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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
11 de enero de 2025 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La obra nos presenta el aciago destino al que el general Washizu parece imposible escapar.

Para plasmar la fatalidad, Kurosawa traduce a Shakespeare, y lo traslada al feudalismo samurái: tradición de la que el director era descendiente y, quizás por ello, precisamente tan emparentada a su obra.

Disculpemos a Washizu, personaje crédulo y malaconsejado. El general samurái es víctima de la desinformación característica del medievo donde magufos y terraplanistas podrían campar a sus anchas. Al fin y al cabo, poco se puede hacer si se aparece un ectoplasma para contarte el futuro; infortunio este en el que, en diferente modo y lugar, de manera más o menos terrible, por supuesto, todos terminaremos coincidiendo.

Otra cosa es que Washizu se deje llevar cuando la parienta se dedica a malmeter.

Kurosawa marca el paso de la narración con esa fluidez oriental que permite un espacio para la reflexión; emplea con su visión, con su cámara, sutilezas técnicas desbordantes de talento para guiar sin empujar, sin arrastrar; tensa con el ruido de las armaduras y también con el silencio. Y para colmo de todo esto, cuenta nuevamente con Toshiro Mifune para terminar de bordar otra obra maestra, como casi todas las realizadas por El Emperador.
19 de abril de 2023 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasado más de un siglo, todavía parecen difusas las causas que detonaron la gran guerra. Algunos la achacan a las postrimerías del colonialismo decimonónico. Otros quieren ver su origen en unas rencillas familiares entre las monarquías europeas. Creo que la respuesta está, como casi siempre, en una confluencia o amalgama de estos y de otros motivos, ya sea la propagación del concepto de identidad nacional o las disputas territoriales.

Lo que pienso que queda más claro, es lo que Stanley Kubrick denuncia con una rotundidad casi maniquea en Senderos de gloria. Esto es la relación terriblemente asimétrica entre los individuos que ostentan o alcanzan el poder y las clases subalternas de las que se aprovechan. Kubrick enmarca su discurso en el acontecimiento en el que se ambienta la película; un conflicto de escala mayúscula que ejemplifica como pocos en la historia reciente este desequilibrio, esa brecha que separa polarizadoramente a unos de otros. Para ello, el director subraya la arbitrariedad de las decisiones que toman los altos mandos contrastándola con el papel del coronel Dax, baluarte de dignidad y humanismo interpretado con solvencia por Kirk Douglas. Enseña también la reacciones diversas de los soldados que padecen la injusticia; todas ellas incapaces, desamparadas, como quizás se puede sentir el espectador que se posiciona.

Son notorias las poderosas secuencias de acción donde los movimientos de la cámara que recorre las trincheras, ejecutados con una maestría técnica que a mi entender continúa vigente, buscan transmitir la urgencia y la confusión de la batalla con su planificada coreografía.

También me parece memorable el emocionante epílogo. Quizás demasiado inverosímil, pero necesario para redondear la idea de una adhesión más profunda entre los individuos que, sin importar su origen, sufren las consecuencias de las decisiones ajenas, frente a otros, los que mandan, aunque estos pertenezcan al bando propio.
Batman: La serie animada (Serie de TV)
SerieAnimación
Estados Unidos1992
6,7
19.138
Bruce W. Timm (Creador), Eric Radomski (Creador) ...
7
1 de octubre de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El detective creado por Bob Kane y Bill Finger hace 80 años, al igual que los demás personajes de los comics de DC o de Marvel, ha obtenido su punto más alto de relevancia fuera de las viñetas. Ya en los años 60, Batman adquirió bastante fama entre las familias estadounidenses al protagonizar una desenfadada serie para la televisión; más tarde, a finales de los 80, una abrumadora (y no tan frecuente en aquella época) campaña publicitaria llevó al debut cinematográfico del justiciero de Gotham a una de sus cumbres de popularidad. Cediendo el peso a la estética y con una ambientación neogótica, el director Tim Burton enfatizaba en la vertiente trágica de un héroe cuyas historias se habían vuelto más taciturnas y violentas con el paso de las décadas y los sucesivos guionistas.

Aprovechando el tirón de aquella película, ese carácter más serio del vigilante enmascarado y hasta el tema musical, a modo de leit motiv, compuesto por Danny Elfman, la división de animación de Warner Bros desarrolló una serie para la televisión. El elegido para llevarla a cabo fue el dibujante Bruce Timm, cuyos diseños angulosos, inspirados en el Superman de Fleischer, en el Dick Tracy de Gould y en otros paladines de la historieta clásica como The Phantom o Space Ghost, junto con unos escenarios tomados de las creaciones urbanas de Hugh Ferris y una tenebrosa ambientación, de tono más cercano a la oscuridad del cine negro de los años cincuenta que a la estética de la nueva ola propuesta por Burton, dotaron a la serie de un envoltorio elegante e inspirador.

Además de su influyente diseño, el número de episodios representa otra virtud principal, ya que permite presentarnos la extensa galería de enemigos y demás extravagantes criminales o aliados que pululan por los rincones de Gotham, además de repasar multitud de tramas (varias veces sacadas de los tebeos): aspectos todos estos que configuran, más allá de las historias publicadas por DC por supuesto, el retrato más completo y riguroso que se haya efectuado del señor de la noche hasta la fecha. Sin embargo, y, a pesar de la finura y buen gusto estilístico, una revisión inquisidora y comparativa con otros productos similares de la actualidad, revela una factura técnica por momentos descuidada y bastantes secuencias de animación cuyo acabado es irregular.
1 de octubre de 2020 Sé el primero en valorar esta crítica
Adolfo Aristarain es un cineasta de vocación predominantemente literaria. En Lugares comunes, igual que en todas sus últimas películas, la imagen es un apoyo, un medio con en el que sustenta el peso de su discurso que reside en el texto, en la palabra. Con variable resultado, Aristarain se sirve de esta para verter su idealismo izquierdista: un código bien avenido y de cómoda adhesión cuando lo confronta dialécticamente con el sistema. Lo hace con un fin, probablemente pedagógico, que funciona pero cuyo trazo grueso y abuso de “ lugares comunes” a menudo se desequilibra hacia un estereotipo excesivo y caricaturesco del intelectual que degenera en un individuo culto pero pedante. Quizás haya en esto una crítica, una autocrítica que yo no sé ver.

Como tantas veces el director cuenta con Federico Luppi. Es muy difícil encontrar un altavoz más eficaz para manifestar cualquier idea retórica que la elocuencia mayúscula de este intérprete. Sin embargo, en esta ocasión, es destacable el oficio de Mercedes Sampietro que, con las palabras justas, transmite empatía, clarividencia y comprensión.

El mensaje de Aristarain es necesario pero su obra postrera es fatalmente explícita. Escatima las posibilidades propias del formato cinematográfico.
WALL·E
Estados Unidos2008
7,9
131.640
Animación, Fred Willard. Voz: Ben Burtt, Jeff Garlin ...
8
15 de junio de 2019 Sé el primero en valorar esta crítica
Con la excepción evidente de Cars (2006) , opino que Wall-e forma parte de la época creativa más inspirada del estudio Pixar; período que arranca con la maestría narrativa de Los increíbles y alcanza su cima con Ratatouille, para caer, desde Up, en un agujero complaciente de secuelas y productos repetitivos.
La película plantea un potencial futuro en el que el colapso residual del planeta Tierra y la imposibilidad (o postergación) de una solución sostenible obligan al ser humano a sobrevivir en el espacio exterior. Discurso ecologista, más moralizante que recreativo, y aunque manido en distopías y revistas científicas, excepcional para una producción animada en el cine comercial de occidente.
Pero este contexto se relega ante una historia de sentimientos; los de un par de robots, que se entristecen, sienten curiosidad y hasta el entusiasmo y el desasosiego que produce el amor, y transmiten todo ello casi sin palabras. No se puede esperar otra cosa del talento artístico y narrativo del departamento de animación que encumbra como pocas veces la profesión. Al fin y al cabo, animar significa dotar de alma.
Me parece muy destacable la atmósfera creada por Thomas Newman, en la que quizás sea la banda sonora más distintiva y personal de las que se han compuesto para una película de Pixar. También es significativo el trabajo del departamento de efectos de sonido, que sustituyen con eficacia los diálogos por un amplio catálogo de chisporroteos, pitidos y demás soniquetes que simulan la comunicación entre máquinas.
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