El cine de Hollywood demuestra con esta película, una vez más, que tiene sobrados medios para producir sucesivas versiones del sueño americano. La gran -como casi siempre- interpretación de Will Smith, el diseño de producción, el trabajo de reconstrucción histórica y un guión que, con habilidad, no solo nos enseña el lado luminoso del héroe, hacen de este film un entretenimiento correcto, en mi opinión, y del que gozarán especialmente los amantes del tenis. Un detalle: fijémonos en que el título original ("King Richard") es mucho más acorde con el foco de la película que el español ("El método Williams"). Otra cosa que no es nada nueva.

El cine, como la literatura y el arte en general, puede emplearse para entregar un mensaje. A mi entender, que así se haga o deje de hacerse no le añade ni le quita nada a una obra artística. Lo que sí me gusta es que el mensaje no se entregue de un modo directo: prefiero que se sugiera. No es esta una condición que cumpla "Ellas hablan". Ya no es sólo que declare abiertamente lo que pretende, sino que lo repite, una y otra vez, y además a través de una puesta en escena mecánica, reiterativa y, por momentos, hasta infantil. Me ha aburrido de principio a fin.

En la narrativa de Haruki Murakami siempre he apreciado una extraordinaria capacidad para cribar los sentimientos del alma humana, pero sin un interés especial por encontrarle sentido a la vida. La misma sensación he tenido viendo esta película, basada en un relato de Murakami recogido en el volumen titulado "Hombres sin mujeres". Conviene indicar que las escasas 50 páginas de la narración se han convertido en más de 150 minutos. Semejante expansión no se suele practicar en el cine occidental, pero es que estamos ante un cineasta japonés respetuoso con cierta tradición fílmica de su país (Ozu, Mizoguchi), que pretende estirar el tempo narrativo para que sea más acorde con el ritmo real de la vida. En esta misión el director se ve ayudado por unos actores muy contenidos (eso decimos en Occidente, aunque allá supone un desempeño más común en la profesión) y una fotografía de una frialdad muy a tono con el aire de la narración.

¿Qué tiene de prometedora esta ópera prima pensando en la futura carrera de su director? Un más que aceptable manejo del montaje y una buena dosificación de la intriga, que existe, aunque solo sea porque durante la mayor parte del metraje nos estemos preguntando qué es lo que les pasa en realidad a los protagonistas, entre los que destaca la muy competente Noomi Rapace. La resolución se presenta, no de golpe y porrazo, sino con lógica narrativa y emocional. Todos buscamos la felicidad, y a veces nos toca la lotería, pero...

Hace ya casi 14 años, James Cameron demostró en “Avatar” una maestría técnica difícil de igualar al servicio de un cuento bien conocido, y que en la cultura estadounidense está representado por la peripecia del capitán John Smith y la india algonquina Pocahontas. La secuela actual nos ofrece más de lo mismo, con pequeñas variaciones: por un lado, los avances tecnológicos que persiguen envolver al público en la experiencia cinematográfica; por el otro, ligeros añadidos a la historia original, tomados, entre otras fuentes, del relato de Moby Dick. En suma: como puro espectáculo de imagen y sonido, esta película me ha parecido abrumadora; como historia, muy básica.