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5,3
18.104
3
26 de septiembre de 2022
26 de septiembre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hollywood está lleno de boomers que siguen pensando que meter canciones de rock pre-siglo XXI en sus películas es rompedor. Uno de ellos es Taika Waititi, que disfruta de una posición envidiable respecto a la mayoría de directores de la industria. Ha tomado las riendas del personaje de Thor en base a una película decente que eclipsa a las terribles entregas anteriores. Desde entonces, el neozelandés tiene caché para hacer películas de prestigio a la vez que blockbusters. Entre sus próximos proyectos se incluyen la adaptación de uno de los cómics europeos más influyentes, 'El Incal', y 'Next Goal Wins', una historia de superación deportiva basada en un hecho real.
Que Waititi esté en esta posición nos hace peor como sociedad. Al tipo hay que reconocerle que es un estafador de categoría galáctica, y la mayor prueba es que ha sido capaz de convencer a Alejandro Jodorowsky, otro timador estelar, de que es el indicado para adaptar al cine una de sus obras emblemáticas. Pero en lo relacionado a su obra cinematográfica, en el mejor de los casos es pasable y en el peor, aborrecible, y ninguna de sus películas expone su falta de talento como 'Thor: Love and Thunder'.
El único aspecto destacable del cine de Waititi es su sentido del humor grotesco y autorreferencial, conocedor de los clichés que emplea pero que a la vez no hace nada por evitarlos. Es lo que hace destacar a película como 'Lo que hacemos en las sombras', y parece una dirección adecuada para el MCU después de la supremacía de los diálogos deudores de Joss Whedon. El problema en sus últimas películas parece ser la incoherencia en su tono. ¿Qué buscaba en 'Jojo Rabbit', una sátira del nazismo o un relato dramático sobre la supervivencia en el Tercer Reich?
Podemos hacernos una pregunta similar con 'Love and Thunder'. ¿Es una historia sobre lo que es vivir con un cáncer avanzado, o una aventura alocada en la que hay que derrotar a un villano matadioses y secuestrador de niños en pijama? El equilibrio entre emoción y comedia es precisamente una de las fortalezas de las películas de 'Guardianes de la galaxia', cuyos personajes aparecen brevemente en este film. Waititi fracasa estrepitósamente intentando algo similar, porque parece no comprender que cuando te ríes de todo no importa nada. El arco emocional se siente como un descanso entre gags nada creativos que repiten la fórmula que hemos visto en otras obras del director.
La presentación visual es otro aspecto sobrevalorado de las dos últimas películas de Thor. Que haya colores en el póster y alguno en la película no evita que siga luciendo como casi todas las producciones de Marvel, saturadas y feas, sin apenas ideas visuales. Ya tienen bastante el equipo de la segunda unidad y el departamento de efectos especiales como para preocuparse por ese tipo de cuestiones. A nivel de sonido tampoco difiere demasiado de la norma, salvo la incursión de canciones de Guns N' Roses que no casan con las imágenes. El único "needle drop" que merece la pena es el 'Rainbow in the Dark' de Dio en los créditos.
La película tiene pocos aspectos positivos, y entre ellos están Chris Hemsworth como Thor. Una pena que sus películas en solitario nunca hayan hecho justicia a su carisma. La relación con Natalie Portman es de los pocos elementos sinceros del film, y la química entre los dos intérpretes también era parte de los puntos álgidos de las anteriores entregas. La idea de usar tipografías de los logos de bandas de hard rock ochenteros para los créditos principales tampoco está mal. Todo esto no evita la sensación de que volvemos al mismo punto en el que estábamos tras 'Thor: El mundo oscuro'. Y ahora, ¿qué?
Que Waititi esté en esta posición nos hace peor como sociedad. Al tipo hay que reconocerle que es un estafador de categoría galáctica, y la mayor prueba es que ha sido capaz de convencer a Alejandro Jodorowsky, otro timador estelar, de que es el indicado para adaptar al cine una de sus obras emblemáticas. Pero en lo relacionado a su obra cinematográfica, en el mejor de los casos es pasable y en el peor, aborrecible, y ninguna de sus películas expone su falta de talento como 'Thor: Love and Thunder'.
El único aspecto destacable del cine de Waititi es su sentido del humor grotesco y autorreferencial, conocedor de los clichés que emplea pero que a la vez no hace nada por evitarlos. Es lo que hace destacar a película como 'Lo que hacemos en las sombras', y parece una dirección adecuada para el MCU después de la supremacía de los diálogos deudores de Joss Whedon. El problema en sus últimas películas parece ser la incoherencia en su tono. ¿Qué buscaba en 'Jojo Rabbit', una sátira del nazismo o un relato dramático sobre la supervivencia en el Tercer Reich?
Podemos hacernos una pregunta similar con 'Love and Thunder'. ¿Es una historia sobre lo que es vivir con un cáncer avanzado, o una aventura alocada en la que hay que derrotar a un villano matadioses y secuestrador de niños en pijama? El equilibrio entre emoción y comedia es precisamente una de las fortalezas de las películas de 'Guardianes de la galaxia', cuyos personajes aparecen brevemente en este film. Waititi fracasa estrepitósamente intentando algo similar, porque parece no comprender que cuando te ríes de todo no importa nada. El arco emocional se siente como un descanso entre gags nada creativos que repiten la fórmula que hemos visto en otras obras del director.
La presentación visual es otro aspecto sobrevalorado de las dos últimas películas de Thor. Que haya colores en el póster y alguno en la película no evita que siga luciendo como casi todas las producciones de Marvel, saturadas y feas, sin apenas ideas visuales. Ya tienen bastante el equipo de la segunda unidad y el departamento de efectos especiales como para preocuparse por ese tipo de cuestiones. A nivel de sonido tampoco difiere demasiado de la norma, salvo la incursión de canciones de Guns N' Roses que no casan con las imágenes. El único "needle drop" que merece la pena es el 'Rainbow in the Dark' de Dio en los créditos.
La película tiene pocos aspectos positivos, y entre ellos están Chris Hemsworth como Thor. Una pena que sus películas en solitario nunca hayan hecho justicia a su carisma. La relación con Natalie Portman es de los pocos elementos sinceros del film, y la química entre los dos intérpretes también era parte de los puntos álgidos de las anteriores entregas. La idea de usar tipografías de los logos de bandas de hard rock ochenteros para los créditos principales tampoco está mal. Todo esto no evita la sensación de que volvemos al mismo punto en el que estábamos tras 'Thor: El mundo oscuro'. Y ahora, ¿qué?

6,1
2.764
8
26 de septiembre de 2022
26 de septiembre de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es irónico que estemos ante la película más comercial y convencional que ha hecho Albert Serra hasta ahora, porque esos dos adjetivos merecen unas comillas bien visibles. El director catalán se adentra en el corazón de las tinieblas como pocos lo han hecho hasta ahora en una obra nihilista y evocativa, con un discurso atípicamente político en su filmografía que tiene mucho que decir sobre el estado actual de Europa y la ansiedad ante un futuro incierto.
'Pacifiction' es una experiencia sensorial que tiene elementos comunes con las obras recientes de Nicolas Winding Refn o Apichatpong Weerasethakul, pero con un indiscutible toque del '"enfant terrible" del cine español. Nunca había rodado en localizaciones de este calibre, y el paisaje se convierte también en parte intrínseca del film. Como también lo es ese ritmo glacial que puede tener un efecto devastador a la hora de la siesta. Una vez que están todas las piezas sobre el tablero, es cuestión de si el espectador está dispuesto a formar parte del viaje a la Polinesia Francesa.
Tendrá un acompañante de lujo en Benoît Magimel, en una de las actuaciones más sutilmente carismáticas del año. Las conversaciones de 'Pacifiction' tienen más interés que la mayoría de escenas de acción modernas, y gran parte de la culpa la tiene Magimel con su forma de enunciar, sus manierismos y su elegancia. Además, De Roller es un personaje enigmático porque nunca sabemos cuales son sus intenciones reales. Parece dispuesto a ayudar a los nativos pero a la vez su responsabilidad como oficial francés implica cierto nivel de compromiso político con los intereses de su nación. Da la sensación de que siempre está pensando tres o cuatro movimientos por delante, en una exhibición de ajedrez 4D.
O puede que no. Ahí reside también el encanto del film, porque apenas ofrece exposición en cuestiones de trama o se adentra en algún tipo de análisis psicológicos de los personajes. Los eventos importantes a nivel de historia nunca ocurren seguidos, Serra se toma su tiempo para dejarlos fríos y pasar al siguiente. Parece que su juego consiste en manipular al espectador (el trabajo real de un director) y hacerle pensar que todo lo que vemos y oímos no tendrá consecuencias reales en la pantalla. Y en cierto sentido, es así, pero eso le da más mérito todavía a una secuencia final inaudita, de ver para creer.
Costó entrar en su juego, pero una vez dentro, pocas películas recompensan la atención del espectador con una experiencia cinematográfica memorable como 'Pacifiction'.
'Pacifiction' es una experiencia sensorial que tiene elementos comunes con las obras recientes de Nicolas Winding Refn o Apichatpong Weerasethakul, pero con un indiscutible toque del '"enfant terrible" del cine español. Nunca había rodado en localizaciones de este calibre, y el paisaje se convierte también en parte intrínseca del film. Como también lo es ese ritmo glacial que puede tener un efecto devastador a la hora de la siesta. Una vez que están todas las piezas sobre el tablero, es cuestión de si el espectador está dispuesto a formar parte del viaje a la Polinesia Francesa.
Tendrá un acompañante de lujo en Benoît Magimel, en una de las actuaciones más sutilmente carismáticas del año. Las conversaciones de 'Pacifiction' tienen más interés que la mayoría de escenas de acción modernas, y gran parte de la culpa la tiene Magimel con su forma de enunciar, sus manierismos y su elegancia. Además, De Roller es un personaje enigmático porque nunca sabemos cuales son sus intenciones reales. Parece dispuesto a ayudar a los nativos pero a la vez su responsabilidad como oficial francés implica cierto nivel de compromiso político con los intereses de su nación. Da la sensación de que siempre está pensando tres o cuatro movimientos por delante, en una exhibición de ajedrez 4D.
O puede que no. Ahí reside también el encanto del film, porque apenas ofrece exposición en cuestiones de trama o se adentra en algún tipo de análisis psicológicos de los personajes. Los eventos importantes a nivel de historia nunca ocurren seguidos, Serra se toma su tiempo para dejarlos fríos y pasar al siguiente. Parece que su juego consiste en manipular al espectador (el trabajo real de un director) y hacerle pensar que todo lo que vemos y oímos no tendrá consecuencias reales en la pantalla. Y en cierto sentido, es así, pero eso le da más mérito todavía a una secuencia final inaudita, de ver para creer.
Costó entrar en su juego, pero una vez dentro, pocas películas recompensan la atención del espectador con una experiencia cinematográfica memorable como 'Pacifiction'.

6,4
22.474
1
26 de septiembre de 2022
26 de septiembre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es el cine? Para muchos espectadores, es un entretenimiento del que esperan una buena historia, una postura respetable e inofensiva. El cine es un medio al que he estado expuesto casi desde la cuna, y si bien no reflexioné sobre el tema cuando tenía 3 años y vi por primera vez 'El rey león', a lo largo de los años he llegado a una conclusión nada original sobre el propósito del medio cinematográfico. Como señalaba Roger Ebert, las películas son una máquina de empatía, que te permite ver a personas ordinarias y extraordinarias y compartir sus emociones a través de sus aventuras y desventuras.
¿Qué pasa cuando los personajes no son personas, sino animales? Esta es una de las claves de los primeros clásicos animados de Disney. Puede que los protagonistas de películas como 'Bambi' o 'Dumbo' ni siquiera hablaran, pero desprendían humanidad en su lenguaje corporal o sus expresiones. El estudio consiguió que incluso un objeto de madera conectara emocionalmente con millones de personas. Desde entonces, la animación ha sido un medio ideal para humanizar a cualquier tipo de ser vivo.
En el cine de ficción de imagen real, los animales casi siempre han funcionado como mcguffins, porque el foco suele estar en los personajes humanos. Steven Spielberg ha dirigido algunas de las películas más memorables en las que los animales parecen ser el foco de atención: 'Tiburón, 'Parque Jurásico', 'War Horse' e incluso podríamos hacerle hueco a 'E.T.'. Pero realmente todos esos films tienen en común que la figura del animal es un vehículo para contar historias sobre personas. El único campo en el que el animal es el protagonista total de una producción audiovisual de imagen real es en los documentales de naturaleza.
En apariencia, 'El rey león' de Jon Favreau podría ser el documental animal más caro jamás filmado. Hace justicia a los animales reales en el sentido de que ninguno de los personajes de esta película transmiten emoción alguna con sus rostros o cuerpos. Sin embargo, estos animales no son reales, están creados por ordenador, pues están al servicio de una ficción. 'El rey león' no es una historia sobre una manada viviendo en una localización exótica de la sabana africana, sino un relato musical a la vez trágico y emotivo, además de profundamente humano, ya que está inspirado en una de las historias de Shakespeare, apodado "el inventor de lo humano". Por lo menos era así en la versión original, que fue la primera producción animada original de Disney.
Si hay una palabra que no define esta puesta al día del clásico es precisamente "original". Todo lo que vemos aquí es un refrito del camino ya trazado en 1994 en una de las mayores exhibiciones de poca vergüenza que he visto en una película. No hay ningún aliciente para ver la producción de Jon Favreau sobre la original, y sí muchas cosas que hace peor. A pesar de venderse como un "live-action", este remake es una película animada por ordenador en la que los personajes no tienen alma. Además, al no contar con ningún tipo de estilización o diseños, sus personajes pierden todo su carisma. Los números musicales tienen cero imaginación visual, y consisten en animales moviéndose y hablando con la misma expresión inerte que tienen siempre en los ojos.
Me cuesta pensar que ni siquiera alguien que no haya visto la versión animada de 'El rey león' encuentre algún tipo de valor estético en esta adaptación. Jon Favreau cocina uno de los productos cinematográficos más horripilantes jamás concebidos, que olvida el encanto de la obra original y se conforma con ser una recreación fotorrealista de una historia diseñada para ser estilizada, algo en lo que incluso el musical de Broadway le gana por goleada. He podido ver ese musical (como toda España), y solo el primer número tiene más mérito y emotividad que toda esta producción anticinematográfica.
¿Qué pasa cuando los personajes no son personas, sino animales? Esta es una de las claves de los primeros clásicos animados de Disney. Puede que los protagonistas de películas como 'Bambi' o 'Dumbo' ni siquiera hablaran, pero desprendían humanidad en su lenguaje corporal o sus expresiones. El estudio consiguió que incluso un objeto de madera conectara emocionalmente con millones de personas. Desde entonces, la animación ha sido un medio ideal para humanizar a cualquier tipo de ser vivo.
En el cine de ficción de imagen real, los animales casi siempre han funcionado como mcguffins, porque el foco suele estar en los personajes humanos. Steven Spielberg ha dirigido algunas de las películas más memorables en las que los animales parecen ser el foco de atención: 'Tiburón, 'Parque Jurásico', 'War Horse' e incluso podríamos hacerle hueco a 'E.T.'. Pero realmente todos esos films tienen en común que la figura del animal es un vehículo para contar historias sobre personas. El único campo en el que el animal es el protagonista total de una producción audiovisual de imagen real es en los documentales de naturaleza.
En apariencia, 'El rey león' de Jon Favreau podría ser el documental animal más caro jamás filmado. Hace justicia a los animales reales en el sentido de que ninguno de los personajes de esta película transmiten emoción alguna con sus rostros o cuerpos. Sin embargo, estos animales no son reales, están creados por ordenador, pues están al servicio de una ficción. 'El rey león' no es una historia sobre una manada viviendo en una localización exótica de la sabana africana, sino un relato musical a la vez trágico y emotivo, además de profundamente humano, ya que está inspirado en una de las historias de Shakespeare, apodado "el inventor de lo humano". Por lo menos era así en la versión original, que fue la primera producción animada original de Disney.
Si hay una palabra que no define esta puesta al día del clásico es precisamente "original". Todo lo que vemos aquí es un refrito del camino ya trazado en 1994 en una de las mayores exhibiciones de poca vergüenza que he visto en una película. No hay ningún aliciente para ver la producción de Jon Favreau sobre la original, y sí muchas cosas que hace peor. A pesar de venderse como un "live-action", este remake es una película animada por ordenador en la que los personajes no tienen alma. Además, al no contar con ningún tipo de estilización o diseños, sus personajes pierden todo su carisma. Los números musicales tienen cero imaginación visual, y consisten en animales moviéndose y hablando con la misma expresión inerte que tienen siempre en los ojos.
Me cuesta pensar que ni siquiera alguien que no haya visto la versión animada de 'El rey león' encuentre algún tipo de valor estético en esta adaptación. Jon Favreau cocina uno de los productos cinematográficos más horripilantes jamás concebidos, que olvida el encanto de la obra original y se conforma con ser una recreación fotorrealista de una historia diseñada para ser estilizada, algo en lo que incluso el musical de Broadway le gana por goleada. He podido ver ese musical (como toda España), y solo el primer número tiene más mérito y emotividad que toda esta producción anticinematográfica.

6,8
72.051
8
21 de octubre de 2010
21 de octubre de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que nos encontramos aquí no es una película al uso. Este film es el seguimiento de un caso real y las dos horas y media que dura se centra principalmente en el caso, pero no creáis que solo es eso, también tenemos un seguimiento y evolución de unos personajes magníficos dibujados a la perfección por Fincher (aunque debido al tiempo pasado desde la magnifica primera escena hasta la perfecta escena final es casi obligado, pues las separan veintidós años).
Es sorprendente que para ser una película tan larga no se haga aburrida ni pesada, cierto que tiene sus detractores por esos motivos, pero a mí me pareció que necesitaba esa duración, pues se trata un caso muy complejo lleno de detalles, y Fincher consigue que el film comparta esos adjetivos. Su mano se nota en muchos momentos de la cinta, desde giros inesperados que recuerdan a El club de la lucha, hasta las contantes lluvias sobre la ciudad, una de las principales características de su obra cumbre, Seven, sin olvidar ese momento de angustia sufrido por Gyllenhaal (y debido a la tensión latente, también por el espectador) que nos transporta a La habitación del pánico
En cuanto al guión, podemos decir que es bastante bueno, que se basa en el libro que el personaje de Gyllenhaal, en una actuación memorable, empieza a crear a partir de la segunda mitad de la producción. La obsesión de este personaje es algo que une todas las partes importantes de la película, podría decirse que es el tema principal de la misma. Los personajes de Ruffalo y Gyllenhaal se obsesionan con el caso, en ese orden, Zodiac está obsesionado con matar y el personaje de Downey (breve, pero intenso) se acaba casando con la bebida.
En conclusión, se trata de una película que no solo trata un caso, sino que explora el alma de los implicados y saca a relucir lo más podrido y feo de estas personas, sin dejar de lado sus principales virtudes, algo que Fincher sabe hacer como pocos y que da una personalidad propia a sus películas. No podemos decir que se trate del mejor film de Fincher, pero tampoco está entre sus obras menores, en mi opinión podría competir con El curioso caso de Benjamin Button por el tercer puesto de una filmografía intachable. Y que haga muchas más.
Es sorprendente que para ser una película tan larga no se haga aburrida ni pesada, cierto que tiene sus detractores por esos motivos, pero a mí me pareció que necesitaba esa duración, pues se trata un caso muy complejo lleno de detalles, y Fincher consigue que el film comparta esos adjetivos. Su mano se nota en muchos momentos de la cinta, desde giros inesperados que recuerdan a El club de la lucha, hasta las contantes lluvias sobre la ciudad, una de las principales características de su obra cumbre, Seven, sin olvidar ese momento de angustia sufrido por Gyllenhaal (y debido a la tensión latente, también por el espectador) que nos transporta a La habitación del pánico
En cuanto al guión, podemos decir que es bastante bueno, que se basa en el libro que el personaje de Gyllenhaal, en una actuación memorable, empieza a crear a partir de la segunda mitad de la producción. La obsesión de este personaje es algo que une todas las partes importantes de la película, podría decirse que es el tema principal de la misma. Los personajes de Ruffalo y Gyllenhaal se obsesionan con el caso, en ese orden, Zodiac está obsesionado con matar y el personaje de Downey (breve, pero intenso) se acaba casando con la bebida.
En conclusión, se trata de una película que no solo trata un caso, sino que explora el alma de los implicados y saca a relucir lo más podrido y feo de estas personas, sin dejar de lado sus principales virtudes, algo que Fincher sabe hacer como pocos y que da una personalidad propia a sus películas. No podemos decir que se trate del mejor film de Fincher, pero tampoco está entre sus obras menores, en mi opinión podría competir con El curioso caso de Benjamin Button por el tercer puesto de una filmografía intachable. Y que haga muchas más.

6,2
8.738
8
22 de junio de 2010
22 de junio de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a serles, sincero, La casa de los mil cadáveres no me gustó. A pesar de estar bien montada, con alguna que otra muestra de originalidad, y contar con una buena banda sonora a cargo del propio Zombie, me pareció un film que se centraba más en los guiños que en su propia historia, bastante típica, todo sea dicho.
Por eso afronté el visionado de su secuela, Los renegados del diablo, esperando ver algo por el estilo. Para mi sorpresa, lo que acabé viendo es una película con unas sólidas interpretaciones, un guión bastante bueno, y que conseguía darte la sensación de estar viéndola en una sesión Grindhouse. Todo esto con el estilo personal de Zombie, y sin notarse tanto las influencias, como en su debut.
En el mundo de la música, cuando una banda saca su primer álbum, suele ser el menos personal y con más influencia de los grupos que te gustan, lo mismo pasa con la literatura y cualquier forma de arte. En el cine no es diferente, Rob Zombie ha parido su verdadero debut, que además nos deja unos cuantos mensajes sobre los que reflexionar, como el de la dualidad del alma humana.
Esta película no pasará a la historia, ni mucho menos, pero es una entretenida manera de pasar una tarde, y si eres fan de este tipo de cine, seguramente perdurará bastante en tu memoria.
Por eso afronté el visionado de su secuela, Los renegados del diablo, esperando ver algo por el estilo. Para mi sorpresa, lo que acabé viendo es una película con unas sólidas interpretaciones, un guión bastante bueno, y que conseguía darte la sensación de estar viéndola en una sesión Grindhouse. Todo esto con el estilo personal de Zombie, y sin notarse tanto las influencias, como en su debut.
En el mundo de la música, cuando una banda saca su primer álbum, suele ser el menos personal y con más influencia de los grupos que te gustan, lo mismo pasa con la literatura y cualquier forma de arte. En el cine no es diferente, Rob Zombie ha parido su verdadero debut, que además nos deja unos cuantos mensajes sobre los que reflexionar, como el de la dualidad del alma humana.
Esta película no pasará a la historia, ni mucho menos, pero es una entretenida manera de pasar una tarde, y si eres fan de este tipo de cine, seguramente perdurará bastante en tu memoria.
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