Una puesta en escena grupal e individual de actores digna del mejor teatro griego.
La cámara está puesta de manera tal, que logra que el espectador se interne como un personaje más.
Esto es importante decirlo, porque si bien puede parecer redundante que la cámara se integre a la escena como si estuviera dentro, no solo lo hace por eso, sino por el tiempo exasperante que dura cada una. Sobre todo en escenas que transcurren al límite de la irrealidad.
Plantear teatro griego delante de cámara como lo hace Pasolini dentro de un estilo neorrealista, es una cosa, Paolo en Edipo rey y Medea no hacia teatro. Glauber Rocha planta a los actores haciendo teatro griego todo el tiempo, como si estuvieran en un anfiteatro y logra que el espectador lo sienta natural aun con la cantidad de planos frontales que tiene la película. La primera escena te lo anuncia con personajes saliendo y entrando de cuadro.
La escena del duelo con machetes si da la pauta de otro género.
Un narrador omnisciente que canta el corazón de toda la película.

el perro acostado en el piso de un bar y saliendo de escena presagiando una tormenta, un granjero que no quiere ensuciar sus botas en el barro y termina hundido en el, una música que hace de paisaje, un paisaje que hace de música, Allan Ladd el obvio bueno Jack Palance el obvio malo y lo mejor un niño que hace de cámara y narra la historia sin contarla.