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Críticas ordenadas por utilidad
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3,9
9.598
8
19 de agosto de 2014
19 de agosto de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Sex tape" (podían haberse roto un poco la cabeza y poner un título en español, para variar) es una comedia majetona, muy recomendable para ver este verano, sin ir más lejos. Su argumento y desarrollo y sus actuaciones quizá no tengan nada de sorprendente, aunque sí lo fue -sorprendente, digo- para mí por el buen rato que pasé viéndola, cosa que no me esperaba habiendo leído algunas críticas y viendo de qué iba la cosa. Sinceramente, esperaba mucho menos o, por decirlo de otra manera quizá más justa, la película me ha dado más de lo que yo la creía capaz de dar.
La premisa es muy simple, pero está muy bien presentada: un matrimonio que ya no tiene tiempo para el sexo decide aprovechar una noche en la que los niños están con la abuela para montárselo como cuando eran jóvenes. El problema es que ya no son tan jóvenes y la "magia" no sucede tan fácilmente. Para echarle picante a la cosa, entonces, deciden grabarse a sí mismos practicando las posturas detalladas en un libro. El enredo empieza cuando, accidentalmente, el vídeo acaba en los portátiles que la pareja regala a familiares, amigos y conocidos, incluido el nuevo jefe de ella, interpretado por Rob Lowe.
Uno de los aciertos es, como he dicho, la presentación de cómo se llega a hacer ese vídeo. Tenemos para ello un prólogo en el que se recrea el noviazgo de la pareja, cuando el sexo era algo que hacían a todas horas y en cualquier lugar y pensaban que siempre sería así. Luego llegó el matrimonio, un hijo, luego una hija, el trabajo... y el sexo se fue haciendo más y más infrecuente, y también menos espontáneo. Así, se presenta la decisión de grabar ese vídeo como una consecuencia del aburrimiento en el que se ha deslizado su vida sexual, no como una travesura sin más.
Y, aunque de ordinario le habría puesto una nota más modesta a esta película, he decidido ponerle un 8 por los siguientes motivos:
-Sinceramente, me hizo gracia, me resultó muy simpática y, a pesar de que no me carcajeé en ningún momento (es difícil que una película me haga reír abiertamente), no pude evitar la sonrisa, lo cual, en mi caso, ya es bastante.
-La química entre Cameron Díaz y Jason Segel, además de lo apropiados y divertidos que están cada uno en su papel.
-Cameron Díaz, porque sigue siendo muy buena actriz cómica y es capaz de reírse de sí misma, cosa que otras con un pasado de sex symbol, como ella, no pueden o no quieren hacer.
-Los cameos de Jack Black y, sobre todo, de un gran Rob Lowe que también parece haberlo pasado bomba haciendo esta película.
-La secuencia, entre surrealista y de comedia clásica, que sucede en la casa del personaje de Rob Lowe; seguramente sea la mejor parte de la película.
-Las reflexiones de propina a las que nos invita, sobre el paso de la juventud a la madurez y las distintas formas en que podemos tomarnos ese paso que a veces resulta motivo de crisis y depresiones, la vida en pareja, la vida sexual, y los motivos por los que la gente hace cosas que a primera vista nos parecen totalmente estúpidas y sin sentido.
Encuentro que sobra la publicidad que se le hace a cierta conocida marca de ordenadores, pero en fin, nada es perfecto y menos aún una comedia hollywoodense hecha sin más pretensión que la de hacer pasar un buen rato.
La premisa es muy simple, pero está muy bien presentada: un matrimonio que ya no tiene tiempo para el sexo decide aprovechar una noche en la que los niños están con la abuela para montárselo como cuando eran jóvenes. El problema es que ya no son tan jóvenes y la "magia" no sucede tan fácilmente. Para echarle picante a la cosa, entonces, deciden grabarse a sí mismos practicando las posturas detalladas en un libro. El enredo empieza cuando, accidentalmente, el vídeo acaba en los portátiles que la pareja regala a familiares, amigos y conocidos, incluido el nuevo jefe de ella, interpretado por Rob Lowe.
Uno de los aciertos es, como he dicho, la presentación de cómo se llega a hacer ese vídeo. Tenemos para ello un prólogo en el que se recrea el noviazgo de la pareja, cuando el sexo era algo que hacían a todas horas y en cualquier lugar y pensaban que siempre sería así. Luego llegó el matrimonio, un hijo, luego una hija, el trabajo... y el sexo se fue haciendo más y más infrecuente, y también menos espontáneo. Así, se presenta la decisión de grabar ese vídeo como una consecuencia del aburrimiento en el que se ha deslizado su vida sexual, no como una travesura sin más.
Y, aunque de ordinario le habría puesto una nota más modesta a esta película, he decidido ponerle un 8 por los siguientes motivos:
-Sinceramente, me hizo gracia, me resultó muy simpática y, a pesar de que no me carcajeé en ningún momento (es difícil que una película me haga reír abiertamente), no pude evitar la sonrisa, lo cual, en mi caso, ya es bastante.
-La química entre Cameron Díaz y Jason Segel, además de lo apropiados y divertidos que están cada uno en su papel.
-Cameron Díaz, porque sigue siendo muy buena actriz cómica y es capaz de reírse de sí misma, cosa que otras con un pasado de sex symbol, como ella, no pueden o no quieren hacer.
-Los cameos de Jack Black y, sobre todo, de un gran Rob Lowe que también parece haberlo pasado bomba haciendo esta película.
-La secuencia, entre surrealista y de comedia clásica, que sucede en la casa del personaje de Rob Lowe; seguramente sea la mejor parte de la película.
-Las reflexiones de propina a las que nos invita, sobre el paso de la juventud a la madurez y las distintas formas en que podemos tomarnos ese paso que a veces resulta motivo de crisis y depresiones, la vida en pareja, la vida sexual, y los motivos por los que la gente hace cosas que a primera vista nos parecen totalmente estúpidas y sin sentido.
Encuentro que sobra la publicidad que se le hace a cierta conocida marca de ordenadores, pero en fin, nada es perfecto y menos aún una comedia hollywoodense hecha sin más pretensión que la de hacer pasar un buen rato.

4,6
23.439
7
29 de agosto de 2014
29 de agosto de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Noche y día" es una entretenida mezcla de comedia, acción y romance, con dos protagonistas que están en su salsa: Tom Cruise debería prodigarse más en la comedia, y Cameron Díaz le tiene perfectamente cogida la mano al género, como lo vuelve a demostrar en esta cinta.
¿El argumento, preguntan? Es lo de menos: un vehículo para ver a Tom y Cameron metidos en persecuciones, escenas de acción totalmente imposibles, diálogos chispeantes, rescates de último segundo y, entre bala y metralla, flirteos. Todo ello en escenarios internacionales, como Sevilla o algunas partes de Austria.
Hay que reconocer que la secuencia del encierro de sanfermines en ¡Sevilla! es totalmente ridícula, como ya sabemos de antemano, con Tom y Cameron huyendo de los malos y de los toros en moto mientras Cameron dispara a los malos, y un gigantesco toro hecho por ordenador dispuesto a embestirlos. Ridícula a más no poder, pero es que toda la película es más o menos así, un disparate detrás de otro, con el agente especial Roy Miller (Tom) ejecutando hazañas para las que hay que ser, no ya agente superespecial del FBI, sino sobrehumano, ultraterreno y extraterrestre. Pero es que esta película es así: totalmente descabellada, y lo es mientras le guiña el ojo al espectador, al que supone pasado espectador de las cintas de "Misión imposible" y aquellas otras de Matt Damon haciendo también de agente superespecial capaz de todo.
"Noche y día" brilla con especial intensidad durante los primeros 45 minutos aproximadamente. Es ahí donde ofrece sus escenas y diálogos más autoparódicos y descacharrantes. Tom Cruise parece estar pasándolo especialmente bien riéndose de su personaje de "Misión imposible" (a despecho de que la serie de películas de "Misión imposible" ya se hayan convertido ellas mismas en parodia de sí mismas, como nos muestran claramente las entregas más recientes) y ese ambiente de cachondeo se contagia, pasa como por ósmosis de un lado a otro de la pantalla. Después de eso, se baja un poco el pistón y quizá pierde un poco de la gracia gamberra inicial, pero a pesar de todo nunca deja de ser una disfrutable locura.
¿El argumento, preguntan? Es lo de menos: un vehículo para ver a Tom y Cameron metidos en persecuciones, escenas de acción totalmente imposibles, diálogos chispeantes, rescates de último segundo y, entre bala y metralla, flirteos. Todo ello en escenarios internacionales, como Sevilla o algunas partes de Austria.
Hay que reconocer que la secuencia del encierro de sanfermines en ¡Sevilla! es totalmente ridícula, como ya sabemos de antemano, con Tom y Cameron huyendo de los malos y de los toros en moto mientras Cameron dispara a los malos, y un gigantesco toro hecho por ordenador dispuesto a embestirlos. Ridícula a más no poder, pero es que toda la película es más o menos así, un disparate detrás de otro, con el agente especial Roy Miller (Tom) ejecutando hazañas para las que hay que ser, no ya agente superespecial del FBI, sino sobrehumano, ultraterreno y extraterrestre. Pero es que esta película es así: totalmente descabellada, y lo es mientras le guiña el ojo al espectador, al que supone pasado espectador de las cintas de "Misión imposible" y aquellas otras de Matt Damon haciendo también de agente superespecial capaz de todo.
"Noche y día" brilla con especial intensidad durante los primeros 45 minutos aproximadamente. Es ahí donde ofrece sus escenas y diálogos más autoparódicos y descacharrantes. Tom Cruise parece estar pasándolo especialmente bien riéndose de su personaje de "Misión imposible" (a despecho de que la serie de películas de "Misión imposible" ya se hayan convertido ellas mismas en parodia de sí mismas, como nos muestran claramente las entregas más recientes) y ese ambiente de cachondeo se contagia, pasa como por ósmosis de un lado a otro de la pantalla. Después de eso, se baja un poco el pistón y quizá pierde un poco de la gracia gamberra inicial, pero a pesar de todo nunca deja de ser una disfrutable locura.

6,1
1.716
10
15 de diciembre de 2013
15 de diciembre de 2013
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los fans de las películas de zombies se dividen entre aquellos cuyo principal interés son los zombis y aquellos para los cuales lo son los humanos. Es una diferencia esencial, la misma que hay entre el cine de acción a cascoporro y el drama intimista. Aunque me gustan las escenas moviditas y palomiteras como al que más -en el momento adecuado-, siempre me interesará y me intrigará mucho más la situación del último ser humano sobre la Tierra que la de ese mismo ser humano enfrentado a una horda de zombis. Y The Battery viene a ser más o menos eso: el dilema existencial, el horror mudo y casi siempre disfrazado de la convivencia, el abismo de las decisiones, la necesidad de compañía, aunque sea la de un mentecato. El ser humano enfrentado a sí mismo. Toda una invitación a la filosofía: ¿qué harías tú si fueras uno de los contadísimos supervivientes de la hecatombe y te encontraras con que tu único compañero es un tipo con el cual lo único que tienes en común es que a los dos os gusta el béisbol? ¿Y esa misma situación, con unos cuantos zombis apareciendo de la nada y con mucho apetito? ¿Cambiarían drásticamente esos cuantos zombis lo crudo de vuestra situación o sería, en esencia, la misma que la de unos accidentales compañeros de piso obligados a llevarse bien?
A Jeremy Gardner, director y protagonista de "The battery", le interesa esa situación. Le interesa el ser humano enfrentado a sus propios límites. Rodó "The battery" con un presupuesto de unos 5.000 dólares, los cuales le bastan y le sobran para componer una obra auténticamente genial, sin pegas ni reparos. Es, claro está, una situación imaginaria, pero quizá no tanto: no tenemos ni idea de cómo sería el día a día de dos supervivientes de la infección mundial que convierte a los muertos en caminantes, pero pienso que no sería muy diferente de las estampas que nos muestra "The battery": conducir sin destino, sin ir a ningún lugar; comer comida enlatada y cepillarse los dientes con agua mineral; entrar en las casas de gente conocida para mirar en sus dormitorios y espiar en sus cajones; pasarnos horas en un huerto de árboles frutales, sesteando, comiendo manzanas, fumando y jugando al béisbol, porque no hay ordenadores, ni Internet, ni videojuegos, ni televisión, ni hay teléfono y, si lo hubiera, tampoco tendríamos a nadie a quien llamar. Pasar horas y horas de aburrimiento y de conversaciones sobre lo que nos gustaría hacer o tener ahora mismo si pudiéramos elegir. Matar unos cuantos zombis y reprochar al otro no tener agallas para hacerlo. Oír una voz por la radio y que se nos dispare la imaginación porque estamos locos por ver a alguien con quien empatizar, conectar y de quien enamorarnos... y hacer chistes, claro que sí, ¿por qué no? Quizá con más motivo que nunca. Sí; si algún día, por fin, acontece el holocausto zombi, la vida después de él no debe de ser algo muy distinto de lo que nos describe "The battery".
Pero, además de las conversaciones, los minipartidos de béisbol y las bromas entre dos tipos que no son grandes amigos pero que están condenados a vivir juntos, en "The battery" hay horror, y el horror, cuando aparece, es enfermizo, es intenso como pocas películas de terror son capaces de mostrarnos, y, sobre todo, es un horror con el que todos podemos sentirnos identificados. Es un horror muy existencial, angustioso, como el del que espera el diagnóstico del médico tras encontrarse un lunar con repentino mal aspecto o como el del familiar de alguien que iba en un autobús siniestrado. Es el horror de quien espera lo peor, casi porque está abocado a ello, pero sin embargo mantiene viva la llamita de la esperanza. Nos sentimos horrorizados junto con esos dos hombres, Ben y Mickey, porque Jeremy Gardner y Adam Cronheim nos han agarrado del pescuezo y nos han metido en la película, y nos han convertido en el tercer pasajero de ese viaje a ninguna parte. O más aún: nos han hecho meternos debajo de la piel de Ben y Mickey. De repente, somos ellos, somos cada uno de esos dos últimos hombres. Sentimos su esperanza porque sentimos su horror. Un horror muy humano en una película que, a pesar de los zombies, es un drama tan realista que pone los pelos de punta.
Y es ahí donde está la verdadera grandeza de "The battery": en ser capaz de transmitirnos esa humanidad. Ben y Mickey no son personajes cualesquiera: son nuestros amigos, nuestros vecinos, son ese hombre desconocido, alguien cualquiera del metro o del supermercado, alguien a quien de repente vemos de verdad, porque es humano como nosotros. "The battery" es, en realidad, un canto al ser humano, a todo lo que nos hace humanos, a nuestra capacidad para el temor, el humor, la empatía y el coraje, a todo eso que hace que, aunque sepamos que tenemos todas las de perder, nos levantemos y luchemos.
"The battery" es la mejor película de terror que he visto en mucho tiempo, y es la mejor película -y punto- que he visto este año.
A Jeremy Gardner, director y protagonista de "The battery", le interesa esa situación. Le interesa el ser humano enfrentado a sus propios límites. Rodó "The battery" con un presupuesto de unos 5.000 dólares, los cuales le bastan y le sobran para componer una obra auténticamente genial, sin pegas ni reparos. Es, claro está, una situación imaginaria, pero quizá no tanto: no tenemos ni idea de cómo sería el día a día de dos supervivientes de la infección mundial que convierte a los muertos en caminantes, pero pienso que no sería muy diferente de las estampas que nos muestra "The battery": conducir sin destino, sin ir a ningún lugar; comer comida enlatada y cepillarse los dientes con agua mineral; entrar en las casas de gente conocida para mirar en sus dormitorios y espiar en sus cajones; pasarnos horas en un huerto de árboles frutales, sesteando, comiendo manzanas, fumando y jugando al béisbol, porque no hay ordenadores, ni Internet, ni videojuegos, ni televisión, ni hay teléfono y, si lo hubiera, tampoco tendríamos a nadie a quien llamar. Pasar horas y horas de aburrimiento y de conversaciones sobre lo que nos gustaría hacer o tener ahora mismo si pudiéramos elegir. Matar unos cuantos zombis y reprochar al otro no tener agallas para hacerlo. Oír una voz por la radio y que se nos dispare la imaginación porque estamos locos por ver a alguien con quien empatizar, conectar y de quien enamorarnos... y hacer chistes, claro que sí, ¿por qué no? Quizá con más motivo que nunca. Sí; si algún día, por fin, acontece el holocausto zombi, la vida después de él no debe de ser algo muy distinto de lo que nos describe "The battery".
Pero, además de las conversaciones, los minipartidos de béisbol y las bromas entre dos tipos que no son grandes amigos pero que están condenados a vivir juntos, en "The battery" hay horror, y el horror, cuando aparece, es enfermizo, es intenso como pocas películas de terror son capaces de mostrarnos, y, sobre todo, es un horror con el que todos podemos sentirnos identificados. Es un horror muy existencial, angustioso, como el del que espera el diagnóstico del médico tras encontrarse un lunar con repentino mal aspecto o como el del familiar de alguien que iba en un autobús siniestrado. Es el horror de quien espera lo peor, casi porque está abocado a ello, pero sin embargo mantiene viva la llamita de la esperanza. Nos sentimos horrorizados junto con esos dos hombres, Ben y Mickey, porque Jeremy Gardner y Adam Cronheim nos han agarrado del pescuezo y nos han metido en la película, y nos han convertido en el tercer pasajero de ese viaje a ninguna parte. O más aún: nos han hecho meternos debajo de la piel de Ben y Mickey. De repente, somos ellos, somos cada uno de esos dos últimos hombres. Sentimos su esperanza porque sentimos su horror. Un horror muy humano en una película que, a pesar de los zombies, es un drama tan realista que pone los pelos de punta.
Y es ahí donde está la verdadera grandeza de "The battery": en ser capaz de transmitirnos esa humanidad. Ben y Mickey no son personajes cualesquiera: son nuestros amigos, nuestros vecinos, son ese hombre desconocido, alguien cualquiera del metro o del supermercado, alguien a quien de repente vemos de verdad, porque es humano como nosotros. "The battery" es, en realidad, un canto al ser humano, a todo lo que nos hace humanos, a nuestra capacidad para el temor, el humor, la empatía y el coraje, a todo eso que hace que, aunque sepamos que tenemos todas las de perder, nos levantemos y luchemos.
"The battery" es la mejor película de terror que he visto en mucho tiempo, y es la mejor película -y punto- que he visto este año.

6,3
48.163
2
1 de septiembre de 2014
1 de septiembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En "La gran estafa americana" hay una escena de Amy Adams sentada en el inodoro de una disco. Un inodoro sucio y, adivinamos, maloliente. Había un tiempo en que en las películas de Hollywood no aparecían estos elementos tan necesarios en la vida cotidiana, pues se consideraba indecoroso e innecesario. Indecoroso no sé, pero innecesario, sigue siéndolo, y por eso esta escena resume bastante bien lo que es en su esencia "La gran estafa americana": una película innecesaria, fea y un poco maloliente.
Es innecesaria porque no cuenta nada interesante, útil, divertido ni entretenido. Es fea porque lo es -no me gustan los peinados de los actores, no me gustan sus ropas, no me gusta la estética, no me gustan las uñas de Jennifer Lawrence ni la piel de Amy Adams o la barriga de Christian Bale; y tampoco me gustan sus diálogos superfluos y tontos, sus escenas aburridas, su trama inane y presuntuosa- y es, en resumen, un rollazo.
Para mí, una película puede cometer varios pecados, incluso capitales. Puede ser recargada, puede tener diálogos tontos, puede estar mal actuada (no soy espectadora que se fije especialmente en el nivel actoral ni que acuda a ver una película -o deje de hacerlo- por los actores; sinceramente, me da igual), puede tener ratos muertos, un guión imperfecto o mal desarrollado, puede tener malos efectos especiales, una mala ambientación o errores de continuidad, etc.; si lo que me cuentan me gusta, me entretiene y me interesa, la veré con placer. Pero el pecado mortal, el que me aleja de la película sí o sí, es que sea aburrida, porque considero que el cine existe para entretener (no sé de nadie que vaya a ver una película porque quiere aprender algo o ser más culto -para eso están los libros, no las películas, a mi modo de ver) y por tanto la frase "película aburrida" es un oxímoron. Y "La gran estafa americana" es una película más que aburrida, es tediosa, es robatiempos, es como una sanguijuela que chupa tu tiempo libre, habiéndote hecho creer que ibas a pasar un rato genial con una entretenida peli de estafadores. Pero no, no es así.
Aclaro que abandoné esta infame cinta al cabo de unos 50 minutos de insufrible tontería y de no contar nada. Nuestro tiempo en este mundo es limitado y no es cosa de desperdiciarlo con bobadas.
Es innecesaria porque no cuenta nada interesante, útil, divertido ni entretenido. Es fea porque lo es -no me gustan los peinados de los actores, no me gustan sus ropas, no me gusta la estética, no me gustan las uñas de Jennifer Lawrence ni la piel de Amy Adams o la barriga de Christian Bale; y tampoco me gustan sus diálogos superfluos y tontos, sus escenas aburridas, su trama inane y presuntuosa- y es, en resumen, un rollazo.
Para mí, una película puede cometer varios pecados, incluso capitales. Puede ser recargada, puede tener diálogos tontos, puede estar mal actuada (no soy espectadora que se fije especialmente en el nivel actoral ni que acuda a ver una película -o deje de hacerlo- por los actores; sinceramente, me da igual), puede tener ratos muertos, un guión imperfecto o mal desarrollado, puede tener malos efectos especiales, una mala ambientación o errores de continuidad, etc.; si lo que me cuentan me gusta, me entretiene y me interesa, la veré con placer. Pero el pecado mortal, el que me aleja de la película sí o sí, es que sea aburrida, porque considero que el cine existe para entretener (no sé de nadie que vaya a ver una película porque quiere aprender algo o ser más culto -para eso están los libros, no las películas, a mi modo de ver) y por tanto la frase "película aburrida" es un oxímoron. Y "La gran estafa americana" es una película más que aburrida, es tediosa, es robatiempos, es como una sanguijuela que chupa tu tiempo libre, habiéndote hecho creer que ibas a pasar un rato genial con una entretenida peli de estafadores. Pero no, no es así.
Aclaro que abandoné esta infame cinta al cabo de unos 50 minutos de insufrible tontería y de no contar nada. Nuestro tiempo en este mundo es limitado y no es cosa de desperdiciarlo con bobadas.
2
14 de agosto de 2013
14 de agosto de 2013
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupefacta veo la cantidad de críticas favorables que ha cosechado esta tontería de "Looper". Es una tontería pretenciosa y futurista, con viajes en el tiempo y mucha tecnología de ésa que todavía no se ha inventado -teléfonos móviles que caben sobradamente en la palma de la mano y son transparentes y tan delgados como un cromo-, y será que todo eso hace que a mucha gente le hagan los ojos chiribitas, me digo. Pues vale, pero no por eso hay que dejar de decir lo absurda, aburrida, mal hecha e innecesaria que es esta película. Aunque tenga a Bruce Willis como uno de los protagonistas.
"Looper" trata de una complicadísima -e innecesaria, otra vez- trama para cometer asesinatos con total impunidad, allá por el 2072. Para eso, los malos del año 2072 apresan a sus víctimas, les pegan un tripazo en el túnel del tiempo y los mandan al 2042. Allí tienen contratados a unos asesinos a sueldo que disparan y se deshacen del cadáver. Este planteamiento tiene aún más agujeros cuando efectivamente se ve en la película. En fin, será que, si no, no habría película. Aún más endeble es el siguiente corolario: para borrar todo rastro del crimen, los malos del futuro más lejano agarran al sicario de ese mismo futuro y lo envían al futuro cercano, o sea, al 2042, para que -atención- él mismo mate a su versión futura. No importa lo impráctico y emocionalmente complicado de ese apaño; en la película, las cosas son así y punto. Se ve que en el futuro han inventado un montón de aparatitos tecnológicos y viajes en el tiempo, pero sus procesos mentales se han enmarañado considerablemente.
Entonces, el protagonista es uno de estos sicarios, un tal Joe, que un día, cómo no, se encuentra consigo mismo como siguiente víctima. El Joe más viejo consigue escapar y el Joe más joven intentará darle caza.
"Looper" es una de esas películas que intenta parecer muy inteligente y muy compleja, pero sólo resulta ser apariencia, pura apariencia. Sueña con ser una de esas películas sobre las que todo el mundo habla a la salida del cine, porque no la han entendido bien, porque hay muchos mensajes ocultos, muchas lecturas soterradas que hacer aflorar; mucho que pensar, en definitiva. Pero no se engañen, no hay nada que pensar. "Looper" es simple, a su pesar, y está montada, además, sobre un guión mal hilvanado, con una aplastante falta de lógica interna y de coherencia. Además, los personajes resultan antipatiquísimos, sobre todo ese niño repipi que aparece -menos mal- mediada la cinta y que a algunos les parece monísimo y encantador, pero que a mí me pone los pelos de punta. Lo único logrado -y está muy logrado- de "Looper" es el parecido de Joseph Gordon-Levitt con Bruce Willis; se nota que se lo ha currado y es verdad que parecen la versión joven y mayor de la misma persona.
Por lo demás, "Looper" es un inventito aparatoso y vacío. Mejor vean o vuelvan a ver "Terminator", que nos ofrece más o menos lo mismo, pero mejor hecho.
"Looper" trata de una complicadísima -e innecesaria, otra vez- trama para cometer asesinatos con total impunidad, allá por el 2072. Para eso, los malos del año 2072 apresan a sus víctimas, les pegan un tripazo en el túnel del tiempo y los mandan al 2042. Allí tienen contratados a unos asesinos a sueldo que disparan y se deshacen del cadáver. Este planteamiento tiene aún más agujeros cuando efectivamente se ve en la película. En fin, será que, si no, no habría película. Aún más endeble es el siguiente corolario: para borrar todo rastro del crimen, los malos del futuro más lejano agarran al sicario de ese mismo futuro y lo envían al futuro cercano, o sea, al 2042, para que -atención- él mismo mate a su versión futura. No importa lo impráctico y emocionalmente complicado de ese apaño; en la película, las cosas son así y punto. Se ve que en el futuro han inventado un montón de aparatitos tecnológicos y viajes en el tiempo, pero sus procesos mentales se han enmarañado considerablemente.
Entonces, el protagonista es uno de estos sicarios, un tal Joe, que un día, cómo no, se encuentra consigo mismo como siguiente víctima. El Joe más viejo consigue escapar y el Joe más joven intentará darle caza.
"Looper" es una de esas películas que intenta parecer muy inteligente y muy compleja, pero sólo resulta ser apariencia, pura apariencia. Sueña con ser una de esas películas sobre las que todo el mundo habla a la salida del cine, porque no la han entendido bien, porque hay muchos mensajes ocultos, muchas lecturas soterradas que hacer aflorar; mucho que pensar, en definitiva. Pero no se engañen, no hay nada que pensar. "Looper" es simple, a su pesar, y está montada, además, sobre un guión mal hilvanado, con una aplastante falta de lógica interna y de coherencia. Además, los personajes resultan antipatiquísimos, sobre todo ese niño repipi que aparece -menos mal- mediada la cinta y que a algunos les parece monísimo y encantador, pero que a mí me pone los pelos de punta. Lo único logrado -y está muy logrado- de "Looper" es el parecido de Joseph Gordon-Levitt con Bruce Willis; se nota que se lo ha currado y es verdad que parecen la versión joven y mayor de la misma persona.
Por lo demás, "Looper" es un inventito aparatoso y vacío. Mejor vean o vuelvan a ver "Terminator", que nos ofrece más o menos lo mismo, pero mejor hecho.
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