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7
26 de agosto de 2011
26 de agosto de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Varias críticas expresan cierto disgusto hacia esta película por su pobre retrato del mundo del heavy metal. Es comprensible. De todos es conocido el celo y la pasión con la que los amantes del heavy metal defienden el buen nombre de su música.
Lo sé porque soy uno de ellos. Siempre lo he sido. Llevo el pelo largo, hago publicidad gratuita a mis bandas preferidas con mis camisetas, llevo más de media vida estudiando música, tocando en grupos, y cuando era más joven me hinchaba a cerveza y porros. Todos los estereotipos. Aunque ahora llevo una vida moderada y ya no me drogo ni nada de eso, la música sigue ahí.
Y sin embargo yo he disfrutado bastante con Rock Star, como también me reí con la espantosa Isi Disi. También mis amigos eran así y también disfrutaron de estas películas. No sé, a mí esto no me ofende, puedo diferenciar entre los tópicos que se explotan con fines cómicos y el fondo auténtico.
La película habla de la escena de hard rock ochentera, la cual está bien representada. ¿Eso no es heavy metal? No, no lo es. Es hard rock macarra y comercial (comercial en su momento). En aquella década las fronteras estilísticas entre el heavy metal clásico y el hard rock mainstream eran muy difusas, sobre todo a nivel mediático, lo cual explica las menciones a un género u otro en la película. Precisamente esta identificación, que trascendió incluso al concepto estético, fue lo que motivó la aparición de nuevos géneros más radicales (que son a los que personalmente más cariño tengo).
Inspirada en la historia de Tim Owens (muy lejos de ser un biopic), Rock Star es una historia de sexo, drogas y rnr, de cómo pueden cambiar y corromper a alguien, y de la búsqueda de la propia identidad. Quizá es por ello por lo que el final es lo que menos me gusta, pues yo he comprobado en mis propias carnes que es posible renunciar a los excesos sin renunciar a la música. Comentaré el final en el spoiler, pero yo hubiera preferido que el tío encontrara su identidad siendo fiel a su música, en lugar de dar a entender que sólo estaba en eso por moda, por inmadurez.
Si prescindimos de ello, y si la vemos como lo que es, Rock Star proporciona un rato agradable, con momentos bastante graciosos (el tío ensayando en el espejo la frase "me como muchos chochos a todas horas", la pelea con otra banda de imitadores, etc) y otros de genuina exaltación gracias a la maravillosa banda sonora.
Lo sé porque soy uno de ellos. Siempre lo he sido. Llevo el pelo largo, hago publicidad gratuita a mis bandas preferidas con mis camisetas, llevo más de media vida estudiando música, tocando en grupos, y cuando era más joven me hinchaba a cerveza y porros. Todos los estereotipos. Aunque ahora llevo una vida moderada y ya no me drogo ni nada de eso, la música sigue ahí.
Y sin embargo yo he disfrutado bastante con Rock Star, como también me reí con la espantosa Isi Disi. También mis amigos eran así y también disfrutaron de estas películas. No sé, a mí esto no me ofende, puedo diferenciar entre los tópicos que se explotan con fines cómicos y el fondo auténtico.
La película habla de la escena de hard rock ochentera, la cual está bien representada. ¿Eso no es heavy metal? No, no lo es. Es hard rock macarra y comercial (comercial en su momento). En aquella década las fronteras estilísticas entre el heavy metal clásico y el hard rock mainstream eran muy difusas, sobre todo a nivel mediático, lo cual explica las menciones a un género u otro en la película. Precisamente esta identificación, que trascendió incluso al concepto estético, fue lo que motivó la aparición de nuevos géneros más radicales (que son a los que personalmente más cariño tengo).
Inspirada en la historia de Tim Owens (muy lejos de ser un biopic), Rock Star es una historia de sexo, drogas y rnr, de cómo pueden cambiar y corromper a alguien, y de la búsqueda de la propia identidad. Quizá es por ello por lo que el final es lo que menos me gusta, pues yo he comprobado en mis propias carnes que es posible renunciar a los excesos sin renunciar a la música. Comentaré el final en el spoiler, pero yo hubiera preferido que el tío encontrara su identidad siendo fiel a su música, en lugar de dar a entender que sólo estaba en eso por moda, por inmadurez.
Si prescindimos de ello, y si la vemos como lo que es, Rock Star proporciona un rato agradable, con momentos bastante graciosos (el tío ensayando en el espejo la frase "me como muchos chochos a todas horas", la pelea con otra banda de imitadores, etc) y otros de genuina exaltación gracias a la maravillosa banda sonora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final es humor negro del más cruel, sobre todo por su precisión histórica. ¿Qué acabó con la edad de oro del hard rock? El grunge.

7,8
123.448
8
29 de noviembre de 2011
29 de noviembre de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Requiem For A Dream es una obra que cuenta con una importante consideración dentro de un amplio sector de los aficionados al cine pese a tratarse de una visión sobre un tema muy común. He tenido que reconocer que realmente sí posee ciertos rasgos que marcan la diferencia.
Se trata del segundo trabajo de Darren Arnofsky después de Pi, con la que comparte rasgos estilísticos, y está basada en una novela que reconozco no haber leído. Requiem For A Dream trata, en una palabra, sobre drogas. Puede verse básicamente como un anuncio de campaña antidroga de hora y media dirigido con mucha inteligencia. La trama es prácticamente inexistente, presentándonos a unos personajes que tienen ciertos objetivos, ciertos conflictos, pero que al fin y al cabo se limitan a regirse por sus adicciones. Así es como son las cosas cuando eres un adicto: puedes hacerte tus pajas mentales y tal, pero al final vas a lo que vas y lo demás no importa.
Pese a que Arnofsky niegue que sea una peli sobre drogas (puede verse como una reflexión sobre la adicción en sí más que la sustancia, así que en cierto modo no le falta razón), uno de los aciertos temáticos de la película es que parece desmarcarse de la opinión común que desprecia a los adictos por "habérselo buscado ellos solos". Al igual que Babel muestra que quien mata son las armas y no las personas, Requiem muestra que la mera existencia de las drogas en sí es la amenaza. El personaje que más claramente ejemplifica dicha realidad, y el más interesante de la película en mi opinión, es la señora Sarah Goldfarb, muy bien interpretada por Ellen Burstyn. Ella se mete en un infierno anfetamínico por desconocimiento, desconocimiento que la lleva a iniciar un penoso tratamiento para perder peso (genial la frialdad de los médicos), tratamiento que a su vez inicia porque tiene una ilusión, ilusión que a su vez está motivada por el mayor de los males: la soledad. Es un personaje tan inocente, tan indefenso y tan desamparado que no puedo evitar lamentar todo lo que le sucede. Luego está su hijo y su colega, dos yonquis tradicionales, y también está Jennifer Connelly, que es una de las mujeres más hermosas del mundo y que es imposible que salga fea en una película, aunque la maquillen como una puta yonqui demacrada.
Lo más notable de la película se encuentra en su valor artístico, con una buena fotografía y una música sencillamente magistral de la que hablaré más adelante. Esta combinación de sonido e imagen genera una atmósfera tremendamente oscura, agobiante y surrealista. La percepción de la realidad resulta transgredida por efectos cinematográficos que intentan recrear la experiencia bajo efectos de sustancias psicoactivas. El consumo de drogas se muestra con pequeñas secuencias de varios cortes a toda leche que remiten claramente a Pi. También hay algunas escenas con planos cortados que recuerdan al lenguaje del comic.
Sigo abajo para decir un par de cosas que nada tienen que ver con la trama.
Se trata del segundo trabajo de Darren Arnofsky después de Pi, con la que comparte rasgos estilísticos, y está basada en una novela que reconozco no haber leído. Requiem For A Dream trata, en una palabra, sobre drogas. Puede verse básicamente como un anuncio de campaña antidroga de hora y media dirigido con mucha inteligencia. La trama es prácticamente inexistente, presentándonos a unos personajes que tienen ciertos objetivos, ciertos conflictos, pero que al fin y al cabo se limitan a regirse por sus adicciones. Así es como son las cosas cuando eres un adicto: puedes hacerte tus pajas mentales y tal, pero al final vas a lo que vas y lo demás no importa.
Pese a que Arnofsky niegue que sea una peli sobre drogas (puede verse como una reflexión sobre la adicción en sí más que la sustancia, así que en cierto modo no le falta razón), uno de los aciertos temáticos de la película es que parece desmarcarse de la opinión común que desprecia a los adictos por "habérselo buscado ellos solos". Al igual que Babel muestra que quien mata son las armas y no las personas, Requiem muestra que la mera existencia de las drogas en sí es la amenaza. El personaje que más claramente ejemplifica dicha realidad, y el más interesante de la película en mi opinión, es la señora Sarah Goldfarb, muy bien interpretada por Ellen Burstyn. Ella se mete en un infierno anfetamínico por desconocimiento, desconocimiento que la lleva a iniciar un penoso tratamiento para perder peso (genial la frialdad de los médicos), tratamiento que a su vez inicia porque tiene una ilusión, ilusión que a su vez está motivada por el mayor de los males: la soledad. Es un personaje tan inocente, tan indefenso y tan desamparado que no puedo evitar lamentar todo lo que le sucede. Luego está su hijo y su colega, dos yonquis tradicionales, y también está Jennifer Connelly, que es una de las mujeres más hermosas del mundo y que es imposible que salga fea en una película, aunque la maquillen como una puta yonqui demacrada.
Lo más notable de la película se encuentra en su valor artístico, con una buena fotografía y una música sencillamente magistral de la que hablaré más adelante. Esta combinación de sonido e imagen genera una atmósfera tremendamente oscura, agobiante y surrealista. La percepción de la realidad resulta transgredida por efectos cinematográficos que intentan recrear la experiencia bajo efectos de sustancias psicoactivas. El consumo de drogas se muestra con pequeñas secuencias de varios cortes a toda leche que remiten claramente a Pi. También hay algunas escenas con planos cortados que recuerdan al lenguaje del comic.
Sigo abajo para decir un par de cosas que nada tienen que ver con la trama.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hay numerosas referencias a otras películas. Las más evidentes son probablemente El Padrino (un capo pelando naranjas antes de los tiros) o Perfect Blue (Jennifer gritando en la bañera). Pero para mí el guiño más curioso corresponde a la maravillosa Dark City, referenciada desde el mismo poster de la película con una imagen de Jennifer idéntica a la aparecida en la película de Alex Proyas.
Pero todos sabemos quién es la verdadera estrella de la película, y no es el director, ni tampoco los actores (lo siento, Jennifer). Es Clint Mansell. El tema principal es Lux Aeterna, repetida en varias ocasiones con distintos arreglos, una pieza magistral armónicamente muy simple, que es la gran responsable de la frialdad, desolación y desesperación que impregna el metraje. Hablaría más de ella, pero prometí que si la película me gustaba moderaría mis comentarios sobre la música.
Resumiendo, que está muy bien.
PD. Agradecimientos a Silvia por recomendármela y por comentarme la referencia a Dark City.
Pero todos sabemos quién es la verdadera estrella de la película, y no es el director, ni tampoco los actores (lo siento, Jennifer). Es Clint Mansell. El tema principal es Lux Aeterna, repetida en varias ocasiones con distintos arreglos, una pieza magistral armónicamente muy simple, que es la gran responsable de la frialdad, desolación y desesperación que impregna el metraje. Hablaría más de ella, pero prometí que si la película me gustaba moderaría mis comentarios sobre la música.
Resumiendo, que está muy bien.
PD. Agradecimientos a Silvia por recomendármela y por comentarme la referencia a Dark City.

7,9
117.873
9
3 de septiembre de 2011
3 de septiembre de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no quería hacer una crítica para esta película. Realmente ni siquiera quería verla. Me habían dicho que era muy buena y no la quería ver porque sabía lo que iba a pasar. Y al final nada, la he visto y ha pasado. Me he emocionado con una historia de juguetes.
No lo he podido evitar. Era consciente de lo que estaba viendo, podía ver todos los mecanismos de manipulación y aun así más de una vez tenía que pararme y decirme a mi mismo "a ver, que son muñecos". ¿Por qué pasa esto? Pues porque a mi juicio esta película no es realmente para niños.
¿Para quién es entonces? Pensémoslo con detenimiento. La primera parte apareció en 1995, y fue ésta la responsable de la gran explosión de la animación digital. Los que por entonces teníamos la edad exacta para estar pendientes de los estrenos de Disney (cuando Disney molaba, antes de convertirse en una empresa de explotación de cantantes infantiles) la disfrutamos mucho e incluso nos hizo mirar a nuestros juguetes de otra forma. Woody nos enseñaba que quienes nos quieran de verdad jamás nos dejarán de lado, y Buzz nos enseñaba que podemos ser queridos por ser quienes somos en realidad. Pero además la idea de un mundo en que los juguetes tuvieran vida suponía un montón de posibilidades, que fueron exploradas más profundamente en la segunda parte, cuatro años después. Cuando uno es un niño, cuatro años son muchos, y algunos de nosotros nos acercábamos a la adolescencia y no nos entusiasmamos tanto porque ya no nos preocupábamos demasiado de las películas de dibujos, menos si se trataba de segundas partes. De nuevo, era muy buena, y además planteaba precisamente el tema del niño que crece y se desinteresa por los juguetes, coincidiendo con el crecimiento del público. ¿Cuál es el destino de un juguete? Al decirnos que un muñeco sólo puede vivir si un niño juega con él se introduce una aproximación, posiblemente no intencionada, hacia la ética clásica aristotélica de la excelencia, según la cual los seres alcanzan la virtud al cumplir su objetivo, en este caso hacer felices a los niños. Algo que naturalmente yo no pude ver en 1999.
La tercera parte ahonda aún más en esta clase de cuestiones. Como historia de aventuras, habla de compañerismo y de la búsqueda de identidad y de motivos para vivir. Como historia de juguetes añade un fuerte valor simbólico. Se identifica a los dueños, los niños, con la figura paterna (el bebé diciendo "mamá") o incluso divina ("¿Dónde está tu niño ahora, sheriff?"). El juego se identifica con el trabajo, respecto a lo cual parece haber un mensaje anticomunista que en un principio me descolocó (después de ver Wall-E pensaba que la orientación política de la compañía iba actualmente en otra dirección) aunque el utópico final parece limitar la crítica al socialismo dictatorial en favor del comunismo libertario. Esto es largo de explicar y no quiero centrar mi crítica en ello.
En lugar de ello explicaré mi opinión en spoiler (sin spoilers importantes) por falta de espacio.
No lo he podido evitar. Era consciente de lo que estaba viendo, podía ver todos los mecanismos de manipulación y aun así más de una vez tenía que pararme y decirme a mi mismo "a ver, que son muñecos". ¿Por qué pasa esto? Pues porque a mi juicio esta película no es realmente para niños.
¿Para quién es entonces? Pensémoslo con detenimiento. La primera parte apareció en 1995, y fue ésta la responsable de la gran explosión de la animación digital. Los que por entonces teníamos la edad exacta para estar pendientes de los estrenos de Disney (cuando Disney molaba, antes de convertirse en una empresa de explotación de cantantes infantiles) la disfrutamos mucho e incluso nos hizo mirar a nuestros juguetes de otra forma. Woody nos enseñaba que quienes nos quieran de verdad jamás nos dejarán de lado, y Buzz nos enseñaba que podemos ser queridos por ser quienes somos en realidad. Pero además la idea de un mundo en que los juguetes tuvieran vida suponía un montón de posibilidades, que fueron exploradas más profundamente en la segunda parte, cuatro años después. Cuando uno es un niño, cuatro años son muchos, y algunos de nosotros nos acercábamos a la adolescencia y no nos entusiasmamos tanto porque ya no nos preocupábamos demasiado de las películas de dibujos, menos si se trataba de segundas partes. De nuevo, era muy buena, y además planteaba precisamente el tema del niño que crece y se desinteresa por los juguetes, coincidiendo con el crecimiento del público. ¿Cuál es el destino de un juguete? Al decirnos que un muñeco sólo puede vivir si un niño juega con él se introduce una aproximación, posiblemente no intencionada, hacia la ética clásica aristotélica de la excelencia, según la cual los seres alcanzan la virtud al cumplir su objetivo, en este caso hacer felices a los niños. Algo que naturalmente yo no pude ver en 1999.
La tercera parte ahonda aún más en esta clase de cuestiones. Como historia de aventuras, habla de compañerismo y de la búsqueda de identidad y de motivos para vivir. Como historia de juguetes añade un fuerte valor simbólico. Se identifica a los dueños, los niños, con la figura paterna (el bebé diciendo "mamá") o incluso divina ("¿Dónde está tu niño ahora, sheriff?"). El juego se identifica con el trabajo, respecto a lo cual parece haber un mensaje anticomunista que en un principio me descolocó (después de ver Wall-E pensaba que la orientación política de la compañía iba actualmente en otra dirección) aunque el utópico final parece limitar la crítica al socialismo dictatorial en favor del comunismo libertario. Esto es largo de explicar y no quiero centrar mi crítica en ello.
En lugar de ello explicaré mi opinión en spoiler (sin spoilers importantes) por falta de espacio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final es sólo una historia de unos muñecos que hablan y nada más. ¿Por qué tiene entonces una carga emocional tan potente?
Yo creo que es, precisamente, porque aquellos que éramos niños que jugaban con juguetes cuando Woody y Buzz aparecieron en pantalla por primera vez ahora somos mayores. Como Andy. Más que él incluso. Esta tercera parte aparece quince años después de la primera. Quince años. Los que ahora son niños que juegan ni siquiera habían nacido en 1995. No estaban ahí para conocer a estos muñecos.
Creo que esta película es para nuestra generación. Estos muñecos son como viejos amigos para nosotros, igual que para Andy. Ahí está el acierto de la película. ¿Qué es un juguete? Es un vínculo con los recuerdos del niño que un día fuimos. Los juguetes son parte de nuestros años más felices. Son los protagonistas de nuestras fantasías, los personajes que pueblan nuestros mundos imaginarios. Son el símbolo de nuestra infancia. ¿Qué puede tener un valor nostálgico tan fuerte como un juguete? Quizá una película infantil de animación. Por eso al ver Toy Story 3, al disfrutar de una diversión sana e inofensiva, nos sentimos como Andy cuando se permite ser niño por última vez antes de despedirse.
Yo era un niño en 1995 y creo que quienes también lo fueran quizá sintieran al ver esto, como yo, que estos juguetes son como cualquier otro elemento de nuestra infancia. Como pueden serlo los protagonistas de otras películas o libros que por entonces nos encantaban. Como si fueran nuestros propios juguetes. Todo en ellos tiene ese valor nostálgico, desde el heroísmo idealista hasta simplemente su expresión de muñecos en estado "inerte": la sonrisa amable y sincera de Woody, el amigo fiel, ese compañero inseparable que evoca tiempos más sencillos y alegres; y el ceño fruncido y los dientes apretados de Buzz, el tío duro, gran héroe de acción que simboliza esas cosas que nos parecen alucinantes cuando somos pequeños. Mientras veo Toy Story 3 me encuentro compartiendo sus motivaciones, y deseo verlos triunfar porque siento que eso significaría el triunfo de mis propios sueños de juventud.
Quien no vea todo esto siempre podrá disfrutar de una gran historia de aventuras, acción y ambición, con personajes muy bien logrados con sus virtudes y defectos (gran trabajo del guión el poder darnos una idea muy clara de sus personalidades sólo con unas pocas frases), y con grandes dosis de comedia y tragedia.
El final es tan perfecto que debería quedarse ahí. Debería ser el último episodio de la serie. Pero, sinceramente, estando como están las cosas, no me importaría ni lo más mínimo ver una cuarta parte.
Yo creo que es, precisamente, porque aquellos que éramos niños que jugaban con juguetes cuando Woody y Buzz aparecieron en pantalla por primera vez ahora somos mayores. Como Andy. Más que él incluso. Esta tercera parte aparece quince años después de la primera. Quince años. Los que ahora son niños que juegan ni siquiera habían nacido en 1995. No estaban ahí para conocer a estos muñecos.
Creo que esta película es para nuestra generación. Estos muñecos son como viejos amigos para nosotros, igual que para Andy. Ahí está el acierto de la película. ¿Qué es un juguete? Es un vínculo con los recuerdos del niño que un día fuimos. Los juguetes son parte de nuestros años más felices. Son los protagonistas de nuestras fantasías, los personajes que pueblan nuestros mundos imaginarios. Son el símbolo de nuestra infancia. ¿Qué puede tener un valor nostálgico tan fuerte como un juguete? Quizá una película infantil de animación. Por eso al ver Toy Story 3, al disfrutar de una diversión sana e inofensiva, nos sentimos como Andy cuando se permite ser niño por última vez antes de despedirse.
Yo era un niño en 1995 y creo que quienes también lo fueran quizá sintieran al ver esto, como yo, que estos juguetes son como cualquier otro elemento de nuestra infancia. Como pueden serlo los protagonistas de otras películas o libros que por entonces nos encantaban. Como si fueran nuestros propios juguetes. Todo en ellos tiene ese valor nostálgico, desde el heroísmo idealista hasta simplemente su expresión de muñecos en estado "inerte": la sonrisa amable y sincera de Woody, el amigo fiel, ese compañero inseparable que evoca tiempos más sencillos y alegres; y el ceño fruncido y los dientes apretados de Buzz, el tío duro, gran héroe de acción que simboliza esas cosas que nos parecen alucinantes cuando somos pequeños. Mientras veo Toy Story 3 me encuentro compartiendo sus motivaciones, y deseo verlos triunfar porque siento que eso significaría el triunfo de mis propios sueños de juventud.
Quien no vea todo esto siempre podrá disfrutar de una gran historia de aventuras, acción y ambición, con personajes muy bien logrados con sus virtudes y defectos (gran trabajo del guión el poder darnos una idea muy clara de sus personalidades sólo con unas pocas frases), y con grandes dosis de comedia y tragedia.
El final es tan perfecto que debería quedarse ahí. Debería ser el último episodio de la serie. Pero, sinceramente, estando como están las cosas, no me importaría ni lo más mínimo ver una cuarta parte.

6,9
29.268
8
4 de marzo de 2011
4 de marzo de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una premisa muy típica y un desarrollo igualmente típico. Y aun así...
En mi crítica de Terciopelo Azul dije que era la película más "normal" (convencionalmente comprensible) que yo había visto de David Lynch. Pues bien, Corazón Salvaje la aventaja obviamente en este puesto. Carece de muchos de los elementos característicos del cine de este señor, y aun así sigue contando con los que yo considero más potentes en lo que concierne a la parte emocional de la experiencia cinematográfica. Uno de ellos es la agresividad. Siempre me ha gustado la agresividad de Lynch y en esta película es muy conspicua. También está ahí el sexo, los personajes de salud mental cuestionable y también está, afortunadamente, el papel de la música.
La historia nos habla, entre otras cosas, de la desilusión, algo que también agradezco ver en las películas de Lynch y que probablemente fuera una de las razones por las que decidiera adaptar esa novela. En fin, puesto que se trata de la adaptación de una novela, no voy a hablar mucho de la trama, que sí, es bastante simple, pero esto es mérito del autor del libro. Yo no lo he leído, así que no se de quién sera la idea de incluir, por ejemplo, los flashbacks explicativos. Probablemente Lynch haya metido mano en muchas de las imágenes y escenas mas "desagradables", como el encuentro entre Dafoe y Dern o cuando la madre se pinta de rojo y se queda tirada en el baño.
En fin. La película no tiene nada fuera de lo común, pero yo personalmente me lo he pasado muy bien viendo una historia de amor corrompida y salpicada de cosas tan ridículas como las interpretacines de Elvis. Le pondría un seis o un siete. ¿Por qué le he puesto entonces un ocho? Por Powermad. Lo siento mucho pero una película en la que una de mis canciones favoritas tenga tanto peso automáticamente se gana puntos extra por mi parte.
En mi crítica de Terciopelo Azul dije que era la película más "normal" (convencionalmente comprensible) que yo había visto de David Lynch. Pues bien, Corazón Salvaje la aventaja obviamente en este puesto. Carece de muchos de los elementos característicos del cine de este señor, y aun así sigue contando con los que yo considero más potentes en lo que concierne a la parte emocional de la experiencia cinematográfica. Uno de ellos es la agresividad. Siempre me ha gustado la agresividad de Lynch y en esta película es muy conspicua. También está ahí el sexo, los personajes de salud mental cuestionable y también está, afortunadamente, el papel de la música.
La historia nos habla, entre otras cosas, de la desilusión, algo que también agradezco ver en las películas de Lynch y que probablemente fuera una de las razones por las que decidiera adaptar esa novela. En fin, puesto que se trata de la adaptación de una novela, no voy a hablar mucho de la trama, que sí, es bastante simple, pero esto es mérito del autor del libro. Yo no lo he leído, así que no se de quién sera la idea de incluir, por ejemplo, los flashbacks explicativos. Probablemente Lynch haya metido mano en muchas de las imágenes y escenas mas "desagradables", como el encuentro entre Dafoe y Dern o cuando la madre se pinta de rojo y se queda tirada en el baño.
En fin. La película no tiene nada fuera de lo común, pero yo personalmente me lo he pasado muy bien viendo una historia de amor corrompida y salpicada de cosas tan ridículas como las interpretacines de Elvis. Le pondría un seis o un siete. ¿Por qué le he puesto entonces un ocho? Por Powermad. Lo siento mucho pero una película en la que una de mis canciones favoritas tenga tanto peso automáticamente se gana puntos extra por mi parte.

8,2
170.635
5
18 de marzo de 2011
18 de marzo de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi modo de ver los mayores méritos de La naranja mecánica son cuestiones relativas a lo estrictamente cinematográfico, los recursos expresivos del medio, etc. Como yo de este tema no entiendo, me limitaré a hablar de lo que para mí es lo más importante a la hora de juzgar una película: lo que cuenta. En este sentido, debo decir en primer lugar que me parece bastante sobrevalorada, y que es este punto de vista el que trataré de argumentar. Si usted, lector, no está de acuerdo, puede pulsar el "no", pero concédame al menos unos instantes para explicarme.
Bien. Como todos sabemos, esto se basa en un libro de Anthony Burgess. Básicamente, nos encontramos con un futuro próximo en el que existe una especie de tribu urbana de delincuentes ultraviolentos. Pese a lo que muchos piensen, esto ni es algo extraño ahora ni lo era en 1971. Violaciones, palizas a indigentes, etc, son cosas que pasan desde hace mucho.
Uno de estos individuos es el protagonista, Alex, quien es, en resumen, un sádico. Lo que le acontece lo cuento en el primer párrafo del spoiler. Desgraciadamente, no puedo dar mi opinión sobre los aspectos éticos y fundamentales de la película sin comentar el final, de modo que nada, que eso, que en el spoiler está todo.
Entiendo que la estética de la película resulte atractiva para mucha gente, especialmente por sus connotaciones contraculturales, las pintas, la jerga, etc, y por ser en general una película "políticamente incorrecta". Pero a mí me parece algo pobre en sus reflexiones. Incide sobre una cuestión muy básica (no por ello frívola, aclaro) y de la que se ha hablado mucho. Eso sí, lo hace desde un enfoque original. Pero bueno, aparte de lo dicho, supongo que lo único que puedo mencionar acerca de lo estrictamente cinematográfico es que no me gusta su ritmo. Demasiado lenta para un argumento tan escaso, en ocasiones desesperantemente, perdiéndose en rollos de esos con la música y tal que pueden gustar o no. A mí no me gustan, prefiero escuchar a Beethoven sólo con las imágenes que a mí me vengan a la cabeza.
Otra cosa. Parece que a muchos les llama la atención que a un tío violento le guste Beethoven. No lo entiendo. El gusto musical dice mucho de la personalidad de una persona, y en este caso es un catalizador argumental. Nada de "psicótico violento con cultura y gustos refinados". No veo qué tiene de particular, y menos tratandose de Beethoven, con lo que supuso Beethoven. Si se tratase de Mozart o algún otro neoclásico vale, pero ¿Beethoven?
En fin, pese a todo, de las que más me gustan de Kubrick.
Léase el spoiler, por favor.
Bien. Como todos sabemos, esto se basa en un libro de Anthony Burgess. Básicamente, nos encontramos con un futuro próximo en el que existe una especie de tribu urbana de delincuentes ultraviolentos. Pese a lo que muchos piensen, esto ni es algo extraño ahora ni lo era en 1971. Violaciones, palizas a indigentes, etc, son cosas que pasan desde hace mucho.
Uno de estos individuos es el protagonista, Alex, quien es, en resumen, un sádico. Lo que le acontece lo cuento en el primer párrafo del spoiler. Desgraciadamente, no puedo dar mi opinión sobre los aspectos éticos y fundamentales de la película sin comentar el final, de modo que nada, que eso, que en el spoiler está todo.
Entiendo que la estética de la película resulte atractiva para mucha gente, especialmente por sus connotaciones contraculturales, las pintas, la jerga, etc, y por ser en general una película "políticamente incorrecta". Pero a mí me parece algo pobre en sus reflexiones. Incide sobre una cuestión muy básica (no por ello frívola, aclaro) y de la que se ha hablado mucho. Eso sí, lo hace desde un enfoque original. Pero bueno, aparte de lo dicho, supongo que lo único que puedo mencionar acerca de lo estrictamente cinematográfico es que no me gusta su ritmo. Demasiado lenta para un argumento tan escaso, en ocasiones desesperantemente, perdiéndose en rollos de esos con la música y tal que pueden gustar o no. A mí no me gustan, prefiero escuchar a Beethoven sólo con las imágenes que a mí me vengan a la cabeza.
Otra cosa. Parece que a muchos les llama la atención que a un tío violento le guste Beethoven. No lo entiendo. El gusto musical dice mucho de la personalidad de una persona, y en este caso es un catalizador argumental. Nada de "psicótico violento con cultura y gustos refinados". No veo qué tiene de particular, y menos tratandose de Beethoven, con lo que supuso Beethoven. Si se tratase de Mozart o algún otro neoclásico vale, pero ¿Beethoven?
En fin, pese a todo, de las que más me gustan de Kubrick.
Léase el spoiler, por favor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A Alex le meten en la cárcel, se somete para salir de ella a un tratamiento que le impide ser violento y una vez fuera se dedica a recoger lo que sembró, siendo víctima de aquellos a quienes anteriormente atacó. Finalmente se convierte en un instrumento propagandístico y se cura del tratamiento ese.
El propósito ético es bastante ambiguo, pero en general no concuerdo con la visión maniquea, para empezar desde la perspectiva del libre albedrío. Tal como yo lo veo, la llamada "naranja mecánica" del título es el protagonista, partiendo del origen etimológico del término "orange", a saber, vendría a ser algo así como "la persona mecánica". Es evidente que tras el tratamiento Alex es "bueno" porque no tiene elección, pero ¿acaso tuvo elección desde el principio? ¿Cuando se comportaba "mal" lo hacía por libre elección?
No sé hasta qué punto tengo derecho a bajar la puntuación de una película por no estar de acuerdo con sus planteamientos, pero yo creo que el libro plantea una reflexión mucho más interesante cuando se nos cuenta que, al madurar, Alex se vuelve "bueno". Pues en este caso, para empezar, cabe la posibilidad de que el abandono deliberado de la violencia, sin tratamiento Ludovico ni hostias, tampoco sea una cuestión de libre elección. En este caso, la presión de la sociedad al completo ejercería de tratamiento. Es decir, que la educación, el entorno, la moral imperante, acaban siendo más eficaces que el tratamiento Ludovico, y por tanto, en mi opinión, más temibles.
Cabría por tanto preguntarse no ya si el tema es ser bueno o malo y cómo se llegue a ello, que es en lo que yo creo que se queda la película, sino de hecho qué significa ser libre, de dónde proceden los conceptos de bien y mal y cómo se relacionan a nivel ontológico con la noción de libertad.
El propósito ético es bastante ambiguo, pero en general no concuerdo con la visión maniquea, para empezar desde la perspectiva del libre albedrío. Tal como yo lo veo, la llamada "naranja mecánica" del título es el protagonista, partiendo del origen etimológico del término "orange", a saber, vendría a ser algo así como "la persona mecánica". Es evidente que tras el tratamiento Alex es "bueno" porque no tiene elección, pero ¿acaso tuvo elección desde el principio? ¿Cuando se comportaba "mal" lo hacía por libre elección?
No sé hasta qué punto tengo derecho a bajar la puntuación de una película por no estar de acuerdo con sus planteamientos, pero yo creo que el libro plantea una reflexión mucho más interesante cuando se nos cuenta que, al madurar, Alex se vuelve "bueno". Pues en este caso, para empezar, cabe la posibilidad de que el abandono deliberado de la violencia, sin tratamiento Ludovico ni hostias, tampoco sea una cuestión de libre elección. En este caso, la presión de la sociedad al completo ejercería de tratamiento. Es decir, que la educación, el entorno, la moral imperante, acaban siendo más eficaces que el tratamiento Ludovico, y por tanto, en mi opinión, más temibles.
Cabría por tanto preguntarse no ya si el tema es ser bueno o malo y cómo se llegue a ello, que es en lo que yo creo que se queda la película, sino de hecho qué significa ser libre, de dónde proceden los conceptos de bien y mal y cómo se relacionan a nivel ontológico con la noción de libertad.
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