Un muchacho con ganas de echarse una novia osa, se mete en un -cómo no- vehículo altamente contaminante, ruidoso, destartalado y acogedor -que lo has de recoger por do quiera que vaya-, y se marcha al norte, que lo mismo hubiera dado si es a la India o a Ibiza. Allí descubre que la caca no alimenta y el agua hay que cocerla. Esto segundo le ayuda a controlar su producción de truños salvajes y a mantener la línea. Tiene un libro que le dice si aquello es un jilguero o un lobo de mar, pero hete aquí que comete un error de suma importancia y no es el de ver su propia película...

Vi esta película de adolescente y no caí en las drogas. Sin embargo, me marcaron para bien las vidas entrañables, sencillas y solidarias de Chusa y Jaimito; deploré los comportamientos egoístas y metomentodo de Alberto, Doña Antonia y Elena (qué decepción con ella) y me enamoré de un Madrid donde los problemas no siempre tienen solución, pero tampoco amargan y si lo hacen, pues ya se nos pasará porque vendrán otras mejores.

Otras veces volví a ver «Bajarse al moro» pasados los años y siempre me ha conseguido emocionar por esto que cuento. Puede que esta película mesetaria y carpetovetónica sea lo más próximo a Doctor en Alaska que yo recuerde.

Esta película ha pasado a ser una de mis eternas favoritas por sus protagonistas y los hechos que les han moldeado, los dilemas que se les presentan, cómo resuelven las dificultades... La belleza de cada plano, los diálogos sin artificio, la capacidad del director para que simpatice con cada personaje y les anime... Lo tiene todo, es una obra redonda. Cada día que pasa veo menos películas de ahora y más de ayer, porque me enseñan a ser más humano, más real.

¿En qué estaría pensando el director de esta apología de la violación y la psicopatía? ¿Quería pasar a la posteridad dirigiendo un truño postmo de mejor calidad que su obra cumbre "OT, la película"? Otro seguidor de la Sociedad Líquida al que deberían dar una tanda de azotes, para que se pase la tontería de querer ser más profundo que el agujero de su ano... ¿Y en qué estaría pensando Luis Tosar, por ejemplo, para participar en este olvidable aplauso a la maldad? Todas estas preguntas se las llevará el viento y a lo mejor las recoge otro psicópata del DAESH...

Queridos conciudadanos: lean la Ilíada, es de Homero; no, el de los Simpson, no; de un poeta, sí; de un poeta de hace 2800 años; no, no es difícil ni se baila. Es una historia con muchas otras y resulta apasionante, muchísimo más que adaptaciones del siglo XXI, que más que el "Siglo de las Luces", es más bien el de la mediocridad fílmica. De este modo evitarán arrancarse los ojos tal que Edipo.
Si aún así insistís en meteros la película por el oráculo, comentar que Brad Pitt está inmenso en sus cabreos y tierno como un osito de gominola en sus apreto.., digo muestras sentimentales ante el padre compungido de Héctor. Que el resto de la tropa es tan expresiva como un calzoncillo cuando comes garbanzos y parece increíble que sean héroes y no reponedores tras diez años en Mercadona, y eso incluye a Legolas.