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Críticas 74
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
1 de agosto de 2008
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo no pinta bién la mañana del 22 de noviembre de 1963 en Dallas. La policía encuentra a una mujer en evidente estado de shock, que advierte sobre algo grave que va a pasar aunque nadie sabe que es. Pero pronto se sabrá.

En Nueva Orleans, el fiscal de distrito Jim Garrison asiste consternado a la noticia: han matado a Kennedy. En el bar, los sentimientos son ambiguos; no todos lloran al presidente, algunos incluso se regocijan con la noticia, acusándolo de comunista. A partir de aquí, la crónica es rocambolesca: un asesino solitario, capaz de ejecutar con un viejo fusil 3 disparos en 6 segundos, ex comunista y anticastrista, que es a su vez asesinado por el mafioso Jack Rubi, que acaba siendo asesinado en prisión. El gobierno redacta el informe Warrren, en el cual consta la teoría de un solo asesino, y cierra el caso.

Pero tres años después al fiscal Garrison le asaltan las dudas. Leeyendo el informe Warren, toma consciencia de las incoherencias del mismo (la bala mágica, irregularidades en las declaraciones de los testigos, autopsias apresuradas, una filmación que no ha sido tenida en cuenta) y decide reabrir el caso. Empieza a tomar forma entonces la "Teoría de la conspiración".

Oliver Stone firma con JFK la que será sin duda su obra más polémica. Nada ni nadie escapa a la acusación de ¿quién mató a Kennedy?: CIA, FBI, mafia, empresas armamentistas, cubanos anticastristas enfadados con Kennedy por abandonarlos en la Bahía de los Cochinos, militares y hasta el propia vicepresidente que asumiría la presidencia, Lindon Johnson. Así, durante más de tres horas asistimos a acusaciones, pruebas, testimonios, testigos que desaparecen, la película "Zapruder" (vista por primera vez en este filme), nombres, fotos trucadas, documentales de guerra (Vietnam, Cuba) y una increíble biografía de Lee Harvey Oswald, el supuesto asesino.

Todo esto es expuesto de forma apresurada, como si a pesar de la duración de la película no hubiera tiempo de presentarlo todo. Este tipo de narración a veces confunde, cuesta digerirla, pero esto no le resta mérito. Al contrario, la complejidad del tema hace que resulte más creíble la aportación del director que la versión oficial. ¿Cómo es posible que se hayan pasado por alto tantas cosas? A Oliver Stone no le preocupa que nosotros sepamos quien fue el asesino, sino que veamos lo inverosímil de las conclusiones del gobierno.

Correcto reparto multiestelar, con un Kevin Costner muy implicado en su personaje (posteriormente produciría otra película sobre JFK). En la parte del juicio realmente conmueve. Un Joe Pesci super paranóico, un Tommy Lee Jones irreconocible, un Gary Oldman en un papel bastante complejo y varios "cameos". Pero el mejor sin dudas, es el personaje de Donald Sutherland, guardado para el final...
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spoiler:
El señor "X" es quien le da las claves al fiscal, y al propio director. Le confirma que él se entera de la noticia horas antes de que esta ocurra y le enseña los trapos sucios del ejército. Pero además, le motiva. "El pueblo quiere la verdad, y la verdad está de su lado", le dice. Le induce a cuestionar, a investigar, a que la gente se pregunte: ¿qué pasó?. Lo convence de que lo importante es hacer dudar al pueblo. Porque es justamente el dudar de la versión oficial lo que hace que podamos tener un pensamiento libre.
9 de julio de 2008
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena comedia con dos grandes de la comedia americana, destacando a mi gusto al genial John Candy.
La dieron el otro día por la tele y me dispuse a un segundo o tercer visionado, ya que la última vez que la vi fue en los 80, y me imaginé que la película estaría llena de referencias a esta década y con chistes y gags burdos que la hicieran pasada de moda.
Para mi sorpresa he disfrutado como cuando era un niño viendo esta película, la verdad está mucho mejor que la media de comedias que han surgido en los 90. Seguramente en esto mucho tiene que ver el trabajo de los actores, destacando nuevamente al bueno de Candy, quien con solo un gesto bien hecho te hace morir de la risa.
Un poco de drama al final, no excesivo, sino mas bien reflexivo, y un guión disparatado, que al fin y al cabo es una comedia, no?
26 de marzo de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante una hazaña heroica en plena guerra de Secesión, John Dunbar es ascendido a teniente y puede elegir el puesto que desee. Así, opta por un destacamento en la frontera norteamericana en el oeste, territorio aún virgen. Cuando llega, sólo descubre un pequeño fuerte abandonado, dejado de la mano de Dios, un río contaminado y unas extrañas cuevas. Decide quedarse y esperar órdenes.

Su única compañia es su caballo Cisco, hasta que recibe a un extraño visitante: un lobo al que el teniente bautiza como Dos Botines. Este le visita a diario y además le informa cuando un suceso extraño acontece. Por eso cuando un indio sioux intenta robarle a Cisco, Dunbar llega a tiempo para impedirlo. Pero pronto llegarán mas visitantes intrigados por la presencia del forastero...

Kevin Costner era un joven actor en alza cuando se embarcó en la aventura de "Bailando con lobos". Su mejor papel había sido en "Los intocables" de Brian de Palma. Por eso sorprendió que debutara con esta obra épica, magistralmente realizada. Costner no descuidó ningún detalle técnico: con una fotografía capaz de captar la enormidad y belleza de la llanura americana en tiempos del far west, y una música embriagadora que acompaña a los sentimientos que se hacen presente en la pantalla, gran parte del objetivo estaba logrado. Pero además, el guión y la temática de la película resultan un gran acierto.

Los nativos norteamericanos (salvo contadas excepciones) han sido los grandes olvidados de Hollywood. En general, en la época de los grandes westerns (como algunos definieron a esta película) les tocaba el papel de villanos; brutos, salvajes y otros adjetivos que cita el propio Dunbar. En "Bailando con lobos", el director-actor pone en práctica lo que en antropología se denomina relativismo cultural: esto es, que no existe ninguna cultura superior a otra y que de distintas culturas es posible sacar aprendizajes, mediante el respeto y la aceptación. El filme incluso va mas allá: los indios sioux demuestran ser mas civilizados que el hombre blanco.

"Bailando con lobos" es un filme reivindicativo sobre una cultura casi desaparecida a manos de la ambición e incomprensión del hombre blanco; trata de la aceptación, de la amistad y supone un revisionismo histórico del mito tradicionalista de la civilización y la barbarie. Se nota además un tratamiento respetuoso en cuanto a las costumbres e ideas de los nativos, e incluso hablan en su propia lengua (una obviedad que no siempre es respetada). Una obra altamente recomendable...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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-Está bien trazada la distinción entre los indios salvajes y los sioux. Los primeros son guerreros y no tienen piedad con el enemigo, mientras que los segundos son seres pacíficos que solo luchan para defender a sus familias y tienen un notable sentido del cuidado ecológico. Además demuestran ser mucho mas civilizados que los soldados que vuelven al destacamento (groseros, ladrones y brutos).

-Hermosa escena final, un canto a la amistad: Dunbar decide apartarse de la caravana con su amada (En pie con puño en alto) para no arriesgar a todos los integrantes. El ejército les pisa los talones; buscan a Dunbar por desertor. Este se despide de todos, aunque no encuentra a una persona. De repente, desde un acantilado se asoma aquel que en un principio era el más reacio a entablar relación con él: "Bailando con lobos, mírame, soy Cabellos al viento. Recuerda que siempre seré tu amigo..."
23 de febrero de 2011
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jhon Q es el típico padre de una típica familia americana según los cánones hollywoodenses: pobre pero feliz. Trabaja en una fábrica en la cual debido a los tiempos que corren han debido recortar las horas de trabajo. Su hijo juega al béisbol como tantos otros niños. Durante uno de estos partidos, Michael cae repentinamente al suelo. En el hospital informan a sus padres que su hijo padece una insuficiencia cardíaca. Necesita ni mas ni menos que un trasplante de corazón...

Cuando John busca la aprobación del seguro médico, descubre que dicho seguro no cubre una operación de tal magnitud. Desesperado y ante la presión de su esposa, su única alternativa es tomar el hospital y forzar de esta manera una solución.

El problema de "John Q" no es precisamente el tema que trata: la falta de asistencia médica universal en EEUU. El problema es su planteamiento. La sanidad en el país del tío Sam es un tema complejo, tal como lo demostró la reforma introducida por Obama recientemente. En la película pareciera ser que todos desean dicha reforma, desde médicos, directores, aseguradoras y el público que apoya a John, cuando la realidad nos ha enseñado que este tema divide apasionadamente a los norteamericanos.

Entre los rehenes todos apoyan a John, y el único que no lo hace ya sabemos que es el malo de la película. Por supuesto que este apoyo es entendible ante un padre desesperado, pero en una situación de rehenes parece ser mas realista la postura del "malo" que la de los "buenos". Y es precisamente la credibilidad de la película lo que falla (algo que Cassavettes sí consiguió con "Alpha dog"), requisito imprescindible en una película de denuncia social como la que nos ocupa.

Por otra parte, el tono melodramático del filme choca con el drama real que supone el acceso universal a la salud. Se frivoliza un tema de trascendental importancia en los tiempos que vivimos. La ética nos dice que debemos tocar este tema, que es algo necesario, pero debemos hacerlo desde una postura seria que invite a la reflexión mas que como mero divertimiento. Denzel Washington no es de mis actores favoritos. A veces sobreactúa y concretamente en esta película su actuación recuerda mas al teniente Riggs de "Lethal Weapon" que a un padre que busca salvar a su hijo. Robert Duvall (en su papel de policía que logra entender a aquel que debe atrapar, como en "Un día de furia") y James Woods están bien. Pero lo cierto es que los personajes son tópicos y no están trabajados, sino puestos al servicio de la intriga y la acción. En fin, éticamente necesaria, estéticamente reprochable.
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-Tampoco ayuda mucho el final de la cinta a su credibilidad ante un tema tan importante. Si John finalmente se hubiera suicidado el resultado global habría sido otro, pero esa tendencia al final feliz no logra expresar el verdadero dramatismo del tema. Se ha optado por elegir un problema de suma importancia para hacer un mero entretenimiento.

-El único de los rehenes que decide liberarse resulta que encima es un maltratador. Todos los demás ayudan a John a volver a controlar la situación. Incluso la novia del maltratador. Creo que yo tomaría la misma postura, a priori, pero en una sala de urgencias y ante un tipo con un arma me resulta difícil pensar que todos actuarían con tanto altruísmo.

-Que quede claro: no me resulta reprochable la desición de John Q de tomar el hospital; seguramente cualquiera haría lo mismo y sería legítimo. Pero es también seguro que el resultado no sería el de la película.

-Los malos son muy malos (además del maltratador está Ray Liotta) y los buenos son muy buenos. No hay matices en los personajes y se plantea que la desición de la sanidad es sólo un problema político, cuando también es social y económico.
22 de junio de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agobiado por una vida vacía cuyo único sentido es elegir el juego de muebles que le representan como persona, Jack sufre insomnio. La única forma de escapar de el es asistiendo a grupos de autoayuda, donde gente que realmente lo pasa mal, le hacen sentir mejor. Pero cuando descubre a una impostora como él en el grupo, Marla, vuelve a sufrirlo.

Un día conoce a Tyler en un avión y su vida cambia radicalmente. Tyler es todo un personaje: sabe fabricar bombas con jabón, no tiene prejuicios y ocupa una casa. Después de que su piso salte por los aires, Jack se muda con Tyler y empiezan a descargar su rabia a golpes en plena calle. Poco a poco, la gente va sumándose a esta extraña forma de catarsis y así se va formando el club de la lucha: seres frustrados que se sienten a gusto después de romper sus bonitos rostros.

En tanto, Marla sigue persiguiendo a Jack, y como éste se propone esquivarla, acaba liándose con Tyler. Pero Tyler también comenzará a esquivar a Marla, ya que los planes que tiene son por lo menos peligrosos: convertir el club de la lucha en algo más que una simple reunión de amigos...

A David Fincher le bastaron pocas películas para convertirse en un director controvertido. Y básicamente dos para adquirir la categoría de culto: "Seven" y la que nos ocupa. "Fight club" es, por lo menos, una propuesta original, tanto en el fondo como en la forma, y resulta sugerentemente subversiva. Fincher pone el dedo en la llaga en nuestra querida sociedad de consumo y el vacío existencial que esta genera. Los antihéroes no saben bien como luchar contra esto, aunque no tardarán en descubrirlo. La esquizofrenia y la frustración se convierten en ejes fundamentales del filme. Sin embargo, el tono no es dramático, sino mas bien reivindicativo e irónico.

El trio de actores principales no tiene desperdicio: la química entre lo que parece ser un grupo de colegas da forma a la película; parecería que se lo han pasado bien filmando. Edward Norton (el ingenuo Jack), Brad Pitt (el anárquico anarquista Tyler) y Helena Bonham Carter (la desconcertante Marla) desarrollan personajes estrambóticos, uno mas salido que el otro. Todos luchan por encontrar un sentido a sus vidas, al precio que sea, siempre al borde de la marginalidad y la locura, con ciertas dosis de humor negro.

"El club de la lucha" supuso en su momento una cierta ruptura con lo visto anteriormente. Lo raro es que no haya generado un fanatismo capaz de emular en la realidad lo que se ve en la película. Fresca, dinámica, violenta y contestataria, es de esas películas que no dejan indiferente, y siempre merecen un segundo visionado. Irreverente y gamberra, verborrágica y crítica, supone el primer film antiglobalización, como he oído a alguien, no recuerdo quién, catalogarla. Imperdible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Lo realmente extraño en la película, después de la sorpresa de que Tyler y Jack son la misma persona (algo que se puede llegar a intuir), es precisamente la escena final.

Una vez Jack se deshace de Tyler disparándose en la boca, rescata a Marla y vuelve a tomar el control de sus hombres. Jack había recorrido varias ciudades, aprovechando su insomnio, para detener a Tyler. Incluso acudió a la policía con todo el plan para intentar desbaratarlo. Fuera donde fuera, Tyler contaba con secuaces, que incluso tenían orden de atacar a Jack (orden que el mismo Jack había dado, claro). Por eso, una vez vencido Tyler, uno se espera que todo vuelva a la normalidad, Jack cure su esquizofrenia y se comprometa con Marla.

En lugar de esto, lo que ocurre es que, mientras Jack toma la mano de Marla y cita la frase que da título a esta crítica, las bombas que Tyler había colocado en los edificios de los alrededores (el centro neurálgico del sistema financiero), estallan. La imagen es realmente tan bella como inesperada: los edificios van derrumbándose uno a uno, todo estalla, Jack y Marla (quien no puede creer lo que ve), a contraluz y con música de Pixies. Bienvenidos al caos. Tyler Durden gana.
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