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Críticas ordenadas por utilidad
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7
6 de septiembre de 2020
6 de septiembre de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A raíz del éxito de la adaptación cinematográfica de "Usted puede ser un asesino", Isasi se propuso conseguir un resultado parecido con otra obra de Alfonso Paso similar, "Vamos a contar mentiras". No logró que triunfara en taquilla, pero sí realizar un sólido juguete cómico mezcla de la obra teatral y de la imaginación de los guionistas.
La película se separa de la obra con gags añadidos y un desenlace distinto. Se diría que Isasi, tan devoto del cine norteamericano, quiso añadir a Paso un estilo propio de Hollywood, inventando situaciones hilarantes y dotando a la narración de un estilo vertiginoso. El robo del coche de bomberos, las monjas que invaden el chalet acompañadas de los niños de un orfanato, el ladrón que se esconde bajo una mesa con ruedas o debajo de la cama de matrimonio y la secuencia del cura en la ducha son unas pocas muestras de las modificaciones efectuadas sobre el texto original. No obstante, se respetan el sentido del argumento y la mayoría de los divertidos diálogos.
El duo Juanjo Menéndez-López Vázquez funciona tan bien como el de Alberto Closas-López Vázquez en "Usted puede ser un asesino". Hasta se dan el mismo número de cadáveres a esconder, si bien muchas más sorpresas y sustos. El relato policíaco importa poco. Lo decisivo gira en torno al personaje de Menéndez, que acostumbrado a que su esposa (Amparo Soler Leal) mienta a cada momento, no se cree ni lo que ve. Y es que su casa está en manos de un ladrón que no consigue llevarse los dos muertos accidentales. Y que progresivamente se va llenando de vecinos, niños cantores, un psiquiatra y hasta el cuerpo entero de bomberos.
Aparte de divertir, el film tiene un mensaje: el que piensa que lo que sucede debe ser lógico acaba convirtiéndose en un idiota.
La película se separa de la obra con gags añadidos y un desenlace distinto. Se diría que Isasi, tan devoto del cine norteamericano, quiso añadir a Paso un estilo propio de Hollywood, inventando situaciones hilarantes y dotando a la narración de un estilo vertiginoso. El robo del coche de bomberos, las monjas que invaden el chalet acompañadas de los niños de un orfanato, el ladrón que se esconde bajo una mesa con ruedas o debajo de la cama de matrimonio y la secuencia del cura en la ducha son unas pocas muestras de las modificaciones efectuadas sobre el texto original. No obstante, se respetan el sentido del argumento y la mayoría de los divertidos diálogos.
El duo Juanjo Menéndez-López Vázquez funciona tan bien como el de Alberto Closas-López Vázquez en "Usted puede ser un asesino". Hasta se dan el mismo número de cadáveres a esconder, si bien muchas más sorpresas y sustos. El relato policíaco importa poco. Lo decisivo gira en torno al personaje de Menéndez, que acostumbrado a que su esposa (Amparo Soler Leal) mienta a cada momento, no se cree ni lo que ve. Y es que su casa está en manos de un ladrón que no consigue llevarse los dos muertos accidentales. Y que progresivamente se va llenando de vecinos, niños cantores, un psiquiatra y hasta el cuerpo entero de bomberos.
Aparte de divertir, el film tiene un mensaje: el que piensa que lo que sucede debe ser lógico acaba convirtiéndose en un idiota.

6,8
181
9
2 de junio de 2020
2 de junio de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coincido en que Vernouil es un director mucho más importante de lo que se le considera. Concilió siempre el pensamiento con el espectáculo ameno, a diferencia de los aburridos e intelectualizados miembros de la "nouvelle vague" Este es uno de sus mejores films. Mediante el hilo conductor de las memorias de un expresidente francés, se nos muestra la lucha de un político por servir de verdad a su país y no a los intereses particulares de las grandes empresas. Un guión inteligente, de diálogos concisos, nos permite asistir a la pugna entre dos clases de profesionales de la política. Jean Gabin encarna a un patriota que juega limpio con Francia, que no se enriquece a costa del cargo y toma decisiones acordes con la moral. Bernard Blien, por el contrario, se parece a los que hoy dirigen los partidos democráticos, pues miente hasta con la verdad y está dispuesto a cambiar de actitud cuando conviene al grupo de intereses al que representa.
La novela de Simenon, bien adaptada por Vernouil, expresa un espíritu hoy desaparecido: la posibilidad de ser eficaz en la conducción de una nación sin enredarse en las zarzas de la corrupción. En este sentido el mensaje del film es plenamente actual. En otro se nos muestra un fuerte carácter personal, muy original en su familiar conducta, que pertenece, desgraciadamente, a otra época.
La novela de Simenon, bien adaptada por Vernouil, expresa un espíritu hoy desaparecido: la posibilidad de ser eficaz en la conducción de una nación sin enredarse en las zarzas de la corrupción. En este sentido el mensaje del film es plenamente actual. En otro se nos muestra un fuerte carácter personal, muy original en su familiar conducta, que pertenece, desgraciadamente, a otra época.

5,5
2.535
8
22 de febrero de 2020
22 de febrero de 2020
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La conquista de América tiene dos caras: el éxito y el fracaso Balboa, El Cano, Cortés, Pizarro simbolizan el triunfo en sus empresas o conquistas. Aguirre, la demente frustración de quien no esforzándose menos que sus predecesores no consiguió nada. En Méjico, en Perú, incluso en Filipinas, se encontraron imperios fascinantes, riquezas o un comercio lucrativo. En el Amazonas sólo mosquitos, desgracias y flechas. Ni cabe atribuir a Aguirre su exploración, pues antes que él había recorrido el gran río Orellana.
Hay muchas más películas de las que se recuerdan sobre los españoles en América. Ya Cecil B. de Mille, en el mudo, trató admirativamente a Cortés. En los años cuarenta Hollywood hizo una superproducción sobre la conquista de Méjico, El capitán de Castilla,aunque por respeto a ese país la película se detiene en la llegada a la ciudad de Montezuma. En los cincuenta la Fox filmó la conquista de California (Las siete ciudades de oro); en los sesenta Vittorio Cottafavi filmó para TVE y la RAI el mejor Cristóbal Colón que conozco, el protagonizado por Francisco Rabal. Y los ingleses hicieron un excelente título sobre Pizarro con La caza real del sol. Después vino la exitosa Aguirre, la cólera de Dios. Los españoles, aparte de la horrible Alba de América y de la discreta Los conquistadores del Pacífico, donde se narraba la epopeya de Balboa, contribuyeron a la serie con un buen film sobre la conquista de Chile, La Araucana, de Julio Coll.
Más tarde se hizo aquí un muy mal título sobre Cabeza de Vaca y alguna que otra estupidez. R. Scott no acertó en 1492 con Colón, a pesar de su calidad como realizador. Y sólo Carlos Saura consiguió un film interesante con El Dorado.
Hago este largo prologo porque parece que muchos cinéfilos ignoran la copiosa filmografía que ha producido el imperio español (y no sólo sobre América). No cito las innumerables películas de piratas donde los españoles hacen de malos (aunque no en todas) para no cansar.
Saura con El Dorado quiso retomar el estilo de cine que cultivo en los sesenta. En Llanto por un bandido, en La caza, en Peppermint Frappé se mostró entonces discípulo de Buñuel con historias crueles y pesimistas. Luego se dedicaría a relatos más subjetivos y aburridos y resultó una sorpresa que en 1988 regresara a una temática más abierta y objetiva.
Eligió el personaje de Aguirre porque iba bien a su sentimiento desconsolado de la vida, aunque ni se necesitaba una nueva película de este tema ni logró superar la de Herzog. Donde Herzog sintetizó el dramático destino del hombre, poseído por el demonio de la fama y el poder, Saura se limitó a ofrecer un fiel relato de la expedición, teñida monótonamente por la sangre de los crímenes del fracasado conquistador. Aguirre se quita de en medio a Ursúa y a sus compañeros de rebelión porque quiere el mando. En su delirio megalómano llega a rebelarse contra Felipe II y España y dice fundar un nuevo reino, pero lo único que conquista son los bergantines que bajan por el río.
Las imágenes son de gran belleza plástica, a pesar de la fealdad del relato. Los actores están bien dirigidos, aunque no hay que exagerar ni con Omero Antonutti, ninguno posee la personalidad de las grandes estrellas clásicas. Los sucesivos asesinatos, muy bien realizados, llegan a fatigar. Se detallan demasiado, algo que no hizo Herzog. Herzog quiso representar en Aguirre el imperialismo, con sus miserias y grandezas; Saura sólo un desesperado que pierde la razón por no logran lo que Cortés y Pizarro.
La perfección técnica y artística con que está hecho el film y sus grandes medios resultan estimulantes. Pero el guión no está a la altura de la intención.
La siniestra aventura de Aguirre no era muy oportuna cuando se acercaba el quinto centenario. De no encontrarse el PSOE en el poder Saura no habría obtenido subvención para un film tan caro. Pero Saura nunca ha querido magnificar nada y menos la historia de España, de manera que no hizo un Magallanes o un Colón (que también le habrían permitido mostrar la crueldad del hombre, aunque con resultado distinto.). Necesitaba el fracaso total de esa crueldad adaptando la historia de los marañones.
Lástima. Pues su excelente caligrafía cinematográfica hubiera triunfado con un guión que ofreciera más contraste, que no exhibiera sólo el lado más oscuro del hombre, sino su imagen total. Ya que la historia no sólo es terrible, también tiene aspectos magníficos. Y cuando el español de hoy se empeña en evocar sólo fracasos puede entenderse que no cree en nada ni espera nada del futuro.
Una última observación: que el film de Saura no obtuviera éxito no tiene importancia para la historia de nuestro cine. Tampoco tuvo éxito El verdugo y hoy se la considera una obra maestra. Para mí merecía más consideración crítica, pues se trata de un buen producto. El Dorado, al fin, no desaprovecho los mil millones invertidos, mientras que TVE y Emiliano Piedra se gastaron 3000 en una pifia como El Quijote, de Manuel Gutiérrez Aragón.
Hay muchas más películas de las que se recuerdan sobre los españoles en América. Ya Cecil B. de Mille, en el mudo, trató admirativamente a Cortés. En los años cuarenta Hollywood hizo una superproducción sobre la conquista de Méjico, El capitán de Castilla,aunque por respeto a ese país la película se detiene en la llegada a la ciudad de Montezuma. En los cincuenta la Fox filmó la conquista de California (Las siete ciudades de oro); en los sesenta Vittorio Cottafavi filmó para TVE y la RAI el mejor Cristóbal Colón que conozco, el protagonizado por Francisco Rabal. Y los ingleses hicieron un excelente título sobre Pizarro con La caza real del sol. Después vino la exitosa Aguirre, la cólera de Dios. Los españoles, aparte de la horrible Alba de América y de la discreta Los conquistadores del Pacífico, donde se narraba la epopeya de Balboa, contribuyeron a la serie con un buen film sobre la conquista de Chile, La Araucana, de Julio Coll.
Más tarde se hizo aquí un muy mal título sobre Cabeza de Vaca y alguna que otra estupidez. R. Scott no acertó en 1492 con Colón, a pesar de su calidad como realizador. Y sólo Carlos Saura consiguió un film interesante con El Dorado.
Hago este largo prologo porque parece que muchos cinéfilos ignoran la copiosa filmografía que ha producido el imperio español (y no sólo sobre América). No cito las innumerables películas de piratas donde los españoles hacen de malos (aunque no en todas) para no cansar.
Saura con El Dorado quiso retomar el estilo de cine que cultivo en los sesenta. En Llanto por un bandido, en La caza, en Peppermint Frappé se mostró entonces discípulo de Buñuel con historias crueles y pesimistas. Luego se dedicaría a relatos más subjetivos y aburridos y resultó una sorpresa que en 1988 regresara a una temática más abierta y objetiva.
Eligió el personaje de Aguirre porque iba bien a su sentimiento desconsolado de la vida, aunque ni se necesitaba una nueva película de este tema ni logró superar la de Herzog. Donde Herzog sintetizó el dramático destino del hombre, poseído por el demonio de la fama y el poder, Saura se limitó a ofrecer un fiel relato de la expedición, teñida monótonamente por la sangre de los crímenes del fracasado conquistador. Aguirre se quita de en medio a Ursúa y a sus compañeros de rebelión porque quiere el mando. En su delirio megalómano llega a rebelarse contra Felipe II y España y dice fundar un nuevo reino, pero lo único que conquista son los bergantines que bajan por el río.
Las imágenes son de gran belleza plástica, a pesar de la fealdad del relato. Los actores están bien dirigidos, aunque no hay que exagerar ni con Omero Antonutti, ninguno posee la personalidad de las grandes estrellas clásicas. Los sucesivos asesinatos, muy bien realizados, llegan a fatigar. Se detallan demasiado, algo que no hizo Herzog. Herzog quiso representar en Aguirre el imperialismo, con sus miserias y grandezas; Saura sólo un desesperado que pierde la razón por no logran lo que Cortés y Pizarro.
La perfección técnica y artística con que está hecho el film y sus grandes medios resultan estimulantes. Pero el guión no está a la altura de la intención.
La siniestra aventura de Aguirre no era muy oportuna cuando se acercaba el quinto centenario. De no encontrarse el PSOE en el poder Saura no habría obtenido subvención para un film tan caro. Pero Saura nunca ha querido magnificar nada y menos la historia de España, de manera que no hizo un Magallanes o un Colón (que también le habrían permitido mostrar la crueldad del hombre, aunque con resultado distinto.). Necesitaba el fracaso total de esa crueldad adaptando la historia de los marañones.
Lástima. Pues su excelente caligrafía cinematográfica hubiera triunfado con un guión que ofreciera más contraste, que no exhibiera sólo el lado más oscuro del hombre, sino su imagen total. Ya que la historia no sólo es terrible, también tiene aspectos magníficos. Y cuando el español de hoy se empeña en evocar sólo fracasos puede entenderse que no cree en nada ni espera nada del futuro.
Una última observación: que el film de Saura no obtuviera éxito no tiene importancia para la historia de nuestro cine. Tampoco tuvo éxito El verdugo y hoy se la considera una obra maestra. Para mí merecía más consideración crítica, pues se trata de un buen producto. El Dorado, al fin, no desaprovecho los mil millones invertidos, mientras que TVE y Emiliano Piedra se gastaron 3000 en una pifia como El Quijote, de Manuel Gutiérrez Aragón.
10
18 de noviembre de 2020
18 de noviembre de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parecida a un film anterior ambientado en la guerra de Argelia, "Marcha o muere", "Mercenarios sin gloria" narra una descabellada misión contra los depósitos de combustible de Rommel. El excelente guión encuentra en André de Toth un adecuado director que consigue transmitirnos la falta de escrúpulos de unos personajes que igual se enfrentan a las miserias del desierto que a las consecuencias de sus propias crueles pasiones.
Aquí no se hace la guerra por la patria o por un ideal. Se busca sobrevivir o ganar dinero. Los mandos británicos llegan a ser para sus soldados tan peligrosos como el enemigo. No se mata por una causa, sino cuando conviene. Y cuando conviene se traiciona al compatriota.
El pesimismo de la historia, sin embargo, no deprime, pues la película tiene la estética de un buen film bélico, con secuencias de acción espectaculares, como escalar una montaña con vehículos blindados o atravesar un campo de minas.
Amena, sorprendente, muy bien interpretada por Nigel Davenport, mercenario que hace del egoísmo un arte, y Michael Caine, oficial que fracasa al intentar moralizar la guerra, la cinta pertenece al espíritu de otros títulos que muestran los conflictos bélicos como son: "Senderos de gloria", "Ataque" o "Fin de semana en Dunkerke".
Afortunadamente, no tiene nada que ver con disparates antinazis como "Doce del patíbulo" o "Tobruk"
2
Aquí no se hace la guerra por la patria o por un ideal. Se busca sobrevivir o ganar dinero. Los mandos británicos llegan a ser para sus soldados tan peligrosos como el enemigo. No se mata por una causa, sino cuando conviene. Y cuando conviene se traiciona al compatriota.
El pesimismo de la historia, sin embargo, no deprime, pues la película tiene la estética de un buen film bélico, con secuencias de acción espectaculares, como escalar una montaña con vehículos blindados o atravesar un campo de minas.
Amena, sorprendente, muy bien interpretada por Nigel Davenport, mercenario que hace del egoísmo un arte, y Michael Caine, oficial que fracasa al intentar moralizar la guerra, la cinta pertenece al espíritu de otros títulos que muestran los conflictos bélicos como son: "Senderos de gloria", "Ataque" o "Fin de semana en Dunkerke".
Afortunadamente, no tiene nada que ver con disparates antinazis como "Doce del patíbulo" o "Tobruk"
2
5 de agosto de 2020
5 de agosto de 2020
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El valle de las espadas", de Javier Setó, es una coproducción hispano-norteamericana que trató de aprovechar el gran éxito internacional de "El Cid", de Anthony Mann, reemplazando este mito castellano por el del fundador de Castilla, Fernán González. Tuvo repercusión internacional y motivó que la saga continuara con "Los cien caballeros", "Pedro, el cruel" y "Las hijas del Cid".
Es una película épica desigual, con aciertos y errores. A pesar de no ser Javier Setó el director más adecuado para este tipo de cine histórico de acción resulta curioso que las batallas estén bien realizadas, con ritmo, energía y notable espectacularidad, especialmente la final, que se supone Clavijo y donde impresionan los planos generales, con los cristianos formados como una cruz ante los musulmanes ordenados en media luna.
Cojea el guion, a ratos retórico o con fallos en la ambientación de una ciudad medieval. El realismo es escaso y la historia se mueve dentro del plano de la leyenda, incluidos personajes fantásticos, como el apostol Santiago combatiendo a los moros con una espada de fuego.
Digna, a pesar de sus torpezas, aloja excelentes actores, entre los que destacan el fiero rey de Navarra (Broderick Crawford), el optimista lugarteniente del héroe (César Romero) y el tibio rey de León (Fernando Rey). Spartaco Santoni no es Charlton Heston, pero cumple aceptablemente en su papel de Fernán Gonzáles, como Alida Valli el de biliosa reina de León.
La significación del film es clara: una exaltación de los ideales del franquismo, que son los tradicionalistas, desde la unidad de España hasta la fe en los milagros, pasando por el sacrificio individual, la cortesía hacia las damas y la férrea voluntad de independencia ante cualquier intromisión extranjera.
Frankie Avalon interpreta a un juglar que va narrando la leyenda con una hermosa canción. Y los espléndidos paisajes de Castilla, así como sus monumentos, están bien fotografiados.
Es una película épica desigual, con aciertos y errores. A pesar de no ser Javier Setó el director más adecuado para este tipo de cine histórico de acción resulta curioso que las batallas estén bien realizadas, con ritmo, energía y notable espectacularidad, especialmente la final, que se supone Clavijo y donde impresionan los planos generales, con los cristianos formados como una cruz ante los musulmanes ordenados en media luna.
Cojea el guion, a ratos retórico o con fallos en la ambientación de una ciudad medieval. El realismo es escaso y la historia se mueve dentro del plano de la leyenda, incluidos personajes fantásticos, como el apostol Santiago combatiendo a los moros con una espada de fuego.
Digna, a pesar de sus torpezas, aloja excelentes actores, entre los que destacan el fiero rey de Navarra (Broderick Crawford), el optimista lugarteniente del héroe (César Romero) y el tibio rey de León (Fernando Rey). Spartaco Santoni no es Charlton Heston, pero cumple aceptablemente en su papel de Fernán Gonzáles, como Alida Valli el de biliosa reina de León.
La significación del film es clara: una exaltación de los ideales del franquismo, que son los tradicionalistas, desde la unidad de España hasta la fe en los milagros, pasando por el sacrificio individual, la cortesía hacia las damas y la férrea voluntad de independencia ante cualquier intromisión extranjera.
Frankie Avalon interpreta a un juglar que va narrando la leyenda con una hermosa canción. Y los espléndidos paisajes de Castilla, así como sus monumentos, están bien fotografiados.
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