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Críticas 71
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
9 de marzo de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para describir el rechazo que me produjo “La cumbre escarlata” necesitaría ingerir una buena dosis de cianuro potásico. Al verla, sentía que todo estaba MAL, que había sido realizada con desdén y pereza, que me habían contado la misma historia mil veces antes y mil veces mejor. Y no os voy a engañar: la historia de “La forma del agua” también me la han contado mil veces antes… pero ésta se encuentra entre las mejores.

Ya el tráiler supo captar mi atención con maestría por su propuesta. Una historia muy clásica, sí, una mujer que se enamora de un monstruo; pero hablamos de una mujer muda, de un marco tan interesante como la américa de la Guerra Fría y del uso del agua como elemento metafórico, aportándole unidad y coherencia a la historia. La obra tiene todo eso, y se guarda muchísimas cosas para acabar siendo una de las mejores propuestas de lo poco que llevamos de año, y sin lugar a dudas la mejor obra de su autor.

Me vais a permitir volver a “La cumbre escarlata”. Guillermo del Toro siempre ha sido un director muy barroco, muy plástico, pero en esa obra se le fue de las manos. La imagen era sucia, sobrecargada y confusa, te provocaba ganas de abandonar la cinta y mirar un punto negro sobre un folio blanco. En “La forma del agua” ocurre todo lo contrario, y aunque sus imágenes tienen más textura que el gotelé y una amplísima variedad de colores muy saturados, el conjunto siempre resulta agradable, medido, equilibrado y funcional; haciendo parecer bella una época llena de hostilidad y oscuridad. Además, se permite ciertos juegos de luces súper expresivos e integrados maravillosamente en el tono general de la obra, logrando envolverte y hacerte partícipe de lo mostrado.

La ambientación se ve reforzada por una banda sonora sencillamente sublime y una dirección artística impecable. “La forma del agua”, en ese aspecto, puede calificarse de orgásmica; ya que tal derroche de buen gusto, de imaginación y de dominio técnico puede igualar en gozo a las noches más placenteras.

EL guion es la parcela dónde puede considerarse que la película HACE AGUAS -matadme por favor-. El principal inconveniente es que cuenta con ciertos topicazos que pueden echar para atrás a quién busque originalidad e innovación. Sin embargo, los tópicos se ven compensados por sus personajes, y por ello del Toro merece un fuerte aplauso. No solo la película está protagonizada por una mujer muda, con todos los retos narrativos que supone –algunos mejor ejecutados que otros…-, sino que su mejor amiga es negra, su compañero de piso es un homosexual entrado en años y el personaje del científico, aunque tenga el nombre más genérico que existe, cuenta con tantos matices que podría sostener una película por sí mismo. Y como esos, existen varios ejemplos con los que la película demuestra que quiere hacer algo diferente, que quiere darle una vuelta a todo lo que hemos visto hasta ahora, dejando por el camino un cuento de fantasía plagado de personajes asombrosamente reales. Un gozo, de verdad.

En resumen, “La forma del agua” nos da lo que nos ha prometido, y algo más: es imposible sentirse defraudado con la última película de Guillermo del Toro. Sin embargo, debo lamentar que la obra no me haya emocionado todo lo que me habría gustado… Lo achaco principalmente a un final brusco y ejecutado con cierta prisa. Si comparamos la tensión lograda en una gran escena anterior, vemos que quizá habría sido conveniente frenar en el último momento: Los desenlaces de los personajes se suceden como en una carrera de fondo, con prisa, cuándo durante el resto de la obra se ha tomado todo el tiempo que ha necesitado para cada escena. NO está mal ejecutado, e incluso es destacable que el autor sepa desarrollar a los personajes en tan poco tiempo; PERO el resultado está lejos de hacernos reflexionar, lejos de llenarnos de rabia o lejos de lograr que lloremos: “solo” nos hace sentir enormemente complacidos del precioso viaje que hemos disfrutado.
21 de abril de 2018 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“En realidad, nunca estuviste aquí” es la nueva obra de la directora Lynne Ramsay, y protagonizada por Joaquin Phoenix. Di con ella por la casualidad más absoluta y sin esperar absolutamente nada, pero su visionado me ha resultado grato, refrescante y agradable. No os dejéis engañar –por mí-: no son términos que definan la obra ni las sensaciones que provoca, pero me gusta ver propuestas que sean capaces de aportar un punto de vista novedoso a una historia que puede recordarnos a otras tantas historias. Pero vayamos por partes.
Esta película narra la historia de Joe, un veterano de guerra con un trabajo muy peculiar. Sus similitudes con “Drive” –anterior película que vi, y cuya reseña podéis buscar por ahí- comienzan ahí: con una trama bastante simple que se sustenta, si hablamos solo de guion, en sus personajes. Aquí la cosa recae principalmente en el protagonista, que aunque no sería el alma de la fiesta, está construido con inteligencia e interpretado con maestría. Phoenix es el dueño y señor del relato; y son sus miedos, sus traumas y su estabilidad mental, el centro de la narración y del argumento. En ese sentido, hay que aplaudir que la dirección de Ramsay no se haya centrado en endiosar al protagonista, pues es un vicio en que resulta fácil caer en propuestas de este tipo.
Pero no es el único acierto de la directora, que demuestra sobradamente que sabe lo que hace y que domina a la perfección su terreno y su historia. Ella se encarga de utilizar todos los recursos posibles para retratar correctamente la compleja psique de Joe, y mola bastante ver cómo todos los elementos actúan en consonancia. El plano, el color, el sonido –este campo es especialmente ESPECTACULAR-, el tempo… Ramsay exprime sus posibilidades con sabiduría, y se reafirma como una verdadera artista del audiovisual. Si es cierto que, en este juego tan curioso que se monta, existen momentos en los que se le ve venir de lejos, en los que sus intenciones se vuelven demasiado explícitas; pero prefiero que ocurra eso a que narrativamente sea PLANA.
Por otro lado, quizá se le ha ido de la mano el ritmo. Salvo determinados momentos, “En realidad nunca estuviste aquí” es una película algo lenta, y eso la vuelve ligeramente pesada. Estas sensaciones tienen lugar principalmente durante su planteamiento, pues el tiempo transcurrido y la información mostrada no están bien gestionados: se suceden un buen número de escenas muy pausadas que –aunque lo parezcan- no son baladí, y si contamos con que el gran detonante del relato no llega hasta los 40 minutos, obtenemos una película que tarda en arrancar.
El resto de departamentos artísticos no desentonan, y construyen un universo muy visual y repleto de contrastes, brillantemente recreado y cohesionado. Es importante el trabajo en vestuario, que reinventa el estereotipo de justiciero urbano alejando de él toda clase de glamour, chulería o atractivo. A Phoenix, en esta obra, da pena verle –aunque creo que ocurre algo parecido en “María Magdalena”, y hace de Jesucristo…
En conjunto, y por ir concluyendo, “En realidad, nunca estuviste aquí” es un regalo que debemos apreciar. Cuenta con escenas y planos que se quedarán grabados en vuestra retina por su brillante ejecución, y aunque no persigue conmovernos ni revelarnos el PUTO significado de la existencia, sí que consigue que suspiremos aliviados por no conformarse con el camino más seguro para contar una historia.
31 de mayo de 2018 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Oh! ¡Que bonito es reencontrarse con la infancia! He disfrutado de “El gigante de hierro” cientos de veces, pero jamás lo había hecho pasada esa complicada edad que es la adolescencia. No tengo ni idea de cómo funcionan las cabezas antes de ella, pero tengo claro que he descubierto una película nueva, diferente; bajo los mismos planos que antaño me apasionaron. Esta obra de Brad Bird, sea mejor o peor, aguanta sin importar la edad de su espectador, y es capaz de encandilarte con sus personajes y con su marcado tono. Una vez dicho esto, veamos si además está bien hecha.
Muchas personas la conocerán, pero ahí va la sinopsis: un niño de un pueblecillo norteamericano descubre, en plena guerra fría, a un robot gigante venido del espacio con el que entablará una relación muy especial. La propuesta no destaca por su originalidad, pero tampoco quiere hacerlo: con esta película, su creador quiere homenajear una época, tal y como hacen obras como “Stranger Things” actualmente; y para hacerlo se vale de premisas y estructuras que nos resultan muy reconocibles por haberlas visto anteriormente. La bestia incomprendida, la madre soltera, el niño de voluntad intachable, el malo malísimo… es en los detalles discursivos y en el planteamiento de muchas de sus situaciones dónde podemos encontrar un verdadero lucimiento a nivel de guion.
Los personajes también ayudan, y aunque son bastante cliché, tienen rasgos que los salvan de caer en el pozo de los arquetipos. Además, teniendo en cuenta que hablamos de animación es conveniente destacar el cuidadoso diseño de cada uno de ellos -menos el de un par de extras que me desentonaban-. Me gustaría destacar la figura del chatarrero sibarita, que me parece un personaje muy original y muy bien integrado en la historia. Y, además, es muuuy guapo.
Por desgracia, no es oro todo lo que reluce, y está película se ve muy lastrada por la duración de su metraje. Normalmente esto se dice cuando le sobra, pero aquí pasa al revés: la película es MUY cortita, y en conjunto lleva un ritmo muy acelerado. Aquí todo ocurre muy rápido, y saltamos de escena en escena sin parar, a veces fijándonos en momentos muy concretos de las mismas, recordando a la obra de un director amateur. Si añadiéramos ese metraje sería muy agradecido, pero no es lo único, pues existen muchas ideas desarrolladas a medias que habrían dado mucho más juego. IMAGINO que parte de culpa la tiene la naturaleza de la obra. No sé muy bien cómo funciona la animación, pero me supongo que no se tirarán a la basura tantos planos ni tantas escenas como en el cine de actores de carne y hueso. Brad Bird ha demostrado mucha pericia en proyectos posteriores, por lo que NO me extrañaría que su celeridad se deba a la falta de imágenes.
Por otro lado, en la recta final de la obra su ritmo se encuentra más justificado, y se puede sentir una escalada de tensión impecable. Aquí la cosa suelta toooda su fuerza y nos muestra el mensaje principal de la obra, reflejado principalmente en el arco evolutivo del propio gigante. Es un mensaje POTENTISIMO y conmovedor, capaz de hacerme derramar lágrimas de cocodrilo incluso durante los créditos finales. LÁSTIMA que sus ideas más potentes sean desarrolladas tan solo durante su tercio final, habiéndolas mirado un poco por encima antes. Cogiendo perspectiva, es curioso verlo: el foco de la obra está puesto en el niño protagonista y, llegados a un punto, este deja de llevar la voz cantante y se la pasa al gigante, volviéndose un mero secundario. Algo más de homogeneidad habría sido interesante, pero no resta un ápice de emoción a su desenlace.
Pero hay una idea muy extendida en la obra que me resulta muy curiosa. “El gigante de hierro” hace MUCHÍSIMO hincapié en su contexto histórico -interno-, haciendo que incluso se embarronen sus ideas. Nos plantea una sociedad temerosa, conspiranoica, de antiguos y arraigados valores que confrontan directamente con el desarrollo al que aspiraba el resto del mundo en ese momento. Y en esos aspectos sí que han cuidado todo al máximo: el satélite inicial, los vídeos de la escuela que ven los niños, los periódicos, las preocupaciones del gobierno, lo que coge el protagonista para investigar… e, incluso, el aire mágico de su cuidada imagen.
Me apena haber hecho esta crítica taaaan pobre sobre una obra tan grande, así que en definitiva diré que recomiendo mucho disfrutarla. A niños, a mayores… “El gigante de hierro” cuenta con un mensaje universal que debe ser disfrutado.
7 de enero de 2018
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Charlie Brooker se le acaban las ideas. La sensación al ver este capítulo es la de haberlo visto anteriormente, la de recorrer caminos conocidos o caminos que nos evocan a caminos que ya hemos visitado. Es cierto que se atreve con una temática que hasta el momento no había explorado, la sobreprotección paternal, pero la historia se encuentra bajo las mismas estructuras que nos cautivaron en capítulos como "Tu historia completa" o "Blanca navidad". Bajo su obsesión de impactar mediante el catastrofismo del que suelen hacer gala sus desenlaces, Brooker olvida su planteamiento y su coherencia; hablándonos otra vez de la falta de privacidad, de la desconfianza, de la vigilancia excesiva... Todo suena redundante, e incluso tópico, y su tema central se acaba diluyendo al ser tratado -sin demasiada profundidad- durante el comienzo de la obra.

Uno de los motivos, a mi parecer, es la comodidad que te supone que Jodie Foster sea la directora. "Arkangel" atrajo con rapidez el interés del público, y de no haber sido por ella posiblemente estaríamos hablando de un capítulo muchísimo menos atractivo. Pero con mis palabras no quiero desmerecer su trabajo: este episodio cuenta con una dirección bastante sólida a la que no se le pueden poner demasiadas pegas. Quizá destacaría -para mal- el tono "académico" con el que cuenta, que tras los alardes que se pueden ver en otras series británicas me parece bajar bastante el listón. En los momentos tensos, la camara se mueve con rapidez y busca mostrar frenetismo, en los momentos pausados se encuentra siempre bien ubicada en planos que no cuentan mucho más de lo que se puede ver en un primer vistazo. No hay grandes momentos, se trata de una dirección invisible centrada en el trabajo de las actrices, posiblemente algo contenida por el temor a la experimentación y a nuevos puntos de vista, pero lo suficientemente inteligente como para no resultar chirriante.

Posiblemente otro de los fallos de "Arkangel" sea su falta de estética. Dicho de otro modo, es un episodio muy feo. No me gusta pasarme de superficial, pero a nivel visual tenemos una imagen monótona y aburrida, con tonalidades logeramente apagadas, entornos de interés nulo y una dirección artística que parece casi ausente. Al igual que otros departamentos, el conjunto es cumplidor pero se queda muy lejos de resultar notable. No ocurre lo mismo con el vestuario, que sí parece querer contar algo de los personajes a costa de cumplir con los ferreos cánones con los que contamos hoy día en ese apartado.

En resumidas cuentas, la mediocre ambientación, la mediocre dirección y la mediocre y poco inspirada historia dan lugar a un capítulo mediocre, en el que si tan solo uno de los mencionados elementos hubiesen querido destacar podrían haberlo hecho más interesante. Ahora bien: su visionado no es un suplicio y sabe mantener el ritmo y dedicarle el tiempo adecuado a cada una de las situaciones que plantea, por lo que quizá no es mala idea cambiar el término "mediocre" por "cumplidor".
25 de septiembre de 2018 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reseñar una obra tan mítica como "Bram Stoker's Dracula" se me hace bola. No creo que pueda decir nada nuevo de ella, no encuentro palabras que le hagan justicia y no tengo claro que mi vocabulario cuente con ellas. Esta película es una genialidad, segundo tras segundo; y solo puedo recomendar muy fuerte a todo el mundo que corra a descubrirla o a reencontrarse con ella.
La idea es que Keanu Reeves interpreta a un agente inmobiliario que debe viajar a Transilvania para formalizar la compra de varios terrenos por parte de un... Excéntrico personaje: el conde Drácula. Este tipejo tenebroso cogerá una fijación extraña por su prometida, interpretada por Winona Ryder, y hará lo imposible por conquistarla. Se crea poco a poco una de esas historias de elementos precisos, en la que todo funciona a la perfección y se conjuga para contarnos una narración que crea escuela.
La cosa empieza como una extraña historia de terror. El protagonista se introduce, por voluntad propia, en la boca del lobo, y es testigo de los terroríficos poderes de su anfitrión. Coppola recrea una ambientación única, en la que todo se mueve con una coherencia inquietante, demostrando que nos encontramos ante un verdadero genio a la hora de infundir terror. Sombras sin origen, alteración de la gravedad, el tenebrismo y la decoración sobrecargada… esos primeros minutos en el interior del castillo son oro puro, breves pero muy funcionales. Por suerte, la intensidad no decae a lo largo del metraje; y aunque cambiaremos de ambientación y se moverán las fichas del tablero, la partida seguirá siendo igual de interesante.
De esta forma, el terror irá transformándose en una de las historias de amor más profundas que he visto, mostrando su verdadera esencia. Drácula es el eterno enamorado, el castigado a vagar torturado por el mundo sin poder reencontrarse con su amada. Coppola se adhiere a las clásicas fases del cine romántico: los primeros acercamientos, la consumación… pero lo alterna con tramas que nos recuerdan que estamos ante una película sobre el señor de las tinieblas: desde la trama de Van Helsin al escape del castillo. Se logra un equilibrio terrorífico e inverosímil, difícilmente imitable; promovido por una banda sonora capaz de ser profundamente oscura y, seguidamente, triste y melancólica.
Me llamó muy fuerte la atención la amplia variedad de recursos de la que hace gala su director. Dobles exposiciones, alegorías, un dominio TOTAL del lenguaje cinematográfico, un uso simbólico del color… “Bram Stoker’s Dracula” es un catálogo de efectos para contar una historia, una muestra de cómo poner la narrativa al servicio de la narración. Coppola se puede colocar el cartel de PUTO GENIO -si no lo había hecho ya…
Es cierto que no estoy super a favor de ciertas ideas principales de la obra, PERO no puedo criticar algo tan bien mostrado y expuesto. Esta película es una genialidad, de principio a fin. Joder, es que estoy implosionando, os lo juro. Espero poder hacerle justicia algun día.
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