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Críticas 56
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
* Crítica a las dos partes de 'Batman: El regreso del Caballero Oscuro'

Han pasado 10 años desde que Wayne colgara la capucha del murciélago. Son los años 80, y Gothan es víctima de una ola de delincuencia que crece exponencialmente junto a nuevos grupos callejeros. El desarraigado Batman vive entre alcohol y carreras automovilísticas, pero el poso de su pasado es demasiado fuerte para él… Con el precedente de la correcta adaptación animada de ‘Batman: Year One’, aparece la del que es uno de los cómics más revolucionarios e influyentes, ya no solo de Frank Miller, ni del hombre murciélago, sino de toda la historia de las viñetas sobre papel: 'The Dark Knight Returns'. Y al igual que el título segundo del cuarteto de lances en que se fragmenta el comic, triunfa, allá donde el ‘Batman’ de auteur por antonomasia lo hiciera en 1986, a pesar que ciertos rasgos se han abandonado por el camino -véanse las reflexivas voces en off- para expandir el espectro a un público más amplio. Los dos filmes de Jay Oliva en que se divide la obra, son en esencia, un retrato sociopolítico de una América inmersa en la guerra fría . La fragmentación, eso si, está ciertamente descompensada; las lecturas políticas quedan relegadas a la parte segunda, quedando la primera centrada en el resurgimiento del héroe, que ahora escribe las últimas páginas de su camino, como maestro de Carrie Nelly.

Parejo a la obra de Miller, se toca el tema de la identidad; lugar donde se levantan los cimientos del protagonista. Si Wayne regresa, luego deben hacerlo los célebres villanos Joker y Dent para pegar su último tiro y terminar con la tortura de su pasado; su victoria será la muerte; su recompensa: la paz. Sin embargo, como antes bien señalé, es el retrato sociopolítico lo que de aupa a esta obra como una de las más valiosas narraciones del personaje de Bob Kane, ya sea en su formato animado u original. La banda de los mutantes con su maníaco líder a la cabeza, se formulan como una suerte de productos de su entorno en reflejo de una época donde el crimen callejero se escapaba del control político y solo un loco, por encima del ordenamiento normativo, podría ser capaz de poner orden. Dardos envenenados a los medios de comunicación de la época, a los que se señala como una de las causas engendradoras de violencia, además recrear su ineptitud a la hora de narrar conflictos entre banderas. No obstante el robusto golpe se lo lleva el gobierno de EEUU. “Tenemos a dios de nuestro lado” – concluye Reagan mientras se advierte a Superman, como una apisonadora hundiendo buques de la URSS. Esa idea, que supone transformar al icónico personaje en un instrumento del gobierno, ejemplifica la insólita visión que se le dio a mediados de los 80 a la figura del superhéroe, e implanta uno de los contrapuntos más fascinantes de todo el relato. 'Superman', ahora bajo las órdenes de Reagan, se enfrentará a un Batman, alejado de banderas e intereses políticos, y declarado proscrito por el mismo presidente; el pueblo contra el gobierno, la justicia contra los intereses. Y es que si por algo revolucionó la obra maestra de Miller, además de por su nerviosa narrativa, fue por dar rasgos moralmente complejos a los superhéroes.

Una animación simplemente correcta, aun por encima de la calidad media de esta clase de productos direct-dvd; una buena dosis de violencia, cuya crudeza en ocasiones roza lo sanguinario (posiblemente el más violento filme sobre personaje jamás realizado; y una banda sonora retroalimentada por el trabajo de Zimmer para la trilogía de Nolan, conforman el vehículo portador de uno de los mejores comics de la historia a la pequeña pantalla. Una adaptación sin los alargades de una gran producción. Y es que la esencia de la épica no reside en la espectacularidad de encefalograma plano de ‘La leyenda renace’, sino en este Batman tomando una ciudad anárquica cual Cid campeador.

@DavidCarideS

Blog: http://lazona-b.blogspot.com.es
23 de noviembre de 2021
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Independientemente de cómo vaya a ser la película, creo que este prólogo de dos de partes sintetiza muy bien la fascinación infantil que se dio en los 90 por la primera 'Jurassic Park' en su doble vertiente. Por un lado, la del peque que un día soñó con dedicarse a la paleontología; y por otro, la del que se enamoró del cine o quiso convertirse en cineasta. En ambos casos bajo el denominador común del - tan añorado como difícil de conseguir hoy en día - sentido de la maravilla. Todo en cinco minutos que suponen, al mismo tiempo, un resumen iconográfico de la franquicia y un metacomentario sobre su espíritu que va desde el cretácico al presente, recordándo todo aquello que murió en el pasado pero perduró gracias al cine, como ese en el que acaba rexy tras su huida a través del bosque del tiempo, como los dinosaurios que la imaginación de un novelista trajo de nuevo a la tierra y que sembraron nuestros sueños de infancia. No tiene mala pinta el asunto. Más bien, tiene pinta de regalazo directo al corazón.

En lo personal diré que el primer recuerdo que guardo de toda mi vida tiene que ver con 'Jurassic Park'; de la noche en que la cinta de la película entró por primera vez en el viejo reproductor de VHS de mi casa. Allí estaban mis padres y mis abuelos. En la tele se movían unas palmeras. Había unos operarios del parque con unos cascos muy chulos. Una grúa se acercaba cargando un contenedor y Robert Muldoon sostenía su escopeta con una mirada seria que decía "PELIGRO". Poco después, la tensión contenida explotó en un arrebato de violencia, y aunque Spielberg siempre fue más de insinuar el horror que de mostrarlo, aquel momento fue lo suficientemente impactante como para que mi madre me llevase a la habitación. En la escena que yo recuerdo estaba en la cuna, y me fui a dormir soñando con ponerme algún día ese casco tan molón con el ahora mítico logo del T-Rex.
11 de enero de 2013
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
11 de septiembre de 2001. No se ve nada. Los gritos desesperados de las víctimas del atentado contra el World Trade Center suenan a través del teléfono. Piden ayuda, pero saben que van a morir… Así comienza ‘Zero Dark Thirty’. Solo escuchamos. No hace falta revisionar por enésima vez las mismas dolorosas imágenes para evocar su recuerdo y vendernos la moto de todo lo que va a ocurrir en los 150 minutos siguientes. Simplemente están ahí, tras ese negro opaco, porque deben estar ahí; no se puede olvidar que la muerte esas 3000 personas fue el desencadenante de todo lo que está por venir. Probablemente algunos no lo vean así y, para ellos, esos primeros minutos de llamadas agónicas sean no más que un instrumento sensacionalista que con maniqueísmo quiera justificar que tan solo 5 minutos después estemos asistiendo a la tortura de un terrorista. Pero no hay que olvidar, que a menudo, las páginas de la historia se escriben con sangre. El horror sucede y es la transmisión de la historia, el pragmatismo, lo que nos hace evolucionar como entes empíricos y racionales; como seres humanos. Transmisión que aquí recae sobre Kathryn Bigelow y Mark Boal.

La nueva propuesta de los reconocidos autores prosigue entre los ambientes hostiles de una usual descripción de Arabia (buen trabajo de fotografía). Bigelow, perpetúa el estilo documental (que directamente inserta imágenes reales cuando es preciso) e intimista de su último film con gran pulso narrativo y puesta en escena; una lección magistral de como usar un recurso tan manido y convertido en táctica de cineastas perezosos como la cámara al hombro sin revolverle las tripas al espectador. Boal, por su parte, se marca un guión ni corto ni perezoso que puede resultar un arma de doble filo; nada en aguas maquiavélicas (esas de 24’ y ‘Homeland’) donde el fin justifica los medios, los gobernantes son “virtuosos” a ojos del pueblo y la moral no es más que una palabra acompañada de rasgos indefinidos. Resume una década de política antiterrorista americana; interrogatorios y torturas, sustentándose en una base de documental donde no vemos un posicionamiento moral ni político provocado, solo una historia de lucha antiterrorista posterior al 11- S de semblante aséptico (las torturas se terminan cuando Obama entra en la casa blanca, no hay más vuelta de hoja). El problema viene cuando no podemos llegar a saber cuando termina la historia real y cuando Boal tira de cosecha propia. ¿Acaso la CIA le abrió las puertas al guionista de ‘En Tierra Hostil’? Lo dudo bastante… De todas formas y a pesar de que la tortura aparenta un elemento narrativo de progresión de la trama de una pista a otra; de un paraje a otro (lo mismo que sucede en ‘24’), se excusa de manera soberbia mostrando hechos incómodos y violentos en una viva imagen de la realidad que subyace a la película. La CIA pasándose por el forro de los cojones los derechos fundamentales en pro de la seguridad nacional, pero como he dicho, la moral de lo justo e injusto, no es más que una palabra en tiempos de guerra…

Parece como si ‘The Hurt Locker’ y ‘Zero Dark Thirty’ formaran parte de una misma saga sobre las consecuencias de la guerra. Si la anterior teníamos a un Renner adicto, aquí tenemos a una Chastain dedicada, o más bien, obsesionada en concluir su objetivo. El desarrollo de los personajes, queda suplido por estética documental, la del trabajo de hombres y mujeres en su lucha por asesinar a los líderes de Al Qaeda, a excepción de Chastain, nuestro avatar en el desarrollo de la investigación. Su evolución es latente a lo largo del filme. En primera instancia, Maya, puede verse como un ligero contrapunto al agente de la CIA interpretado por Jason Clark, luego la historia se desarrolle, su personalidad se volverá más retributiva; o por que no… vengativa. La mujer, que se ha dedicado toda su vida exclusivamente a la caza del mayor terrorista de la historia, se tomará la labor como algo personal, momento cuando abrazará a la inmensidad como actriz. Brillante monólogo ante Kyle Chandler de una Chastain entregada a la causa cual Yihadista, pero no es su única perla, no hay que olvidar el literal: “Voy a encontrar a Bin Laden, y lo voy a matar”.Y es que ‘La noche más oscura’ alcanza su cenit en el conocido desenlace final; la escena del asalto. La guinda del pastel, donde la exmujer de James Cameron saca todas sus armas (literalmente) como narradora. Una larga secuencia salpicada por verde visión nocturna, arena y sangre. Al final uno termina las apasionantes dos horas y media del que podría ser un perfecto epílogo para el cine post 11-S preguntándose, al igual que su protagonista. Después de esto ¿Qué? Muerto el perro, ¿se acabó la rabia?

@DavidCarideS
11 de enero de 2013
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una sublime lección de historia de la mano de Sergei M. Eisenstein, figura clave en el cine propagandístico comunista de los años 20, que configura una innovación formal respecto al montaje de planos, donde, parafraseando al autor, reside la verdadera fuerza creadora del cine, y de donde se obtiene la tensión dramática. Esto sustentó un nuevo aporte para la narración visual cinematográfica tras el trabajo de Griffith; se experimentó inclinando las cámaras, dándole nuevos enfoques a los planos…

Revolucionaria en cuanto a técnica, ‘El acorazado Potemkin’ refleja el espíritu de la fallida revolución rusa de 1905. Nos narra la sublevación producida dentro de la citada nave, que desembocará en un levantamiento contra la tiranía zarista, siguiendo una premisa de coralidad comunista; el protagonismo se le concede al pueblo alzado en armas contra la opresión.

El filme se divide en varios actos, o partes, dentro y fuera del propio barco; imposible no nombrar la mil veces imitada escena de la escalera de Odesa; la brutal matanza de inocentes por parte de los cosacos y el coche del bebé cayendo por las escaleras; secuencia de la que buena cuenta daría Brian de Palma en sus ‘Intocables’.

Así pues, ‘El acorazado Potemkin’ se presenta como una obra indispensable para comprender la evolución del cine y la propia historia, así como un instrumento que con cierta manipulación propagandística, enaltece la lucha de las causas colectivas en un reflejo del ideal comunista.
31 de diciembre de 2011
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que una premisa de terror se trasmute en una comedia no es algo nuevo; lo hemos visto en “Evil Dead” o “La matanza de Texas”, y es una circunstancia a menudo incomprendida, porque indaga directamente en la parodia de la original. Pero el cambio aquí es mucho más brusco; una película de terror sobre un muñeco asesino pasa a ser una comedia negra, algo road movie, con tintes de comedia romántica de lo más enfermiza donde apenas tienen cabida los sustos y si los chistes inspirados de un muñeco resucitado, cínico y colgado. Cambio que se reafirma cuando la casquería y el gore quedan considerablemente reducidos a momentos muy puntuales de la cinta.

Lo que nos plantea “Bridge of Chucky” no es solo una parodia; es un completa alteración del registro con respecto a las anteriores entregas.“La matanza de Texas” o “Evil Dead”, por lo menos mantenían ciertas reminiscencias a la esencia original, cosa que no sucede en el film que estamos a comentar, y que condiciona un completo lavado de cara que da como resultado un guión que resulta, cuanto menos, bastante curioso, y nada risible. Sin embargo, al igual que en la mayor parte del subgénero del Slasher, no hay ni grandes personajes (de carne y hueso), ni grandes actuaciones, ni nada por el estilo. Pero da lo mismo. Aquí solo está un Chucky memorable y carismático, con momentos y frases para levantarse y aplaudir.

Da igual que no sea un film de terror; al fin y al cabo ¿Cuánta gente ve cine de asesinos psicópatas para echarse unas risas ?… pues eso, estamos en las mismas.

-David Caride Films-
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