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Críticas ordenadas por utilidad
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6,5
4.713
10
4 de marzo de 2011
4 de marzo de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas son las películas que se han nutrido de un argumento similar al de "Rabbit Hole". El tema no es ninguna novedad: un matrimonio que debe enfrentarse al duro día a día tras la trágica muerte de su hijo que ha sido atropellado. Hasta aquí se podría prever el típico drama de superación personal empapado de emotividad y repleto de secuencias lacrimógenas con explosivas interpretaciones cargadas de dramatismo. Y al final, tendríamos una secuencia esperanzadora, con la luz del Sol inundándolo todo y una sonrisa en la cara de los protagonistas aceptando la irrevocable realidad con optimismo y esperanza.
Bien al contrario, este filme está en las antípodas del drama clásico estadounidense sobre la "autosuperación post mortem". La historia camina por otros derroteros. Se respira a lo largo del metraje un tono sardónico y se nos muestra a una madre que se resigna a aceptar su propia tragedia y que, con un pragmatismo que al principio puede llegar a ser incomprensible o excesivo, se rebela contra quienes la rodean y contra su forma de sentir y expresar el dolor.
Pero lo que realmente hace especial a la película es que ha sabido combinar perfectamente la acritud que caracteriza a los filmes de corte indie con una sensibilidad exquisita que en ningún momento llega a caer en la ñoñería de lágrima fácil.
El equilibrio constante entre las justas dosis de ironía y tragedia, la omnipresencia de su excelente banda sonora y una Nicole Kidman totalmente en su sitio y sin resquicio alguno de exceso interpretativo que pueda resultar recriminable, hacen de esta producción una pequeña joya de lo más digerible y de lo más recomendable para espectadores exigentes y con buen paladar.
Bien al contrario, este filme está en las antípodas del drama clásico estadounidense sobre la "autosuperación post mortem". La historia camina por otros derroteros. Se respira a lo largo del metraje un tono sardónico y se nos muestra a una madre que se resigna a aceptar su propia tragedia y que, con un pragmatismo que al principio puede llegar a ser incomprensible o excesivo, se rebela contra quienes la rodean y contra su forma de sentir y expresar el dolor.
Pero lo que realmente hace especial a la película es que ha sabido combinar perfectamente la acritud que caracteriza a los filmes de corte indie con una sensibilidad exquisita que en ningún momento llega a caer en la ñoñería de lágrima fácil.
El equilibrio constante entre las justas dosis de ironía y tragedia, la omnipresencia de su excelente banda sonora y una Nicole Kidman totalmente en su sitio y sin resquicio alguno de exceso interpretativo que pueda resultar recriminable, hacen de esta producción una pequeña joya de lo más digerible y de lo más recomendable para espectadores exigentes y con buen paladar.

7,9
117.875
10
6 de febrero de 2011
6 de febrero de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Toy Story" nos abrió las puertas a un fascinante mundo animado donde PIXAR demostró que los dibujos animados pueden estar dotados de una excelente calidad y que pueden ir dirigidos a un público adulto sin perder un atisbo de fantasía colorista.
"Toy Story 2" perdía un poco de luz (quizás la sombra de Disney era aquí más alargada) resultando un tanto autocomplaciente, infantiloide y convencional.
Y con "Toy Story 3" la saga queda cerrada (o no...) con un broche de oro que demuestra que PIXAR siempre está dispuesta a superarse.
Una película de obligada visión para todo aquél que guste de una comedia fresca, vibrante, ingeniosa, absorbente y ferozmente divertida. Con momentos y personajes inolvidables que pasarán a los anales de la historia del mundo de la animación digital y que muchos creadores del gremio desearían para sus franquicias.
Absolutamente recomendada.
Y por poner un pero: quizás un final demasiado sentimental....Es lo que tienen las despedidas...
"Toy Story 2" perdía un poco de luz (quizás la sombra de Disney era aquí más alargada) resultando un tanto autocomplaciente, infantiloide y convencional.
Y con "Toy Story 3" la saga queda cerrada (o no...) con un broche de oro que demuestra que PIXAR siempre está dispuesta a superarse.
Una película de obligada visión para todo aquél que guste de una comedia fresca, vibrante, ingeniosa, absorbente y ferozmente divertida. Con momentos y personajes inolvidables que pasarán a los anales de la historia del mundo de la animación digital y que muchos creadores del gremio desearían para sus franquicias.
Absolutamente recomendada.
Y por poner un pero: quizás un final demasiado sentimental....Es lo que tienen las despedidas...

5,2
1.025
1
6 de febrero de 2011
6 de febrero de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Insoportable y estúpido bodrio con dos personajes que consiguen sacar de quicio al espectador más paciente.
Se trata de un telefilme de bajo presupuesto cuyo mensaje apocalíptico y antipolítico impregna a la historia de un aire tan excesivamente trascendental y moral que logra que lo que podía haber sido una historia entretenida se convierta en un producto de lo más tedioso.
Gran parte de este "mérito" se debe a unos actores sobreactuados y dramatizados hasta la extenuación, a un director que pretende meternos la tensión a la fuerza y al uso de la voz en off de una locutora de radio de lo más exasperante y excesivamnete narrativa.
Se trata de un telefilme de bajo presupuesto cuyo mensaje apocalíptico y antipolítico impregna a la historia de un aire tan excesivamente trascendental y moral que logra que lo que podía haber sido una historia entretenida se convierta en un producto de lo más tedioso.
Gran parte de este "mérito" se debe a unos actores sobreactuados y dramatizados hasta la extenuación, a un director que pretende meternos la tensión a la fuerza y al uso de la voz en off de una locutora de radio de lo más exasperante y excesivamnete narrativa.

4,6
11.383
6
15 de enero de 2011
15 de enero de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si de algo se ha hablado en referencia a los festivales de cine de Sitges y de San Sebastián ha sido de la prohibición de "A serbian film".
El filme resulta interesante en su temática de fondo:cuál es el límite de lo sexualmente aceptable, hasta dónde puede llegar una persona "normal" si se deja llevar por sus instintos más bajos.
Podríamos dividir la historia en dos: hay un inicio absorbente y realmente inquietante que te deja pegado a la butaca deseando más, pero una vez descubres el pastel (y aquí entramos en la segunda mitad) todo se reduce a una bacanal vacía de sangre, sexo y retorcidas perversiones.
Y he aquí el problema, la película pierde fuelle porque el realismo inicial pasa casi repentinamente a ser sustituido por un tono visual mucho más cercano al de Quentin Tarantino que al realismo social que promete la primera parte de la historia.
Sencillamente dejas de creerte lo que te cuentan, la empiezas a ver desde fuera. El director comete el gran error de querer escandalizar a toda costa al espectador aún a riesgo de cargarse su propia "serbian film".
Pero como no hay mal que por bien no venga, lo que varias asociaciones de protección del menor han condenado (provocando suspensiones cautelares de sus proyecciones iniciales en España) no ha hecho más que premiar a la película con un apoyo mayor. Y es lo que tiene la polémica, que en algunos casos nutre.
Pero no nos equivoquemos, estamos ante una película algo fallida (aunque técnicamente admirable), detrás de la cual hay un director muy listo que ha sabido romper barreras morales provocando la reacción que seguramente él mismo esperaría.
Pero como lo cortés no quita lo valiente, debo decir que no es ésta la gran película que cabría esperar, dada su temática, puesto que se le ve el plumero y enseguida nos damos cuenta de que el formato de filme duro, original y desconcertante no es más que una falsa carátula para que el realizador pueda vomitar todos sus demonios interiores en la cara del público y encima ganarse su admiración.
El filme resulta interesante en su temática de fondo:cuál es el límite de lo sexualmente aceptable, hasta dónde puede llegar una persona "normal" si se deja llevar por sus instintos más bajos.
Podríamos dividir la historia en dos: hay un inicio absorbente y realmente inquietante que te deja pegado a la butaca deseando más, pero una vez descubres el pastel (y aquí entramos en la segunda mitad) todo se reduce a una bacanal vacía de sangre, sexo y retorcidas perversiones.
Y he aquí el problema, la película pierde fuelle porque el realismo inicial pasa casi repentinamente a ser sustituido por un tono visual mucho más cercano al de Quentin Tarantino que al realismo social que promete la primera parte de la historia.
Sencillamente dejas de creerte lo que te cuentan, la empiezas a ver desde fuera. El director comete el gran error de querer escandalizar a toda costa al espectador aún a riesgo de cargarse su propia "serbian film".
Pero como no hay mal que por bien no venga, lo que varias asociaciones de protección del menor han condenado (provocando suspensiones cautelares de sus proyecciones iniciales en España) no ha hecho más que premiar a la película con un apoyo mayor. Y es lo que tiene la polémica, que en algunos casos nutre.
Pero no nos equivoquemos, estamos ante una película algo fallida (aunque técnicamente admirable), detrás de la cual hay un director muy listo que ha sabido romper barreras morales provocando la reacción que seguramente él mismo esperaría.
Pero como lo cortés no quita lo valiente, debo decir que no es ésta la gran película que cabría esperar, dada su temática, puesto que se le ve el plumero y enseguida nos damos cuenta de que el formato de filme duro, original y desconcertante no es más que una falsa carátula para que el realizador pueda vomitar todos sus demonios interiores en la cara del público y encima ganarse su admiración.

5,4
39.639
7
27 de agosto de 2011
27 de agosto de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, no se trata del eslogan de l’Oréal. Ésta es una de las frases más vacilonas y significativas de este gamberro filme.
Con el sello Stallone y su inconfundible aroma impregnándolo todo, he aquí un producto digno del entretenimiento que corresponde a un domingo por la tarde pero de cierta calidad.
No hay engaño que valga ni tampoco sorpresas: toneladas de testosterona y chulería masculina, escenas de acción trepidantes y espectacularmente rodadas, un reparto de lujo (atención al cameo de Gobernator) y las chicas guapas de turno para animar el sarao y de paso confirmar la heterosexualidad de los protas (que entre broma y broma de mariconeo vaya a ser que nos pensemos algo raro…).
En definitiva, Stallone nos ofrece más de lo mismo pero en empaque deluxe y en tamaño XXL.
Y es que nuestro Rocky puede con todo porque él sabe qué es lo que el público demanda y se lo da sin tonterías, absteniéndose de diálogos sobrantes y de algunos (sólo algunos) maniqueísmos yankees propios del género; tomando la materia prima que, en manos ajenas, podría ser un sub-producto vergonzoso y lamentable, y transformándola en una superproducción obscenamente entretenida.
El consagrado director de Hollywood vuelve a usar con éxito la figura del guerrero fuerte por fuera -roto por dentro que no huye de su autoconciencia del fracaso y que no deja de lado sus principios morales ni para ir al W.C.
Pero Rocky Stallone no se conforma con rendir un digno tributo a los blockbusters de los 80 y 90 y salpicarlo de un sano sarcasmo. Su guiño a los héroes de esteroide y puño de acero es ante todo comprometido con la causa. Él quiere mostrarnos que sus soldaditos metabolizados no son sólo estereotipos a lo Chuck Norris sino que tienen alma además de músculos. Por eso, en un arranque de humildad, Stallone se muestra consciente de la caducidad de su propia existencia y, como si quisiera decirnos que reconoce ser sólo una pieza de esa máquina gigantesca que es el star-system hollywoodiense, nos deleita con un breve duelo interpretativo Rambo (Stallone) versus The Fighter (Rourke) cuyo patetismo y sensiblería resulta de lo más simpático y entrañable (me refiero a aquello de “Sabes, tío…No somos nada. Antes sí pero eso se acabó como se acabará esto. Lo que estoy pintando se secará”). Y es que, como de costumbre, el título original de la película es aquí más apropiado que su adaptación al castellano (el término inglés “expendable” significa “sustituible, prescindible”).
Y, por todo lo expuesto, les pongo un 7 a “Los mercenarios”, porque ellos lo valen.
Con el sello Stallone y su inconfundible aroma impregnándolo todo, he aquí un producto digno del entretenimiento que corresponde a un domingo por la tarde pero de cierta calidad.
No hay engaño que valga ni tampoco sorpresas: toneladas de testosterona y chulería masculina, escenas de acción trepidantes y espectacularmente rodadas, un reparto de lujo (atención al cameo de Gobernator) y las chicas guapas de turno para animar el sarao y de paso confirmar la heterosexualidad de los protas (que entre broma y broma de mariconeo vaya a ser que nos pensemos algo raro…).
En definitiva, Stallone nos ofrece más de lo mismo pero en empaque deluxe y en tamaño XXL.
Y es que nuestro Rocky puede con todo porque él sabe qué es lo que el público demanda y se lo da sin tonterías, absteniéndose de diálogos sobrantes y de algunos (sólo algunos) maniqueísmos yankees propios del género; tomando la materia prima que, en manos ajenas, podría ser un sub-producto vergonzoso y lamentable, y transformándola en una superproducción obscenamente entretenida.
El consagrado director de Hollywood vuelve a usar con éxito la figura del guerrero fuerte por fuera -roto por dentro que no huye de su autoconciencia del fracaso y que no deja de lado sus principios morales ni para ir al W.C.
Pero Rocky Stallone no se conforma con rendir un digno tributo a los blockbusters de los 80 y 90 y salpicarlo de un sano sarcasmo. Su guiño a los héroes de esteroide y puño de acero es ante todo comprometido con la causa. Él quiere mostrarnos que sus soldaditos metabolizados no son sólo estereotipos a lo Chuck Norris sino que tienen alma además de músculos. Por eso, en un arranque de humildad, Stallone se muestra consciente de la caducidad de su propia existencia y, como si quisiera decirnos que reconoce ser sólo una pieza de esa máquina gigantesca que es el star-system hollywoodiense, nos deleita con un breve duelo interpretativo Rambo (Stallone) versus The Fighter (Rourke) cuyo patetismo y sensiblería resulta de lo más simpático y entrañable (me refiero a aquello de “Sabes, tío…No somos nada. Antes sí pero eso se acabó como se acabará esto. Lo que estoy pintando se secará”). Y es que, como de costumbre, el título original de la película es aquí más apropiado que su adaptación al castellano (el término inglés “expendable” significa “sustituible, prescindible”).
Y, por todo lo expuesto, les pongo un 7 a “Los mercenarios”, porque ellos lo valen.
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