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Críticas ordenadas por utilidad
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5,0
16.402
5
1 de enero de 2012
1 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que hay que decir es que han tratado la mitología como les ha dado la gana. Teseo es aquí un humilde campesino entrenado desde la infancia por Zeus con la forma corpórea de un anciano. Teseo, según la mitología, fue uno de los reyes helenos encargados de la fundación de Grecia. En la historia le acompaña la sacerdotisa virgen Fedra, en la mitología una princesa que fue raptada por Teseo para casarse con ella. Pero no critico este tratamiento inventado de la mitología, ya que en algunas cosas si que aciertan, aunque cambien muchas veces el modo y la forma. Además, Tarantino también hizo con la historia lo que le salió del mentón en Malditos Bastardos y nadie puso pega alguna.
La estética está muy lograda, mostrando una mezcla entre 300 y Furia de Titanes que proporciona a todas las escenas un halo de fantasía que beneficia mucho a la historia. Las situaciones geográficas son demasiado rocambolescas llegando a un barroquismo extremo en el que a veces uno se puede perder. El espectador se maravilla con los colores, las formas y los ambientes, pero éstos son tan exagerados y retorcidos que muchas veces no es capaz de entenderlos e introducirse en ellos. Fortalezas con formas cuadradas, ciudades incrustadas en acantilados y formas excesivamente geométricas distan mucho de la idea que uno tiene sobre las construcciones de la Grecia antigua. Hay algo importante que apuntar, y es que por fin el 3D ha merecido la pena.
Henry Cavill, el próximo Superman, cumple en el papel de héroe griego noble y valiente luciendo musculitos durante toda la película; Mickey Rourke está cada vez está mas feo, y en su interpretación de Hiperión eso no cambia; y la bellísima Freida Pinto pone la misma cara cuando está contenta que cuando está triste. Eso sí, podemos apreciar en amplio 3D su bonito trasero.
Valoremos el film como lo que es: un espectáculo palomitero. Inmortals es mejor que Furia de Titanes, lo cual no es mucho decir, pero está por debajo de otras producciones con la mitología griega de trasfondo. Inmortals no es comparable a Alejandro Magno y Troya, y está muy lejos de llegar al nivel de 300, pero para compensar ofrece por vía triple grandes dosis de vísceras, hemoglobina, y luchas a cámara lenta.
Si dejamos de lado los detalles risibles hechos para el endiosamiento del protagonista y algunas situaciones a las que ni siquiera conseguimos encontrarle el sentido y el por qué, nos topamos con una película que, durante dos horas, nos tendrá alucinados frente a la pantalla con un excelente 3D, y con unas muy entretenidas escenas de lucha.
Eso sí, antes de entrar en la sala aparquen su cerebro en la puerta, procuren que no les salpique la sangre, pónganle limpiaparabrisas a sus gafas 3D, y esperen retorcerse en alguna escena desagradable (sólo hombres). La película hará delicias entre el público adolescente preferentemente masculino. (más abajo por falta de espacio)
La estética está muy lograda, mostrando una mezcla entre 300 y Furia de Titanes que proporciona a todas las escenas un halo de fantasía que beneficia mucho a la historia. Las situaciones geográficas son demasiado rocambolescas llegando a un barroquismo extremo en el que a veces uno se puede perder. El espectador se maravilla con los colores, las formas y los ambientes, pero éstos son tan exagerados y retorcidos que muchas veces no es capaz de entenderlos e introducirse en ellos. Fortalezas con formas cuadradas, ciudades incrustadas en acantilados y formas excesivamente geométricas distan mucho de la idea que uno tiene sobre las construcciones de la Grecia antigua. Hay algo importante que apuntar, y es que por fin el 3D ha merecido la pena.
Henry Cavill, el próximo Superman, cumple en el papel de héroe griego noble y valiente luciendo musculitos durante toda la película; Mickey Rourke está cada vez está mas feo, y en su interpretación de Hiperión eso no cambia; y la bellísima Freida Pinto pone la misma cara cuando está contenta que cuando está triste. Eso sí, podemos apreciar en amplio 3D su bonito trasero.
Valoremos el film como lo que es: un espectáculo palomitero. Inmortals es mejor que Furia de Titanes, lo cual no es mucho decir, pero está por debajo de otras producciones con la mitología griega de trasfondo. Inmortals no es comparable a Alejandro Magno y Troya, y está muy lejos de llegar al nivel de 300, pero para compensar ofrece por vía triple grandes dosis de vísceras, hemoglobina, y luchas a cámara lenta.
Si dejamos de lado los detalles risibles hechos para el endiosamiento del protagonista y algunas situaciones a las que ni siquiera conseguimos encontrarle el sentido y el por qué, nos topamos con una película que, durante dos horas, nos tendrá alucinados frente a la pantalla con un excelente 3D, y con unas muy entretenidas escenas de lucha.
Eso sí, antes de entrar en la sala aparquen su cerebro en la puerta, procuren que no les salpique la sangre, pónganle limpiaparabrisas a sus gafas 3D, y esperen retorcerse en alguna escena desagradable (sólo hombres). La película hará delicias entre el público adolescente preferentemente masculino. (más abajo por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo mejor: la estética, las constantes escenas de lucha y (al fin) un muy buen efecto 3D.
Lo peor: que no se puede tomar en serio.
Lo peor: que no se puede tomar en serio.
3
2 de junio de 2012
2 de junio de 2012
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El prólogo es bastante correcto, donde se nos explica cómo la malvada Ravenna logra hacerse con el trono del reino y cómo Blancanieves ha llegado a ser prisionera en el castillo de la reina. Está perfectamente representado el declive del antiguo reino en pos del mal y la oscuridad, y eso es gracias a la gran estética conseguida por Sanders y el buen hacer en todo el conjunto. Una vez visionado el prólogo, observamos quien, por encima del resto, va a ser la verdadera protagonista y dueña de la película: la guapísima Charlize Theron.
Tras el prometedor prólogo el resto de la función cae por su propio peso. Cada situación se vuelve más confusa que la anterior y todos los acontecimientos se desarrollan de forma bastante inverosímil y sin un por qué claro y concreto, como las a veces cuestionables escenas de acción, que se antojan completamente innecesarias o fuera de lugar. Cuando la película deja de convertirse en una persecución del hermano de la reina hacia Blancanieves pierde todo el interés que tenía, y decae hasta el punto de dejar de importarnos como será el desenlace, en parte, porque ya nos lo olemos desde hace un buen rato.
Dentro del elenco destaca, como antes he dicho, Charlize Theron como la malvada reina, donde se nota quién tiene mejores dotes actorales que el resto. A Kristen Stewart no han conseguido quitarle la cara de 'Crepúsculo' y parece que sigue interpretando a Bella Swan y no a la bella Blancanieves, que tiene menos texto que el resto de sus compañeros, lo que resulta paradójico tratándose de la protagonista de la película. Chris Hemsworth hace lo que mejor sabe hacer, que es repartir mamporros, y aporta una gran personalidad erigiéndose como protagonista en la primera parte de la película. Posteriormente tanto su papel como su labor decaen hasta limitarse a empuñar el hacha. Tanto Caflin como los enanos no tienen calado alguno y sobran en la función.
En lo referente a los cambios introducidos sobre el cuento original, la aparición del cazador supone un chorro de agua fresca en una función que empezaba a sonar a "yo esto ya lo he visto", y aporta ese carácter al bando de los buenos que Blancanieves no sabe transmitir. Los enanitos podrían ser un punto a favor para dotar a la película de algo de humor y aportar personajes con carisma, pero no sólo no lo consiguen, sino que hacen que la película, que tenía un fondo oscuro, se vuelva algo más tontorrona. Recuerdan más a personajes del señor de los anillos que a los enanitos del cuento y además, y esto lo considero casi ofensivo, aparte de ser ocho, ¡no aparece Mudito!
Conclusión en el "spoiler" sin revelar nada.
Tras el prometedor prólogo el resto de la función cae por su propio peso. Cada situación se vuelve más confusa que la anterior y todos los acontecimientos se desarrollan de forma bastante inverosímil y sin un por qué claro y concreto, como las a veces cuestionables escenas de acción, que se antojan completamente innecesarias o fuera de lugar. Cuando la película deja de convertirse en una persecución del hermano de la reina hacia Blancanieves pierde todo el interés que tenía, y decae hasta el punto de dejar de importarnos como será el desenlace, en parte, porque ya nos lo olemos desde hace un buen rato.
Dentro del elenco destaca, como antes he dicho, Charlize Theron como la malvada reina, donde se nota quién tiene mejores dotes actorales que el resto. A Kristen Stewart no han conseguido quitarle la cara de 'Crepúsculo' y parece que sigue interpretando a Bella Swan y no a la bella Blancanieves, que tiene menos texto que el resto de sus compañeros, lo que resulta paradójico tratándose de la protagonista de la película. Chris Hemsworth hace lo que mejor sabe hacer, que es repartir mamporros, y aporta una gran personalidad erigiéndose como protagonista en la primera parte de la película. Posteriormente tanto su papel como su labor decaen hasta limitarse a empuñar el hacha. Tanto Caflin como los enanos no tienen calado alguno y sobran en la función.
En lo referente a los cambios introducidos sobre el cuento original, la aparición del cazador supone un chorro de agua fresca en una función que empezaba a sonar a "yo esto ya lo he visto", y aporta ese carácter al bando de los buenos que Blancanieves no sabe transmitir. Los enanitos podrían ser un punto a favor para dotar a la película de algo de humor y aportar personajes con carisma, pero no sólo no lo consiguen, sino que hacen que la película, que tenía un fondo oscuro, se vuelva algo más tontorrona. Recuerdan más a personajes del señor de los anillos que a los enanitos del cuento y además, y esto lo considero casi ofensivo, aparte de ser ocho, ¡no aparece Mudito!
Conclusión en el "spoiler" sin revelar nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El punto a favor del film es la conseguida estética que tiene un leve toque oscuro que le beneficia y se mantiene durante todo el metraje. Eso sí, el director no se permite ningún ejercicio de estilo ni una sola virguería a los mandos de la cámara. Se limita a ser correcto y filmar con adecuación aún sin aportar nada del otro mundo. En contraposición, el guión tiene más agujeros que un queso gruyer. Situaciones risibles como la del caballo, inexplicables como la del trol, y mal planteadas como la del bosque de las hadas hacen del libreto el gran error del conjunto.
Da la impresión de que si la película hubiera durado una hora no habría sido ningún sacrilegio. El punto épico que buscan y que podría haber sido la gran baza del film no se ve por ningún lado. Me sobra todo lo que viene después de la aparición de los enanos, ya que la batalla final es bastante laxa y el duelo entre féminas absurdo y presumible. Hasta un final completamente inconcluso nos deja en un estado de desconcierto y, lo que es más incongruente, ¡se nos plantea que la Stewart sea más guapa que Charlize! Muy flojita esta versión del cuento de los Grimm.
Da la impresión de que si la película hubiera durado una hora no habría sido ningún sacrilegio. El punto épico que buscan y que podría haber sido la gran baza del film no se ve por ningún lado. Me sobra todo lo que viene después de la aparición de los enanos, ya que la batalla final es bastante laxa y el duelo entre féminas absurdo y presumible. Hasta un final completamente inconcluso nos deja en un estado de desconcierto y, lo que es más incongruente, ¡se nos plantea que la Stewart sea más guapa que Charlize! Muy flojita esta versión del cuento de los Grimm.
8
13 de junio de 2018
13 de junio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes del anochecer es el cierre a la excepcional trilogía de Richard Linklater. Una película que aborda un tema pocas veces visto en el cine: la relación amorosa en su punto intermedio, la rutina.
Minutos después de acabar Antes del anochecer (Before Midnight, 2013) uno no termina de creerse que no volverá a ver a Jesse y Céline otra vez. Guardo en mi interior la esperanza de que Richard Linklater solo esté esperando a que, como entre las tres que componen la saga, pasen los años justos para poder contar una nueva fase, la de la vejez, quizá. Aun con ese deseo interior, permanece la sensación de que esta última es la más perfecta de la trilogía. La más real, veraz y terrenal, alejada del idealismo y romanticismo de la primera; no así tanto de la segunda; pero este cierre, aunque se trata de un duro golpe que deja un sabor amargo, siendo sin duda la más agridulce de todas, genera el regusto más positivo y esperanzador.
Estamos acostumbrados a ver en la gran pantalla historias románticas pasionales y emocionantes, llenas de vaivenes y desenfreno, hasta el punto de comparar en ocasiones lo que uno ve con lo que uno tiene. Por eso pocas veces el cine ha sido fiel reflejo de lo que es la vida en una pareja estable. Sí ha retratado sin embargo los procesos de enamoramiento y de ruptura. Ahora, tras 9 años juntos y un par de gemelas de por medio, Jesse y Céline se encuentran en su momento más maduro, en el que la pasión hace tiempo que abandonó el nido y donde la rutina se ha adueñado de sus vidas. Se les ve más cómplices que nunca, pero la convivencia hace mella y saca a veces lo peor de ellos y, en consecuencia, los errores del pasado, con los que se ven obligados a lidiar en el último tercio de la cinta. Aun así, y recalcando la idea de que se trata de la película más positiva, profundiza en la amistad intrínseca de la pareja y en la idea de que el amor evoluciona en algo mucho más complejo e ininteligible. No mejor ni peor, sino diferente.
El guion, la dirección y las actuaciones nos llevan a todo ello. Tres secuencias copan el metraje, las tres con marcadas intenciones: plantar la semilla del conflicto, prender la mecha del drama y dejar que la bomba explote. Hasta que esos momentos llegan el diálogo fluye con una naturalidad pasmosa gracias a la excelencia actoral de Ethan Hawke y Julie Delpy, de quienes uno puede llegar a extrañarse de que no sean pareja en la vida real, ya que tienen una química, una naturalidad abrumadoras. Se bastan de una mirada o una sonrisa para hacerse entender, y se nota. Por otro lado, los interminables planos de Linklater aportan una fluidez y una inmersión brutal. Uno pierde la cuenta de cuánto dura ese viaje en coche por la carretera, casi sin cortes... Como dije en la anterior crítica, parece casi un documental.
De nuevo surge el dilema de si es una película difícil de ver. Creo que tiene mayor carga dramática y los conflictos son mucho más palpables, así que aunque su duración sea levemente superior a sus predecesoras creo que sin embargo es la más entretenida.
Y al año siguiente estrenaría Boyhood...
Minutos después de acabar Antes del anochecer (Before Midnight, 2013) uno no termina de creerse que no volverá a ver a Jesse y Céline otra vez. Guardo en mi interior la esperanza de que Richard Linklater solo esté esperando a que, como entre las tres que componen la saga, pasen los años justos para poder contar una nueva fase, la de la vejez, quizá. Aun con ese deseo interior, permanece la sensación de que esta última es la más perfecta de la trilogía. La más real, veraz y terrenal, alejada del idealismo y romanticismo de la primera; no así tanto de la segunda; pero este cierre, aunque se trata de un duro golpe que deja un sabor amargo, siendo sin duda la más agridulce de todas, genera el regusto más positivo y esperanzador.
Estamos acostumbrados a ver en la gran pantalla historias románticas pasionales y emocionantes, llenas de vaivenes y desenfreno, hasta el punto de comparar en ocasiones lo que uno ve con lo que uno tiene. Por eso pocas veces el cine ha sido fiel reflejo de lo que es la vida en una pareja estable. Sí ha retratado sin embargo los procesos de enamoramiento y de ruptura. Ahora, tras 9 años juntos y un par de gemelas de por medio, Jesse y Céline se encuentran en su momento más maduro, en el que la pasión hace tiempo que abandonó el nido y donde la rutina se ha adueñado de sus vidas. Se les ve más cómplices que nunca, pero la convivencia hace mella y saca a veces lo peor de ellos y, en consecuencia, los errores del pasado, con los que se ven obligados a lidiar en el último tercio de la cinta. Aun así, y recalcando la idea de que se trata de la película más positiva, profundiza en la amistad intrínseca de la pareja y en la idea de que el amor evoluciona en algo mucho más complejo e ininteligible. No mejor ni peor, sino diferente.
El guion, la dirección y las actuaciones nos llevan a todo ello. Tres secuencias copan el metraje, las tres con marcadas intenciones: plantar la semilla del conflicto, prender la mecha del drama y dejar que la bomba explote. Hasta que esos momentos llegan el diálogo fluye con una naturalidad pasmosa gracias a la excelencia actoral de Ethan Hawke y Julie Delpy, de quienes uno puede llegar a extrañarse de que no sean pareja en la vida real, ya que tienen una química, una naturalidad abrumadoras. Se bastan de una mirada o una sonrisa para hacerse entender, y se nota. Por otro lado, los interminables planos de Linklater aportan una fluidez y una inmersión brutal. Uno pierde la cuenta de cuánto dura ese viaje en coche por la carretera, casi sin cortes... Como dije en la anterior crítica, parece casi un documental.
De nuevo surge el dilema de si es una película difícil de ver. Creo que tiene mayor carga dramática y los conflictos son mucho más palpables, así que aunque su duración sea levemente superior a sus predecesoras creo que sin embargo es la más entretenida.
Y al año siguiente estrenaría Boyhood...
13 de junio de 2018
13 de junio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La guerra del planeta de los simios, la tercera parte y cierre de la trilogía, prescinde de la épica y el sentido del espectáculo para optar por un drama carcelario enmarcado dentro del cine bélico.
Como en medio de un oasis, la nueva trilogía de El planeta de los simios surgió de la nada para aportar calidad, estructura y emoción a un espectador sumido en una espiral de blockbusters sin alma. La primera parte narraba el origen y la segunda plantaba el conflicto del que sería un fatal y trágico desenlace. Sin embargo, este nunca llega. Se produce un engaño total y absoluto, en el que no se le ofrece al seguidor el final prometido. En lugar de contarnos el conflicto de odio más profundo en forma de una guerra violenta y descarnada, nos ponen en su lugar un inconexo drama carcelario enmarcado dentro del cine bélico, con claras referencias a Apocalypse now, que cambia por completo el sentido de la historia.
Aunque no estableció conmigo una conexión emocional que me metiera dentro de la historia y me pusiera en el lugar de sus personajes para compartir sus sentimientos, no creo que La guerra del planeta de los simios sea una mala película. Posee un estilo y un tono propios, una buena gama de personajes y unas actuaciones muy poderosas, aparte de una potente banda sonora. No. Lo que le recrimino a este cierre de la saga es ese engaño que todo espectador debería sentir al no recibir lo prometido.
La segunda película, con un sólido guion lleno de escenas potentes y conflictos profundos, finalizaba con una conversación entre César, el líder de los simios, y Malcolm, el protagonista humano, en la que el primero le avanzaba al segundo el conflicto que de manera inexorable estaba por producirse. Aventuraba una guerra cruenta, inevitable y despiadada que acabaría con una de las dos razas. Una guerra que aquí se cuenta en off y de la que no se vuelve a saber más. Este sentimiento de engaño se agranda tras los grandiosos primeros 15 minutos de la película, en los que sí vemos cine bélico, que no de acción, con una secuencia inicial brutal que narra los horrores de la guerra, pero no volvemos a ver nada más. Esta secuencia no solo es un lastre a nivel argumental, sino a nivel emocional y puramente visual. Situar al inicio de la historia un tramo tan potente en todos los aspectos eleva demasiado el listón. Un listón que no volverá a igualarse en el resto del metraje.
Con el odio, la deshumanización y la violencia muy bien tratados, son los conflictos internos los que naufragan. César teme convertirse en un villano movido por la venganza. Un arco que personalmente no veo progresar, ni siquiera terminar. Un arco falto de tiempo o de lo que sea como para resultar efectivo.
Sí que es cierto que deja poso y la película no muere con la llegada de los créditos, y que la intención de Matt Reeves de hacer del cine palomitero algo más sesudo y profundo es notable y en cierto sentido consigue su propósito. Como película aislada me puede valer, pero como cierre no le encuentro el sentido.
Como en medio de un oasis, la nueva trilogía de El planeta de los simios surgió de la nada para aportar calidad, estructura y emoción a un espectador sumido en una espiral de blockbusters sin alma. La primera parte narraba el origen y la segunda plantaba el conflicto del que sería un fatal y trágico desenlace. Sin embargo, este nunca llega. Se produce un engaño total y absoluto, en el que no se le ofrece al seguidor el final prometido. En lugar de contarnos el conflicto de odio más profundo en forma de una guerra violenta y descarnada, nos ponen en su lugar un inconexo drama carcelario enmarcado dentro del cine bélico, con claras referencias a Apocalypse now, que cambia por completo el sentido de la historia.
Aunque no estableció conmigo una conexión emocional que me metiera dentro de la historia y me pusiera en el lugar de sus personajes para compartir sus sentimientos, no creo que La guerra del planeta de los simios sea una mala película. Posee un estilo y un tono propios, una buena gama de personajes y unas actuaciones muy poderosas, aparte de una potente banda sonora. No. Lo que le recrimino a este cierre de la saga es ese engaño que todo espectador debería sentir al no recibir lo prometido.
La segunda película, con un sólido guion lleno de escenas potentes y conflictos profundos, finalizaba con una conversación entre César, el líder de los simios, y Malcolm, el protagonista humano, en la que el primero le avanzaba al segundo el conflicto que de manera inexorable estaba por producirse. Aventuraba una guerra cruenta, inevitable y despiadada que acabaría con una de las dos razas. Una guerra que aquí se cuenta en off y de la que no se vuelve a saber más. Este sentimiento de engaño se agranda tras los grandiosos primeros 15 minutos de la película, en los que sí vemos cine bélico, que no de acción, con una secuencia inicial brutal que narra los horrores de la guerra, pero no volvemos a ver nada más. Esta secuencia no solo es un lastre a nivel argumental, sino a nivel emocional y puramente visual. Situar al inicio de la historia un tramo tan potente en todos los aspectos eleva demasiado el listón. Un listón que no volverá a igualarse en el resto del metraje.
Con el odio, la deshumanización y la violencia muy bien tratados, son los conflictos internos los que naufragan. César teme convertirse en un villano movido por la venganza. Un arco que personalmente no veo progresar, ni siquiera terminar. Un arco falto de tiempo o de lo que sea como para resultar efectivo.
Sí que es cierto que deja poso y la película no muere con la llegada de los créditos, y que la intención de Matt Reeves de hacer del cine palomitero algo más sesudo y profundo es notable y en cierto sentido consigue su propósito. Como película aislada me puede valer, pero como cierre no le encuentro el sentido.

7,0
57.846
6
13 de junio de 2018
13 de junio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Concebida como ejercicio de estilo, Dunkerque (Dunkirk, 2017) se pierde un poco en su pretenciosidad. Aun así, brinda grandes dosis de buen cine cargadas de tensión y fluidez narrativa.
Todo el mundo estaba pendiente del nuevo estreno de Christopher Nolan. Tras romperla con su trilogía sobre Batman y sacar a relucir todos sus excesos en la emotiva pero irregular Insterstellar, decidía cambiar de tercio para adentrarse en el género bélico, uno con multitud de obras maestras en su haber. A Nolan le gustan los retos, y tenía la convicción de que para aspirar a formar parte del olimpo cinematográfico y situarse al lado de algunos de los más grandes directores de la historia debía rodar una película sobre la Segunda Guerra Mundial; pero no una cualquiera, sino una rompedora que ofreciera algo completamente diferente en un género muy explotado.
Desde el inicio de Dunkerque se ve una intención marcada por llevar a cabo un ejercicio de estilo por encima de todas las cosas. Cada plano está pensado escrupulosamente para pasar a formar parte de la galería de escenas más bellas y mejor compuestas del séptimo arte. No sé si lo consigue, o si serán consideradas como tal con el paso de los años cuando su obra termine de digerirse, pero sí tengo la certeza de que esa pretenciosidad juega en su contra. La mayoría de las veces sirve a su favor para lograr unas secuencias espectaculares y a la vez cargadas de tensión, pero por otro lado todo se antoja muy frío y demasiado calculado, alejado de la sencilla visceralidad con la que Spielberg u otros muchos abordaron el género.
La frialdad estética se agrava con su frialdad emocional. Si bien, los personajes no necesitan de conflictos internos para que empaticemos con ellos debido a su situación de supervivencia extrema, tampoco ayudan a que se nos ponga el corazón en un puño cuando se encuentran al borde de la muerte. Presencio los horrores, pero me mantengo alejado por sus escasas habilidades comunicativas y su carencia de emociones. A ello hay que añadirle unas pinceladas de improcedente patriotismo que en lugar de poner los pelos de punta provocan una leve pero maliciosa carcajada interna.
Como punto positivo, arranca la película y no veo a Nolan. Mejor dicho, no escucho a Nolan. Su habitual exceso de texto ha sido borrado por completo y ahora priman la imagen y los silencios. Insiste en contar con la cámara, en hacernos testigos en primera persona de los horrores de la guerra y los dramas personales. Un giro brusco en su estilo que se nota sobre todo en la duración del filme. De las más de dos horas y media a las que nos tiene acostumbrados, esta apenas llega a la hora y 50 minutos. Eso sí, todos y cada uno de ellos acompañados por la intensa pero omnipresente música de Hans Zimmer. Al principio conjuga a la perfección con lo que estamos viendo, pero los patrones se repiten hasta la saciedad y acaba por agotar al espectador con su fórmula.
Dunkerque es, en definitiva, una apuesta arriesgada que consigue grandes logros, pero también comete algunos errores. Aun así, se nota una gran mejoría en el sentido narrativo de Nolan, que sigue ampliando su gran carrera con otra buena película que seguramente mejore con un segundo visionado.
Todo el mundo estaba pendiente del nuevo estreno de Christopher Nolan. Tras romperla con su trilogía sobre Batman y sacar a relucir todos sus excesos en la emotiva pero irregular Insterstellar, decidía cambiar de tercio para adentrarse en el género bélico, uno con multitud de obras maestras en su haber. A Nolan le gustan los retos, y tenía la convicción de que para aspirar a formar parte del olimpo cinematográfico y situarse al lado de algunos de los más grandes directores de la historia debía rodar una película sobre la Segunda Guerra Mundial; pero no una cualquiera, sino una rompedora que ofreciera algo completamente diferente en un género muy explotado.
Desde el inicio de Dunkerque se ve una intención marcada por llevar a cabo un ejercicio de estilo por encima de todas las cosas. Cada plano está pensado escrupulosamente para pasar a formar parte de la galería de escenas más bellas y mejor compuestas del séptimo arte. No sé si lo consigue, o si serán consideradas como tal con el paso de los años cuando su obra termine de digerirse, pero sí tengo la certeza de que esa pretenciosidad juega en su contra. La mayoría de las veces sirve a su favor para lograr unas secuencias espectaculares y a la vez cargadas de tensión, pero por otro lado todo se antoja muy frío y demasiado calculado, alejado de la sencilla visceralidad con la que Spielberg u otros muchos abordaron el género.
La frialdad estética se agrava con su frialdad emocional. Si bien, los personajes no necesitan de conflictos internos para que empaticemos con ellos debido a su situación de supervivencia extrema, tampoco ayudan a que se nos ponga el corazón en un puño cuando se encuentran al borde de la muerte. Presencio los horrores, pero me mantengo alejado por sus escasas habilidades comunicativas y su carencia de emociones. A ello hay que añadirle unas pinceladas de improcedente patriotismo que en lugar de poner los pelos de punta provocan una leve pero maliciosa carcajada interna.
Como punto positivo, arranca la película y no veo a Nolan. Mejor dicho, no escucho a Nolan. Su habitual exceso de texto ha sido borrado por completo y ahora priman la imagen y los silencios. Insiste en contar con la cámara, en hacernos testigos en primera persona de los horrores de la guerra y los dramas personales. Un giro brusco en su estilo que se nota sobre todo en la duración del filme. De las más de dos horas y media a las que nos tiene acostumbrados, esta apenas llega a la hora y 50 minutos. Eso sí, todos y cada uno de ellos acompañados por la intensa pero omnipresente música de Hans Zimmer. Al principio conjuga a la perfección con lo que estamos viendo, pero los patrones se repiten hasta la saciedad y acaba por agotar al espectador con su fórmula.
Dunkerque es, en definitiva, una apuesta arriesgada que consigue grandes logros, pero también comete algunos errores. Aun así, se nota una gran mejoría en el sentido narrativo de Nolan, que sigue ampliando su gran carrera con otra buena película que seguramente mejore con un segundo visionado.
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