demoledor que Puhdistus expone sin ambajes, y finalmente trata de venderla. En ese momento la chica se rebela y asesina al comprador, se da a la fuga y es cuando encuentra a Liide sin saber de su parentesco.
Pasha consigue dar con la granja pero Liide le da esquinazo en un primer momento. Zara mientras encuentra algo de paz, aún traumatizada y hecha polvo por todo lo ocurrido. En el desenlace de la cinta, el proxeneta regresa dispuesto a arrancar una confesión a la anciana sobre dónde se encuentra la muchacha, pero Liide empuña la vieja pistola de Hans y acaba con él y su cómplice. Confiesa a Zara el parentesco que las une y le encomienda un mensaje para Ingel y Linda antes de dar fin a sus días con un incendio que la consuma a ella, los cuerpos de los mafiosos y la granja donde pasó toda su desdichada vida mientras la joven regresa a su hogar, en un final quizá un tanto forzado que sin embargo consigue poner un buen broche a un paquete cinematográfico muy bien elaborado.
El grupo de guerrilleros del que forma parte Hans es capturado y ejecutado y él pasa a esconderse en la casa de las mujeres. Tras ser interrogada sobre su paradero, Liide es violada por un grupo de soldados y abandonada en el río al borde de la muerte. Esta experiencia la lleva a unirse al Partido Comunista y tratar de ganarse la confianza rusa, para conseguirlo se casa con uno de ellos, reniega de su hermana e incluso participa en la tortura de su sobrina, la pequeña Linda. Este cambio que puede parecer sorprendente resulta creíble ante la inhumanidad de la alternativa.
También con su colaboración, Ingel y Linda son deportadas a Siberia y Liide pasa a compaginar su vida prorrusa con las atenciones al amor de su vida el fugitivo Hans, quien se consume separado de su familia y malviviendo en las sombras. Para salir de esta situación, la protagonista le consigue documentación y un empleo en Tallin, pero antes el guerrillero es alcanzado por las balas rusas. Malherido logra volver a la cabaña donde Liide decide acabar con su sufrimiento con veneno. Posiblemente en esta parte la película es cuando más deja notar su origen teatral.
Por su parte, la historia de Zara (se descubrirá hija de Linda, ergo nieta de Ingel y Hans) expone la realidad vergonzosa de la trata de blancas en Europa del Este, chicas que persiguiendo la promesa de un empleo se convierten en propiedad de mafiosos. En el caso de Zara es el cruel Pasha quien la explota como prostituta bajo toda clase de coacciones, en un retrato demoledor que Puhdistus expone sin ambajes, y finalmente trata de venderla. En ese momento la chica se rebela y asesina al comprador, se da a la fuga y es cuando encuentra a Liide sin saber de su parentesco.
Pasha consigue dar con la granja pero Liide le da esquinazo en un primer momento. Zara mientras encuentra algo de paz, aún traumatizada y hecha polvo por todo lo ocurrido. En el desenlace de la cinta, el proxeneta regresa dispuesto a arrancar una confesión a la anciana sobre dónde se encuentra la muchacha, pero Liide empuña la vieja pistola de Hans y acaba con él y su cómplice. Confiesa a Zara el parentesco que las une y le encomienda un mensaje para Ingel y Linda antes de dar fin a sus días con un incendio que la consuma a ella, los cuerpos de los mafiosos y la granja donde pasó toda su desdichada vida mientras la joven regresa a su hogar, en un final quizá un tanto forzado que sin embargo consigue poner un buen broche a un paquete cinematográfico muy bien elaborado.
Miniserie

5,2
80
8
19 de febrero de 2016
19 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Infravalorada miniserie por la puntuación que saca en estos lares (apenas 5,4 en el momento de escribir esta reseña, más generoso es IMDb que le da un 6,7), toca reivindicar esta primera temporada de Texas Rising de genuino sabor clásico del cine de aventuras que transporta al espectador al Lejano Oeste con todos sus alicientes.
Arranca el primer capítulo en las cenizas de El Álamo donde en 1836 encontró su final el legendario Davy Crockett frente a los dragones del general Santa Anna, el llamado en aquella época Napoleón del Oeste (quien por cierto pocos años antes había vencido a las tropas españolas en la batalla de Tampico certificando la independencia de México), una fuerza militar arrolladora que avanza imparable anexionándose el territorio al sur de los incipientes Estados Unidos.
A lo largo de los cinco capítulos que conforman la temporada asistiremos en primera línea de fuego, y a grandes rasgos (no en los detalles, se toma muchas licencias) con cierta precisión histórica, a la defensa ofrecida por el bando liderado por el general Samuel Houston y su cuerpo de Rangers, en una suerte de obra coral con múltiples personajes y personalidades históricas. Naturalmente siempre desde el punto de vista tejano y su patriotismo, en este sentido el mayor defecto que le encuentro es el excesivo maniqueísmo con que trata al bando contrario, también a los indios, aunque la próxima temporada promete profundizar en estos últimos.
El grupo de Rangers compuesto por aventureros de pasado (y en ocasiones, presente) de lo más turbio, indisciplinados, pendencieros y sin embargo valerosos y audaces, ocupa un lugar privilegiado de la trama y cada uno de ellos se nos muestra con personalidad y destinos propios, pero no son ni con mucho el único punto de vista de la serie. Colonos buscando empezar una nueva vida en territorio salvaje, pistoleros buscavidas, tribus indias que asisten con cierta perplejidad al enfrentamiento entre los ejércitos mejicano y tejano, y por supuesto los generales que lideran ambos bandos, son algunos de los otros testigos a través de cuyos ojos seguimos la evolución de los acontecimientos, que aunque históricos y por tanto conocidos no detallo por no hacer spoilers.
Con cierto escepticismo sobre la condición humana, la idea de la redención y la esperanza ante las circunstancias más adversas parece planear a lo largo de toda la historia, la capacidad de personajes nada inocentes para levantarse tras la caída, retomar las riendas de la propia vida y arrojar algo de luz en la oscuridad que ofrece el mundo hostil y plagado de peligros mortales que les rodea. Todo ello cocinado con los ingredientes más clásicos del género, como la camaradería de quienes cabalgan juntos, el coraje, los tiroteos, las batallas, los ataques indios o las damiselas en apuros.
El director Roland Joffé ya había demostrado sobradamente su predilección por abordar la Historia con obras tan celebradas como The Mission (colonización de Suramérica), The Killing Fields (Jemeres Rojos en Camboya) o más recientemente There Be Dragons (Guerra Civil Española) y su buen hacer que vuelve a quedar patente en Texas Rising. Con habilidad, Joffé entrelaza diversas tramas y subtramas que trasladan al espectador un fundido en negro tras otro a lo largo de los numerosísimos episodios de la guerra de independencia tejana que componen cada hora y media que viene a durar cada capítulo. Particularmente lejos de hacerse largos siempre me quedaba con ganas de que continuaran, ese constante cambio de foco de la acción por lo general trepidante logra mantener estupendamente el interés. Ni que decir tiene que prestaré atención a la segunda temporada anunciada sobre las guerras contra los comanches.
El elenco de actores, fundamentalmente masculino dado el espíritu bélico de un metraje ambientado en un mundo donde las mujeres parecen condenadas a un segundo plano, en mi opinión hace un magnífico trabajo. Abundan los rostros conocidos (sobre todo de la pequeña pantalla) empezando por el actor tejano Bill Paxton (son muchas sus películas populares, pero sólo recordaré aquí su participación en otra miniserie del Oeste señera como es Hatfields & McCoys) que da vida a Sam Houston, Jeffrey Dean Morgan (se hizo popular con Grey's Anatomy, pero prefiero referir su papel en Watchmen) que compone un héroe otoñal, muy a destacar Brendan Fraser (saga The Mummy) interpretando a un indio mestizo incorporado a los Rangers, Gerardo Taracena (Apocalypto), así como secundarios de garantías como Jeremy Davies (Save Private Ryan) o Christopher McDonald (Boardwalk Empire, The Good Wife).
La femenidad y la belleza las ponen sobre todo Cynthia Addai-Robinson (Star Trek Into The Darkness, Arrow) que aquí se convierte en la auténtica "rosa amarilla de Texas" y Sarah Jones (House MD, Mr Jones). Mención especial merecen un Ray Liotta (Godfellas) casi irreconocible por su caracterización en un papel para el recuerdo, el veteranísimo Kris Kristofferson dando vida al presidente de los EEUU Andrew Jackson y Rob Morrow (el Dr Fleishmann de Northern Exposure).
En definitiva, se trata de un producto preparado y empaquetado a mayor gloria de los aficionados del género Western que con producción y medios del siglo XXI últimamente parece estar viviendo una segunda juventud.
Arranca el primer capítulo en las cenizas de El Álamo donde en 1836 encontró su final el legendario Davy Crockett frente a los dragones del general Santa Anna, el llamado en aquella época Napoleón del Oeste (quien por cierto pocos años antes había vencido a las tropas españolas en la batalla de Tampico certificando la independencia de México), una fuerza militar arrolladora que avanza imparable anexionándose el territorio al sur de los incipientes Estados Unidos.
A lo largo de los cinco capítulos que conforman la temporada asistiremos en primera línea de fuego, y a grandes rasgos (no en los detalles, se toma muchas licencias) con cierta precisión histórica, a la defensa ofrecida por el bando liderado por el general Samuel Houston y su cuerpo de Rangers, en una suerte de obra coral con múltiples personajes y personalidades históricas. Naturalmente siempre desde el punto de vista tejano y su patriotismo, en este sentido el mayor defecto que le encuentro es el excesivo maniqueísmo con que trata al bando contrario, también a los indios, aunque la próxima temporada promete profundizar en estos últimos.
El grupo de Rangers compuesto por aventureros de pasado (y en ocasiones, presente) de lo más turbio, indisciplinados, pendencieros y sin embargo valerosos y audaces, ocupa un lugar privilegiado de la trama y cada uno de ellos se nos muestra con personalidad y destinos propios, pero no son ni con mucho el único punto de vista de la serie. Colonos buscando empezar una nueva vida en territorio salvaje, pistoleros buscavidas, tribus indias que asisten con cierta perplejidad al enfrentamiento entre los ejércitos mejicano y tejano, y por supuesto los generales que lideran ambos bandos, son algunos de los otros testigos a través de cuyos ojos seguimos la evolución de los acontecimientos, que aunque históricos y por tanto conocidos no detallo por no hacer spoilers.
Con cierto escepticismo sobre la condición humana, la idea de la redención y la esperanza ante las circunstancias más adversas parece planear a lo largo de toda la historia, la capacidad de personajes nada inocentes para levantarse tras la caída, retomar las riendas de la propia vida y arrojar algo de luz en la oscuridad que ofrece el mundo hostil y plagado de peligros mortales que les rodea. Todo ello cocinado con los ingredientes más clásicos del género, como la camaradería de quienes cabalgan juntos, el coraje, los tiroteos, las batallas, los ataques indios o las damiselas en apuros.
El director Roland Joffé ya había demostrado sobradamente su predilección por abordar la Historia con obras tan celebradas como The Mission (colonización de Suramérica), The Killing Fields (Jemeres Rojos en Camboya) o más recientemente There Be Dragons (Guerra Civil Española) y su buen hacer que vuelve a quedar patente en Texas Rising. Con habilidad, Joffé entrelaza diversas tramas y subtramas que trasladan al espectador un fundido en negro tras otro a lo largo de los numerosísimos episodios de la guerra de independencia tejana que componen cada hora y media que viene a durar cada capítulo. Particularmente lejos de hacerse largos siempre me quedaba con ganas de que continuaran, ese constante cambio de foco de la acción por lo general trepidante logra mantener estupendamente el interés. Ni que decir tiene que prestaré atención a la segunda temporada anunciada sobre las guerras contra los comanches.
El elenco de actores, fundamentalmente masculino dado el espíritu bélico de un metraje ambientado en un mundo donde las mujeres parecen condenadas a un segundo plano, en mi opinión hace un magnífico trabajo. Abundan los rostros conocidos (sobre todo de la pequeña pantalla) empezando por el actor tejano Bill Paxton (son muchas sus películas populares, pero sólo recordaré aquí su participación en otra miniserie del Oeste señera como es Hatfields & McCoys) que da vida a Sam Houston, Jeffrey Dean Morgan (se hizo popular con Grey's Anatomy, pero prefiero referir su papel en Watchmen) que compone un héroe otoñal, muy a destacar Brendan Fraser (saga The Mummy) interpretando a un indio mestizo incorporado a los Rangers, Gerardo Taracena (Apocalypto), así como secundarios de garantías como Jeremy Davies (Save Private Ryan) o Christopher McDonald (Boardwalk Empire, The Good Wife).
La femenidad y la belleza las ponen sobre todo Cynthia Addai-Robinson (Star Trek Into The Darkness, Arrow) que aquí se convierte en la auténtica "rosa amarilla de Texas" y Sarah Jones (House MD, Mr Jones). Mención especial merecen un Ray Liotta (Godfellas) casi irreconocible por su caracterización en un papel para el recuerdo, el veteranísimo Kris Kristofferson dando vida al presidente de los EEUU Andrew Jackson y Rob Morrow (el Dr Fleishmann de Northern Exposure).
En definitiva, se trata de un producto preparado y empaquetado a mayor gloria de los aficionados del género Western que con producción y medios del siglo XXI últimamente parece estar viviendo una segunda juventud.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por spoilear un poco, hay una escena que aunque ignoro si se ciñe a algún suceso histórico, particularmente me pareció de lo más inverosíl e impostada. Creo que era en el último capítulo, cuando la carreta que lleva al capturado general Santa Anna a Washington es atacada por sus hombres apoyados por comanches para liberarle... ¡pero el propio Santa Anna preso les detiene y ordena que se vayan!
En otro orden de cosas el personaje (histórico) de Emily West se va un poco lejos en sus licencias artísticas al convertirle en amante tanto del general Houston como de Santa Anna, pero en términos de espectáculo aporta enjundia a la historia.
En otro orden de cosas el personaje (histórico) de Emily West se va un poco lejos en sus licencias artísticas al convertirle en amante tanto del general Houston como de Santa Anna, pero en términos de espectáculo aporta enjundia a la historia.

6,6
16.703
8
12 de marzo de 2016
12 de marzo de 2016
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas formas mejores de estrenarse en la dirección que esta del tal Craig Zahler. Para empezar, con honestidad y claridad. Desde el primer segundo Bone Tomahawk hace toda una declaración de intenciones de lo que se viene recreando un degollamiento en pantalla con crudeza y realismo, un tratamiento de la violencia (brusca, brutal, inesperada, irremediable, prosaica) que es una constante de la película. El crimen lo perpetra una pareja de bandidos que ha asaltado y asesinado a unos viajeros anónimos en medio de un paraje inhóspito y desierto (tan familiar del género western) y que temiendo ser descubierta para ocultarse se adentra en territorio indio desconocido.
Seguidamente la acción se traslada al pueblo fronterizo de esperanzador nombre Bright Hope, donde el curtido y admirable sheriff Hunt (magistralmente interpretado por Kurt Russell) pone orden e imparte justicia con la asistencia de sus deputies el anciano Chicory (bajo la espesa barba se oculta un veteranísimo y siempre eficaz Richard Jenkins, por hacer una idea ya aparecía en Silverado) y el joven meritorio Nick.
Otros lugareños que se nos presentan aquí y que jugarán papeles esenciales en una trama por lo demás nada multitudinaria son el cowboy Arthur O'Dwyer (encarnado por Patrick Wilson, el protagonista de la segunda temporada de Fargo) que se recupera de una pierna rota bajo la asistencia de su amante esposa Samantha (interpretada por Lili Simmons, sonará de la primera temporada de True Detective o de Banshee), quien a su vez ejerce de ayudante del médico borrachín del pueblo, y el elegante pistolero Brooder, todo un bon vivant al que da vida Matthew Fox (protagonista de la serie Lost y de la reciente película de terror con importante participación española Extinction).
A esta localidad aparentemente apacible llega uno de los bandidos que vimos en la primera escena, Purvis (David Arquette, quien por cierto ya aparecía en Ravenous, cinta de 1999 con la que se pueden encontrar paralelismos), quien en el bar resulta herido en una pierna y detenido por el sheriff por su conducta sospechosa. Esta circunstancia será el detonante del nudo gordiano de la historia cuando los indios que inesperadamente siguieron al bandido hasta Bright Hope protagonicen una incursión nocturna y rapten y asesinen a varias personas, forzando que las autoridades locales formen a la mañana siguiente una partida de rescate, compuesta por cuatro hombres, de caracteres variopintos pero intercambiables en coraje: El sheriff, su viejo ayudante, el cowboy lisiado y el pistolero estiloso. Como curiosidad, anotar la breve aparición de otro actor de la segunda temporada de Fargo, Zahn McClarnon, como el indio civilizado del pueblo que es capaz de aportar cierta orientación sobre los asaltantes.
Establecido este planetamiento inicial, el filme nos lleva en la grupa de este grupo de valientes adentrándose en territorio desconocido en una odisea agónica sin más meta que encarar un peligro que cuanto más se vislumbra más aterrador y salvaje se revela. En este sentido radica buena parte de la innovación propuesta por Bone Tomahawk a un género del que en lo demás respeta escrupulosamente los cánones y reproduce a la perfección sus mejores bazas. Si bien los personajes, las relaciones entre ellos (incluído un leve sentido del humor) y la premisa básica de la trama pasan perfectamente por clásicos del western, el enemigo que afrontan los héroes en esta ocasión retrotrae más bien al cine de terror, incluso con algún momento que hay que calificar de gore.
La combinación funciona perfectamente y la dosis añadida de miedo logra rejuvenecer a la aventura clásica. En este sentido es muy claro el paralelismo existente con The Burrowers (2008) donde también una partida de colonos del Wild West se lanza al rescate de desaparecidos a manos de algo desconocido y temible. En su ejecución y en líneas generales sin embargo el "hacha de hueso" me parece unos escalones por encima de calidad que los "madrigueros", que por otro lado apuesta más abiertamente por la scifi.
Seguidamente la acción se traslada al pueblo fronterizo de esperanzador nombre Bright Hope, donde el curtido y admirable sheriff Hunt (magistralmente interpretado por Kurt Russell) pone orden e imparte justicia con la asistencia de sus deputies el anciano Chicory (bajo la espesa barba se oculta un veteranísimo y siempre eficaz Richard Jenkins, por hacer una idea ya aparecía en Silverado) y el joven meritorio Nick.
Otros lugareños que se nos presentan aquí y que jugarán papeles esenciales en una trama por lo demás nada multitudinaria son el cowboy Arthur O'Dwyer (encarnado por Patrick Wilson, el protagonista de la segunda temporada de Fargo) que se recupera de una pierna rota bajo la asistencia de su amante esposa Samantha (interpretada por Lili Simmons, sonará de la primera temporada de True Detective o de Banshee), quien a su vez ejerce de ayudante del médico borrachín del pueblo, y el elegante pistolero Brooder, todo un bon vivant al que da vida Matthew Fox (protagonista de la serie Lost y de la reciente película de terror con importante participación española Extinction).
A esta localidad aparentemente apacible llega uno de los bandidos que vimos en la primera escena, Purvis (David Arquette, quien por cierto ya aparecía en Ravenous, cinta de 1999 con la que se pueden encontrar paralelismos), quien en el bar resulta herido en una pierna y detenido por el sheriff por su conducta sospechosa. Esta circunstancia será el detonante del nudo gordiano de la historia cuando los indios que inesperadamente siguieron al bandido hasta Bright Hope protagonicen una incursión nocturna y rapten y asesinen a varias personas, forzando que las autoridades locales formen a la mañana siguiente una partida de rescate, compuesta por cuatro hombres, de caracteres variopintos pero intercambiables en coraje: El sheriff, su viejo ayudante, el cowboy lisiado y el pistolero estiloso. Como curiosidad, anotar la breve aparición de otro actor de la segunda temporada de Fargo, Zahn McClarnon, como el indio civilizado del pueblo que es capaz de aportar cierta orientación sobre los asaltantes.
Establecido este planetamiento inicial, el filme nos lleva en la grupa de este grupo de valientes adentrándose en territorio desconocido en una odisea agónica sin más meta que encarar un peligro que cuanto más se vislumbra más aterrador y salvaje se revela. En este sentido radica buena parte de la innovación propuesta por Bone Tomahawk a un género del que en lo demás respeta escrupulosamente los cánones y reproduce a la perfección sus mejores bazas. Si bien los personajes, las relaciones entre ellos (incluído un leve sentido del humor) y la premisa básica de la trama pasan perfectamente por clásicos del western, el enemigo que afrontan los héroes en esta ocasión retrotrae más bien al cine de terror, incluso con algún momento que hay que calificar de gore.
La combinación funciona perfectamente y la dosis añadida de miedo logra rejuvenecer a la aventura clásica. En este sentido es muy claro el paralelismo existente con The Burrowers (2008) donde también una partida de colonos del Wild West se lanza al rescate de desaparecidos a manos de algo desconocido y temible. En su ejecución y en líneas generales sin embargo el "hacha de hueso" me parece unos escalones por encima de calidad que los "madrigueros", que por otro lado apuesta más abiertamente por la scifi.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena de la tortura y muerte del joven ayudante del sheriff a manos de los trogloditas queda como de las más brutales que se recuerdan en un western. Con el automatismo de un carnicero, los salvajes le arrancan el cuero cabelludo, lo arremeten en su boca, le ponen cabeza abajo y lo parten a hachazos literalmente en dos mientras exhala su último aliento. Todo ello como preparativo previo a comérselo. Sobrecogedor. Por fortuna para el espectador al menos la cosa pasa rápida.
Ignoro si hay base antropológica o científica en general que justifique la existencia de una tribu de caníbales como la que se describe en la pelïcula, verdaderos animales con apariencia humana que además quedan mudos de lenguaje articulado al "operarse" la garganta para implantar una suerte de silbato y se reproducen manteniendo mujeres amputadas, cegadas e impedidas para cualquier cosa que no sea dar a luz, pero desde luego la idea resulta de lo más aterradora y funciona perfectamente en una historia donde sus antagonistas son hombres blancos de lenguaje cuidado y ciertos modales, tipos duros en su ambiente pero superados frente al grado de barbarie que les acecha.
Particularmente celebro que el final huyera de ser tan desolador como hacía temer el desarrollo, siendo precisamente los dos miembros de la partida aparentemente más débiles quienes sobrevivan y consigan rescatar a la mujer raptada. Esta suerte de happy end (dentro de lo que cabe) marca otra diferencia relevante respecto a precedentes citados como Ravenous o The Burrowers, donde al final renuncian a toda esperanza.
Ignoro si hay base antropológica o científica en general que justifique la existencia de una tribu de caníbales como la que se describe en la pelïcula, verdaderos animales con apariencia humana que además quedan mudos de lenguaje articulado al "operarse" la garganta para implantar una suerte de silbato y se reproducen manteniendo mujeres amputadas, cegadas e impedidas para cualquier cosa que no sea dar a luz, pero desde luego la idea resulta de lo más aterradora y funciona perfectamente en una historia donde sus antagonistas son hombres blancos de lenguaje cuidado y ciertos modales, tipos duros en su ambiente pero superados frente al grado de barbarie que les acecha.
Particularmente celebro que el final huyera de ser tan desolador como hacía temer el desarrollo, siendo precisamente los dos miembros de la partida aparentemente más débiles quienes sobrevivan y consigan rescatar a la mujer raptada. Esta suerte de happy end (dentro de lo que cabe) marca otra diferencia relevante respecto a precedentes citados como Ravenous o The Burrowers, donde al final renuncian a toda esperanza.
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