Si hubiera que fraccionar la filmografía de Woody Allen de acuerdo al mérito de sus películas, sin lugar a dudas una primera etapa se cierra con Love and death (1975), y una segunda se abre con Annie Hall (1977) y se cierra con Crimes and Misdemeanors (1989). Punto alto en la carrera de Allen, se mezcla la filosofía, la comedia, una reflexión sobre las pasiones, la culpa, la religión y lo impredecible del ser humano. Ajustada, sin momentos estirados y con un nivel interpretativo sobrio, se convierte en una de las películas imprescindibles de los '80, de la obra de Allen y de la historia del cine.

Desde la saga de Sissi, las primeras películas con Romy Schneider tienen una cualidad que las une: no son grandes películas (no pretenden serlo) pero tampoco son bodrios insoportables y todo gracias a un guiones muy bien armados, bastante pulidos, con situaciones de vodevil que se desarrollan sin baches hacia un final a veces previsible pero sin causar enojo.
Estos logros se mantienen en Christine, pero se le agrega una historia de amor trágica que remite un poco a los cuentos de Chejov pero sin tensar tanto las cuerdas como para que los personajes se mantengan dentro de los límites del decoro. Para compensar este control, Schneider (que brilla con luz propia) encuentra su pareja ideal en un sobrio Delon y es inevitable sentir empatía por ambos en una narración con un punto de vista casi imparcial que es parte de que la trama funcione.

Seguramente, tras el éxito y las buenas críticas de La Insoportable Levedad del ser (1988), Kaufman supuso que sexo + segmento histórico atractivo + triángulo amoroso era la fórmula a repetir. Claro, en aquella el guionista era Jean-Claude Carriere, y aquí no, y la diferencia se nota bastante. Tal vez importe poco si Anais Nin, Henry Miller y June eran tan activos sexualmente, o si cumplieron todas sus fantasías, o ninguna (pero las escribían), o si Miller robaba frases, Nin era infeliz con su matrimonio y June una buena o mala actriz; lo que realmente cuenta es si la película es capaz de retratar a tres personajes, darles credibilidad y hacerlos interesantes para el espectador. La respuesta es no. Como si el film sufriera de frigidez o impotencia, el sexo resulta gélido en la pantalla, no hay pasión, no hay deseo, menos curiosidad. Supongo que lo refinado de La Insoportable Levedad del Ser (donde Lena Olin era pura sexualidad) acá se trastoca en miedo a pasar los límites y caer en el sexo físico que los personajes practican (en este momento, se me ocurre como modelo Sailor y Lula de Corazón Salvaje (David Lynch, 1990) y preferir cierta qualité molesta para no incomodar demasiado.
Desaprovechadas Uma Thurmar y María de Medeiros (ellas dos daban para una película aparte) y demasiado forzado Fred Ward.

La violenta previa y los primeros meses de la dictadura militar argentina como marco histórico para los días de un grupo de estudiantes secundarios.
Todo el tiempo la película peca de solemnidad: los alumnos parecen cargar sobre sus hombros el peso de la historia sin darse la oportunidad de relajarse. La trama tampoco se relaja y arrastra una pesadez que confunde con oscuridad por los años de plomo y si bien la realidad social y política era tan grave como peligrosa, no se trasmite la vitalidad de una juventud entusiasta que los lleva a militar a pesar del riesgo de sus vidas.

Una película cuyas intenciones no colman las expectativas.

Esta película se transformó en un clásico del cine argentino por su temática. Incluso en Argentina todavía el título refiere inmediatamente a una relación homosexual entre hombres. Este logro es mérito de una película que mantiene el interés gracias a una estructura lúdica, para nada rígida, lejos de la solemnidad y del golpe bajo.

El film es una larga introspección del Roberto del título acerca de su homosexualidad. No se lamenta, no se avergüenza, simplemente se pregunta cómo llegó a tener sexo con un hombre (no queda muy en claro si se enamoró o no) además de refutar cada cuestionamiento pacato de la sociedad. Y la película no duda en ridiculizar la moralidad retrógrada de la Iglesia, el patriarcado, el matriarcado y el matrimonio. Este recurso, sorprendente para la época, también pone en una encrucijada a la película que la resuelve con un final ambiguo y muy preciso.

Para verla sin reservas.