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5
28 de julio de 2019
28 de julio de 2019
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lizzie (El asesinato de la familia Boden) es un recomendado drama psicológico sobre personajes lejanos e indescifrables que acuden a cometer un crimen.
Sobre la emblemática Chloë Sevigny (Lizzie) gira el sencillo y silencioso relato construido dentro de casa. Mundo vertical de seres solos donde incluso el deseo entre mujeres nace insurgente pero vacío.
Guion, con sesgos previsibles, dedicado a soportar el momento del crimen como si fuera un alegato a favor de dos titeres desconcertados, poseídos por su pasado.
Delicada puesta en cámara que contempla y late al ritmo de sus personajes.
Sobre la emblemática Chloë Sevigny (Lizzie) gira el sencillo y silencioso relato construido dentro de casa. Mundo vertical de seres solos donde incluso el deseo entre mujeres nace insurgente pero vacío.
Guion, con sesgos previsibles, dedicado a soportar el momento del crimen como si fuera un alegato a favor de dos titeres desconcertados, poseídos por su pasado.
Delicada puesta en cámara que contempla y late al ritmo de sus personajes.

5,2
6.071
6
28 de julio de 2019
28 de julio de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alegre sorpresa nos deja Venganza Bajo Cero - Cold Pursuit (Hard Powder) de Hans Petter Moland (Reino Unido, 2019) protagonizada por Liam Nesson que sigue hundido en formula de emotivo justiciero por mano propia, ahora en un helado paraje.
Lo que inicialmente es un nuevo refrito de “Taken” progresivamente se convierte en una ocurrida comedia negra que hace guiños a Tarantino y los hermanos Coen.
Para ver sin excesiva expectativas, el thriller se convierte en singular guerra de mafias convocada inocentemente por el buen ciudadano Nesson que anda de un lado a otro en su camión despeja nieve.
Méritos por el desenfado narrativo y el diseño de producción.
Lo que inicialmente es un nuevo refrito de “Taken” progresivamente se convierte en una ocurrida comedia negra que hace guiños a Tarantino y los hermanos Coen.
Para ver sin excesiva expectativas, el thriller se convierte en singular guerra de mafias convocada inocentemente por el buen ciudadano Nesson que anda de un lado a otro en su camión despeja nieve.
Méritos por el desenfado narrativo y el diseño de producción.

7,6
47.167
8
2 de marzo de 2016
2 de marzo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los espacios pequeños permiten hablarnos y sentirnos por entero. Esta sensación de unidad vendría desde nuestra solitaria estancia náutica en el útero, que luego en la infancia la volvemos a vivir en nuestra guarida secreta. Sótanos, altillos, bodegas o cuevas en matorrales son nuestro mundo preferido, sin tiempo, donde cabe todo lo que somos. Los niños tienen una relación única, hermética y fantástica con esos espacios por encima de todo, incluso de la condición de cautiverio.
El filme "La habitación" –Room- (Lenny Abrahamson/Irlanda/2015) nos ofrece una intensa experiencia sobre el mundo íntimo de las personas, la sobreimposición de fantasía - realidad que vivimos en la infancia y el incurable trauma que viven las víctimas del secuestro. Nominada a Mejor Película en la 88ª edición de los Oscar, La habitación ha recibido galardones en el American Film Institute (Mejores Películas del año) y en el Festival de Toronto (Premio del Público), ciudad donde se rodó.
En "La habitación", que bucea en las profundidades de la relación entre una mujer secuestrada y su hijo nacido en cautiverio, llama la atención la natural hermandad que existe entre ambos dentro de un lugar hacinado, en el que tienen casi nada de privacidad y muy poco espacio para crecer individualmente. Sin embargo, ese encierro asfixiante que sufren los convierte en seres endémicos de un mundo minimalista con fuerte dependencia mutua, micro sistema de costumbres y silencios.
El gran logro de la película es la atmósfera de intimidad creada en esta situación extrema, que se logra con aporte de la banda sonora, especialmente de la voz superpuesta. Sin embargo, es la construcción del personaje de Joy, la madre, interpretado por Brie Larson, ganadora como Mejor Actriz en los Oscar, quien arma con austeridad un mundo sereno para su hijo, sin dar paso a la sordidez del secuestro.
Jacob Tremblay (Vancouver, 2006) interpreta a Jack, el hijo, que en el tiempo argumental tiene 5 años. Un personaje fascinante desde donde vemos y sentimos el relato cinematográfico. Él transmite fuertes emociones sobre ese único espacio diminuto que conoce, resignifica los objetos a su alrededor dotándolos de personalidad para jugar: la sombra en la pared, lo que observa en la televisión, lo que aparece por el tragaluz. Su mirada inocente, recreada por el gran trabajo de fotografía, permite poetizar el encierro a golpe de fabulaciones, dejando fuera la incertidumbre, e incluso los motivos explícitos del secuestro.
Después de varios días de ver esta película, pude salir de ella. Al repasar sobre la compleja relación entre el custodio y sus rehenes recordé el maravilloso drama romántico "El coleccionista" -The Collector- (William Wyler/ Reino Unido/1965) que trata sobre un hombre introvertido y triste que colecciona mariposas. Un día no captura un insecto sino a una joven estudiante de arte que lo atrae desde antes y la encierra en el sótano de su casa para amarla. Inolvidable historia de amor que nace de la dominación perversa del secuestro.
A propósito de la mirada de los niños, también recordé la entrañable película "No tengo miedo" -Io non ho paura- (Gabriele Salvatores/Italia/2003) sobre el dilema de Michele, un niño de diez años que mientras juega descubre a Philipo, otro niño de su edad viviendo en un hoyo en las afueras del pueblo. Philipo no es consciente que está secuestrado, él está convencido de que así es la muerte y que Michele es su ángel de la guarda que lo observa desde arriba.
"No tengo miedo" es un transparente melodrama lleno de esperanza sobre la noble inocencia de estos dos niños que neutralizan la atrocidad. Sus miradas condenan a los adultos por la falta de palabras que justifiquen el secuestro. El estado de violencia cercano a la muerte.
Sin acciones sensacionales o ligerezas, estos relatos cinematográficos nos aproximan al cautiverio desde otra orilla. Hacen foco en elementos no convencionales de la sobrevivencia y exploran territorios del ser humano.
articulo publicado en EHB
El filme "La habitación" –Room- (Lenny Abrahamson/Irlanda/2015) nos ofrece una intensa experiencia sobre el mundo íntimo de las personas, la sobreimposición de fantasía - realidad que vivimos en la infancia y el incurable trauma que viven las víctimas del secuestro. Nominada a Mejor Película en la 88ª edición de los Oscar, La habitación ha recibido galardones en el American Film Institute (Mejores Películas del año) y en el Festival de Toronto (Premio del Público), ciudad donde se rodó.
En "La habitación", que bucea en las profundidades de la relación entre una mujer secuestrada y su hijo nacido en cautiverio, llama la atención la natural hermandad que existe entre ambos dentro de un lugar hacinado, en el que tienen casi nada de privacidad y muy poco espacio para crecer individualmente. Sin embargo, ese encierro asfixiante que sufren los convierte en seres endémicos de un mundo minimalista con fuerte dependencia mutua, micro sistema de costumbres y silencios.
El gran logro de la película es la atmósfera de intimidad creada en esta situación extrema, que se logra con aporte de la banda sonora, especialmente de la voz superpuesta. Sin embargo, es la construcción del personaje de Joy, la madre, interpretado por Brie Larson, ganadora como Mejor Actriz en los Oscar, quien arma con austeridad un mundo sereno para su hijo, sin dar paso a la sordidez del secuestro.
Jacob Tremblay (Vancouver, 2006) interpreta a Jack, el hijo, que en el tiempo argumental tiene 5 años. Un personaje fascinante desde donde vemos y sentimos el relato cinematográfico. Él transmite fuertes emociones sobre ese único espacio diminuto que conoce, resignifica los objetos a su alrededor dotándolos de personalidad para jugar: la sombra en la pared, lo que observa en la televisión, lo que aparece por el tragaluz. Su mirada inocente, recreada por el gran trabajo de fotografía, permite poetizar el encierro a golpe de fabulaciones, dejando fuera la incertidumbre, e incluso los motivos explícitos del secuestro.
Después de varios días de ver esta película, pude salir de ella. Al repasar sobre la compleja relación entre el custodio y sus rehenes recordé el maravilloso drama romántico "El coleccionista" -The Collector- (William Wyler/ Reino Unido/1965) que trata sobre un hombre introvertido y triste que colecciona mariposas. Un día no captura un insecto sino a una joven estudiante de arte que lo atrae desde antes y la encierra en el sótano de su casa para amarla. Inolvidable historia de amor que nace de la dominación perversa del secuestro.
A propósito de la mirada de los niños, también recordé la entrañable película "No tengo miedo" -Io non ho paura- (Gabriele Salvatores/Italia/2003) sobre el dilema de Michele, un niño de diez años que mientras juega descubre a Philipo, otro niño de su edad viviendo en un hoyo en las afueras del pueblo. Philipo no es consciente que está secuestrado, él está convencido de que así es la muerte y que Michele es su ángel de la guarda que lo observa desde arriba.
"No tengo miedo" es un transparente melodrama lleno de esperanza sobre la noble inocencia de estos dos niños que neutralizan la atrocidad. Sus miradas condenan a los adultos por la falta de palabras que justifiquen el secuestro. El estado de violencia cercano a la muerte.
Sin acciones sensacionales o ligerezas, estos relatos cinematográficos nos aproximan al cautiverio desde otra orilla. Hacen foco en elementos no convencionales de la sobrevivencia y exploran territorios del ser humano.
articulo publicado en EHB
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Encontramos al custodio casi como un fantasma que aparece esporádicamente para cuidar de sus rehenes y con quien la madre posee una extraña relación cuyo origen también queda fuera del cuadro. Enigmático factor que la atormentará hasta el intento de suicidio luego de la liberación. En ese momento hallamos la versatilidad del guion de Emma Donoghue, quien se encargó de adaptarlo de la novela homónima de su autoría. Su trabajo fue nominado al Oscar en la categoría Mejor Guion Adaptado.
Efectivamente, luego de la liberación física y la captura del secuestrador llega el vacío y perturbaciones larvadas resultado del largo cautiverio. El metraje continúa sobre otro ritmo, bajo otras tormentas que sacuden a la pareja de sobrevivientes. En este giro dramatúrgico se siente la conducción exhaustiva de Lenny Abrahamson, nominado en los Oscar en la categoría a Mejor Director, que no permite excesos en este drama psicológico.
Prueba fehaciente del original abordaje del film la encontramos en el cierre de la película "La habitación" con la escena en la que madre e hijo, ya en libertad, regresan a la pequeña habitación; es decir al mundo de adentro de Jack. Él recorre en silencio, contempla el tragaluz y no recoge nada del lugar; todo lo llevará consigo por el resto de su vida.
Efectivamente, luego de la liberación física y la captura del secuestrador llega el vacío y perturbaciones larvadas resultado del largo cautiverio. El metraje continúa sobre otro ritmo, bajo otras tormentas que sacuden a la pareja de sobrevivientes. En este giro dramatúrgico se siente la conducción exhaustiva de Lenny Abrahamson, nominado en los Oscar en la categoría a Mejor Director, que no permite excesos en este drama psicológico.
Prueba fehaciente del original abordaje del film la encontramos en el cierre de la película "La habitación" con la escena en la que madre e hijo, ya en libertad, regresan a la pequeña habitación; es decir al mundo de adentro de Jack. Él recorre en silencio, contempla el tragaluz y no recoge nada del lugar; todo lo llevará consigo por el resto de su vida.

7,4
69.485
7
28 de diciembre de 2016
28 de diciembre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Llegada (Denis Villeneuve, 2016) trae a una particular heroína de ciencia ficción que absorbe todo a través de sus estados de ensueño.
Seres de otros mundos llegan a la tierra y una experta lingüista solitaria es encargada de establecer comunicación con los alienígenas de apariencia marina. Hasta ahí, nada nuevo y todos cómodos.
Dentro del drama planetario convencional, la película toma altura con el progresivo crecimiento del relato onírico de la protagonista (Amy Adams) que permite al espectador la libertad de relaciones, incluso poéticas, y reconocer virtudes en la dirección, el guion adaptado e interpretación.
La película avanza halando varios hilos del complejo tejido: el ascendente desacuerdo entre las potencias militares para reaccionar ante los inesperados visitantes repartidos por el mundo; la secuencia de citas de la protagonista con los bichos dentro de la celestial nave para descifrar sus signos, y el estado de ensueño de la protagonista a través de collage atemporal que finalmente será lo que atará todo los hilos.
El ensueño que experimenta la protagonista le permite ver su vida completa como un solo signo sin tiempo, y será el anunció esencial que traen los visitantes. Permite al espectador reflexionar sobre el devenir y el deseo de vivir lo esperado, el destino. Es decir, aquello que nace en la película como un recurso de estilo significará, a fin de cuentas, la fórmula para resolver dilema.
Cae bien que la película confiese su moraleja que viene en varias capas: la obvia denuncia sobre la incomunicación humana y posteriormente la reflexión sobre el tiempo.
Se valora el riesgo que asume el experimentado director canadiense al abordar de forma diferente estos interrogantes en diversos niveles narrativos. Sin embargo, es amargamente fallida y fácil la forma de aterrizar su película quedando el aparato de viaje irreconocible luego de tanta altura.
El director Denis Villeneuve es recordado por su inolvidable película Incendies (2010) que muestra el interior de una atípica protagonista mientras se expone a experiencias en lugares remotos. Ella, al igual que su reciente protagonista, se busca dejándose llevar por el camino. Eso basta.
Seres de otros mundos llegan a la tierra y una experta lingüista solitaria es encargada de establecer comunicación con los alienígenas de apariencia marina. Hasta ahí, nada nuevo y todos cómodos.
Dentro del drama planetario convencional, la película toma altura con el progresivo crecimiento del relato onírico de la protagonista (Amy Adams) que permite al espectador la libertad de relaciones, incluso poéticas, y reconocer virtudes en la dirección, el guion adaptado e interpretación.
La película avanza halando varios hilos del complejo tejido: el ascendente desacuerdo entre las potencias militares para reaccionar ante los inesperados visitantes repartidos por el mundo; la secuencia de citas de la protagonista con los bichos dentro de la celestial nave para descifrar sus signos, y el estado de ensueño de la protagonista a través de collage atemporal que finalmente será lo que atará todo los hilos.
El ensueño que experimenta la protagonista le permite ver su vida completa como un solo signo sin tiempo, y será el anunció esencial que traen los visitantes. Permite al espectador reflexionar sobre el devenir y el deseo de vivir lo esperado, el destino. Es decir, aquello que nace en la película como un recurso de estilo significará, a fin de cuentas, la fórmula para resolver dilema.
Cae bien que la película confiese su moraleja que viene en varias capas: la obvia denuncia sobre la incomunicación humana y posteriormente la reflexión sobre el tiempo.
Se valora el riesgo que asume el experimentado director canadiense al abordar de forma diferente estos interrogantes en diversos niveles narrativos. Sin embargo, es amargamente fallida y fácil la forma de aterrizar su película quedando el aparato de viaje irreconocible luego de tanta altura.
El director Denis Villeneuve es recordado por su inolvidable película Incendies (2010) que muestra el interior de una atípica protagonista mientras se expone a experiencias en lugares remotos. Ella, al igual que su reciente protagonista, se busca dejándose llevar por el camino. Eso basta.
31 de octubre de 2021
31 de octubre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre las pocas emociones que deja este lánguido drama romántico resalta la leve tristeza que trasmiten todos los triángulos amorosos que se cruzan inevitablemente bajo la moral premisa “en el amor no existen mentiras”.
Las vidas de la pareja protagónica, Udine y el buzo, se entrelazan en una escena de antología y constituye el bautizo de una realidad única e inmortal.
Es atractivo el vínculo entre la sobreimposición de relaciones románticas; el rol de Undine, encargada de repetir irreflexiblemente el relato oficial sobre el desarrollo arquitectónico de Berlín y el fantástico mundo que oculta las profundidades de un lago reservado sólo para ojos de estos amantes. La secreta realidad de los que aman.
El relato anclado en la espacialidad no logra integrar sus distintas dimensiones y no se arriesga a explorar la potencia dialéctica de los elemento que convoca.
Las vidas de la pareja protagónica, Udine y el buzo, se entrelazan en una escena de antología y constituye el bautizo de una realidad única e inmortal.
Es atractivo el vínculo entre la sobreimposición de relaciones románticas; el rol de Undine, encargada de repetir irreflexiblemente el relato oficial sobre el desarrollo arquitectónico de Berlín y el fantástico mundo que oculta las profundidades de un lago reservado sólo para ojos de estos amantes. La secreta realidad de los que aman.
El relato anclado en la espacialidad no logra integrar sus distintas dimensiones y no se arriesga a explorar la potencia dialéctica de los elemento que convoca.
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