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8,0
7.365
9
4 de febrero de 2011
4 de febrero de 2011
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De qué va?:
Un ex presidiario se ve abocado tras su liberación a volver a las actividades delictivas. Junto a algunos compinches preparan un golpe maestro a una joyería.
Crítica:
Toda la esencia del cine negro se fundamentó siempre en lo mismo, la irresistible atracción por el crimen que tienen los seres humanos, su inconsciencia ante su destino, la necesidad de tener sueños imposibles basados en el delito, o la redención que a menudo no llega a tiempo. Si la película está bien hecha y los protagonistas tienen carisma, pronto el espectador compartirá esos sueños, olvidará el delito en el que se fundamentan, y deseará con todas sus fuerzas que esos tipos que viven al filo de la navaja consigan sus propósitos.
En Rififi, la mirada lánguida, inexpresiva de Jean Servais refleja como pocas veces se ha visto en la pantalla ese aire de perdedor, ese aceptado fatalismo ante el cual no se puede huir por muy profesional que seas o mucho empeño que pongas en triunfar, ya que el camino que has elegido solo tiene una meta, y es la autodestrucción.
Fantástica película francesa del director americano (a pesar de su nombre), Jules Dassin, uno de los damnificados de la caza de brujas de McCarthy que se tuvo que buscar las habichuelas fuera de Hollywood y a fe que lo hizo con clase. Un ritmo magnífico sostiene desde el principio una trama en la cual tiene cabida desde un robo de guante blanco rodado con una esquisitez que para sí quisiera Tom Cruise en sus misiones imposibles, hasta homenajes a Lang (ese globo volando al cielo cuando se llevan al niño bebe directamente de M, el vampiro de Dusserdolf), o algunos planos muy sorprendentes para la época de mujeres muy voluptuosas enseñando chicha (ojo a la mujer de Mario y sus transparencias con premio).
Cine de etiqueta negra.
Un ex presidiario se ve abocado tras su liberación a volver a las actividades delictivas. Junto a algunos compinches preparan un golpe maestro a una joyería.
Crítica:
Toda la esencia del cine negro se fundamentó siempre en lo mismo, la irresistible atracción por el crimen que tienen los seres humanos, su inconsciencia ante su destino, la necesidad de tener sueños imposibles basados en el delito, o la redención que a menudo no llega a tiempo. Si la película está bien hecha y los protagonistas tienen carisma, pronto el espectador compartirá esos sueños, olvidará el delito en el que se fundamentan, y deseará con todas sus fuerzas que esos tipos que viven al filo de la navaja consigan sus propósitos.
En Rififi, la mirada lánguida, inexpresiva de Jean Servais refleja como pocas veces se ha visto en la pantalla ese aire de perdedor, ese aceptado fatalismo ante el cual no se puede huir por muy profesional que seas o mucho empeño que pongas en triunfar, ya que el camino que has elegido solo tiene una meta, y es la autodestrucción.
Fantástica película francesa del director americano (a pesar de su nombre), Jules Dassin, uno de los damnificados de la caza de brujas de McCarthy que se tuvo que buscar las habichuelas fuera de Hollywood y a fe que lo hizo con clase. Un ritmo magnífico sostiene desde el principio una trama en la cual tiene cabida desde un robo de guante blanco rodado con una esquisitez que para sí quisiera Tom Cruise en sus misiones imposibles, hasta homenajes a Lang (ese globo volando al cielo cuando se llevan al niño bebe directamente de M, el vampiro de Dusserdolf), o algunos planos muy sorprendentes para la época de mujeres muy voluptuosas enseñando chicha (ojo a la mujer de Mario y sus transparencias con premio).
Cine de etiqueta negra.
10
13 de septiembre de 2012
13 de septiembre de 2012
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he quedado sin palabras.
Pensaba hablar de la construcción de personajes, del talento de Campanella para convertirlos en personas de verdad. Y de los detalles. Los detalles venden la historia, dijo alguien una vez. Y de una palabra escrita en una libreta en la mesilla de noche que pierde su significado por la mañana, o de como es imposible no enamorarse de esa bella y decidida mujer que irrumpe en la vida de un hombre para cambiarlo todo. También quería hablar del desamor, del provocado por la inacción de uno o del provocado por la acción de otro, de un asesino hijoputa en este caso. O de los ojos, de esas miradas que no podemos evitar y de las fotos viejas que se empeñan en delatarnos. Me hubiera gustado analizar cómo es posible sobrellevar una vida vacía, o si acaso es imposible si no la llenas de algo que te motive a seguir, o comentar la prodigiosa escena de la entrada en la cancha de fútbol de Huracán, soberbia, poderosa, inesperada y genial. Tampoco hubiera estado mal hablar de Argentina, de su sentido del humor atávico o de sus eternas corruptelas, pero no puedo hablar de nada de eso, y eso que mi pasión es el cine y tratar de escribir sobre él, pero hay veces que un director te abofetea en tu jeta de criticucho con un peliculón que te desarma. Es entonces cuando tratas de escribir algo que este mínimamente a la altura y te das cuenta de que no estás capacitado, y escribes y borras, y reescribes y vuelves a borrar, como casi siempre, como Darín al principio de la película, como un vulgar ex funcionario que se mete a novelista y le sale un memorándum en vez de una novela. Y al final acabas añorando esas malas películas que te dan pie a poder escribir cualquier chorrada y quedar como un señor, en cambio una película como ésta te abruma de una manera tal que hace que te sientas un don nadie a la par que te preguntas con qué ánimo vas a seguir viendo cine corriente después de ella.
Y es que no se puede cambiar de pasión, claro que no, aunque a veces resulte frustrante, pero sí que se puede dar uno cuenta de que en la que profesa es un desharrapado mientras otros como Campanella son Dios en la suya. Lo único que queda es asumirlo y tratar de tirar para delante. Y es mejor continuar con la pasión para que los días no se hagan muy largos. Quizá mañana me vuelva a parecer que sé escribir.
Una de las mejores películas que he visto y que veré jamás.
Pensaba hablar de la construcción de personajes, del talento de Campanella para convertirlos en personas de verdad. Y de los detalles. Los detalles venden la historia, dijo alguien una vez. Y de una palabra escrita en una libreta en la mesilla de noche que pierde su significado por la mañana, o de como es imposible no enamorarse de esa bella y decidida mujer que irrumpe en la vida de un hombre para cambiarlo todo. También quería hablar del desamor, del provocado por la inacción de uno o del provocado por la acción de otro, de un asesino hijoputa en este caso. O de los ojos, de esas miradas que no podemos evitar y de las fotos viejas que se empeñan en delatarnos. Me hubiera gustado analizar cómo es posible sobrellevar una vida vacía, o si acaso es imposible si no la llenas de algo que te motive a seguir, o comentar la prodigiosa escena de la entrada en la cancha de fútbol de Huracán, soberbia, poderosa, inesperada y genial. Tampoco hubiera estado mal hablar de Argentina, de su sentido del humor atávico o de sus eternas corruptelas, pero no puedo hablar de nada de eso, y eso que mi pasión es el cine y tratar de escribir sobre él, pero hay veces que un director te abofetea en tu jeta de criticucho con un peliculón que te desarma. Es entonces cuando tratas de escribir algo que este mínimamente a la altura y te das cuenta de que no estás capacitado, y escribes y borras, y reescribes y vuelves a borrar, como casi siempre, como Darín al principio de la película, como un vulgar ex funcionario que se mete a novelista y le sale un memorándum en vez de una novela. Y al final acabas añorando esas malas películas que te dan pie a poder escribir cualquier chorrada y quedar como un señor, en cambio una película como ésta te abruma de una manera tal que hace que te sientas un don nadie a la par que te preguntas con qué ánimo vas a seguir viendo cine corriente después de ella.
Y es que no se puede cambiar de pasión, claro que no, aunque a veces resulte frustrante, pero sí que se puede dar uno cuenta de que en la que profesa es un desharrapado mientras otros como Campanella son Dios en la suya. Lo único que queda es asumirlo y tratar de tirar para delante. Y es mejor continuar con la pasión para que los días no se hagan muy largos. Quizá mañana me vuelva a parecer que sé escribir.
Una de las mejores películas que he visto y que veré jamás.
27 de agosto de 2012
27 de agosto de 2012
23 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De qué va?:
Había un chiste sobre una orgía en la cual un tío repetía cada cinco minutos: «Organización coño, organización». Después de un rato otro le pregunta por qué dice eso y el tío le contesta: «Joder, que estamos cuatro tíos y diez tías y ya me han dado tres veces por el culo». Bueno, pues aquí cuatro caciques italianos deciden organizar unas jornadas escatológicamente orgiásticas inspirándose en los escritos del Marqués de Sade y para ello reclutan a unas viejas alcahuetas y a unos jóvenes partisanos (partís anos, nótese lo adecuado de la elección) en plenitud sexual a los que someten a todo tipo de vejaciones, eso sí, muy bien organizadas.
Crítica:
Todo el asunto me ha producido tanto asco como indiferencia, lo primero ya sé que Pasolini lo buscaba, pero lo segundo se lo apunto al debe de una falta absoluta de compromiso con el lenguaje cinematográfico, con algo en suma que permita al espectador entrar de algún modo en la película, si es que se puede entrar en algo cuya principal reflexión es que si los seres humanos nos quitáramos los corsés morales y religiosos que nos han sido impuestos nos daríamos cuenta de que hay que matar a nuestra madre y ponerse a comer heces como locos. Por si no fuera poco tragar con un argumento así, el italiano muestra los hechos de una manera cuando menos poco vistosa, no juega con el detalle, no trabaja los personajes en modo alguno, éstos se muestran siempre distantes, algo surrealistas, a la manera por ejemplo del Buñuel de la tres años anterior El discreto encanto de la burguesía, pero lo que en el contexto de esa trama encajaba bien aquí se convierte en algo gratuito, y el surrealismo gratuito se puede soportar, ¿no lo es siempre, de algún modo?, pero la asquerosidad gratuita no la soporto porque no encuentro motivos para hacerlo. Del guión no se tienen noticias ni se le espera, la interpretación del propio Pasolini sobre lo que significa de verdad la coprofagia en la película acerca de que es una metáfora de la comida basura puede ser muy original, pero al final lo que ve el espectador es un grupo de gente comiendo mierda. Los méritos de esta película son de dudoso gusto, aquí denuncia no hay ninguna, sólo más y más guarrerías que a cualquiera se le podrían ocurrir, no hace falta ser ningún perturbado para perpetrar esto, no sé si Pasolini era un tío encantador o un loco peligroso, pero su película sí que es sin duda una mierda rotunda. Cualquiera puede escribir en unas horillas un guión parecido con cosas aún más aberrantes si le sale de los cojones.
Después de calibrarlo con toda la justicia que me he sido capaz de imponer he decidido que con una horilla y cuarto ya estaba bien de aguantar semejante bazofia, he dado al stop, y esta noche me he ido a la cama sin meneármela ni nada, mano de santo para la continencia, oiga.
Si lo que quería Pasolini era profundizar sobre la idea de que el ser humano es capaz de cualquier atrocidad cuando tiene ocasión de ello podía haber hecho algo menos asqueroso. No tengo aquí a mano la estadística de perturbados coprófagos ávidos de lluvia dorada por cada mil habitantes de la Italia fascista, el dato se me ha traspapelado, pero creo que juntar cuatro de ésos era bastante más díficil que reunir a cuatro pervertidos clásicos que sólo disfrutaran follándose a un grupo de chavalas jamonas retenidas en un chalet de la sierra. Siendo 1975 seguro que Pajares, Esteso, Navarro y Ozores habrían bordado sus papeles, el filme hubiera resultado mucho menos nauseabundo (quizá la visión de algún palomino y poco más) y mis sanas y nocturnas prácticas onanísticas no se habrían visto perjudicadas.
Un poquito de organización, joder.
Había un chiste sobre una orgía en la cual un tío repetía cada cinco minutos: «Organización coño, organización». Después de un rato otro le pregunta por qué dice eso y el tío le contesta: «Joder, que estamos cuatro tíos y diez tías y ya me han dado tres veces por el culo». Bueno, pues aquí cuatro caciques italianos deciden organizar unas jornadas escatológicamente orgiásticas inspirándose en los escritos del Marqués de Sade y para ello reclutan a unas viejas alcahuetas y a unos jóvenes partisanos (partís anos, nótese lo adecuado de la elección) en plenitud sexual a los que someten a todo tipo de vejaciones, eso sí, muy bien organizadas.
Crítica:
Todo el asunto me ha producido tanto asco como indiferencia, lo primero ya sé que Pasolini lo buscaba, pero lo segundo se lo apunto al debe de una falta absoluta de compromiso con el lenguaje cinematográfico, con algo en suma que permita al espectador entrar de algún modo en la película, si es que se puede entrar en algo cuya principal reflexión es que si los seres humanos nos quitáramos los corsés morales y religiosos que nos han sido impuestos nos daríamos cuenta de que hay que matar a nuestra madre y ponerse a comer heces como locos. Por si no fuera poco tragar con un argumento así, el italiano muestra los hechos de una manera cuando menos poco vistosa, no juega con el detalle, no trabaja los personajes en modo alguno, éstos se muestran siempre distantes, algo surrealistas, a la manera por ejemplo del Buñuel de la tres años anterior El discreto encanto de la burguesía, pero lo que en el contexto de esa trama encajaba bien aquí se convierte en algo gratuito, y el surrealismo gratuito se puede soportar, ¿no lo es siempre, de algún modo?, pero la asquerosidad gratuita no la soporto porque no encuentro motivos para hacerlo. Del guión no se tienen noticias ni se le espera, la interpretación del propio Pasolini sobre lo que significa de verdad la coprofagia en la película acerca de que es una metáfora de la comida basura puede ser muy original, pero al final lo que ve el espectador es un grupo de gente comiendo mierda. Los méritos de esta película son de dudoso gusto, aquí denuncia no hay ninguna, sólo más y más guarrerías que a cualquiera se le podrían ocurrir, no hace falta ser ningún perturbado para perpetrar esto, no sé si Pasolini era un tío encantador o un loco peligroso, pero su película sí que es sin duda una mierda rotunda. Cualquiera puede escribir en unas horillas un guión parecido con cosas aún más aberrantes si le sale de los cojones.
Después de calibrarlo con toda la justicia que me he sido capaz de imponer he decidido que con una horilla y cuarto ya estaba bien de aguantar semejante bazofia, he dado al stop, y esta noche me he ido a la cama sin meneármela ni nada, mano de santo para la continencia, oiga.
Si lo que quería Pasolini era profundizar sobre la idea de que el ser humano es capaz de cualquier atrocidad cuando tiene ocasión de ello podía haber hecho algo menos asqueroso. No tengo aquí a mano la estadística de perturbados coprófagos ávidos de lluvia dorada por cada mil habitantes de la Italia fascista, el dato se me ha traspapelado, pero creo que juntar cuatro de ésos era bastante más díficil que reunir a cuatro pervertidos clásicos que sólo disfrutaran follándose a un grupo de chavalas jamonas retenidas en un chalet de la sierra. Siendo 1975 seguro que Pajares, Esteso, Navarro y Ozores habrían bordado sus papeles, el filme hubiera resultado mucho menos nauseabundo (quizá la visión de algún palomino y poco más) y mis sanas y nocturnas prácticas onanísticas no se habrían visto perjudicadas.
Un poquito de organización, joder.

6,6
22.428
7
17 de septiembre de 2012
17 de septiembre de 2012
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo estaba en contra. Las películas de fútbol suelen ser malas. Si además incluyen en el reparto a alguna estrella del balón pueden ser lamentables (La saeta rubia, Los ases buscan la paz). La presencia de Silvester Stallone parecía una elección puramente comercial, para aprovechar su tirón tras el éxito de Rocky y hacer caja. El argumento podría haber dado para otra película propagandística de mierda como las nombradas anteriormente. No nos engañemos, ¿unos oficiales alemanes jugando un partido contra unos prisioneros de guerra aliados en plena II Guerra Mundial?, ¿y de protagonistas unos cuantos exfutbolistas y alguno que otro aún en activo?. Así las cosas parecía que ni Max Von Sidow ni Michael Caine ni el mismísimo John Huston serían capaces de hacer algo potable del asunto.
Pero entonces suena el silbato y resulta que la peli es buena. El campo de prisioneros está bien recreado, hay un guión convincente y un puñado de personajes inolvidables. Las escenas de fútbol están razonablemente bien rodadas y Stallone no rechina en su papel como podía suponerse sino que da un toque pintoresco y un motivo para que los demás futbolistas se puedan cachondear de algún neófito. Toda la película tiene un aire de clásico instantáneo que tira de espaldas, comercial, eso sí, pero clásico indiscutible como lo pueda ser un Madrid-Barça. Lo que es toda la secuencia del partido está rodada con maestría y sabe transmitir muy bien la fuerza del deporte rey y la emoción y sentimiento que un simple gol puede transmitir a las gradas. Teniendo en cuenta el contexto histórico en que se produce se puede comparar la furia con la que se rebela el público a la archiensalzada Marsellesa de Casablanca sin ningún reparo señores.
Lo dicho, una alineación llena de astros y un tal Pelé marcando el de Hugo al Logroñés. ¿Quién coño dijo que los amistosos eran aburridos?.
Pero entonces suena el silbato y resulta que la peli es buena. El campo de prisioneros está bien recreado, hay un guión convincente y un puñado de personajes inolvidables. Las escenas de fútbol están razonablemente bien rodadas y Stallone no rechina en su papel como podía suponerse sino que da un toque pintoresco y un motivo para que los demás futbolistas se puedan cachondear de algún neófito. Toda la película tiene un aire de clásico instantáneo que tira de espaldas, comercial, eso sí, pero clásico indiscutible como lo pueda ser un Madrid-Barça. Lo que es toda la secuencia del partido está rodada con maestría y sabe transmitir muy bien la fuerza del deporte rey y la emoción y sentimiento que un simple gol puede transmitir a las gradas. Teniendo en cuenta el contexto histórico en que se produce se puede comparar la furia con la que se rebela el público a la archiensalzada Marsellesa de Casablanca sin ningún reparo señores.
Lo dicho, una alineación llena de astros y un tal Pelé marcando el de Hugo al Logroñés. ¿Quién coño dijo que los amistosos eran aburridos?.

7,1
990
6
5 de septiembre de 2010
5 de septiembre de 2010
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿De qué va?:
En 1970, con la guerra de Vietnam en su máximo esplendor, el presidente Nixon reacciona ante las revueltas pacifistas con más madera, declarando el estado de emergencia y dando potestad a la policía para que libremente detenga a cualquiera que ponga en peligro la seguridad nacional, o lo que es lo mismo, que grite y soliviante más de la cuenta. A estos detenidos, en su mayoría militantes comunistas, se les dan dos opciones, o bien cumplir una pena de cárcel o bien pasar tres días en el Punishment Park, un paraje desértico donde, desprovistos de agua ni alimento, deberán tratar de atravesar sesenta millas para alcanzar la bandera, en cuyo caso serán liberados. Además, sólo dispondrán de dos horas de ventaja antes de que la guardia nacional salga tras ellos.
Crítica:
En primer lugar hay que saber que es un falso documental, pero de los buenos. Está rodado con un estilo tan realista que realmente es fácil creerse a pies juntillas todo lo que vemos y olvidarnos de que es una película. En ese sentido, no extraña que se prohibiera en USA, donde su exhibición podría haber caldeado los ánimos de la época más aún de lo que ya estaban. Los actores cumplen con creces en este retrato de la brutalidad policial de la época, que a pesar de su irrealidad funciona bien como denuncia de la violencia con la que se puede emplear a veces el sistema y de la erradicación de las libertades personales en aras del bien común. Muy desconocida pero interesante propuesta.
En 1970, con la guerra de Vietnam en su máximo esplendor, el presidente Nixon reacciona ante las revueltas pacifistas con más madera, declarando el estado de emergencia y dando potestad a la policía para que libremente detenga a cualquiera que ponga en peligro la seguridad nacional, o lo que es lo mismo, que grite y soliviante más de la cuenta. A estos detenidos, en su mayoría militantes comunistas, se les dan dos opciones, o bien cumplir una pena de cárcel o bien pasar tres días en el Punishment Park, un paraje desértico donde, desprovistos de agua ni alimento, deberán tratar de atravesar sesenta millas para alcanzar la bandera, en cuyo caso serán liberados. Además, sólo dispondrán de dos horas de ventaja antes de que la guardia nacional salga tras ellos.
Crítica:
En primer lugar hay que saber que es un falso documental, pero de los buenos. Está rodado con un estilo tan realista que realmente es fácil creerse a pies juntillas todo lo que vemos y olvidarnos de que es una película. En ese sentido, no extraña que se prohibiera en USA, donde su exhibición podría haber caldeado los ánimos de la época más aún de lo que ya estaban. Los actores cumplen con creces en este retrato de la brutalidad policial de la época, que a pesar de su irrealidad funciona bien como denuncia de la violencia con la que se puede emplear a veces el sistema y de la erradicación de las libertades personales en aras del bien común. Muy desconocida pero interesante propuesta.
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