Lo mismo, trasladado a un tercero, a personajes ajenos, podría pasar. Algún momento puntual —ya digo, en boca de otros personajes, en otra historia— podría ser incluso brillante. Pero dedicado todo a homenajearse a uno mismo de manera tan explícita (es terrible desperdiciar tanto talento para hacer imitaciones) es casi ridículo. Imposible no reír.

¿Añoras las mejores películas de acción de los ochenta? Pues este 'Shooter' es lo más aproximado que se ha estrenado en los últimos años a aquellos films en los que se mezclaba la acción protagonizada por personajes casi sobrehumanos con un interesante argumento. En este caso es de alabar que los enemigos no sean precisamente musulmanes, comunistas o algún sucedáneo. Con una resolución más firme, la película aún habría llegado más lejos. Aún así, recomendable para los que echen de menos los tiempos de 'Acorralado'.

Achacarle a él toda la culpa de que La chispa de la vida sea una película floja tirando a mala sería injusto, pero cuando uno se siente ante una película espera asistir a actuaciones que le hagan olvidar que asiste a una ficción. Pero José Mota no es actor y por tanto realiza una actuación mediocre y estridente, que impide tener empatía alguna hacia su personaje. Por lo demás, De la Iglesia trató de hacer una de Berlanga, pero le salió un pastiche bastante malo en el que solo Fernando Tejero eleva la media. No es nada personal: 'Balada triste de trompeta' me parece buena.

Técnicamente notable, y muy destacables también las interpretaciones, especialmente la de Dolores Fonzi, que durante buena parte del metraje te hace creer que es posible comportarse como lo hace la protagonista de esta fábula reaccionaria.
Es increíble que, en pleno 2015, a un grupo de señores les pareciera interesante levantar un artefacto tan ultraconservador. No obstante, el film explica muy bien cómo se ha construido y ha acabado calando en determinados sectores el imaginario ultraderechista en la última década.

No sé qué necesidad hay ahora, en pleno resurgir del fascismo, de reescribir la historia. Una historia, la del franquismo y su terrible opresión a la ciudadanía, que hasta hace poco parecía que teníamos clara. No obstante, a eso se dedica esta serie, contextualizada en el ocaso de la década de los 60 de un Euskadi (el de la serie) en el que lo más gris era la industria, mientras la huella del franquismo era una anécdota con algún incidente ocasional. La gente parece libre —en la serie— de decir y opinar, no se percibe represión alguna por los aparatos del estado franquista, y sus brazos ejecutores son simpáticos personajes, quizás un poco chusqueros, pero con buen fondo. Como Melitón Manzanas, que se lava las manos a fondo después de una puntual tortura que ni ejecuta. Lo pasaba mal el pobre, según parecen decirnos los guionistas. Todo con una brillante factura (a destacar las interpretaciones de Ebrique Auquer y María Morales) hasta los dos últimos episodios, siendo el penúltimo especialmente pobre por lo artificial y transparente de todo el mecanismo fallidamente lacrimógeno. Flaco favor se le hace a la democracia española buscando sustentarla sobre pastiches como este (que parecen guionizados por el que escribe los discursos de Vox) en lugar de documentar la realidad, por cruda y gris que sea.