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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de febrero de 2007
24 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Homenaje y experimento, sí; pero también una buena película, que se disfruta y se vive y se siente. Como toda buena película y en especial esas buenas películas clásicas a las que homenajea.

Hay un estudio concienzudo del mejor cine clásico en este "Buen alemán" y una voluntad admirable por beber de esa fuente (difícil encontrar mejores fuentes) para construir algo nuevo y romper con la vulgaridad, la comercialidad y tendencia a la repetición que amenaza al cine contemporáneo.

Soderbergh se sabe la lección de memoria y llena su película de planos, situaciones, guiños y recursos que harán las delicias de los que amamos ese cine que huele a cigarro, ginger ale (o bourbon, no somos sectarios) y canciones lentas muy lentas y viejas muy viejas sonando a lo lejos. La mujer fatal, el hombre desengañado y peleado con el mundo, el cínico, el amigo distanciado, el traidor, y por supuesto el asesino, ninguno de los invitados ha fallado a la cita. Cine de nuestra infancia que debería ser de todas las infancias.

Pero no es verdad, en mi modesta opinión, y digan lo que digan los críticos, que sólo haya formalismo y experimentación. ¿Sentimientos cero?. No es eso lo que yo siento. Es difícil sentir eso con Cate Blanchett llenando la pantalla de esa forma. Excepcional trabajo, recreando el mito de la mujer fatal pero imprimiéndole nuevo carácter, más dolor. Quizá ambién más miseria moral, y más distancia. Está bien George Clooney pero Blanchett se come la pantalla.

La historia se mueve en el terreno fronterizo de dos mundos y dos épocas. El nazismo muerto pero no enterrado, con sus asesinos vendiéndose al mejor postor. Salvar el culo a cambio de un indiscutible talento criminal al servicio de la nueva máquina de matar de la guerra fría. Y el comienzo de la lucha entre la burocracia estalinista, y sus manos manchadas de sangre proletaria, y el imperialismo yanqui (sangriento por genes desde su mismo nacimiento) por hacerse con el nº 1 en el nuevo ranking mundial de cadáveres y guerras ganadas, perdidas o empatadas.

Soderbergh y su guionista, Attanasio, utilizan muchos de los mismos elementos que tan bien sabían emplear esas películas a las que rinden homenaje e incluso introducen algunos nuevos. El resultado, sin llegar a la altura de las mejores de esas obras, alcanza un buen nivel. Mantiene el interés por una trama a veces demasiado dispersa y nos mete dentro de la historia.

¿Qué quieren que les diga? Yo sí siento. Calor y frío, odio y amor, en Blanchett. Amor tambièn, duda, frustración, rabia, solidaridad con Clooney. Traición, cinismo, engaño; muerte, rondando siempre. El monstruo de un mundo en el que nada es lo que parece y los seres humanos sólo somos peones en el juego mortal de poder, beneficios, hegemonía, de los que manejan el cotarro. Un monstruo que existe desde hace siglos y que hoy, con su nueva y reluciente careta global y unipolar, nos sigue jodiendo.
7 de marzo de 2007
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ford viaja a las minas de Gales con el mismo amor y pasión que si fuera a su Inishfree irlandés. Hay muchas verdades distintas y muchos matices, como suele ocurrir con el mejor Ford, en esta historia. El dolor de la infancia perdida, la nostalgia por el paisaje real o hasta cierto punto idealizado que nos ha visto ser. El desastre humano, ecológico y social de la industrialización salvaje. Ese amor profundo entre padres e hijos, y cómo éste agoniza erosionado por los problemas cotidianos. La vida.

Pero también, la muerte,la sangre, ese dolor inexplicable para quien no lo ha sentido cerca, de la mina.El espíritu de la minería. La lucha por construir los primeros sindicatos. Los conflictos dentro de la propia clase obrera entre los trabajadores más atrasados y acostumbrados al paternalismo de viejo cuño del patrón y la nueva capa de jóvenes trabajadores que toma conciencia de la opresión capitalista y decide organizarse. la fuerza estremecedora, sin par, de la mujer trabajadora. Y la lucha de clases en estado puro.

Todo eso está presente en esta historia y mucho más. Voces infinitas, como ese coro de mineros que canta cada vez que vuelve del trabajo. Ford es capaz de colocar a todos sus personajes en pantalla al mismo tiempo y que se oigan sus voces, y que cada voz tenga su propia verdad y su propia consistencia. Un talento inusual que lo convierte en genio de la verdad y la complejidad cinematográfica.

Ford , al que le gustaba mucho pintar, estaba considerado en su época un artesano, un director con oficio apropiado para encargos. En todas sus películas encontramos planos que son auténticas obras de arte, cuadros que habrían hecho las delicias del mismo Leonardo. En Que verde era mi valle Ford logra algunos de sus planos más impresionantes. Algunos primeros planos de Maureen O, Hara recuerdan a esas vírgenes renacentistas de Caravaggio e imporesionan como ellas. Ford demuestra que cuando hay talento y sensibilidad el blanco y negro puede sugerir cualquier color. Y aunque nunca las vemos verdes nos estremecemos con ese verde intenso de las colinas galesas.
31 de enero de 2008
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peckimpah opta por una visión romántica, y pesimista, del mito. El modo de tratar el tema lleva escrita la fecha en la frente. 1973. Época de cambios. Vietnam, Malcolm X, Solidarity for ever. Resurgimiento de la lucha de clases, también en Estados Unidos. Explosión de contradicciones y con ella revisión crítica de unos cuantos mitos ideológico-culturales.

La lucha por los derechos civiles ha puesto a la Estatua de la Libertad al borde de un ataque de nervios y la crisis económica de 1973, que ya se anuncia en el horizonte, hace que las acciones del american way of life empiecen a cotizar a la baja. Por si fuera poco, el Vietcong acaba de cortarle a tío Sam su cabellera. A río revuelto, arte huracanado soplando desde el Oeste.

Hay voluntad transgresora, experimental casi, en varios elementos de esta película que se podría incluir dentro de eso que algunos críticos dieron en llamar western crepuscular; en referencia a una visión renovada, crítica y un tanto de vuelta de todo (nada ajena, por cierto, al cambio de época antes comentado) de la leyenda de la conquista del Oeste y el pasado glorificado estadounidense, que empezó a extenderse desde mediados de los 60 y sobre todo en los 70.

Con este punto de partida, Peckimpah más que una historia construye un poema, una balada con fondo western sobre lo difícil que es resistir las emboscadas de la vida. Las imágenes, miradas, silencios, explotan en la pantalla y envuelven al espectador en un humo extraño, donde lo que en principio pudiera parecer el tema: la lucha entre el bien y el mal, la persecución del forajido por el representante de la ley, deja su lugar a una reflexión bastante diferente, y mucho más compleja, sobre la amistad y sus límites, la lucha contra el entorno (¿el destino?) que también es la lucha entre los propios principios, miedos, cansancios y contradicciones; la traición en sus múltiples formas, empezando por la traición a uno mismo...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Billy el Niño es una especie de imposible Robin Hood condenado a deambular por un salvaje Oeste agonizante a la espera de su propia muerte. Mientras, Pat Garrett se viste de cínico (y bastante venido a menos) héroe de tragedia griega, condenado por los dioses cutres del capitalismo: el poder, el dinero y la lucha por la supervivencia, a una Odisea de polvo, cactus y balas al final de la cual sólo puede haber un premio: el propio corazón, vacío, pero latiendo.

No sólo el contenido rompe esquemas: la visión de Bily el Niño como enemigo de los terratenientes que intenta mantenerse fiel a unos principios que no sabe muy bien cuáles son pero existen; y la de Pat Garrett como renegado con conciencia de sí mismo; el retrato inclemente de un poder cínico, frecuentemente corrupto, siempre al servicio de los ricos; ...
También la forma parece querer huir de lo trillado y tantear otros caminos. Desde el tono resignado y triste de la historia, el ritmo pausado, o el minimalismo de los diálogos (especialmente de los dos protagonistas) -un camino que recorría al mismo tiempo Leone- hasta la elección de cantautores (Dylan y Kristofferson), que en la época representaban cierta conciencia crítica dentro de la sociedad estadounidense, para hacer el papel de dos pistoleros: Alias, uno de los pocos y leales compañeros de Billy, y el propio Billy. Pasando por la elección para la banda sonora de las canciones del propio Bob Dylan
28 de enero de 2008
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando preguntaron a John Ford por qué a los guerreros indios que persiguen incansablemente esa diligencia a lo largo de toda su película nunca se les ocurre disparar a los caballos respondió con ironía: ”En ese caso no habría habido película” . La respuesta resume, en mi opinión, ”La Diligencia”y buena parte del cine de Ford.

Los perseguidores de la diligencia son lo de menos. El hecho mismo de la persecución no importa demasiado, salvo como excusa para plantear el auténtico tema de la historia,y límite dentro del cual concentrar la mirada de la cámara sobre lo verdaderamente importante: el mundo interior de cada pasajero de la diligencia y las relaciones que se establecen entre ellos, el drama de un grupo humano llevado a una situación límite que obliga a cada uno de sus miembros a enfentarse a lo mejor , y lo peor, de sí mismo.

¿Metáfora de una humanidad condenada a huir de sí misma? Hum…. Ford, frunciría el ceño, cambiaría de tema y haría algún chiste. Al huraño genio irlandés no le gustaba la grandilocuencia. Lo que resulta evidente es que una historia que podria haber sido un canto monocorde y con clara vocacion interclasista a la capacidad de superación del ser humano en abstracto, de la mano de Ford y su guionista favorito de la época –Dudley Nichols- se puebla inesperadamente de disonancias y dinamita.

En el mundo de esa diligencia asediada en la que Ford y Nichols deciden encerrar a sus personajes, los ”parias de la tierra”, los excluidos (se diría hoy), los mal vistos socialmente e incluso los fuera de la ley se redimen en la lucha, convirtiendose en heroes; mientras, los ricos (el banquero que roba las nóminas de los obreros, la dama de alta sociedad racista y llena de prejuicios) arrastran por el fango de la avaricia, la pusilanimidad y la estulticia su supuesta superioridad social. Peculiar visión fordiana de la lucha de clases.

¿Metáfora al menos de la sociedad estadounidense en crisis de los años 30 del siglo XX en la que vive el director y en la que filma, en 1939, su película? Ford quizá frunciese otra vez el ceño. El asunto es que la dinamita artística de ”La Diligencia” hace llegar su onda expansiva hasta este capitalismo global en la cuerda floja financiera de principios de 2008.

Partiendo de uno de esos temas que le gustan e interesan, y con una historia contenida como pocas, que ayuda a que la cámara capte la esencia de lo que se quiere decir y no se distraiga en divagaciones superfluas, Ford compone una magnífica película, considerada modesta en su momento y a la que hoy pocos discuten su condición de obra maestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Dinamita construida con muchas de las claves y temas fordianos: el grupo humano (clan, tribu, ejército, familia…) como refugio –en peligro de extinción- del ser humano, frente a un entorno social cada vez más hostil; la amistad como gasolina y salvavidas; el individuo que se realiza plenamente luchando con y para el grupo; esa unidad y lucha de contrarios que anida en cada uno de nosotros, la fortaleza impresionante - y como implícita- de la mujer fordiana (una vez más)…; bailes, canciones, bromas jocosas, que estallan cuando uno menos se lo espera, en un -a veces imposible, y casi siempre genial- triple salto motal narrativo; y el más difícil todavía de un lenguaje cinematográfico tan complejo que siempre debe parecer sencillo: el plano medio se hace verbo y relega el subrayado del primer plano al banquillo de los adejetivos (y eso si es absolutamente imprescindible); los personajes eternos de Ford: el alcohólico, el pendenciero, el desarraigado, los perdedores que, por esta ocasión (y sin que sirva de precedente) ganan... su derecho a seguir libres. Y vivos.
16 de febrero de 2007
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que sabe a poco. No sé si por ingenuidad, distancia cultural, política y moral o simple falta de ambición.


La historia que nos cuenta Clooney, a pesar de su realidad, nos suena repetida y previsible. Su indignación moral es de agradecer, viniendo de quien viene y cuando se produce en pleno corazón del monstruo (tanto del monstruo mediático como del monstruo imperial) pero no deja de sorprender por su ingenuidad, casi candidez. Como si alguien tocase a rebato porque Bush cometa un delito ecológico en Irak.

Debe ser que después de todo lo visto: 11-S, preparación "informativa" de las guerras de Afganistán e Irak, ofensiva mediática contra el comunismo tras el derrumbe del muro estalinista, el cúmulo de mentiras mediáticas que acompañan nacional e internacionalmente a las sucesivas tentativas para acabar con el gobierno de Chávez ,democráticamente elegido por los venezolanos; y desvirgados hace tiempo por Berlusconi, Murdoch, Polanco, Jiménez Losantos, Pedro J y el resto de la pandilla en lucha por el control del Gran Hermano mediático , nos resistimos a derrocchar fácilmente nuestras últimas reservas de indignación.

Clooney y sus acompañantes en esta aventura cinematográfica ponen las mejores intenciones. Buenas actuaciones, implicación moral con sus personajes y la causa que les alienta, pulso firme tras la cámara, buen manejo dramático de la narración. Pero falla algo. Quizá para el americano de clase media que todavía se cree la patraña de la democracia y el "american way of live" esta historia suponga una revelación y sea capaz de apretar el on de ese mando a distancia en el que nos han convertido el corazón (no lo sé). Pero para los que perdimos hace ya tiempo esa inocencia lo que falla creo que es el punto de partida moral, el material narrativo empleado, la denuncia misma que se nos quiere hacer llegar, su cantidad y su calidad.

El tiro a Clooney le sale demasiado bajo. Al menos para los que ya somos veteranos de la guerra que intenta denunciar, o los que luchamos en otras guerras paralelas desatadas por el mismo monstruo pero cien mil veces más indignantes y brutales, que creo que somos la mayor parte de la humanidad. Más que indignación el esfuerzo artístico y moral del equipo de "Buenas noches y buena suerte" produce una mezcla de condescendencia y simpatía. Una suerte de sonrisa, irónica y al tiempo amable, que ni la solidaridad con las buenas intenciones de los personajes, ni el rechazo consciente a McCarthy, su caza de brujas, la manipulación informativa y todo lo demás que Clooney nos cuenta tan airado, puede evitar.
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