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España España · Ciudad Real
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Críticas 908
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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10 de diciembre de 2015
112 de 158 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se dejen engañar por lo que lean en Wikipedia. Lanthimos antes que cineasta es un granuja redomado con gran habilidad para hacerse con secretos inconfesables de actores célebres, a los que chantajea sin piedad para que se presten a sus atrocidades; muchos pidieron centrarse en la zoofilia o en la cata de excrementos, pero Lanthimos insistió en llevar a celuloide unas ideas que le rondaban en la cabeza. Solo de esta manera se explica que alguien como Farrell, Weisz, Whishaw o Reilly se presten a participar en...esto.
El problema no es que sea una película arriesgada (ójala hubiera más), o chapucera (no lo es, la fotografía es magnífica), o que esté mal interpretada (que no lo está), sino que es una auténtica sandez. Me imagino al bueno de Yorgos aplaudiendo mentalmente sus ocurrencias ("¡Soy la repera, qué cosas se me ocurren, qué perspicacía...!"), pero así a ojo es una sandez. Mentes más brillantes han visto en The lobster una distopía que desgrana mediante paralelismos, analogías o lo que sea grandes temas de la sociedad actual como la familia, el derecho a estar solo, la presión de la masa, etc. Yo debo ser un poco limitado porque solo he asistido a un collage de situaciones absurdas que (forzando mucho) parecen remitirse a estas cuestiones, pero de una manera tan extraña y tan desagradable que a partir de cierto momento la más mínima lógica se ausenta y solo queda la sensación de estar asistiendo a una grandísima boutade dadaísta. Eso sí, la película no llega a aburrir porque el numero de WTF por minuto llega a ser abrumador, casi espectacular. En defiinitiva, película sin término medio que o se considera el recopetín de lo moderno o se odia con toda el alma.
30 de abril de 2017
98 de 138 usuarios han encontrado esta crítica útil
- ¿Cómo estás?. ¿Qué necesitas?. Sabes que puedes contarme lo que sea... Siempre hay un camino ¿Lo sabes, no?.

Pues mira, ya que preguntas acabo de pulsar el botón de parada y estoy como Jesús después de haber pasado por las 15 estaciones (13) del viacrucis: exhausto, molesto y con un vago deseo de que la ira de Dios caiga sobre alguien... ¿Alguien tiene un ibuprofeno?. Ahora en serio: ¿Es 13 reasons why el nuevo Gloomy Sunday, se te aparece Satanás si la reproduces al revés, la gente joven tiene que verla acompañada por sus padres?. Honestamente no, salvo que los padres quieran malgastar trece horas de su vida. Lo digo porque si esperan que sea una reflexión seria sobre el suicidio juvenil, o sobre el cyber-bullyng, o sobre los cientos de amenazas que se ciernen sobre el adolescente del primer mundo, no lo es: es una serie teen con un argumento rocambolesco en la que uno de los personajes se suicida. Para empezar, los productores no tienen muy claro lo que es una "perspectiva realista". El Evergreen High School no es un instituto típico, sino un proyecto eugénesico multicultural distópico en el que todos los alumnos y todos los profesores son monísimos y visten como milaneses (eso sí que es deprimente, no poder lucir como ellos): hay que empeñarse y estar atento para encontrar fotogramas en los que se atisbe algún gorderas o alguien que sea un cutre, un triste gualtrapas. ¿Y los progenitores de Evergreen?: profesionales liberales multiculturales y multiorientados sexualmente hablando que viven en casas magníficas, en las que preparan desayunos principescos para sus hijos en cocinas limpias como un quirófano mientras repiten un mantra de "¿Estás bien, coleguita? ¿necesitas algo?, etc.". El único pobre desgraciado de la serie es un tipo monísimo, capitán del equipo de baloncesto y cuya madre es una fumadora de crack con pésimo gusto para los hombres; casualmente éste no es el que se suicida. ¿Y la chica protagonista, esa que vive en un infierno de acoso y derribo en este IV Reich by Benetton? ¿Es un adefesio, o un nerd, o el típico paria masacrado por la industria audiovisual estadounidense?. No, amigos: Hannah, Hannah Baker, socialmente está sobrecualificada, es adorada por unos padres de clase media psíquicamente equilibrados, físicamente está a mitad de camino entre Natalie Portman y Angelina Jolie e intelectualmente articula sobra la marcha agudas respuestas propias de un intelectual neoyorquino cuarentón. Si esto es lo que los productores consideran carne de acoso... en fin, es original. Por lo demás, 13 reasons why es profundamente blandita, maniquea e hipócrita. Blandita porque hace una crítica social epidérmica vista ya cien veces; no necesitamos que nos vuelvan a decir que la cultura estadounidense es consumista y competitiva, y que en el fondo los triunfadores también son infelices. Maniquea porque el guión no deja ningún espacio para los grises, para esa ambigüedad que define a los humanos, y que hace que no siempre seas maravilloso o un tipo rastrero. E hipócrita porque el mismo producto no hace absolutamente nada, internamente, por intentar contar de forma real eso tan trascendente que se supone que contiene la serie; en mi opinión hay obras sobre la problemática adolescente muchos más incisivas y logradas que ésta, que al final es un gigantesco cliché envuelto en un tópico. El que quiera saber más que vaya a spoilers.

PD: a la serie le sobran 4 o 5 capítulos fácilmente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Esto no va a ser bonito... Para empezar, es improbable que Hannah, Hannah Baker, hubiera sufrido nunca acoso en el mundo real. Pero vamos a seguir el juego y pongamos que lo sufre. Le pasan una serie de calamidades (algunas francamente pintorescas, otras terribles) a las que responde de la peor manera posible. Los guionistas deciden que en vez de plasmar una desesperación negra, real, de la que pueda quedar como única huella una nota incoherente y apenas esbozada, es mejor que Hannah Baker grabe de una manera fría y plenamente consciente 13 cintas en las que culpa, como si de un niño de seis años se tratara, a TODOS de su suicidio consumado. Hannah Baker tiene los santos c* de hacer una gymkana siniestra en la que, en un acto de egocentrismo puro y duro, relata con pelos y señales durante varias horas todas las afrentas que ha tenido que aguantar del pérfido mundo. Por supuesto, no aplica su propia moralina respecto a hacer lo correcto y denuncia el acoso fotográfico, la violación que presencia y la que sufre. Ya sin nada que perder, decide que la respuesta lógica es, con cara de "nadie me quiere y/o comprende" es dejar varias horas de jeremiadas grabadas a el único tipo decente de la serie, para que se sienta culpable hasta la locura por (oh sorpresa), haberse ido corrido y apaleado cuando es expulsado a patadas por ser un caballero y el único que lo hubiera dado todo por sacarla del hoyo. En vez de explicarse, nuevamente toma el camino dificil y le dice (a posteriori y tras torturarlo a conciencia con las cintas), que era demasiado bueno para ella; le deja además de forma implícita la tarea de pegarse con todos para sacar a la luz la verdad que ella, de forma cobarde, no fue capaz. Hannah Baker era, no lo negaremos, una chica acosada por esta m* de paradigma en el que vivimos, pero también una pedorra de tomo y lomo y no mucho mejor que aquellos a los que hace un "j'e accuse!": la última escena, en la que graba toda la conversación con el consejero, y en vez de decir el p* nombre del violador, simplemente se levanta con cara de póker, y espera a que vaya detrás de ella diciéndole al micrófono "bueno, pues ya está, no me queda otra que rajarme como un Bécquer" es repugnante. El único buen detalle del guión es el personaje de la chica gótica, que seguramente lo tuvo más difícil, que también tuvo un intento de suicidio, pero que tomó el único cámino posible: hacer su vida, mandar al infierno a todos y ser honesta.
16 de diciembre de 2020
73 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Líbreme Dios de renegar del cine romántico, pero sí que me tomaré la licencia de despotricar contra el cine romántico que es una m*. Y El verano que vivimos no es Los puentes de Madison, queridos. En estos momentos de pandemia debéis saber, gentes del futuro, que hubo una era entre el enclaustramiento y la recuperación en la que lo único que se podía ver en las salas eran producciones modestas en lo económico y, como en este caso, paupérrimas en todo lo demás. Nada se salva en este tostón salvo quizás una fotografía inspirada en algunos momentos: los actores creen que están construyendo un homenaje imperecedero a un AMOR ETERNO, pero no, simplemente se refocilan en lo ETERNO. ¿Qué necesidad hay de un metraje interrrrrminable para perpetrar un guión que esencialmente es una majadería sin pies ni cabeza (ver spoilers)?. Historias de amor hemos visto muchas en el cine, pero independientemente de la calidad del libreto lo esencial, lo que no puede faltar para que el teatrillo se sostenga es que haya química entre los actores, y aquí no lo hay. Ni por asomo. Javier Rey está terrible y no cambia la p* jeta en todo el verano, no aclarándose si asistimos a una maniobra Stanislavski para bordar los personajes con una gran vida interior y una introspección del copetín, o que directamente no sabe actuar. Para compensar el estoicismo castellano, su partenaire es una Blanca Suárez que al menos pelea el acento gaditano, y de coro hay un surtido plantel de actores andaluces que se afanan por dar algo de vida a este moribundo fílmico con sus "ole", sus "arsa" y sus "ariquitaun taun taun". Por no extenderme, resumiré: la historia romántica no funciona, las viñas al atardecer son muy bonitas y me aburrí como una ostra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es todo muy de mear y no echar gota... Tenemos a un arquitecto de más allá de Despeñaperros que se va a Jerez a hacer una bodega para un amigo de farras juveniles, que es terrateniente. Su llegada al paraje es como cuando entras a Tara pero sin negros y con tablaos y manzanilla en vez de bailes elegantones con pamelas y hurras confederados de "muerte a la Unión". El caso es que hay quince minutos de planos de las viñas con música, a lo spot de Codorniú, y resulta que la prometida del amigo, un señorito andaluz de tomo y lomo, está de muy buen ver, ocurriendo lo inevitable: empieza a apetecerles echarse un bailecito en horizontal. Yo diría que cuando empieza el percal es cuando nuestro arquitecto hace un esbozo del edificio y Blanca Suárez coge el papel con aire de "agarraos que os voy a cascar una solución constructiva totalmente revolucionaria" pero acaba diciendo "yo pondría otra planta, para tener más espacio", ante lo cual se quedan todos asintiendo admirados de su sagacidad, impropia de una mujer. Para quitarse al gachó de la bodega de enmedio, y que la trama vaya a algún lado, al guionista no se le ocurre otra cosa que meter una plaga de la vid para lo cual, no me pregunten por qué, la única solución es que se tenga que ir una semana a Francia a preguntar el remedio; parece ser que en la Andalucía de los años 60 no había teléfonos. El desdichado se va, los otros dos le traicionan repetidamente como perretes en celo pero finalmente deciden que son gente honesta y que van a confesar y a pirarse de Tara, a vivir su amorrr. Para que la cosa no sea tan fácil el guión decide que la hermana del cornudo, envuelta en una trama paralela que no va a ninguna parte, se mate cayéndose a un pozo tras descubrir a los amantes, en una escena chanante presentada como un accidente. A pesar de que su pasión furtiva esté ya manchada de sangre, y tras acabar la bodega de marras, los tórtolos deciden que se van igualmente, que les da lo mismo; en una maniobra de una astucia total, el arquitecto confiesa tutto (la cornamenta y la muerte ignominiosa de la hermana) en una carta que entrega ANTES de escapar. Evidentemente el señorito andaluz hace lo que se espera de él: prende fuego a la bodega y hace creer a nuestros protagonistas que el otro ha palmado en las llamas. Ninguno de los dos comprueba nada, asumen que es verdad y ella se casa sin decir ni mu y el arquitecto se va de Jerez sin mirar atrás para entregarse a una existencia lánguida y atormentada en la que todos los aniversarios del incendio publica una esquela contando a trozos su historia, así como si fuera un serial o una tira de Roberto Alcázar y Pedrín. Como lo oyen. 16 de octubre de 1976: "ESQUELA: Aún recuerdo tus ojos como luceros mientras te ponía mirando a Sevilla entre las viñas. Continuará". Y resulta que en los años 90 una tipa descubre el percal y se lanza a juntar todas las esquelas para hacer una novela, tras una investigación delirante junto al hijo del arquitecto, con erótico resultado. Lo dicho, un p* disparate.
15 de diciembre de 2008
61 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coincido plenamente con los que opinan que es una de las películas más injustamente desvalorizadas de los últimos tiempos. Realmente no es un obra cumbre ni de McTiernan (Dios, le adoro) ni de Schwarzenegger, pero es una película de género más que digna y en la que da la sensación de que el gran público no entendió la clave: es metalenguaje, hombre. Si no se acepta que es una gran parodia (y al mismo tiempo homenaje, que esa es la gracia), un colofón a la espléndida década de los 80, en la que el mismo McTiernan, Donner y otros fueron capaces de llevar el género a la excelencia, pues entonces es mejor no verla porque parecerá una absurda hipérbole de tiros y explosiones. Que está llena de tópicos y de referentes que tenemos grabados a fuego en el córtex, ¡por supuesto!: ¿Como se va a hacer una síntesis de un género sin tirar del policia testosterónico, el maluto de opereta y las persecuciones imposibles?. En fin, que sea por lo que sea no se tuvo en cuenta el matiz y la ironía con la se recorren todos los excesos de una década, pero en esa media sonrisa de "joé las que hemos liado, vaya pájaros" yo percibo muchisimo cariño a todos los artesanos que lo hicieron posible, porque se puede tachar de fascistoide a Rambo, de macho-man a John McLane y de tarado a Martin Riggs, pero hombre, es cine de muchos quilates en comparación con las peliculas a favor de la epilepsia y la sordera de tuercebotas como Michael Bay. Vamos, digo yo.

LO MEJOR: Chauche haciendo lo que mejor sabe hacer, y demostrando que es el único divo del negocio que sabe reirse de sí mismo. Las escenas de acción son tan grotescamente espectaculares que se disfrutan de lo lindo. La moraleja que suelta el maluto supremo casi al final. La canción que ACDC escribió para la película.
LO PEOR: Con mucha diferencia, el niño. Pocas veces ha salido en pantalla un crío tan odioso, y claro, así le ha ido.

En resumen, película de transición hacia otra forma de hacer las cosas, de modo que si le gusta el género, merece la pena que la vea sin prejucios, y si no le gusta, le parecerá un disparate, pero allá usted si no quiere pasar un buen rato.
24 de febrero de 2015
64 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque intuyo que los verdaderos intérpretes de Jazz deben troncharse con esta interpretación delirante de su mundo, no profundizaré en el completo disparate que supone convertir al protagonista en un vulgar metrónomo, más que en un virtuoso: esta música es improvisación, genio, comunión, y no un concurso de "veamos quien toca más rápido". La película se sostiene, lisa y llanamente, porque JK Simmons derrocha carisma y fuerza en pantalla. Con cualquier otro actor la sucesión de escenas inverosímiles se hubiera hundido en el desastre. La clave de Whiplash es que su guión no pretende dar una visión realista del mundo de la música y de los músicos, sino que es una especie de cuento sobre la obsesión autodestructiva de dos personajes extremos. La pelea titánica entre el profesor y su alumno aventajado podría haberse dado en cualquier otro ámbito, como el ejército, el baloncesto o la colocación de tornillos: en ese sentido, poco difiere de películas anteriores en la que el instructor grita y humilla, y el aprendiz suda y se esfuerza. Toda la parafernalia en torno al jazz, las bandas y demás es un marco vistoso y bien resuelto, pero falaz, y todo el argumento está concebido para crear una tensión que se libera en la escena final, en un momento muy dinámico pero absurdo de principio a fin desde un punto de vista racional. En resumen, Whiplash puede ser un entretenimiento disfrutable si se toma como lo que es, una simple fábula, pero que no tiene ni pies no cabeza como aproximación al mundo de la música.
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