Qué afortunados tenemos que sentirnos los espectadores por existir todavía guionistas que piensan que nos lo pasaremos mejor cuanto más tiempo de metraje nos mantengan montándonos nuestra propia película - metalingüísticamente hablando - y más vertiginoso sea el shock final de la misma.

Bueno, quizás existan espectadores a los cuales les encante ver en las películas una eterna noche de Reyes y no les importe que el 6 de Enero les vengan contando el verdadero DNI de los magos. Yo no soy de esos.

Scorsese firma la película y se nota: es una isla, pero podría ser una manzana del Nueva York de postguerra; el reparto podría haber sido menospreciado subyugado por la atmósfera tempestuosa y una tensión continua aunque bastante lineal, pero ha cocinado actuaciones brillantes (DiCaprio reivindicándose como buen dramático, Ben Kingsley que 25 años después demuestra que merece el Oscar mucho más allá de Ghandi y sobre todo Max Von Sydow que sin abrir la boca te provoca escalofríos). Desgraciadamente el guión le vino dado.

Dos horas y pico de película con buenos ingredientes pero en las que falla el truqui. No puedes depender de una pastilla de concentrado para sorprender a un comensal exquisito.

La tensión generada en la película es toda una experiencia que incomoda la estancia del espectador en la butaca. El logro de transmitir esa inquietud merece por si solo el visionado del debut de De La Torre. Coruña aparece como un Baltimore cualquiera de protagonista secundaria y Elvira Mínguez vuelve para recordarnos lo grande que es. Tosar solvente y Goya Toledo es la actriz invitada.

Tras el paréntesis poético de 'Skyfall', volvemos al Bond ochentero/noventero de pim-pam-pum-catampún. Muchos escenarios, producción espectacular y coches de lujo. Añadiría a Monica Bellucci, pero su papel es anecdótico y ha resultado una decepción disfrutarla tan poco en plano. Esta probable despedida de Craig del universo bondiano se cierra con elegancia y un argumento inexistente.