Hay varias adaptaciones cinematográficas de la valoradísima obra teatral de Georg Büchner, siendo la más famosa y la más fiel la de Herzog del año 1979. Hay que partir de la base de que la temprana muerte de Büchner en 1837 impidió la realización de una forma definitiva de la obra, quedando ésta en fragmentos de borradores dispersos en escenas aisladas. Una reconstrucción de la obra fue publicada sólo cuarenta años después y no se representó hasta 1913. Al año siguiente, Alban Berg asistió a una representación y decidió componer la que sería la ópera más famosa de todo el siglo XX.

Ciñéndonos a la película de János Szász estrenada en 1994, lo primero que hay que decir es que es una adaptación, convirtiendo al personaje principal en guardavías y utilizando muchas de las escenas de la obra original, pero en distinto orden y con cambios en el texto. La ambientación y la fotografía en blanco y negro contribuyen a un clima muy logrado. Quien vea esta película no crea que conoce la obra de Büchner. Aunque la atmósfera de opresión permanece, tal vez se pierda algo del sentido original de la obra. Esto ocurre a menudo cuando se traslada una obra artística a otro género, sea del teatro al cine o de la novela a la ópera: surge una nueva creación, diferente a la obra original. En algunos casos, el punto de partida es un pretexto para hacer una aportación personal que puede ser muy superior o inferior a la obra en la que se basa. En estos tiempos en que hemos visto nibelungos en centrales nucleares y personajes de Shakespeare en la Alemania nazi, se empieza a echar de menos una apreciación de las obras del pasado en su propio entorno. Claro, que para eso es necesario tener un mayor poso cultural del que se estila en este siglo.

¿La película? Algo lenta tal vez en algunos momentos, pero digna de verse en todo caso.