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5,3
4.234
5
3 de enero de 2015
3 de enero de 2015
Sé el primero en valorar esta crítica
Y cuando digo "cosas varias" es porque la intención de esta película no queda del todo clara. Conste en acta que no creo que toda película deba tener obligatoriamente un mensaje, pero esta que nos ocupa te deja en su conclusión cierto sabor de boca aleccionador y demasiado impreciso. Vamos, que tras la escena final (y sin entrar en spoilers) te quedas pensando "sí, muy bonito, pero ¿qué me quieres decir con esto?".
Por ir de lo general a lo concreto, la cinta entretiene. Cabalga entre la comedia y el intimismo de una manera acertada, y según he leído por ahí, la historia tiene cierto corte autobiográfico sobre la vida del director: el personaje que interpreta Alejo Sauras (bastante más sosainas que de costumbre) vive una aventura catártica que le obliga a madurar, dejando su pueblo natal y adentrándose en la gran urbe de Madrid, en la que tendrá que reencontrarse y empezar a convivir con su embarazada novia (Pilar López de Ayala), buscar trabajo como fotógrafo (he aquí el componente bohemio) y hacerse autosuficiente. Su torpeza inicial y falta de costumbre le harán meterse en mil y un líos, en contraposición a la vida ya madura y asentada de su pareja, que irá alejándose de él poco a poco.
Por irnos a aspectos más concretos, la dirección por parte de David Trueba está por encima de la media en cuanto a lo que el cine español nos tiene acostumbrados (sí, no soy muy patriota en este aspecto). Quitando algunos planos en los que a Trueba se le ha ido notablemente el pistón, el hecho de conseguir entretener con situaciones más bien anecdóticas es síntoma de que la dirección cumple su cometido. La plantilla de actores es también acertada, a destacar una demencial y surrealista Concha Velasco como madre del protagonista, un Juan Echanove dando una lección actoral de tragicomedia y una Pilar López de Ayala que, sencillamente, enamora. Como digo, la película entretiene, y el surrealismo cañí, con situaciones absurdas y los típicos momentos sexuales a los que el cine patrio ha recurrido siempre, tiene su aquel. Pero si he decidido colgarle un 5 de "pasable" es porque la cinta suspende en aspectos que me parecen esenciales: el personaje protagónico es soso a más no poder (y no tengo nada en contra de Alejo Sauras, al que he visto más acertado en otras ocasiones), y las situaciones no te llevan más allá de la anécdota, sin ser lo suficientemente graciosas como para suponer una excelente comedia ni lo suficientemente profundas como para extraer una lección o mensaje claro. Todo muy disperso.
Conste también en acta que adoro las películas cuyo género sea inclasificable, y que sean capaces de entretener sin la necesidad de contar una gran historia o tener un guión potente, sino solo a través de su narrativa (y he aquí la verdadera magia del cine). Pero esta película no tiene ningún punto lo suficientemente fuerte como para que pase a la historia.
Entretenida. Pasable. Sin más.
Por ir de lo general a lo concreto, la cinta entretiene. Cabalga entre la comedia y el intimismo de una manera acertada, y según he leído por ahí, la historia tiene cierto corte autobiográfico sobre la vida del director: el personaje que interpreta Alejo Sauras (bastante más sosainas que de costumbre) vive una aventura catártica que le obliga a madurar, dejando su pueblo natal y adentrándose en la gran urbe de Madrid, en la que tendrá que reencontrarse y empezar a convivir con su embarazada novia (Pilar López de Ayala), buscar trabajo como fotógrafo (he aquí el componente bohemio) y hacerse autosuficiente. Su torpeza inicial y falta de costumbre le harán meterse en mil y un líos, en contraposición a la vida ya madura y asentada de su pareja, que irá alejándose de él poco a poco.
Por irnos a aspectos más concretos, la dirección por parte de David Trueba está por encima de la media en cuanto a lo que el cine español nos tiene acostumbrados (sí, no soy muy patriota en este aspecto). Quitando algunos planos en los que a Trueba se le ha ido notablemente el pistón, el hecho de conseguir entretener con situaciones más bien anecdóticas es síntoma de que la dirección cumple su cometido. La plantilla de actores es también acertada, a destacar una demencial y surrealista Concha Velasco como madre del protagonista, un Juan Echanove dando una lección actoral de tragicomedia y una Pilar López de Ayala que, sencillamente, enamora. Como digo, la película entretiene, y el surrealismo cañí, con situaciones absurdas y los típicos momentos sexuales a los que el cine patrio ha recurrido siempre, tiene su aquel. Pero si he decidido colgarle un 5 de "pasable" es porque la cinta suspende en aspectos que me parecen esenciales: el personaje protagónico es soso a más no poder (y no tengo nada en contra de Alejo Sauras, al que he visto más acertado en otras ocasiones), y las situaciones no te llevan más allá de la anécdota, sin ser lo suficientemente graciosas como para suponer una excelente comedia ni lo suficientemente profundas como para extraer una lección o mensaje claro. Todo muy disperso.
Conste también en acta que adoro las películas cuyo género sea inclasificable, y que sean capaces de entretener sin la necesidad de contar una gran historia o tener un guión potente, sino solo a través de su narrativa (y he aquí la verdadera magia del cine). Pero esta película no tiene ningún punto lo suficientemente fuerte como para que pase a la historia.
Entretenida. Pasable. Sin más.
5
7 de julio de 2013
7 de julio de 2013
Sé el primero en valorar esta crítica
Y es que hay viejas glorias que deberían saber cuándo retirarse. George A. Romero, director de culto que sentó las bases de la que sería la posterior "mitología zombie" que ha llegado hasta el cine actual, parece haberse empeñado en defenestrar su fama y su leyenda, haciendo gala de su poca adaptabilidad a los tiempos que corren.
Mucho le debemos a este director americano, sin el cual los fans del género zombie (entre los que me incluyo) no hubiesen encontrado su pequeño espacio de disfrute y satisfacción en ambientes apocalípticos, olor a carne putrefacta y tensión social entre supervivientes que tratan de conservar su humanidad. El problema está en que hay que saber hasta qué punto uno ha cumplido con su misión en la Tierra. Sin Romero no habría 28 días después, ni The Walking Dead, ni la genial Zombies Party. Nunca debemos olvidar nuestras raíces, pero ello no significa que las raíces deban convertirse en un elemento parasitario y marginal de nuestro cine, a las cuales haya que rendir un culto constante sin obviar cómo el tiempo les ha jugado una mala pasada.
Centrándonos en el título que nos ocupa, El diario de los muertos es mala. Le doy un aprobado por el valor cultural que supone el que un director de culto nos siga brindando títulos, y porque si tus expectativas no son altas, la cinta entretiene. Pero cae en enormes errores. Grabada como falso documental y de una forma muy oportunista tras el éxito de REC (que así mismo se alimentaba de anteriores fórmulas como El proyecto de la bruja de Blair u Holocausto Canibal), resulta bastante incongruente que este recurso sea utilizado para aportar tensión y realismo a la historia, y luego destroces todo el ambiente con una banda sonora a veces hasta cómica. También hay que tener en cuenta los enormes fallos de racord en escenas en las que hay cambios de plano con la excusa de que dos personajes tienen su propia cámara (por favor, ¡incluso personajes que desaparecen de escena!). El hecho de que la fotografía sea demasiado cinematográfica hace que no nos creamos el regustillo doméstico o aficionado que se pretende. El hecho de que ciertos planos estén demasiado estudiados o incluso que el cámara sea capaz de seguir el movimiento de ciertos personajes como si ya se anticipase a lo que va a pasar... todo ello hace que no nos creamos absolutamente nada de lo que está pasando.
George es un mito viviente. Pero si no es capaz de reinventarse, corre el riesgo de convertirse en otro muerto viviente.
Mucho le debemos a este director americano, sin el cual los fans del género zombie (entre los que me incluyo) no hubiesen encontrado su pequeño espacio de disfrute y satisfacción en ambientes apocalípticos, olor a carne putrefacta y tensión social entre supervivientes que tratan de conservar su humanidad. El problema está en que hay que saber hasta qué punto uno ha cumplido con su misión en la Tierra. Sin Romero no habría 28 días después, ni The Walking Dead, ni la genial Zombies Party. Nunca debemos olvidar nuestras raíces, pero ello no significa que las raíces deban convertirse en un elemento parasitario y marginal de nuestro cine, a las cuales haya que rendir un culto constante sin obviar cómo el tiempo les ha jugado una mala pasada.
Centrándonos en el título que nos ocupa, El diario de los muertos es mala. Le doy un aprobado por el valor cultural que supone el que un director de culto nos siga brindando títulos, y porque si tus expectativas no son altas, la cinta entretiene. Pero cae en enormes errores. Grabada como falso documental y de una forma muy oportunista tras el éxito de REC (que así mismo se alimentaba de anteriores fórmulas como El proyecto de la bruja de Blair u Holocausto Canibal), resulta bastante incongruente que este recurso sea utilizado para aportar tensión y realismo a la historia, y luego destroces todo el ambiente con una banda sonora a veces hasta cómica. También hay que tener en cuenta los enormes fallos de racord en escenas en las que hay cambios de plano con la excusa de que dos personajes tienen su propia cámara (por favor, ¡incluso personajes que desaparecen de escena!). El hecho de que la fotografía sea demasiado cinematográfica hace que no nos creamos el regustillo doméstico o aficionado que se pretende. El hecho de que ciertos planos estén demasiado estudiados o incluso que el cámara sea capaz de seguir el movimiento de ciertos personajes como si ya se anticipase a lo que va a pasar... todo ello hace que no nos creamos absolutamente nada de lo que está pasando.
George es un mito viviente. Pero si no es capaz de reinventarse, corre el riesgo de convertirse en otro muerto viviente.
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