Haz click aquí para copiar la URL
España España · Santa Cruz de Tenerife
You must be a loged user to know your affinity with Ozymandias_Iskander
Críticas 137
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
14 de julio de 2013
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ser humano es injusto. No voy a citar todas las barbaridades que hemos realizado como civilización (no tendríamos espacio), pero me voy a centrar en una que tiene que ver con una pequeña película relegada al olvido: El reportero de la calle 42.

Las películas suelen también entenderse en su contexto temporal, pero también en el contexto del espectador cuando la ve. Para entendernos, hace un año, un servidor comenzó un trabajo de fin de grado sobre la visión del periodista en el cine estadounidense a partir del Watergate. Una de las cintas cinematográficas escogidas para el análisis fue la película que ahora comento.

Street Smart (su nombre original) no me sonaba de nada, pese a tener a un actor de la talla de Christopher Reeve y un Morgan Freeman haciendo de villano por el que recibió su primera nominación al Oscar gracias a su papel. Hurm… Era raro, más que aún hoy ninguna de mis almas gemelas de Filmaffinity la haya votado.

Luego, leí la sinopsis. Me quedé con eso de un periodista, Jonathan Fisher (Christopher Reeve), que se inventa un reportaje con un chulo como protagonista y cómo un fiscal identifica a un auténtico proxeneta Fast (Morgan Freeman) como posible fuente, cosa que sirve al tal Fast para librarse de la acusación de un crimen que ha cometido.

En resumen, ficción contra realidad más un thriller que toca también el tema del estado de la prensa y el sensacionalismo. Vaya, era una película que apuntaba a maneras.
Luego, la vi.

El reportero de la calle 42 puede que no sea una película perfecta (pocas lo son), pero sí merece cierto reconocimiento. Más allá de una premisa atractiva, las interpretaciones que no están mal y la estética de la ciudad como personaje amenazador nos recuerda a Taxi driver, por poner un ejemplo.

El reportero de la calle 42 contiene varias virtudes a tener en cuenta: no aburre, la degeneración del personaje de Fisher (como contraposición al ingenuo periodista Clark Kent, al que interpretaba Reeve en la saga Superman), la estupenda interpretación de Morgan Freeman que oscila desde la simpatía hasta la villanía, algún simbolismo muy bueno (esa paloma que escapa, como el alma de un personaje que muere), una trama que acaba convirtiéndose en una pesadilla para Fisher y un final que, aunque rocambolesco, deja claro que la prensa debería examinar más a sus “estrellas”.

Ahora bien, ¿por qué la gente ha olvidado El reportero de la calle 42?

Para completar el trabajo de fin de grado, no se me ocurrió otra cosa que contactar con un par de directores y guionistas de estas películas con periodistas como protagonistas. Por probar…
El realizador que respondió fue Jerry Schatzberg, un hombre pesimista sobre el periodismo y que me dio un par de interesantes respuestas, entre ellas por qué nadie recordaba el film.
Cannon Group, la compañía de los films típicos de Charles Bronson o Chuck Norris, quiso a Christopher Reeve para Superman IV. Reeve aceptó a cambio de que le dejasen hacer una película que quisiera; la que eligió fue El reportero de la calle 42. Cannon decidió entonces gastar toda la publicidad en Superman IV y olvidarse de El reportero de la calle 42. Todos sabemos lo que resultó ser Superman IV, nadie se acuerda de El reportero de la calle 42.

Este tipo de sucesos nos hace plantearnos el estado de un cine que desde los ´80 ha tendido más aún a la mercadotecnia que al arte.

Un motivo más para destacar la muy actual El reportero de la calle 42, para que alguien más se fije en ella y redescubra los abismos del ser humano, retransmitidos en directo y a todo color por Jonathan Fisher.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Mi última pregunta a Schatzberg fue la siguiente:
-Tras el final, ¿tuvo éxito Jonathan Fisher?
-Jerry Schatzberg: Con mi respeto a los periodistas, sí.
11 de julio de 2013
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Evil dead (Posesión infernal, según los traductores españoles) es una de esas películas que te demuestran que el cine puede educar. ¿Quién no ha tenido un amigo que se dedica a hacer el imbécil? Bien, esta película te enseña que tienes derecho a decapitarle para que se deje de tocar las narices. Aclarado esto, continuemos.

Posesión infernal, esa oda a la amistad solo superada por películas como Tumba Abierta del amigo Danny Boyle, es por derecho propio una de esas películas que ver con los colegas: algunos se llevarán algún susto (hay de todo), con los demás te partirás la caja con sus momentos hilarantes, su derroche de stop motion en la “batalla final” y ese gore de baratillo que te hace pensar que el ser humano tiene como veinte litros de pintura roja en vena.

El director Sam Raimi era por entonces un realizador que empezaba a jugar y se nota. Al principio, parece que se toma bastante en serio la película: esos jóvenes que acaban en una casa rural (cabaña abandonada en la vida real; aprovechando recursos), que posee una copia del libro de los muertos (lo bueno es que con la educación actual, la gente pasaría de leerlo porque los libros son aburridos para ellos). Esa es la premisa y parece que Raimi se la cree y todo.

Entonces, los colegas la lían parda cuando por a o por, sobre todo, b (ya se sabe porque se usan los CD hoy) se conjura un hechizo que hace que el bosque demoníaco ataque, viole (¡!) y vaya poseyendo (gracias al plano subjetivo heredado de Tiburón) uno por uno al grupo de colegas que peor ha acabado de la historia. Todo gracias al maquillaje y las lentillas blancas que ciegan (en serio, los actores no veían cuando se las ponían y eran extremadamente dolorosas).

Por suerte, ahí está el hombre a una motosierra pegado: Bruce Campbell, colega desde la infancia de Sam y su hermano Ted. Es en ese instante cuando se demuestra que Raimi se enamora del despiporre, que tiene ganas de sacar el film adelante (varios de los actores dejaron el film antes de terminar salvo Campbell) y nos entrega momentos graciosos, gores y miedo de baratillo que te lo hace pasar bien con una peli de serie B y orgullosa de serlo.

Tal vez la seriedad del principio y la falta de gancho hace que la película se quede en un "bien y ya está", pero al menos sirve para empezar a dibujar esa figura que es Sam Raimi: el dios de las pelis que ver con colegas.

En esta reseña se notará cierto amor y odio a la figura de Raimi, pero es lo que este loco de la plastilina (a la escena final me remito de nuevo), la sangre y las historias de terror merece. No hay que tomárselo en serio, ni Raimi lo hace y uno lo agradece.

En fin, Evil dead es una película para ver con tus colegas, echarte unas risas y brindar por Sam Raimi, Bruce Campbell y el libro de los muertos. ¡A tu salud!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Además, no queda vivo ni el apuntador, cosa que demostraba el don de Raimi para cargarse personajes (véase Spider-Man 3).
18 de julio de 2013
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prevenidos… ¡Acción!

El cine es una criatura creada por los seres humanos, como sus mayores virtudes o monstruos. El séptimo arte nos consume a todos durante un instante o el resto de nuestras vidas, pocos escapan y tampoco agradecen la vida por haberlo hecho. Los fotogramas hacen que muchos se conviertan a él o mueran por él. El cine es un auténtico vampiro.

Algo parecido tuvieron que pensar el director E. Elias Merhige y el guionista Steven Hatz al realizar La sombra del vampiro, un homenaje al Nosferatu de Murnau. La obra sostiene que el director expresionista alemán (encarnado por un John Malkovich desatado) “utilizó” a un vampiro de verdad para crear a su vampiro (Willem Dafoe encarna a Schreck, de una forma tan excéntrica como llamativa, una figura trágica, haciendo apología del método Stanislavsky).

Lejos de ser una película de terror, La sombra del vampiro se convierte en una especie de guiño al cine clásico y uno de sus mayores referentes, a la vez que presenta ese misterio y ese personaje extravagante con forma de vampiro. No es raro que uno llegue a pensar que esta película, un drama con alguna dosis de terror y bastante hilarante, sea la comedia “oscurilla” que intentó Tim Burton con su más que olvidable Dark Shadows.

La sombra del vampiro se hace corta, con sus aciertos y detalles (esa locomotora llamada Caronte, que cruza “la laguna Estigia” con las “víctimas”); para bien y para mal.

Tal vez la falta de desarrollo (tiene una gran idea) o un par más de mejores escenas realizadas por el director de la siniestra y experimental Begotten, hubieran hecho que el resultado de La sombra del vampiro fuese mejor que solo una idea curiosa más o menos bien ejecutada… Y lo es si se compara con otras películas recientes de vampiros, como la decadente Saga Crepúsculo (si es que realmente son vampiros) o subproductos varios.

La sombra del vampiro, aún así, demuestra que durante sus 98 minutos somos alimento del más siniestro chupasangre: el séptimo arte. Tiene su mérito.

Corten y a positivar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todo transcurre bastante rápido, el tiempo pasa volando y, de pronto, tiene lugar ese final que significa simbólicamente tantas cosas: el director sacrifica todo en pos del arte, de la hermosura del séptimo arte, esa monstruosa criatura.
15 de enero de 2018
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adolescencia es una época fundamental en cada uno de nosotros. Más o menos. A ver, es un infierno. Es la época de odiar a todo el mundo. Es la época de hacer el idiota. Es la época de cometer los primeros errores. Es la época de querer ser todo y ser nada. Es la época.

Pocas series han reflejado ese paso de la niñez a la etapa adulta como lo ha hecho The End of the F***cking World, una de las grandes sorpresas del comienzo de este 2018. Uno de los mejores aspectos de las colaboraciones entre cadenas y Netflix es que suelen salir producciones tan interesantes como esta, una serie sobre gente perdida con dos adolescentes como protagonistas que se escapan del estándar y eso no tiene precio. Un monumento para James y Alyssa, por favor.

Muchos pensaréis: "oh, típica serie indie sobre dos protas rebeldes que se enamoran", pero no, no es eso. Esa premisa bastarda no lo es todo. Los protagonistas no suelen ser los típicos de estas series que caen tan fácilmente en los estereotipos. James no comienza a salir por ahí con Alyssa por amor, empieza a salir con ella por ahí, porque pretende asesinarla. Sí, como suena. James siempre ha querido cometer un asesinato y Alyssa es la elección perfecta. De ahí, cuesta abajo.

Pronto, los dos comenzarán una huida de los adultos, del instituto, de las responsabilidades, de sus familias, de la policía... De lo que tienen que ser y no quieren ser, porque son conscientes de que no son como el resto y, si lo son, habitan en un mundo de gente horrible (el veterano de guerra, el profesor universitario) o personajes rotos (Frodo, las detectives). Porque, por suerte (y frente a otras producciones de adolescentes recientes donde todo iba sobre chantajear a los vivos con tus problemas), The End of the F***cking World es terriblemente humana, pero también bebe de cómics y películas de un corte más particular: Black Hole, el cómic underground, Asesinos natos y otros road cómics o road movies que surgen como paradigma de esta pequeña aventura.

Y el guion brilla por las situaciones del reparto, que parece salido del cómic de Chuck Forsman. No podemos dejar de lado el gran trabajo que hace Alex Lawther (protagonista del perturbador capítulo Shut Up and Dance de Black Mirror) y la fantástica Jessy Barden (a la que muchos conocimos de su papel en Penny Dreadful y en películas como Hanna), pero no son las únicas caras conocidas, porque también tenemos a la estupenda Gemma Whelan (lejos de los Greyjoy) como una detective bastante particular, que parece salida de Fargo.

Además, la serie nos muestra el Reino Unido que no solemos ver tanto en la pequeña pantalla, acompañado de una música country, folk y rasgueos de guitarra que nos transportan más al desierto de Arizona que a la campiña inglesa. Y pega perfectamente como paisaje dependiente de los sentimientos de los personajes y de los sucesos que viven, donde sexo, drogas, muerte, escapadas, violencia y miedos del pasado se mezclan a lo largo del metraje. Sus ocho capítulos de veinte minutos hacen que la serie se convierta en el material perfecto para un binge-watch y que sea una película de dos horas sobre las andanzas de dos adolescentes que no suelen ser la voz cantante de este tipo de obras. Es más, frente a series interminables como Por trece razones (un ejemplo "cercano"), los veinte minutos le sientan perfectamente, como ocurría con GLOW.

En definitiva, The End of the F***cking World es una serie que invita a ser vista y huir con ellas lejos de este mundo horripilante, si es que acaso Alyssa y James, esos dos fugitivos ingleses, nos aceptan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
P.D.: Spoiler. Como le comentaba al compañero Pedro de Mercader, solo espero que no la líen y hagan una segunda temporada. James debe, tiene, es obligatorio que muera en esa última escena. Es adonde nos dirige la serie y es el mejor final que pueden darle. Por favor, no la fastidiéis. FIN DEL SPOILER.

Y, ahora, me voy a llorar solo en una esquina, a ver si los guionistas me hacen caso.

Publicado originalmente en: https://goo.gl/3N8swU
12 de julio de 2013
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres relatos de ciencia ficción es el intento (¡ojo al término!) del realizador Nacho Vigalondo de contar tres historias cortas de este género en tres minutos. Una tarea ardua, pero que al menos deja unos relatos, cuanto menos, curiosos de los cuales uno es bueno o muy bueno.

Sin apenas recursos, más allá de las imágenes adecuadas de lo que hay y la voz en off, Vigalando demuestra que se puede hacer un buen corto con pocos medios y sin gastarse seguramente ni un duro.

Como su propio nombre indica, este cortometraje se divide en tres:

-Donde nosotros tenemos París nos presenta una historia con un buen punto de partida, pero que se acaba deshinchando un poco en el último tercio, con un remate que no es del todo bueno, pero que da un giro interesante.

-Mi cantante favorito es, sin duda, la mejor historia de la propuesta, la más reflexiva e incluso poderosa de las ideas que nos presenta el director de Los Cronocrímenes. ¿Qué pasaría si pudiéramos crear nuestra propia realidad? ¿No es lo que hacemos acaso?

-La pregunta correcta toca el tema de las redes sociales y nuestro papel en un mundo cada vez más conectado donde nunca sabremos cuál es el límite. Se antoja quizás como el microrrelato menos inspirado, aunque el más certero ya que lo que ocurre en él, está pasando ya.

Pese a ellos, es apreciable el intento de Nacho Vigalondo de defender el género con estas pequeñas ideas. Tal vez, después de Extraterrestre y Open Windows, Vigalondo se proponga un Black Mirror o algo estilo La dimensión desconocida.

La pregunta más acertada es: ¿quién sabe qué realidad creará y por qué tienen una antena tan grande como esa?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here

    Últimas películas visitadas
    Jaula dorada (Serie de TV)
    2019
    Altan Dönmez
    arrow
    Bienvenido al nuevo buscador de FA: permite buscar incluso con errores ortográficos
    hacer búsquedas múltiples (Ej: De Niro Pacino) y búsquedas coloquiales (Ej: Spiderman de Tom Holland)
    Se muestran resultados para
    Sin resultados para